domingo, 28 de febrero de 2010

Hoy adivino que me pasa

...
Hoy recién hoy, el sol me quemó.
Y el viento de los vivos me despertó.
...

sábado, 27 de febrero de 2010

Francisco “Pancho” Muñoz – Poemas de “La lámpara sobre la mesa”



SÉ QUE NO ESTOY SOLO…

Sé que no estoy solo aunque la Conversación se mantenga en la noche. Las palabras me conducen al alba.


VENTANAS

El Mundo era un cristal.

La poesía era
la trayectoria de la piedra
en el aire real.


PALABRAS

Yo hubiera querido
una dulce canción
y no
esta
dureza
de golpear
las palabras
como única dicha.


TOMA 1

Nunca nadie está
solo.
Los verdugos convidan.


PURTROPO

Sufre
por no poder sufrir
lo que tendría
que sufrir
si hubiese
sido
amada.


MILONGA

Si no es suave no existe no es
como el mar
es como tiene
que ser es mujer
indudable
suave
empolvada tiene
la forma de la
música en la
tristeza de algunos de nosotros.


DOS

Dos pequeños monstruos devoradores dementes dos histéricos sexos gemelos en danza de deseo como única dicha.


LOS OLORES DEL ALBA

Los olores del alba
del ardor de lo que estamos
haciendo a pesar.



En: “La lámpara sobre la mesa” (1974-1975), Rodolfo Alonso Editor, 1976
Francisco “Pancho” Muñoz nació en Buenos Aires en 1945, poeta y periodista.
Foto tapa libro: Jmp

viernes, 26 de febrero de 2010

Raúl Gustavo Aguirre – El poeta perdido



EL POETA PERDIDO

Hoy encontré en la calle a un viejo amigo que escribía poemas,
delicados, modestos y radiantes poemas.
Y me contó el amigo que en otro tiempo fue la poesía una indagación de su ser,
que fue la poesía un hermoso momento de su vida,
que después se casó, tuvo hijos, y ahora peleaba duramente por el pan de los suyos
y no escribía más poemas porque ya no necesitaba escribirlos.
Y yo le dije me parece muy bien:
vives en el poema verdadero
que es vivir con aquellos, por aquellos que amas.
Y mi amigo se fue, su rostro triste y sus espaldas encorvadas,
y yo pensé que cada uno tiene derecho a vivir como puede,
pero en el fondo un sentimiento me decía
que en él había algo vencido,
que si uno peleó por sacudirle el polvo a las palabras
y el resplandor de las palabras le quemó hasta los tuétanos,
ya no se puede ir para atrás porque entonces los vampiros avanzan
y hasta Rimbaud, si hemos de creer a su hermana, comprendió en su agonía
que hay que morir peleando por el poema de siempre.


En “Antología”, Monte Ávila Editores, Buenos Aires, 1978.
Raúl Gustavo Aguirre (Buenos Aires, 2 de enero de 1927 - 18 de enero de 1983).
Foto: Arthur Rimbaud en Harar, circa 1883.
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miércoles, 24 de febrero de 2010

Mario Goloboff – General Jorge Rafael Videla



GENERAL JORGE RAFAEL VIDELA

     Amaba los perros de caza, los tapices con ciervos y la música de Wagner. Leía pocos diarios, pero se detenía a hacer palabras cruzadas. No toleraba el rumor de los árboles ni el trino de los pájaros. Dormía bien.



En: “El límite de la palabra. Antología del microrrelato argentino contemporáneo”, Menoscuarto Ediciones, 2007.
Mario Goloboff nació en Carlos Casares, provincia de Buenos Aires, el 16 de marzo de 1939. Poeta, narrador, crítico y docente universitario.
Foto: Jorge Rafael Videla y Ernestina Herrera de Noble.

martes, 23 de febrero de 2010

Homero Manzi – Lo popular



LO POPULAR

     ¡Lo popular!

     Alguna vez, alguien que sea dueño de fuerzas geniales, tendrá que realizar el ensayo de la influencia de lo popular en el destino de nuestra América, para, recién entonces, poder tener nosotros la noción admirativa de lo que somos.

     Esta pobre América que tenía su cultura y que estaba realizando, tal vez en su dorado fracaso, su propia historia y a la que, de pronto, iluminados almirantes, reyes ecuménicos, sabios cardenales, duros guerreros, y empecinados catequistas ordenaron: ¡Cambia tu piel!, ¡Viste esta ropa!, ¡Ama a este Dios!, ¡Danza esta música!, ¡Vive esta historia!

     Nuestra pobre América que comenzó a correr en una pista desconocida, detrás de metas ajenas, y cargando quince siglos de desventajas.

     Nuestra pobre América que comenzó a tallar el cuerpo de Cristo cuando ya miles y miles de manos afiebradas por el arte y por la fe, habían perfeccionado la tarea en experiencias luminosas.

     Nuestra pobre América que comenzó a rezar cuando ya eran prehistoria, los viejos testamentos y cuando los evangelistas habían escrito su mensaje; cuando Homero había enhebrado su largo rosario de versos y cuando el Dante había cumplido su divino viaje.

     Nuestra pobre América que comenzó su nueva industria cuando los toneles de Europa estaban transpasados de olorosos y antiguos alcoholes; cuando los telares estaban consagrados por las tramas sutiles y asombrosas; cuando la orfebrería podía enorgullecer su pasado con nombres de excepción; cuando verdaderos magos, seleccionando maderas, con cavidades y barnices, sabían armar instrumentos de maravillosa sonoridad; cuando la historia estaba llena de guerreros, el alma llena de místicos, la belleza llena de artistas, y la ciencia llena de sabios.

     Nuestra pobre América a la que parecía no corresponderle otro destino que el de la imitación irredenta.

     No podíamos intentar nada nuestro. Todo estaba bien hecho. Todo estaba insuperablemente terminado.

     –¿Para qué nuestra música?
     –¿Para qué nuestros Dioses?
     –¿Para qué nuestras telas?
     –¿Para qué nuestra ciencia?
     –¿Para qué nuestro vino?

     Todo lo que cruzaba el mar era mejor. Y, cuando no teníamos salvación, apareció lo popular para salvarnos.

     Instinto de pueblo. Creación de pueblo. Tenacidad de pueblo.

     Lo popular no comparó lo malo con lo bueno. Hacía lo malo y mientras lo hacía creaba el gusto necesario para no rechazar su propia factura y, ciegamente, inconscientemente, estoicamente, prestó su aceptación a lo que surgía de si mismo y su repudio heroico a lo que venía desde lejos.

     Mientras tanto, lo antipopular, es decir, lo culto, es decir, lo perfecto, rechazando todo lo propio y aceptando todo lo ajeno, trababa esa esperanza de ser que es el destino triunfador de América.

     Por eso yo, ante ese drama de ser hombre del mundo, de ser hombre de América, de ser hombre Argentino, me he impuesto la tarea de amar todo lo que nace del pueblo, todo lo que llega al pueblo, todo lo que escucha el pueblo.

     Para prologar este libro de Héctor Gagliardi, pienso en su autor y me pregunto: –¿Es un poeta? ¿Es un payador? ¿Es un cantor? No lo sé. Pero sé, eso sí, que él canta y que su pueblo lo escucha, mientras poetas nacidos de esta tierra, que no son de esta tierra, viven arrojando parvas versificadas con resonancias exóticas, al abismo sin eco de la cultura vanidosa que, para mayor desgracia, tiene, bajo la Cruz del Sur, el estigma trágico de la esterilidad.



