PERCEVAL
curvado
sobre sí sueña infante
en
leve lecho de agua sus certezas
le
bastan para sentir al mundo
seguro
y amigable
crece
la ardiente hora en que
todo
es expuesto fiesta
de
fauno y doncella
hacia
el
santuario
en ruinas
desandará
dolorosa vía
clama
por el botín
hora
del cuervo esa blasfemia
con
nombre de guerrero
malherido
por
costumbres y ritos cuenta su oro
a
las puertas del templo
bajo
sus propios
sueños
se inclina
inútil
búsqueda
otro
dios aúlla en su costado
SEMPREBELLA
Diosa caníbal,
en la oscuridad, un siseo
de lencería te anuncia.
Satinada noche de tus manos
-gestos amplios de corola oferente-
oculta como puede,
la tumba de algún pájaro
que te era predilecto.
Música de vidrio
y flores consumidas,
despliegas,
raído abanico de promesas,
y cierta opacidad en el ambiente,
asume la forma espectral
que te delata.
¡Oh! ávida,
lo que yace en reposo no está quieto,
aletea de modo imperceptible
y nuevamente ave,
huye
a mi proximidad.
Impreciso contorno,
hallarte es un azar o un reto.
Presiento
que las calles de la ciudad encubren,
como si protegieran un milagro,
tus manantiales de leche envenenada.
Atroz/mente,
te adeudo una certeza:
mi cuerpo y yo no moriremos juntos.
Diosa caníbal,
en la oscuridad, un siseo
de lencería te anuncia.
Satinada noche de tus manos
-gestos amplios de corola oferente-
oculta como puede,
la tumba de algún pájaro
que te era predilecto.
Música de vidrio
y flores consumidas,
despliegas,
raído abanico de promesas,
y cierta opacidad en el ambiente,
asume la forma espectral
que te delata.
¡Oh! ávida,
lo que yace en reposo no está quieto,
aletea de modo imperceptible
y nuevamente ave,
huye
a mi proximidad.
Impreciso contorno,
hallarte es un azar o un reto.
Presiento
que las calles de la ciudad encubren,
como si protegieran un milagro,
tus manantiales de leche envenenada.
Atroz/mente,
te adeudo una certeza:
mi cuerpo y yo no moriremos juntos.
AMAZONA
De un deseo a otro,
derramada
como un vino antiguo,
en la celebración de bodas
con lo anómalo,
soy
un cementerio en el que nadie yace
y en la noche, vigila.
Bello acechante, comprende:
he cabalgado un tigre,
De un deseo a otro,
derramada
como un vino antiguo,
en la celebración de bodas
con lo anómalo,
soy
un cementerio en el que nadie yace
y en la noche, vigila.
Bello acechante, comprende:
he cabalgado un tigre,
atravesado
el día sin abrigo,
bebido de lo extraño,
y vuelvo a casa
perversa mente niña
bebido de lo extraño,
y vuelvo a casa
perversa mente niña
ELEGÍA
a
Irma E. Alberti, i.m.
Riada
insumisa,
las
plegarias y los días
destilan
en el hueco
que
dejaste,
madre mía,
mi
lágrima,
mi
otra voz.
LO QUE HAY
I
Lo
que veo es lo que hay.
Ninguna
veladura en la imagen.
Ninguna
arista disimulada.
Alrededor,
las voces
familiares
no consuelan.
Alguien
grita mi nombre.
Un
vago sentimiento de haber pertenecido
me
impulsa a contestar.
Ellos
planean ir al campo.
Planean
sobre
mí.
II
El
tiempo hizo lo suyo.
Una
bandada de caranchos
instala
cierta nación de permanencia.
Lo
que veo es lo que hay.
En
el suelo, un anillo de ropa
enmarca,
tenue, los pies.
Un
haber levísimo,
para
desprenderme.
III
Animales
mansos, habitan la voz
de
esa mujer que esparce
su
ensalmo herida por la luz.
Lo
que veo es lo que hay.
Giro
apenas.
Por
la ventana penetra lo alto,
esa
nota de pura certidumbre.
Lo
que hay.
Lo
que veo cada día:
esta
madura desnudez.
Selección
de textos Jmp, de los libros: “Rasputín y otras obsesiones”, Libros del Zorzal,
2003, y “Lo que hay”, Ediciones del Dock, 2005.
Graciela
Ester Zanini (Buenos Aires, 1948).-
Foto:
GZ en FB.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario