miércoles, 29 de junio de 2016

Olga Orozco, Un puñado de polvo



DENSOS VELOS TE CUBREN, POESÍA

No es en este volcán que hay debajo de mi lengua falaz donde te busco,
ni es esta espuma azul que hierve y cristaliza en mi cabeza,
sino en esas regiones que cambian de lugar cuando se nombran,
como el secreto yo
y las indescifrables colonias de otro mundo.

Noches y días con los ojos abiertos bajo el insoportable parpadeo del sol,
atisbando en el cielo una señal,
la sombra de un eclipse fulgurante sobre el rostro del tiempo,
una fisura blanca como un tajo de Dios en la muralla del planeta.
Algo con que alumbrar las sílabas dispersas de un código perdido
para poder leer en estas piedras mi costado invisible.

Pero ningún pentecostés de alas ardientes desciende sobre mí.
¡Variaciones del humo,
retazos de tinieblas con máscaras de plomo,
meteoros innominados que me sustraen la visión entre un batir de puertas!

Noches y días fortificada en la clausura de esta piel,
escarbando en la sangre como un topo,
removiendo en los huesos las fundaciones y las lápidas,
en busca de un indicio como de un talismán que me revierta la división y la caída.
¿Dónde fue sepultada la semilla de mi pequeño verbo aún sin formular?
¿En que Delfos perdido en la corriente
suben como el vapor las voces desasidas que reclaman mi voz para manifestarse?
¿Y cómo asir el signo a la deriva
ese y no cualquier otro
en que debe encarnar cada fragmento de este inmenso silencio?

No hay respuesta que estalle como una constelación entre harapos nocturnos.
¡Apenas si fantasmas insondables de las profundidades,
territorios que comunican con pantanos,
astillas de palabras y guijarros que se disuelven en la insoluble nada!

Sin embargo
ahora mismo
o alguna vez
no sé
quién sabe
puede ser
a través de las dobles espesuras que cierran la salida
o acaso suspendida por un error de siglos en la red del instante
creí verte surgir como una isla
quizás como una barca entre las nubes o un castillo en el que alguien canta
o una gruta que avanza tormentosa con todos los sobrenaturales fuegos encendidos.

¡Ah las manos cortadas,
los ojos que encandilan y el oído que atruena!

¡Un puñado de polvo, mis vocablos!






De: “Mutaciones de la realidad” (1979). En: “Poesía. Antología”, CEAL, 1982.
Olga Orozco (Olga Noemí Gugliotta Orozco, Toay, La Pampa, 17 de marzo de 1920 – Buenos Aires, 15 de agosto de 1999). Foto: Mirella Moretti, “Ella”, 1970.

martes, 28 de junio de 2016

Hugo Mujica, Mi mejor amigo


IN MEMORIAM

     Mi mejor amigo es una rata.

     La encontré un día de lluvia, un día que llovía a cántaros: estaba muerta al borde de una alcantarilla. Fue el gracioso desvío que su cuerpo ocasionaba en el cauce del agua lo que me hizo notarla, lo que inmediatamente despertó mi compasión: ¡tan fría ahora que estaba muerta! ¡tan despreciada por todos cuando estuvo viva! Por eso mismo sentí que podíamos ser amigos, yo su amigo que la cuide, y ella, mi mejor amiga, la que se deje cuidar.

     Desde entonces la cuido, cuido su cadáver claro está, en realidad ya casi no queda ni eso, quedan algunos trocitos de piel que cualquiera pensaría que son los restos de algún pergamino. Un puñadito de pelos grises, o arratonados como suele llamarse a ese color a nada. Y queda la cola, íntegra, íntegra pero seca, como los cordones de mi zapatos.

     Pero el mejor amigo de uno no tiene por qué vivir eternamente, basta con que se deje cuidar mientras esté vivo o mientras quede algo de su muerte que dé sentido a nuestra vida.