En “Por las calles del recuerdo” de Héctor Gagliardi. Presentado por Homero Manzi, con ilustraciones de Ernesto Aguilar, Editorial Julio Korn, Buenos Aires, 1946.
Homero Manzi, cuyo verdadero nombre era Homero Nicolás Manzione Prestera, nació en Añatuya, Argentina, el 1 de noviembre de 1907, y murió en Buenos Aires el 3 de mayo de 1951.
Foto tapa libro: Jmp
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lunes, 22 de febrero de 2010

Aledo Luis Meloni – Poemas y coplas



MAÑANA DE NOVIEMBRE


Mañana
de noviembre en el oeste.


Como a un diapasón gigante
el fragor de las chicharras
hacía vibrar el monte.


El viento norte bramaba.


Todo el territorio ardía
en una inmensa fogata.


Muy lejos, alucinado,
un crespín se desangraba.


Mañana
de noviembre en la memoria
y en la añoranza.


Mi corazón aquel día
cómo olvidarlo,
era también una brasa.




DISTANCIA


En la polvareda verde
Del monte, al sol, galopando,
Desde mi escuela a tu escuela
Hay una legua de canto.


Si lo sabremos
Yo y mi caballo…


Y en la polvareda oscura
De la noche, paso a paso,
Hay de tu escuela a mi escuela
Diez leguas de sobresalto.


Si lo sabremos
Yo y mi caballo…




PUEBLO


Cuatro calles polvorientas,
Y un puñadito de casas,
Bajo la cúpula verde
De algarrobos y catalpas.


Una iglesia, casi en ruinas,
Santificando la plaza.


En la plaza, algunas tipas,
Y en las tipas, las cigarras
Echando a rodar los ríos
Estivales de sus flautas…


Para la dicha es muy poco,
Y con ser tan poco, basta.




HERENCIAS


Sólo dejamos, al final, unas palabras.


Son las únicas huellas transitorias
de nuestro paso
sobre un tembladeral de olvidos y silencios.


De su fuego
después no queda nada.


Tendrá más vida que ellas
la ceniza glacial
de nuestros huesos.


No, la palabra no es un ave fénix:
no conoce el milagro
de la resurrección.




COPLAS


El hombre llega al otoño
como a una tierra de nadie:
para morir es muy pronto
y para amar es muy tarde.




Alguien le ofreció una viola
a un inversor extranjero;
por las uñas que tenía
creyó que era guitarrero.




Con rara equidad el Fondo
como a una fruta nos trata:
nos come toda la pulpa
pero nos deja la cáscara.




Por las torres de Manhattan,
por las torres que cayeron,
llora, llora el primer mundo
mientras explota al tercero.




Ya no le pido a la vida
cosas de mucho valer;
Solo le pido una nada:
que me devuelva la sed.



Aledo Luis Meloni, poeta y docente, nació en Bolívar, provincia de Buenos Aires, el 1 de agosto de 1912. Desde 1937 vive en la provincia de Chaco. Su obra poética está reunida bajo el título de “La tentación de la palabra”, Librería de la Paz, 2005.

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sábado, 20 de febrero de 2010

Diana Bellessi – Acceso a la imagen



ACCESO A LA IMAGEN

I
Entrar

¿Secreto bosque
en continuo estado
presente?

¿Figura al acecho
hojas que fulguran
en la cautiva luz

en la sombra
que las asedia?

Entrar

Al desorden
de una zona
antípoda

Carnal su centro

Carnal el sueño
que la alude
persigue
a ciegas

Aquí

El arcaico felino
salta

Su sombra inmóvil
que nunca posa
sobre la presa

Entrar

Pesado cuerpo
deseado
me desangra

Fauce a
fauce carnal
nos degollamos

y estoy adentro

Dame
dame la imagen
completa

II
Descansa sobre su cuerpo
Un surco
de sangre fino
desciende
bajo la seda áspera
de la piel barcina

Ojo

Destello fijo
que ciñe
un nuevo imperio

Ignoto

III
La escena se reconstruye
Detrás del puma
hay otro puma
Sin secuencia
temporal
en el fragor inmóvil
de las hojas

Late
Tambor vacío
en el silencio

Soy la primera que
penetra aquí
y aquí entró
la especie entera

¿Qué hay detrás?

¿Cuando deje acaso
de elegir a salvo
la rosa ingenua del día?




En Eroica, Ediciones Último Reino / Libros de Tierra Firme, 1988
Diana Bellessi (Zavalla, provincia de Santa Fe, 1946)

viernes, 19 de febrero de 2010

Alejandra Pizarnik – La palabra que sana



LA PALABRA QUE SANA

Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.



De “El infierno musical”, 1971. En “Poemas”, Centro Editor América Latina, 1982. Selección y prólogo de Alejandro Fontenla.
Alejandra Pizarnik (Buenos Aires, 29 de abril de 1936 - 25 de septiembre de 1972).
Foto: Alejandra Pizarnik

jueves, 18 de febrero de 2010

Juan L. Ortiz – En las gargantas del Yan-Tsé


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EN LAS GARGANTAS DEL YAN-TSÉ

Qué oyó Tou-Fou, qué oyó
en estos silencios que no dejan de subir y a la vez de caer,
fluidos de iris,
así,
a pesar de su espanto sin tiempo?

Sintió, solamente, como Li-Tai-Pé, que se prendían unos gritos por ahí?
Y el vértigo de la palabra,
y el vórtice de la angustia
que no admite, de improviso, ni siquiera su agonía,
de paja,
aleteando, invisiblemente, casi,
en un junco…
que no admite ni eso para perderse, en seguida, en un sin límite
de congoja… o de niebla?

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De “El junco y la corriente”, en “Obra Completa”, Centro de Publicaciones, Universidad nacional del Litoral, Santa Fe, Argentina, 1996.
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Juan Laurentino Ortiz nació el 11 de junio de 1896 en Puerto Ruiz, cerca de Gualeguay (Entre Ríos), ciudad donde vivirá hasta 1942 cuando se muda a Paraná. Murió el 2 de septiembre de 1978.
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Foto: Juanele Ortiz
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martes, 16 de febrero de 2010

Héctor Libertella – Uno en “Zettel”



UNO

¿A medida que el tiempo pasa
la distancia entre las cosas
se va haciendo más corta?


1
El arte es un fenómeno de tipo ambiental. En días de mucho calor y alta densidad atmosférica puede parecer un espejismo.

2
¿Cómo discutir la preeminencia del soporte o del ornato? ¿La tela soporte y el ladrillo ornato? ¿Lo sólido, en arquitectura, es blando? Esta dama pasa frente a mí como un bello peinado de moda. ¿Ese peinado me explica más que el enorme edificio del Congreso de la Nación que veo a sus espaldas?

3
Teoría de la reescritura. ¿Por qué el libro viejo desaparece a favor del joven? ¿Qué ha hecho el joven en el viejo? ¿Cuál es cuál y cuál es más viejo ahora?

4
La biología diría que las células del cuerpo cambian íntegramente cada siete años, y que el cuerpo no muere por viejo sino por cansancio de tanto rejuvenecer.
(Si el personaje de la novela es una formación discursiva con su cuerpo sintáctico, cada siete años ese cuerpo exigiría ser reescrito por completo. Lunáticos como Robert Waiser hubieran intentado esta aventura que hace de la literatura una verdad biológica.)

5
¿Cómo una liebre que corre a campo traviesa atrae al diseñador de escopetas? ¿Por qué la Forma convoca cuando este cardo ruso trota al viento como un ñandú?

