jueves, 18 de diciembre de 2014

Hugo Padeletti, Uno escribe poemas porque está vivo


UNO ESCRIBE POEMAS


porque está vivo. No se puede
enfriar el Ecuador o derretir
la Antártida; se puede

templar la voz. Las evasivas
palabras
se avienen al pautado molinete

del tiempo. Sin ponerse
fuera de sí –corpóreas,
consteladas–

son éxtasis. Leudante
es el sesgo innombrable
que se refracta: lo no dicho

produce clima, al pensamiento
le brotan yemas, un acento
de lenta languidez

de pronto es instrumento
de rebato. ¡Oh falacia
de ser ajeno, exiguo, vieja muda

que asfixia: la evidencia
despierta te descarta! ¿No es el arte
del plantío en la lluvia, su primicia

de verde dicha? Fugitivos
brillantes en las ramas, alegría
casi sin yo, toda sumida

en el objeto. Instante,
revelación. ¿De qué?
¿Para qué? No hay sujeto

que lo predique. Meta
del anzuelo en el agua
es presentarlo: a veces,

eso pica.



QUISIERA UNA TEXTURA

más rica. Con el grano
de las rocas, la fibra
de tejidos rugosos, el sarro

de añejos potes, con la veta
de las maderas viejas y el dibujo
del envés de las hojas. Clara y

encendida bajo el sol como el ala
del aguacil, verdiazul e irisada
como el pecho del colibrí, con grabado

de escamas y pulido de gema.
Fina, con las venas del ágata,
y gruesa, con los grumos del granito.

Recia, con la broza del cáñamo,
y rasa, con el roce de los rasos.
Felpuda de tupido terciopelo,

labrada con relumbre de brocado,
con brillo perlado de seda
y arabescos de damasco.

La quisiera correosa como cuero
y quebradiza como mica; maleable
como plomo, oxidable como hierro,

friable como tierra. La quisiera
como cerveza espesa, como graso
chocolate, astringente como té,

suavizante como aceite, quemante,
estimulante, como aguardiente.
Quisiera la aspereza de la lija

y la lisura de la loza, la dureza
del acero y la blandura resbalosa
de los kakis maduros. Como fuera,

apostaría en ella al acertijo
de todo lo que pisa, posa o pesa,
de todo lo que duele, raspa o roza,

de todo lo que cuaja. Un contrapeso
del aire, de la atmósfera, el donaire,
de trucos y embelecos de la boca,

de la mente, que inventa lo que toca.



SE DICE QUE LAS SOMBRAS DEL HINOJO,

cuando se ven de pronto, sobre un lecho
de lajas,
figuran el futuro.
La lectura es oscura. Sólo el ojo

que nada espera
ve lo que le espera. Ve la primavera
salpicada de rojo, ve el verano
del piojo y el ratón

–sin goce y sin enojo–, ve el otoño
que desnuda su hueso y, en el beso
de mármol del invierno,
su epitafio y su infierno.



En: “La atención. Obra reunida II (1960 – 1980, poemas verbales - poemas plásticos)”, UNL, 1999.
Hugo Padeletti (Alcorta, Santa Fe, 1928). Poeta y artista plástico. Reside en Buenos Aires.

Imagen portada: dibujo de HP. 

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