En: “Hugo Mujica. Testimonios de fin del milenio, reportaje de Ana Emilia Lahitte”, Vinciguerra, 1997.
Hugo Mujica (Avellaneda, Buenos Aires, 30 de agosto de 1942). Foto: HM en FB.

domingo, 26 de junio de 2016

Olga Orozco, Apenas la mitad del amor



EL JARDÍN DE LAS DELICIAS

     ¿Acaso es nada más que una zona de abismos y volcanes en plena ebullición, redestinada a ciegas para las ceremonias de la especie en esta inexplicable travesía hacia abajo? ¿O tal vez un atajo, una emboscada oscura donde el demonio aspira la inocencia y sella a sangre y fuego su condena en la estirpe del alma? ¿O tan sólo quizás una región marcada como un cruce de encuentro y desencuentro entre dos cuerpos sumisos como soles?

     No. Ni vivero de la Perpetuación, ni fragua del pecado original, ni trampa del instinto, por más que un solo viento exasperado propague a la vez el humo, la combustión y la ceniza. Ni siquiera un lugar, aunque se precipite el firmamento y haya un cielo que huye, innumerable, como todo instantáneo paraíso.

     A solas, sólo un número insensato, un pliegue en las membranas de la ausencia, un relámpago sepultado en un jardín.

     Pero basta el deseo, el sobresalto del amor, la sirena del viaje, y entonces es más bien un nudo tenso en torno al haz de todos los sentidos y sus múltiples ramas ramificadas hasta el árbol de la primera tentación, hasta el jardín de las delicias y sus secretas ciencias de extravío que se expanden de pronto de la cabeza hasta los pies igual que una sonrisa, lo mismo que una red de ansiosos filamentos arrancados al rayo, la corriente erizada reptando en busca del exterminio 0 la salida, escurriéndose adentro, arrastrada por esos sortilegios que son como tentáculos de mar y arrebatan con vértigo indecible hasta el fondo del tacto, hasta el centro sin fin que se desfonda cayendo hacia lo alto, mientras pasa y traspasa esa orgánica noche interrogante de crestas y de hocicos y bocinas, con jadeo de bestia fugitiva, con su flanco azuzado por el látigo del horizonte inalcanzable, con sus ojos abiertos al misterio de la doble tiniebla, derribando con cada sacudida la nebulosa maquinaria del planeta, poniendo en suspensión corolas como labios, esferas como frutos palpitantes, burbujas donde late la espuma de otro mundo, constelaciones extraídas vivas de su prado natal, un éxodo de galaxias semejantes a plumas girando locamente en el gran aluvión, en ese torbellino atronador que ya se precipita por el embudo de la muerte con todo el universo en expansión, con todo el universo en contracción para el parto del cielo, y hace estallar de pronto la redoma y dispersa en la sangre la creación.

     El sexo, sí,
más bien una medida:
la mitad del deseo, que es apenas la mitad del amor.




En: “Poesía. Antología”, CEAL, 1982.
Olga Orozco (Olga Noemí Gugliotta Orozco, Toay, La Pampa, 17 de marzo de 1920 – Buenos Aires, 15 de agosto de 1999).
Imagen: "Meetings in Appleland", collage. Ana Cecilia Adjiman Gache (Buenos Aires, 1974).

sábado, 25 de junio de 2016

Margarita Roncarolo, Vamos a hacer un invento


Vamos a hacer un invento:
Hablan todas juntas sobre postigos, celosías, persianas, ventanas. Cuando vino
de Italia ella tenía dos hijos y estaba embarazada y le preguntaron: “¿Tiene hijos?” “No, tengo dos macetas”, y se metieron en la pieza de noche y con los chicos.

Una sombrilla de playa/ enorme/ de las antiguas/ de hierro/ hallada en la basura.

Abajo

un paraguas/ azul/ con dos varillas rotas/ que uso/ efectivamente/ para la lluvia.