6
Pensemos en la muerte como un acontecimiento retrospectivo. Esa manera de irle pidiendo cosas al futuro para devolvérselas, al final, intactas. Como si uno no hubiera vivido.

7
Ahora camino Manhattan y la ciudad va recorriendo un caprichoso diseño, dibuja con mis pasos avenidas y diagonales –estoy en Broadway–. En ese plano entrecruzado de calles tal vez sólo soy lo que hace extraño este lugar. Tal vez soy el extranjero que se hizo un lugar aquí. En fin. El mapa que compro en este kiosco con un ejemplar del diario de hoy, no me figura nada; ni yo figuro en él.

8
Minimalismo. Es el lento, imperceptible cambio que la luz produce en poquísimos objetos, y en breve lapso que va de las seis a las siete de la tarde. (Confirmar.)

9
Hablemos de un arte que roe en fino su propio hueso, que se alimenta de la radiografía de sus propias costillas –como si fueran viejas resecas tablillas asirias–.

10
La dimensión desconocida, la distancia. Dimensión nos devuelve a la proporción y medida de nuestra mirada (digámoslo así: a nuestras ilusiones ópticas) y Desconocida remite a lo que está aquí pero no identificamos. Tal vez como funciona el “aparecido” en literatura: no una cosa que llega del inescrutable futuro sino algo de cuerpo presente que no se deja leer, pero que crea la diferencia literaria entre unos libros sí y otros no. (Todo esto es un poco argumentativo. ¿Sacar todo este poco y hacer que vuelva en otra dimensión?)


En: “Zettel”, Editorial Letranómada, Colección Biblioteca de Autores Argentinos, Córdoba, 2009
Héctor Libertella, Bahía Blanca, 1945 – Buenos Aires, 2006
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lunes, 15 de febrero de 2010

La puta que los parió


The Carne Blues - Juan Sasturain

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EXHIBICIÓN DE LAS TERNERAS

“La carne es triste, ay... Y ya he leído todos los libros.”
Stéphane Mallarmé.


(Fragmento)

(…)
Las vaquitas argentinas / engrupidas putas caras
con sus pérfidos cafiolos / con sus lúgubres carnizas
se van / frías y distantes / a otras tierras y otros precios.

Este pueblo los saluda:
La puta que los parió.

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Exhibición de las terneras
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Cabecera: "Madre de corazón atómico", Pink Floyd
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domingo, 14 de febrero de 2010

Joaquín Giannuzzi – Este tipo y Palomas ciudadanas en “Un arte callado”


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ESTE TIPO

Estoy sentado en el umbral de mi casa.
Miro pasar la gente, los autos, el país en este verano del 71
mientras me rasco los sobacos
mientas no me decido salir a escena
renuncio a practicar un destino.
Mis bostezos son sorprendentes aun para esta época.
Soy un tipo que fuma, que se hurga los dientes,
que conoce el engaño mil veces aceptado.
Un tipo que está allí, simplemente,
mirando con estilo de perro,
sin poder elegir, con el conocimiento inerte
para toda causa que vaya más allá de la noche próxima.
Pero usted debe suponer que vale tanto como cualquier otro
si ahora hay héroes que están muriendo
para que este tipo viva realmente.

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PALOMAS CIUDADANAS

Estuve mirando las palomas de la Plaza de Mayo
la mañana que asumió el 32º presidente de la República.
Pese a su improbable naturaleza impolítica
las palomas sospecharon alguna novedad por ahí cerca.
De modo que advertí una ligera mutación en sus movimientos.
Algo así como un ensayo de temblorosa reflexión en el remoto cerebro.
Esto les produjo una perpleja rotación sobre si mismas.
Y yo estaba allí parado, con mi responsabilidad ciudadana,
comprobando en el centro de un rumoroso círculo de aves
cómo se está volviendo fuertemente contagiosa
la historia de nuestro tiempo.

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Publicados en “La Opinión Cultural”, Buenos Aires, el 13 de mayo de 1973, e incluidos en “Un arte callado”, Ediciones del Dock, 2008.
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Joaquín Giannuzzi (Buenos Aires, 1924 – Salta, 2004).
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viernes, 12 de febrero de 2010

Raymond Carver – Toda su vida



TODA SU VIDA

Me tumbé a echar una siesta. Pero cada vez
que cerraba los ojos, pasaban cirros
lentamente sobre el Estrecho, camino de Canadá.
Y las olas. Rompían en la playa
y luego nuevamente. Sabes que no sueño.
Pero ayer por la noche soñé que estaba viendo
un entierro junto al mar. Al principio quedé pasmado.
Y luego lleno de pena. Pero me
tocaste el brazo y dijiste: “No, todo es perfecto.
Era muy vieja, y él la quiso toda su vida”.


En: “Bajo una luz marina”, traducción de Mariano Antolín Rato (no bilingüe), Colección Visor de Poesía, 1996.
Raymond Carver, EEUU, 1938-1988
Foto: Carver

jueves, 11 de febrero de 2010

Raúl Gustavo Aguirre – Asteroides (3)


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OLAS, 2 (1962-1969)


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Ínfimo papel que estrujo y arrojo lejos, ¿a qué transformación, a qué mañana endemoniado?

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¿Adónde vas, en medio de la noche que bosteza sin apuro, la noche larga que te necesita? En esta confusión de huesos y de rayos, de lava y de ciclones, todos los extremos son posibles, todas las distancias, toda la eternidad. Cualquier camino puede ser el de tu casa.

*
¿Por qué tu pasión sólo puede ser, y a la vez, este paisaje de gloria y este cimiento de dolor?

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En todo se trata siempre de una igual aventura: la de alcanzar la dignidad del viento, la sencillez de una hierba que arde, para nosotros y para un fuego que vendrá.

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Historia que no estás en la otra mesa, sino en ésta, donde una copa canta entre tus dedos descuidados. ¿Y qué hace aquí la Poesía? Iluminar, como siempre, el rostro de la verdad.

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En: “Asteroides (1952-1975)”, Botella al Mar, 1999
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Raúl Gustavo Aguirre (Buenos Aires, 2 de enero de 1927 - 18 de enero de 1983).
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miércoles, 10 de febrero de 2010

Daniel Freidemberg – Seis de “Diario en la crisis”


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HECHOS

Ave dudosa si las hay, la
paloma urbana
toda aplastada ella en
medio del macadam
volaba aún a su manera en la mente
del transeúnte que
toda esa noche no durmió
sin encontrar respuesta al caso

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LA FLOR

Había en la jarrita una flor
de especie no determinada
Loca flor que alumbraba
las noches de insomnio
Que producía mucho mal
si se miraba demasiado
Lo mejor era acercarse despacio
lo mejor
era ir a cualquier parte y hallarla

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DIARIO EN LA CRISIS

Este cansado tipo en su país
de amor desarreglado
pide permiso, pide
por un minuto la palabra;
dice que es tarde, que
sería bueno dormir,
afuera hay ruidos intranquilos, dice
tanta cosa que hacer.
Viene el otoño, dice
que aún no le dieron la noticia.
Quiere ir a ver si quedan hojas secas.
Quiere ir a ver.

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LET IT BE

Suspira, cierra la ventana
donde
había mirado el aire (los techos, la
nitidez de tantas cosas)
y algo tras de él (su
sombra?)
se pone la capa
besa a una sombra de mujer
y ahora alza el vuelo entre los coros
de la Novena Sinfonía

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MATINAL

Ya no hacemos preguntas,
ya nadie hace preguntas porque
las respuestas son intolerables
No nos importan las respuestas, cuando
las cosas hablan por sí mismas
La ropa al pie de la cama, por ejemplo, el sol
tras las hojas del plátano
cuando les da como una luz y tiemblan
al paso del aire
que anda buscando algún lugar
a donde llevar algo de nosotros

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¿ES ESTE EL PASO?

Eugenio Montale se murió
hace algo más de un mes.
Antes dijo lo suyo y también calló
un montón de otras cosas.
¿Qué sino todo lo callado
sostiene estas imágenes
que giran ahora entre los hechos
como moscas? En esta habitación la luz
espesa es, y confusa: se puede mantener
abiertos los ojos y pensar.
¿Qué forma, al caer, como círculos de agua?
¿Qué hasta tocar las cosas y
volver? "Aquí hubo un hombre", digo, siento el
peso de las palabras
–algunas– en el alma.
¿Qué ondas hacen al hombre entre los
hechos que
zumban, asisten, no explican nada?

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En: “Diario en la crisis”, 1986
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Daniel Freidemberg nació en 1945 en Resistencia, provincia de Chaco. Desde 1966 reside en Buenos Aires. Poeta, crítico literario y periodista.
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Foto: Archivo DF.
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martes, 9 de febrero de 2010

Guillermo Saccomanno – Por qué escribí una novela rusa, acerca de “El oficinista”



POR QUÉ ESCRIBÍ UNA NOVELA RUSA, ACERCA DE “EL OFICINISTA”

   La zona del Bajo, en Buenos Aires, concentra el humus de esta novela. Están las torres de la zona empresarial donde se encuentran desde la Bolsa hasta los bancos extranjeros, las multinacionales y los ministerios. También la marginalidad de humillados y ofendidos que incluye una villa miseria detrás de terminales ferroviarias y de ómnibus y edificios de tribunales de justicia. Como me gusta levantarme temprano, suelo observar a los hombres y mujeres jóvenes, triunfadores de un presunto futuro, elegantes ellos con sus trajes de Hugo Boss, glamorosas ellas con sus trajecitos Chanel, avanzando con paso firme y aire triunfador hacia una oficina en el cielo donde permanecerán cautivos más de diez horas diarias. Y encima se llevarán trabajo a la intimidad del fin de semana.

   Parecen haber olvidado a las multitudes indignadas de los ahorristas que golpeaban los blindajes de acero de los bancos. O las más recientes imágenes de los yuppies eyectados de Wall Street llevándose a casa sus pocas pertenencias oficinescas en unas cajas. Estos oficinistas que avanzan a paso firme hacia sus escritorios no olvidaron esas escenas, me digo. Es que miran hacia el futuro. El problema es que el futuro seguramente no los mira a ellos. Y si los mira, más les vale tener miedo.

   Por la noche, cuando la City se apaga, en los umbrales de esas catedrales del dinero, bajo las recovas de una avenida y hasta en las cabinas de los cajeros automáticos, empieza a verse a los sin techo, aquellas y aquellos desgraciados pestilentes expulsados de un sistema en el que creyeron. Más de una vez, mientras observaba este contrapunto macabro, me preguntaba cómo escribir sobre estos personajes, que quizá no sean tan diferentes en su degradación del Akaki Akákievich de El capote, de Gógol. O del hombre del subsuelo de Dostoievski. También, ¿por qué no, Bartleby? ¿Y Samsa? También. Nada es casual: en un principio esta novela se llamaría La Perspectiva Nevski. Porque ésta sería una novela rusa. Existencias desesperadas en un mundo absurdo que responde a una lógica: la destrucción del sujeto. En este sentido, al modo ruso, esta novela no es de amor, sino de la búsqueda de amor. Aunque suene cursi. Aunque el amor esté en extinción. Una novela de soledad. Si lo prefieren, una experiencia rusa. De hecho, el protagonista de esta novela es «tan ruso».

   Empecé a escribir El oficinista en el verano del 2003. La primera versión, compulsiva, con una relativa velocidad, la escribí en un mes. Ignoraba que su proceso de corrección y ajuste –tal vez la verdadera etapa de escritura– me llevaría seis años. Seis años en los que pasé por diferentes estados de ánimo. En todos fui el oficinista. Es cierto, lo fui alguna vez. Quizá ahora, al escribir, no tenía que observar tanto a los otros como a mí mismo. Si hay una clase que conozco y repudio es la clase media. La clase a la que pertenezco. Se define por su capacidad de sometimiento y traición. Una clase que, en su afán de trepada y con tal de no descender un peldaño en la escala social, se identifica con sus enemigos, los ricos. Es decir, el poder. Lo peor del poder es que nos inficiona. La clase media, tan prolija, la clase media, tan capaz de canalladas cobardes y, con una sonrisa cambiar de canal. ¿Acaso soy mejor tipo por ser escritor? El oficinista también soy yo.

   Que mi novela transcurra en un tiempo donde conviven elementos de ayer con la tecnología del mañana no tiene nada de novedoso. Hay ejemplos sobrados en la realidad. Ese tiempo es ahora. Un mundo de Ballard, pero también muy ruso. Cero ciencia ficción. Seamos realistas. Esa gran ciudad sobrevolada por helicópteros y estallando en atentados puede ser la tuya o la mía. Los perros clonados que asoman en la novela no son diferentes de nosotros. La tragedia del oficinista, cuyo destino parece responder a las leyes de Murphy, es decir, las leyes del capitalismo, puede ser la de cualquiera. Después de todo, un CEO, un brand manager, una executive, ¿qué son, sino oficinistas? Piensen nomás en qué ocurriría si pierden el trabajo. ¿De qué abyecciones seríamos capaces, escritores y lectores, con tal de que el poder no pise nuestros dedos agarrados a la cornisa?



   En: edición impresa del diario “Diagonales. El nuevo diario de La Plata”. Contratapa del martes 9 de febrero de 2010
   Guillermo Saccomanno nació en Buenos Aires en 1948. Su novela “El oficinista” acaba de ganar el premio Seix Barral de novela 2010
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Luis Rogelio Nogueras - Labios Sim Beijos


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LABIOS SIM BEIJOS

Otra boca besa la boca que mi boca ya no besa
otras manos tocan las manos que mis manos
ya no tocan
otros ojos se miran en los ojos que ya no ven
mis ojos

boca que te fuiste
manos que se fueron
ojos que se fueron

mi mano escribe el poema
que mi boca no quiere repetir, no
que mis ojos no quieren leer, no
mi mano escribe el poema de tu boca
(que tampoco repetirá tu boca)
el poema de tus ojos
(que tampoco leerán tus ojos)
el poema de tus manos
(que tus manos no tocarán)

se fue la boca, sí
se fueron las manos, sí
se fueron los ojos, sí

sólo queda el poema
manco
ciego
mudo

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Luis Rogelio Rodríguez Noguera nació en La Habana, Cuba, el 17 de noviembre de 1944. Murió el 6 de julio de 1985.
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Foto: Luis Rogelio Nogueras
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(gracias Marisa Negri, por acercarnos el poema)
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lunes, 8 de febrero de 2010

Roberto Díaz – Las puertas


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LAS PUERTAS

Hay puertas para todos los gustos.
Puertas que se abren y se cierran.
Puertas de luto, puertas de fiesta,
puertas entornadas.

Puertas que no conocen el sol
y puertas que se encariñan con las ramas.

Puertas de blanco como en la niñez
y puertas grises de los cementerios.

El hombre ha pasado su historia
construyendo puertas
como vallados contra el frío,
como fronteras de su soledad.

Y ha usado sus mirillas
para escrutar la noche
cuando rondan los lobos
y peligran los libros y los hijos.