Abajo

una sombrilla pequeña/ de juguete/ de las que usan las niñas/ que juegan/ a ser
damitas.

Abajo

una sombrillita/ china/ de papel/ color pastel/ que protege/ en el espejo del baño/ el
cuerpo de un pajarito.

Vamos a hacer un invento
que nos cubra/ del viento
del desamparo.


Margarita Roncarolo (Córdoba, 1950). Reside en Buenos Aires.
Imagen: "Vamos a salir igual". Collage y acuarela, 17x22 cm. Ana Cecilia Adjiman Gache (Buenos Aires, 18 de noviembre de 1974). 

viernes, 24 de junio de 2016

Claudia Masin, Una caja vacía


EL REGRESO

¿Qué trae el padre de su largo recorrido por los campos
amplios y planos como pasillos de hospitales donde él,
médico viejo y cansado, pasea su mirada pacífica, experta,
sobre todas las cosas del mundo como si fueran suyas,
las hubiera tenido en la mano tanto tiempo
que conociera sus exactas concavidades y accidentes?
No hay nada nuevo para él, ¿pero y nosotros?
¿Preguntándonos el cómo y el porqué, desasidos como estrellas fugaces
de la generosa custodia del cielo, nosotros cómo hacemos
para mirar las cosas sin angustia, sin que nos sobre o nos falte
siempre algo: una medida quizás, cuya ausencia hace imposible
caminar sin tropezarse a cada paso?
¿Que mirada flechó de la muerte en sus ojos, qué amor
hizo descender sobre él para después dejarlo ir,
pájaro rapaz que de un momento a otro se volvió compasivo
y desechó los restos que le eran ofrecidos,
con la magnanimidad de quien ya fue llenado, está completo?
¿Pero y nosotros, a quienes esos restos cubrirían los huesos?
No podemos pedir, ya está perdido
lo que quedaba, lo que había de más.
¿Madre, por qué no dejarme salir a los caminos, entonces?
Si no hay nada que él traiga en los brazos, ¿por qué no dejarme
ir yo misma a buscar, si ese regalo que él esconde
cuidadosamente bajo la cama es una caja vacía?
¿Qué va a ser de nosotros ahora,
si es y siempre fue mentira que de los baúles sacaba
objetos maravillosos, que podía enseñarte a pescar peces
de aletas brillantes como una moneda al sol?
¿Si también es mentira que con sólo raspar un carboncito
contra su pecho creaba el fuego que iluminaba
la superficie curva de la tierra, la geometría perfecta de la casa,
o que a nuestros cuerpos pequeños, con sólo mirarlos,
los volvía exuberantes como si fueran plantas parásitas colmadas
por la savia de otra planta? Dame la libertad, entonces
soltáme esta atadura que no ata a nada,
que yo de todos modos ya lo sé: hay un cielo
como hay una tierra, hay un desorden que, extrañamente, nos cuida,
hay quien desata la peste y a veces hay cura, hay mañanas
donde vamos a ser niños una vez, una vez sola, para poder
ir tomados de la mano de él, de él que es esa tela secándose al sol
los días de buen clima, ropa dejada por un muerto, no me mientas,
no hubo padre ni habrá.


En “Plebella”, Revista de Poesía Actual, número 9, diciembre 2006 – marzo 2007. Editor responsable: Romina E. Freschi.
Claudia Masin (Resistencia, Chaco, 13 de mayo de 1972). Reside en Buenos Aires desde 1990. Foto: CM en FB.