Las puertas nos comprenden;
por eso, se abren jubilosas
para que el amor pase.

O se quedan hoscas y calladas
cuando olfatean los demonios.

Son como perros inmutables las puertas.
Aceptan besos y vecinas,
vendedores de sábanas,
carteros y hasta primos.

No hay que ser prepotentes
con las puertas.
Ellas tienen sus códigos.
Ellas esperan que le den la mano.

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En “Viajero de estas aguas”, Ediciones La Ciudad, 1997
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Roberto Díaz nació en Avellaneda, Provincia de Buenos Aires, en 1938. Poeta, periodista, traductor de lengua inglesa.
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Ilustración: “La Réponse imprévue” (1933), René Magritte (1898-1967), Musée Magritte
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domingo, 7 de febrero de 2010

Sam Hamill – Cinco poemas


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LAS REDES

El algún sitio alguien
en la orilla del mar
al calor de una pequeña hoguera
está desenredando
las pesadas redes del deseo.

Trabaja despacio, sus dedos sangran,
su mente a un tiempo y a medias,
piensa……. escucha…….
sabiendo que sólo el mar alimentará su sed.

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MONTAÑAS Y RÍOS SIN FIN

Luego de hacer el amor, somos como ríos
que descienden de la cima de las altas cumbres.

Permanecemos en la quietud, nos movemos
tranquilos en la profundidad del peligro

dos ríos penetrando el océano
serenos, como si nada tuviera importancia:

sosegadamente, pero con gran energía
confluyendo en las aguas cada vez más profundas.

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DISCURSO ANTE LA ASAMBLEA LEGISLATIVA, 2003

Nunca he estado en Jerusalén,
sin embargo Shirley habla de las bombas.
No tengo ningún dios, pero he visto a los niños orando
para que todo esto llegue a su fin. Ellos le rezan a diferentes dioses.
Nuevamente las noticias son todas viejas noticias, que se repiten
igual que los vicios, el tabaco barato, la mentira social.

Los niños han visto tanta muerte
que ésta ha perdido su significado.
Ellos hacen la cola para recibir su pan.
Ellos hacen la cola para obtener un poco de agua.
Sus ojos, negras lunas reflejando el vacío.
Los hemos visto mil veces.

En unos momentos hablará el presidente.
Él tendrá algo que decir acerca de las bombas,
La libertad, y nuestro modo de vida.
Yo apagaré el televisor. Siempre lo hago.
No puedo mirarlo. No soporto los monumentos en sus ojos.

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EL GANADO DE DRESDEN

Ah, las ruinas del corazón humano.
Un granero envuelto en llamas,
una catedral bombardeada,

las sombras de formas casi humanas
caen, se levantan, se deslizan,
silenciosamente se turnan
para entrar alternativamente
¿en la oscuridad o en la luz? Napoleón
o los eslavos que murieron
a lo largo del agonizante Elba.

Las viejas manos azules de mármol
del albañil colocaron piedra sobre piedra,
y las manos sangrientas de los amargos

las hicieron añicos.
Nos condujeron por las calles
como ganado. Lloramos

pero nadie acudió. Una cosa
es amar a otro ser humano,
otra saber

y recordar
como murió lo bello.

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EL DON DE LENGUAS

Todo aquello que hurto, lo doy.
Una vez, rodeado de pinos tan altos como estos,
la misma luna creciente deslizándose, suave, a través de la altura,
yo estaba sentado, acurrucado sobre mis rodillas,
en compañía de un amigo, fumando, bebiendo té,
intercambiando historias de coyotes y mentiras.

Él me dijo algo acerca de las palabras,
que cada una de ellas es un nombre,
y que cada nombre es el de Dios.
Yo que no tengo ningún dios
permanecí sentado en la vastedad del vacío,
tan callado como podía en el silencio.
Un sendero que puede ser nominado no es el sendero.
Cada una de las palabras refleja
el Espíritu que no puede ser nombrado.
Cada palabra un don, su valor en exacta proporción
al espíritu en que ésta es entregada.

Así habladas, estas palabras que entrego en este instante
por medio del chino antiguo de Lao Tzu,
fueron robadas veinticinco siglos más tarde
por este un humilde ladrón.
La Palabra es sólo evidencia de lo real:
en la lengua hopi no hay ballenas;
en el inglés norteamericano no existe el Cuarto Mundo.

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En revista “Omero poesía”, número 14, octubre 2006. Trad. Esteban Moore en colaboración con Sam Hamill, Buenos Aires, 2006.
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Sam Hamill nació en EEUU en 1943. Poeta, ensayista, traductor y docente. Ha dirigido durante la última década talleres de poesía en las cárceles y ha sido poeta invitado de distintas universidades. Asimismo ha trabajado con grupos de mujeres y niños golpeados en su país. Es el fundador y editor de Copper Canyon Press, reconocida como la editorial de poesía más destacada de los EEUU de las últimas décadas. En febrero de 2003 fundó Poets Against the War (Poetas en contra de la guerra).
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El 10 de febrero las 19.30 hs. en “Bar La Poesía” (Chile 502, esquina Bolívar, Ciudad Autónoma de Buenos Aires) leerán sus poemas los poetas norteamericanos Sam Hamill y Alfred Corn. Presentan los poetas Jorge Rivelli y Esteban Moore.
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Foto: Sam Hamill. The photo of Sam Hamill was taken in Pt. Townsend WA in 2004 by W.T. Pfefferle.
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sábado, 6 de febrero de 2010

Emma Barrandéguy – Ya me voy y otros poemas de “Poesías completas”



YA ME VOY

Ya me voy de tu cuarto
y de tus hombros.

Allí esa intimidad de tu ropero
y los libros.
¿Qué haríamos sin ellos para el viaje?

La caricia empezada
y los ojos curiosos
te los dejo, hoy y siempre.

Se me encienden las manos
y me olvido. Despiértame.

Ya me voy de tu cuarto:
verás cómo, despacio,
se irán domesticando
mis violencias.
Y absurdo me ha de ser este deseo
y este crearse un sueño.

Y al fin, un día, me serán tan fácil:
las manos quietas y los ojos ciegos.

De: Las Puertas, 1964


FOTO

Esa soy yo:
una mujer gastada y melancólica
con la mirada
que arranca de una infancia razonable
y una cabeza peinada
como corresponde
a una señora de tantos años.
Procuro que las canas
tengan su orden natural
que tranquiliza a los que miran,
aunque yo casi estoy segura,
después de todo,
que moriré sin haber sentado cabeza.

De: Refracciones, 1986


EL CUERPO

¿Por qué no es posible el amor?,
me preguntas.
Somos viejos, respondo.
Y que pases tu mano
por mi pierna,
me da cierta vergüenza.
Tonterías, dice el amigo
y cediendo
me tiendo a su lado como cuando era joven
y lo ignoraba.
Pienso en todos los viejos
que desde un banco al sol
miran transcurrir las muchachas.
En mi padre y sus esquelas victorianas
a las niñas de los mandados.
Pienso en mi madre pulcra
cubriendo sus desnudos en un último gesto.
Pienso que los viejos son como todos
y apetecen sin pausa
si no han sido saciados.
El cuerpo gira ante sus ojos
con el gusto de lo prohibido,
como siempre.
Se los instala en la sabiduría
y no la tienen;
codician como jóvenes,
tienen pequeñas ternuras
como mi amigo,
tienen lascivas preferencias
que no les cuentan a los otros,
tienen derecho al amor
aun a costa del ridículo.
Y si pasan tomados de la mano
o se encierran en su mundo
con las persianas bajas,
tendríamos que mirarlos sin asombro
como a lentos vagabundos
o discretos amantes que renuevan caricias.

De: Camino hecho, 1996


DÉJENME SER UNA HOJA DE ÁRBOL…

“Déjenme ser una hoja de árbol, acariciada por la brisa”
La última hoja amarilla
de los fresnos,
del ceibo, de la glicina blanca.
Soy.
Ya culmina el otoño
entre nosotros.
Las hojas esperan en la vereda.
El agua que las empape y las ensucie.
El árbol, libre de ellas,
al fin puede conversar con la luna
que asoma brillante y sensual
por el este de la noche
que silba entre las ramas.

De: Últimos poemas, 2002-2006


En: “Poesías completas”, Ediciones del Copista, Córdoba, Argentina, 2009.

Emma Barrandéguy nació en Gualeguay, Entre Ríos, el 8 de marzo de 1914. 
Murió, en su ciudad natal, el 19 de diciembre de 2006.
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Emma Barrandéguy - Por amor al nombre



EMMA BARRANDÉGUY: 
“Por amor al nombre”, de Marcelo Leites

Emma Barrandéguy nació en nuestra mítica Gualeguay, el 8 de marzo de 1914. Fue maestra, aunque no ejerció la docencia, salvo a través de clases particulares. También fue periodista del diario La Verdad de Gualeguaychú. En 1937 se estableció en forma permanente en Buenos Aires, donde trabajó en el diario Crítica, como archivista y redactora, entre 1938 y 1956, gracias a la convocatoria de Salvadora Onrubia de Botana, de quien posteriormente se convertiría en Secretaria privada. Además trabajó para el Instituto del Cáncer, fue traductora para las editoriales de El Ateneo y Emecé, vendió alhajas, publicó artículos sobre astrología y comenzó la carrera de Filosofía, a los 50 años. Vivió durante un tiempo alternando quincenas en Gualeguay y en Buenos Aires, hasta que a mediados de los ochenta, se estableció definitivamente en la provincia. Durante casi veinte años dirigió la página cultural de El Debate- Pregón, el diario de Gualeguay. Obtuvo en dos ocasiones el premio Fray Mocho, la mayor distinción otorgada por el gobierno de Entre Ríos a la literatura: en 1970, por la obra teatral "Amor saca amor", y en 1984, por la novela "Crónicas de medio siglo". Murió de cáncer, en su ciudad natal, el 19 de diciembre de 2006.

Fue una marginal, una disidente, una mujer que se rebeló frente a la hipocresía de las instituciones y costumbres, frente a la ruindad del mundillo provinciano. Difícilmente pueda encontrarse otro caso similar dentro de la ya vasta historia de la literatura entrerriana: gradualmente Emma se fue quitando todas las máscaras hasta quedar completamente desnuda, cosa que sucede hacia el final de su vida, cuando decide publicar su obra HABITACIONES, en el año 2002, libro escrito, sin embargo, a fines de 1950. Con su publicación recomendada por María Moreno en la editorial Catálogo de Buenos Aires, la autora obtuvo un reconocimiento “nacional”. Pero vayamos por partes. Las habitaciones son los dormitorios de la casa que cerramos con diez mil llaves, antes de permitir que cualquiera entre a espiar y descubra lo que hay adentro, donde guardamos lo que verdaderamente somos. En el caso de Emma, particularmente, su cuerpo, su sexualidad, que luego de su matrimonio de doce años con Neil Mac Donald se había ido inclinando cada vez más hacia la homosexualidad o bisexualidad. ¿Pero necesitaba hacerlo? ¿Necesitó esperar 50 años, para publicar su novela? Una mujer que había tenido la valentía de pararse en un lugar único en la década del 30’ en su Gualeguay natal, a la par de los grandes poetas de la Provincia de Entre Ríos, con Juan Laurentino Ortiz, a la cabeza del grupo “Claridad”, vinculado al comunismo y al anarquismo, siendo por otra parte, la única mujer que integraba dicho grupo. ¿No había hecho siempre lo que había querido? Tal vez, ideológicamente, le resultó más sencillo. Sus primeros trabajos revelan un marxismo ortodoxo y una visión un tanto ingenua del capital y del proletariado. Es una poesía de corte netamente social que a veces cae en cierto maniqueísmo: “El martillo y la hoz/no los dejan dormir tranquilos/a los capitalistas” (Primero de mayo) o: “Debemos estar con ellos (los proletarios) para quitarle la tierra a los ricos, para hacer la revolución agraria” (Escucha, campesino).

Pero la vida privada es otra cosa. Tal vez, la época y el pudor impidieron otra posibilidad. La pacatería y prejuicios provincianos la hubieran condenado, si ventilaba sus “habitaciones” en plena luz del día. La cuestión es que “Habitaciones” coloca la vida íntima en un lugar central. Cuando la literatura se vuelve confesión, cuando el “yo” literario es el “yo” del escritor, no hay mediación y asistimos a una exposición infrecuente como lectores, porque la vida privada se hace pública. Podemos pensar que aquí la literatura deja de ser literatura para volverse autobiografía o diario íntimo. Pero entonces, ¿dónde ubicar los poemas de Passolini, de Ungaretti, de Leopardi o el Diario de Pavese? Es justamente ese cruce tan delgado entre literatura y biografía, lo que le otorga a su prosa una marca tan auténtica y original. Desde ese lugar también escribió su poesía. Y la gracia de su tono está en la autenticidad, que a veces puede volverse lacerante; una sinceridad que llega hasta las últimas consecuencias en la persecución de sí misma: No traicionarse, mantenerse fiel a los ideales juveniles, fiel a sí misma. Esa parece haber sido su consigna.

Gran parte de la poesía lírica supone la anulación de la distancia entre el escritor y su imaginario. El sujeto de la escritura es también el objeto de la misma. No hay personajes, ni máscaras, ni heterónimos, sino el poeta mismo quien se ofrece al lector. Desnudo, otra vez. Y esa ofrenda es “amor al nombre”, como sostiene la ensayista francesa Martine Broda: “Suele suceder, en la poesía lírica amorosa, que el nombre propio, que funciona en ese momento como un nombre o un fetiche, sea el objeto visible del amor… En esta poesía es el propio deseo el que resulta epifánico” (BRODA, Martine; El amor al nombre”, Losada, Madrid, 2006).

En la poesía de Barrandéguy, el deseo permanece insatisfecho o sólo satisfecho en los momentos de epifanía, esos instantes imborrables que Barrandéguy reproduce y fija para siempre en su poesía: los encuentros o desencuentros amorosos, el ida y vuelta con los amigos, la unión con plantas y animales y la poesía, por encima de todo: "para recibir de sus manos la palabra/que quería decirme simplemente: Nada hay tan valioso como el amor".

También el amor fue lo que movió a Irene M. Weiss, Doctora en filología, Profesora de la UBA y, actualmente, de la Universidad Johannes-Gutenberg de Maguncia (Alemania). El amor y la fidelidad a la memoria de su amiga. A ella le debemos la edición de la poesía completa de Emma Barrandéguy. En noviembre del año pasado, la colección Fénix de Ediciones del Copista de la ciudad de Córdoba, publicó “POESÍAS COMPLETAS”. El volumen reúne las libros de poesía que la autora publicó en vida: Poemas -1934-35 (1936), Las puertas (1964), Refracciones (1986), Camino hecho (1996), y numerosos inéditos escritos en diferentes épocas –que abarcan más de la mitad del ejemplar-, constituidos por las Poesías sueltas, los Poemas II (1933-1943), Archivo y los Últimos poemas (del 2002, al 2006), con un excelente estudio introductorio de la Dra. Weiss.