jueves, 23 de junio de 2016

César Fernández Moreno, En una de las habitaciones favoritas de mi infancia


YO QUERÍA BESARTE

Estábamos en una de las habitaciones favoritas de mi infancia
ésa de piso embaldosado
y ventanas profundamente excavadas en el muro
ésa con puerta de dos hojas
que se abre de golpe sobre el enorme jazminero

yo quería besarte
planeaba el camino mejor hasta tus labios
pero había comprendido que ya era imposible
cuando te vi de pronto muy cerca de mí
apoyados los hombros contra la pared
entonces dije no sé qué frase
y antes de terminarla ya estaba sobre tu boca
tú permaneciste quieta
sólo tus dientes resistían en semicírculo
pero mientras mi beso premioso se cumplía
tus ojos lloraban grandes lágrimas silenciosas
que invadían lentamente tus pómulos tus mejillas
iluminaban tu cara con cambiantes reflejos plateados
y se acercaban serpenteando a la linde de nuestros labios

el sueño continuaba después
con alternativas sin importancia.



En: “Poesía erótica argentina”, selección y prólogo de Daniel Muxica, Manantial, 2002.
César Fernández Moreno (Buenos Aires, 1919  – París, 1985).

miércoles, 22 de junio de 2016

Ezra Pound, Con usura


XLV

Con usura

Con usura el hombre no puede tener casa de buena piedra
con cada canto de liso corte y acomodo
para que el dibujo les cubra la cara,
con usura
no hay para el hombre paraísos pintados en los muros de su iglesia
harpes et luz
o donde las vírgenes reciban anuncios
y resplandores brotes de los tajos,
con usura
no puede ver el hombre Gonzaga a sus herederos y sus concubinas
no se pinta cuadro para que dure y para la vida
sino para venderse  y pronto
con usura, pecado contra natura
es tu pan siempre de harapos viejos
es tu pan seco como el papel
sin trigo de montaña, harina fuerte
con usura la línea se hincha
con usura no hay demarcación clara
y nadie puede hallar sitio para su morada.
El picapedrero se aparta de la piedra
el tejedor de su telar
Con usura
no llega lana al mercado
la oveja nada vale con usura
Usura es un ántrax, usura
mella la aguja en las manos de la muchacha
y detiene la pericia del que hila. Pietro Lombardo
no vino por usura
Duccio no vino por usura
ni Pier della Francesca; Zuan Bellin no por usura
ni pintóse “La Calumnia”.
Angélico no vino por usura; no vino Ambrogio Praedis,
No vino iglesia de piedra cincelada firmada: Adamo me fecis.
No por usura St. Trophime
No por usura St. Hilaire,
Usura oxida el cincel
Oxida el oficio y el artesano
Roe los hilos del telar
Nadie aprende a tejer oro en su dibujo;
El azur tiene una llaga por usura; el carmesí sin bordar se queda
El esmeralda a ningún Memling tiene
Usura asesina al niño en las entrañas
Detiene la corte del mancebo
Ha llevado la perlesía a la cama, yace
entre la joven desposada y su marido
     CONTRA NATURAM
Han traído putas para Eleusis
Se sientan cadáveres al banquete
a petición de usura.

“N. B. Usura: gravamen por el uso de poder adquisitivo, impuesto sin relación a la producción, a veces sin relación a las posibilidades de la producción. (De ahí la quiebra del banco de los Medici.)”

Versión de José Vázquez Amaral. En: “Los cantares y otros poemas. Pound, Stevens, Williams y otros”, Biblioteca Básica Universal, CEAL, 1983. Estudio preliminar y selección: Jorge S. Perednik.

Ezra Loomis Pound (EEUU, 1885 – Italia, 1972). Foto: Franz Larese, Erker-Galerie, Easter 1971, Burano, Italy. 

martes, 21 de junio de 2016

Han Yu, El tiempo es frío



     Una avenida cubierta de hojas arrancadas por el viento del oeste,
Una ventana medio escondida por los libros bajo el sol poniente.
Soy viejo, temo mezclarme en los asuntos de los hombres.
El tiempo es frío, no salgo de mi casa.