El libro es altamente recomendable, por varios motivos. Permite poner en relación todos los textos de Emma, que andaban dispersos en revistas y otras medios, con los inéditos y los de los libros publicados. Sitúa la obra de Emma Barrandéguy dentro del canon provincial: al lado de María Teresa Fabani o María Esther de Miguel, cerca de Ortiz o Mastronardi. Permite también leer sus poemas en contrapunto con su prosa, de la que no está tan lejos, de hecho, pueden leerse como una continuación, un comentario o un anticipo de “Habitaciones”. Si bien formalmente, a veces apelan a la métrica regular y adoptan formas cristalizadas como alejandrinos, endecasílabos, sonetos, etc., hay innumerables poemas en verso libre y en prosa.

El lenguaje es coloquial, directo, transparente. La sencillez de su estilo está en consonancia con una actitud muy vital que tiene su centro de gravedad en el estoicismo. Una sabia aceptación de lo que la vida ofrece en el mero transcurrir de una existencia. Por eso, aun cuando haya nostalgia –del amor esquivo o efímero, de algunos seres queridos-, aun cuando la poeta esté atravesada por las ausencias o el paso del tiempo-, el tono nunca llega a la desesperación: “vuelve a florecer el lirio atigrado/Miro sin asombro el milagro. / Envejezco, /rabiosa de vida, como el lirio.”

Con Emma Barrandéguy asistimos a una mirada que renueva la vieja relación vida y literatura, hasta el punto de no saber bien dónde empieza una y termina la otra. Cuando esa fusión obra de modo tan imperceptible, la poesía sale ganando. Dentro de las páginas de este libro, los lectores encontrarán un modo de estar en el mundo, la respiración de Emma, sus articulaciones secretas. Y nos enseña: “De todos los poetas /podría extraer una cita/que a mi modo de vida se aviniera/y eso sería bastante.” Es lo que hizo, no sólo con sus libros y autores amados, sino también con muchos escritores que la visitaban y le leían sus textos y ella los ayudaba y guiaba, generosamente. Podría seguir extractando sus versos; prefiero que lo hagan ustedes mismos; cuando lean la obra podrán encontrar unos cuantos versos y poemas que los acompañen mientras caminan.


Marcelo Leites, Concordia, 25.01.10, para "El Diario" de Paraná, publicado en 02.02.10

Marcelo Leites nació en Concordia, Entre Ríos, en 1963. Poeta y crítico literario.

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viernes, 5 de febrero de 2010

Eugenio Mandrini – La almohada




LA ALMOHADA

En mi almohada hay un tigre.

Me lava la cabeza con su aliento de fósforo,
me cuenta la selva en el oído, el matorral
donde acechan las voces del terror o el susurro, el
arte del sigilo que apaga el gemir
de las hojas secas.

En mi almohada hay un tigre.
El resplandor donde los ciegos tambalean.
La sangre de la luz que envidia el fuego.

Si duerme –raras noches–
lo hace con la cola enroscada en mi cuello
como un látigo que espera.
Si está alerta –tantas noches–
me habla. Me dice: –Escribe,
con el asombro del color que soy
con el hambre de las entrañas que soy
con el brillo de la oscuridad de la mirada que soy.

En mi almohada hay un tigre.
Todo tigre es un poema feroz.




En Conejos en la nieve, Ediciones Colihue, 2009

Eugenio Mandrini nació en Buenos Aires en 1936. Poeta y narrador. En 2008 ganó el premio de poesía “Olga Orozco”, organizado por la Universidad Nacional de San Martín (UNSaM) a través de su revista Nómada y la Cátedra Abierta de Poesía Latinoamericana, que contó como jurado a: Francisco Gamoneda, Juan Gelman, Gonzalo Rojas –los tres premio Cervantes– y Jorge Boccanera.
Foto: Jmp

jueves, 4 de febrero de 2010

Néstor Mux – Tres poemas de “Disculpas del irascible”



UNA DE ALTMAN

No era la oscuridad
de quien va cayendo al fondo.
Era la oscuridad de la sala
donde veíamos una de Altman.
Pero tu mano buscó mi mano
y sentí el temblor feliz
de quien volvió a salvarse.


PAPELES A CONSIDERACIÓN

Ella hojea lentamente mis papeles
con un afecto que hace creer
que alguna línea pudiese ser feliz.

El abismo verde de sus ojos próximos
se entrecierra como si necesitara
descubrir insignificancias de la verdad
en esas fotografías que la incluyen.

“– El poema es la respiración
de quien escribe
”, dice.

Yo no digo nada. Pero respiro tranquilo.


DISCULPAS DEL IRASCIBLE

En intimidad el irascible
entrega y recibe amor.
Afuera, en la realidad,
el irascible, como un derrotado,
grita contra el mundo.
Es posible que sangre por la herida.
Es posible que el amor
salve al irascible.



En: “Disculpas del irascible”,antología (1978-2009), con selección de textos de José María Pallaoro e introducción de Mario Arteca, Libros de la talita dorada, 2009.
Néstor Mux nació en 1945 en La Plata, donde vive. Publicó en poesía: “La patria y el invierno”, 1965; “Nosotros en la tierra”, 1968; “Cartas intimas para todos”, 1974; “Como quiera que sea”, 1978; “Perros atados”, 1982; “Poemas”, 1985; “Poesía reunida” (incluye un libro inédito: “Cosas que nos rodean”, 1986), 2000; “Papeles a consideración”, Libros de la talita dorada, 2004 y “Disculpas del irascible”, antología (1978-2009) con selección de textos de José María Pallaoro e introducción de Mario Arteca, Libros de la talita dorada, 2009.
Ilustración: Tapa "Disculpas del irascible".
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miércoles, 3 de febrero de 2010

Aldo Pellegrini – Pesadilla litúrgica


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PESADILLA LITÚRGICA

La llama se extingue
la calle sembrada de cenizas
las mujeres comercian con el fuego
los enemigos marchan de la mano
las lágrimas brotan de las puertas
los ciclistas ruedan sobre los principios morales
el gran árgano de la catedral
el humo
gris
una canción sorda
una llama sorda
la alegría hace estallar las venas de los ángeles
un gemido alucinante guía los pasos del sacerdote hacia el deleite
el asombro es rojo
un líquido gotea sobre el altar
la sangre la fugacidad la desnudez
la desnudez la inmortalidad
los ojos como relámpagos, las mejillas veloces
las lágrimas no brotan
tormenta de la fugacidad
lo eterno se paraliza
los ciclistas corren detrás de la indiferencia
el sacerdote acompaña con los ojos la danza
geometría de lo agónico
suspendida en el centro de la mirada
está la desnudez
¿habrá alguien que pueda comprender nuestra fiesta?

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En “Construcción de la destrucción”, Ediciones A Partir de Cero, 1957.
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Aldo Pellegrini (Rosario, 1903 – 1973), poeta, ensayista y crítico de arte.
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Foto: jmp. Tapa “Construcción de la destrucción”.
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martes, 2 de febrero de 2010

Gabriel Báñez – Coto de caza



COTO DE CAZA

Cuenta Vonnegut en su Desayuno de campeones que "Kilgore Trout escribió un cuento corto que era un diálogo entre dos pedazos de levadura. Discutían el posible sentido de una vida que se limita a comer azúcar y a ahogarse en su propio excremento. Debido a su limitada inteligencia nunca llegaron a darse cuenta de que lo que estaban haciendo era champagne". Lo mismo le pasó al Pájaro Idiota cuando tuvo que adaptarse al coto de caza de la culturita nacional: "¿Picoteo cinismo o picoteo emoción?", se preguntó. Los gendarmes del coto de caza no le perdonaron que devorase la segunda. "Eso no es inteligente, usted ha crecido en una época en que la ironía es nuestro alimento balanceado", le dijeron. "Pero yo soy un pájaro idiota", repuso el Pájaro Idiota. Le dispararon a la cabeza. Luego juntaron el cuerpo, las plumas una a una y con el excremento pintaron el cartel de entrada al coto: "Conduzca con prudencia, beba champagne".



2 de febrero de 2008, en el blog "Corte y confección".

Gabriel Báñez (La Plata, 1951 – 2009). Escritor y periodista.
Foto: Gabriel Báñez
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Isidoro Blaisten – Fuera del paraíso



FUERA DEL PARAÍSO

Iban dejando ceniceros llenos, papel de celofán, cucharitas, ropa interior, ropa exterior, todo desparramado.

Ellos eran dos, que es lo mejor que puede acontecerte. No me digas que no. Somos dos y nos conocemos. Pero esto vino después.

Como te decía, iban poniendo cosas a medida que daban vuelta la noción del espacio, del tiempo, de todos nosotros, de todos los que fueron y los que no.

Dejaban colillas, lágrimas. Ramas de acanto en las tazas de café y objetos en desuso en mitad de la niebla. Y sus cabezas dormidas en la almohada.

Pusieron tanto, te digo. Que ya no quedó lugar. Entonces, como a nosotros, los echaron.


En: “El mago”, Emecé Editores, 1991.

Isidoro Blaisten. Escritor. Concordia, Entre Ríos, 
12 de enero de 1933 –Buenos Aires, 28 de agosto de 2004.

Foto: Isidoro Blaisten
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lunes, 1 de febrero de 2010

Emily Dickinson (1830-1886) por Aurora Venturini


POESÍA PURA

Emily Elisabeth Dickinson nació en Amhert, Massachusetts, Estados Unidos, y trajo a Nueva Inglaterra sus plantas y sus duendes, siendo ella misma una planta y un duende preciosos huyendo siempre de la plena luz, entre los bosques. Sus antepasados arribaron a los Estados Unidos con la primera ola migratoria puritana que profesó la religión protestante. Su genealogía es representante de la Cámara en el Congreso de Washington, fundantes de la línea ferroviaria Massachusetts Central-Railroad, y su padre fue uno de los fundadores del Amherst-College. Por allí circulaba alguien que resultó ser amigo de Ralph Emerson, quien influyó en la fase filosófica de Emily. La madre, Emily Norcross, se dedicó a criar a los hijos, entre ellos a Emily. El mayor, Williams, y sobre todo la menor, Lavinia, que cuidó y compiló dentro de sus posibilidades la obra de la poeta, era su “querida Vinnie”.

Nace nuestra protagonista antes de la Guerra de Secesión, que significó serios choques entre clases sociales; la familia Dickinson pertenecía a la alta sociedad. Por ejemplo, toda la población de Amherst carecía de las más básicas comodidades: ni agua caliente, ni baños instalados en las casas ni lugares de cultura. Los Dickinson disponían de servicio doméstico, concretamente, una sirvienta irlandesa. La severidad puritana frenaba cualquier expresión artística, además de los juegos de naipes y las celebraciones pascuales y navideñas; se aceptaba que las señoras tomaran el té en reuniones del atardecer, y que los niños cantaran en el coro de la iglesia. Lavinia, la “querida Vinnie”, juega un papel sobresaliente en la vida de su hermana y las escasas confidencias que se conocen provienen de ella. Emily estudió literatura, religión, matemática, ecología y biología en la Academia de Amherst. Leyó la Eneida de Virgilio en su idioma. Le escribe una carta a su amiga Jane Humphrey, a los once años: “Hoy es miércoles, y ha habido clase de oratoria. Un joven leyó una composición cuyo tema era ‘Pensar dos veces antes de hablar’. Me pareció la criatura más tonta que jamás haya existido y le dije que él debiera haber pensado dos veces antes de escribir”. A los catorce años, escribe a otra compañera: “Terminaremos nuestra educación alguna vez, ¿no es verdad? Entonces tú podrás ser Platón y yo Sócrates, siempre y cuando no seas más sabia que yo. “La estudiante, desde su adolescencia, se dedicó a la botánica: la trama naturalista de su poesía fluye de los canteros y de los edenes, cuya vegetación ella conocía y ubicaba acorde con sus especies. En el término de un curso, aprobó historia inglesa y gramática, química, fisiología, astronomía y retórica. En ciencia botánica la declararon sobresaliente sin rendir examen. Después regresó a su casa y no volvió a estudiar.

En cuanto a la vida íntima de la joven científica y escritora, se conserva una carta donde alude a dos hombres y nunca nadie supo de la profundidad de sus relaciones. La carta, tímida pero definitoria, desacredita cualquier entrega.


“Cuando era pequeña tuve un amigo que me enseñó lo que era la inmortalidad, pero se aproximó demasiado a ella y nunca regresó. Poco después murió mi maestro, y durante largos años mi única compañía fue el diccionario. Luego encontré a otro, pero no quería que yo fuera su alumna y se fue de la región.” Algunos comentarios dejan entrever que experimentó pasión por un pastor que estaba casado, según el vecindario, felizmente. El pastor falleció el 1º de abril de 1882. Al cumplirse un año del fallecimiento, Emily escribió: “Toda otra sorpresa a la larga se vuelve monótona, pero la muerte del hombre amado llena todos los momentos y el ahora. El amor para mí no tiene más que una fecha: 1º de abril, ayer, hoy y siempre”.


Recién comprendo qué es la poesía pura. Frente a una librería de la ciudad de La Plata, algo me indujo a comprar el delgado tomito que aclaraba la vidriera. El tomito me obligaba a que lo leyera y cumplí el mandamiento: leí unos versos y lo cerré ubicándolo en mi escritorio junto a Keats. Al principio sentí desbarrancarme entre las rejas de los sombríos dólmenes sustantivos. Sentí ser Simbad el marino descendiendo al valle de unas formas quietas, inmóviles, que a mi solo contacto cobraban vida y atacaban. De una aparente calma de infancia surgían enormidades de una soledad nunca derrotada que convertía el paisaje en un Sésamo ciérrate, sin apertura. Un poema titulado “El ciervo herido salta mucho más”, acaso sirva de autobiografía. Dice la poeta: “Un Ciervo herido-salta mucho más-Me dijo un Cazador-Pero es tan sólo un Éxtasis de muerte-Tras eso la Maleza queda en calma”.

Los sustantivos en mayúscula mortifican al lector, y los terminales guiones son un suplicio. La obra total de esta mujer extraordinaria se publicó en 1880 en forma de tres antologías, con el material dividido en cuatro secciones: Vida, Naturaleza, Amor, Tiempo y Eternidad.




Emily Elisabeth Dickinson por Aurora Venturini en LAS/12 Suplemento de Página /12 del viernes 29 de enero de 2010.
Imagenes: Emily Elisabeth Dickinson y manuscrito original del poema Wild nights, wild nights!, en el que se observa el excéntrico uso de los guiones.
Aurora Venturini nació en La Plata el 20 de diciembre de 1921. Poeta y narradora. En 2007 recibió el Premio de Nueva Novela Página/12 por su libro “Las primas”.
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