*

     Centellea la montaña esmaltada de flores; las nítidas cascadas se tiñen de un suavísimo azul, en la exacta armonía de los colores entrelazados.
     De trecho en trecho, nos salen al camino pinos y encinas de robustos troncos y soberanas copas.
     De piedra en piedra, franqueo los torrentes; cantan las aguas saltarinas, y por la abertura de mi túnica, recibo la caricia tibia de la brisa.
     ¡Oh, qué felicidad pasar así toda la vida! ¿Por qué, pues, inclinarse ante los demás hombres y seguirlos? ¡Ah, si fuéramos dos o tres compañeros, para permanecer aquí hasta la vejez, sin hablar nunca de retorno!



En: “Segunda antología de la poesía china”, Revista de Occidente, Madrid, 1962. Traducción directa del chino: Marcela de Juan.
Han Yu (China, 768-824). Dinastía Tang y periodo de las cinco dinastías (618-960).
Foto: José María Pallaoro. Liquidámbar en el jardín, otoño de 2016.

miércoles, 15 de junio de 2016

Georg Trakl, Dos poemas


EN EL PARQUE

De nuevo caminando por el viejo parque.
Oh, serenidad de flores rojas y amarillas.
Y también lloráis vosotros, benignos dioses,
y el oro otoñal de los olmos.
Inmóvil se alza en el estanque azulado
el junco, enmudece al atardecer el zorzal.
¡Oh!, inclina entonces tú también la frente
ante el mármol ruinoso de los antepasados.


DE NOCHE

El azul de mis ojos se ha extinguido en esta noche,
el oro bermejo de mi corazón. ¡Oh, que silenciosa ardía la luz!
tu manto azul ciñó al que se hundía;
su boca roja selló la tiniebla del amigo.


De: “Sebastián en el sueño” (1915, póstumo). En: “Obra poética”, Torres Agüero Editor, 1992. Traducción: Rodolfo Modern.
Georg Trakl (Salzburgo, Austria, 3 de febrero de 1887 – Cracovia, Polonia, 3 de noviembre de 1914).
Foto: GT, circa 1909, 1910. 

martes, 14 de junio de 2016

Jorge Luis Borges, El que lee mis palabras está inventándolas


LOS JUSTOS

Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.


LA DICHA

El que abraza a una mujer es Adán. La mujer es Eva.
Todo sucede por primera vez.
He visto una cosa blanca en el cielo. Me dicen que es la luna, pero qué puedo hacer con una palabra y con una mitología.
Los árboles me dan un poco de miedo. Son tan hermosos.
Los tranquilos animales se acercan para que yo les diga su nombre.
Los libros de la biblioteca no tienen letras. Cuando los abro surgen.
Al hojear el atlas proyecto la forma de Sumatra.
El que prende un fósforo en el oscuro está inventando el fuego.
En el espejo hay otro que acecha.
El que mira el mar ve a Inglaterra.
El que profiere un verso de Liliencron ha entrado en la batalla.
He soñado a Cartago y a las legiones que desolaron a Cartago.
He soñado la espada y la balanza.
Loado sea el amor en el que no hay poseedor ni poseída, pero los dos se entregan.
Loada sea la pesadilla, que nos revela que podemos crear el infierno.
El que desciende a un río desciende al Ganges.
El que mira un reloj de arena ve la disolución de un imperio.
El que juega con un puñal presagia la muerte de César.
El que duerme es todos los hombres.
En el desierto vi la joven Esfinge, que acaban de labrar.
Nada hay tan antiguo bajo el sol.
Todo sucede por primera vez, pero de un modo eterno.
El que lee mis palabras está inventándolas.


De: “La cifra” (1981). En: “Obra poética, 3” (1975-1985), Alianza editorial, 1995.
Jorge Luis Borges (Buenos Aires, Argentina, 24 de agosto de 1899 – Ginebra, Suiza, 14 de junio de 1986).

miércoles, 8 de junio de 2016

René Daumal, ¿nunca has soñado ser libre?


32

Aquí el pequeño-poeta, evocando, liberado según el ritmo,
allá Gran-Poeta, provocando, libre según el Nombre Total.
Aquí, esto.  
Allá, aquello.

Finalmente, escucha: ¿nunca has soñado ser libre? Vamos, te dejo aquí. Trata de extraer de todo esto las conclusiones concernientes a tu caso personal, y harás lo que quieras si eres lo que eres.

1929


24

La Palabra se instala en la garganta, cuyas puertas abre.
El aliento se reúne en el pecho, cuyas costillas distiende.
Ahora el aliento busca salir, y la Palabra ha abierto el orificio de la garganta.

     La palabra sensible tiene su asiento en el aparato vocal. Cada sonido, cada nombre, cuando lo imagino, dispone este aparato de una manera particular; me basta entonces enviar a través de mi laringe y de mi boca el aire almacenado en mis pulmones, para emitir este sonido, para pronunciar este nombre. La sustancia de la palabra es, pues, la energía respiratoria; el sentido de la palabra le es impuesto por el nombre imaginado y, más allá del nombre, por la vida captada en ocasión del nombre.
     Es una palabra que tiende incesantemente hacia la Palabra absoluta, que prepara así los órganos de elocución en el poeta. Esta absoluta Palabra-no-hablada es el sentido verdadero del poema. Este Nombre impronunciable, bajo la presión del aliento impaciente, se deforma hasta el punto en que imprime al aparato vocal una disposición tal que el aliento puede escaparse. Dicho de otro modo, el aliento exige para liberarse que la Palabra impronunciable se degrade poco a poco para llegar a ser pronunciable, funcionando como una válvula de seguridad para la exagerada plenitud de la Evidencia que amenazaría matar al poeta.  Por otra parte, ya que es justo en el momento en que el nombre llega a ser pronunciable cuando se pronuncia, la palabra poética es, de todo los modos humanos de expresión, necesariamente el más “justo”, el más próximo a la palabra absoluta.



En: “Clavículas de un gran juego poético” (De: “Le Contre-Ciel”, 1936), Fabril Editora, Buenos Aires, 1972. Traducción: Aquiles Ferrario y Jorge Libedev. Los poetas: Colección dirigida por Aldo Pellegrini.

René Daumal (16 de marzo de 1908 – 21 de mayo de 1944). Foto: René Daumal por Luc Dietrich, 19 de mayo de 1944. 

miércoles, 1 de junio de 2016

Miguel Ángel Bustos, el día en que la noche llegó a santiago


EL DÍA EN QUE LA NOCHE LLEGÓ A SANTIAGO

Cuando la noche llegó a Santiago
cuando la muerte y los asesinos entraron a Santiago
una llave giró en el pueblo y abrió una puerta sombría.

Son las dos de la tarde.

Son las tres de la noche más larga y blanca de Chile
pero yo sólo veo muertos y muertos
en pirámides
atravesando los ríos
descendiendo de las montañas
entrando en las muchedumbres
a la habitación tremenda y negra
donde Víctor Jara templa su guitarra
con la memoria de sus manos muertas.

Sube su canto la tierra celeste
alcanza el cielo más próximo
bebe el fuego verde de la primavera futura.

Porque la muerte ni la derrota son ciertas
sólo son relámpagos de un puente tendido sobre abismos de hueso
iluminando la noche de Santiago.

Mientras Víctor cierra los postigos de su casa en sombras
se embarca en su guitarra
y entra a combatir en el corazón del pueblo.

1973

En revista “Hablar de poesía”, número 12, diciembre de 2004. Director: R. H. Herrera.
Miguel Ángel Bustos nació en Buenos Aires el 31 de agosto de 1932. Poeta. Secuestrado y desaparecido por la dictadura cívico-militar el 30 de mayo de 1976.
Foto: Víctor Jara (Chile, 28 de septiembre de 1932. Asesinado por la dictadura de Pinochet el 16 de septiembre de 1973).