lunes, 19 de marzo de 2012

Roberto Malatesta – Centralizado



CLICKS MODERNOS O LA CALAMIDAD DEL CENTRALIZADO

A inicios del siglo XX Guillaume Apollinaire deslumbró al mundo poético con sus caligramas, e hizo que las palabras llovieran para formar la lluvia o danzaran como una fuente entre distintas formas representadas. Hubo otros intentos vanguardistas que combinaron las formas externas, diseño de letras, (también utilizados por Apollinaire) espacios que indicaban silencios. Cada intento acaparó la atención del momento para disiparse luego quedando quizás, entre las formas más logradas, las del citado poeta francés.

El mundo pasó de la piedra al papel, del lápiz a la máquina de escribir, hasta llegar a la PC, tan útil como inquietante, con sus particularidades para organizar el trabajo y corregir errores de ortografías que hubiesen maravillado a Vélez Sarsfield, pero entre su parafernalia técnica está el famoso Word, como mayor exponente entre los llamados procesadores de texto y una posibilidad insospechadamente peligrosa: el centralizado.

Tratándose de la poesía de hoy y admitiendo que el verso libre es el que mayor atención ocupa, considerando que este forma, más ardua que las formas cerradas según Borges, exige cierta técnica, cierta atención a la respiración, cierto obligación para el oído, qué tenemos entonces si esta exposición en la página que nos permitirá llevarla del silencio a la voz (todo poema que se precie debe ser leído en voz alta, también nos decía Borges) es expuesta en verso centralizado. Posiblemente una gran confusión, ya que el mismo nos está mostrando una prolija imagen, un dibujito lindo, pero probablemente nada más.

He observado que la mayoría de los poemas expuestos en verso centralizado no son leídos tal como son volcados a la página, paso a un ejemplo: el poema dibuja su hermosa paloma de palabras y uno de los versos es: “de”, el que le sigue tiene no menos de dieciséis sonidos, es obvio que al leerlo su autor incorpora el “de” al verso posterior, o al verso anterior, de esta forma la lectura no se corresponde a lo escrito, el corte de verso pierde absolutamente el sentido, podemos decirlo de otra forma: la distribución en la página es falsa. Además uno se pregunta escribiendo desde el margen izquierdo ¿a quién se le ocurriría escribir un verso como: “de”?; es decir, sólo su ubicación dentro del dibujito del centralizado lo salva, a medias, de la catástrofe. De esta forma se advierte que, mayormente, no se trata de una escritura natural, versos que nacen del margen izquierdo y luego son sometidos a la operación que mecánicamente desarrolla el ordenador de textos, sino que ya al escribir, quizás directamente sobre la PC, se presupone que el resultado será el verso centralizado perdiendo, de esta forma, toda significación el tamaño y el corte de los versos, o bien, un poema que quizás fue escrito con coherencia rítmica, al centralizarse, su dibujo no conforma y se introducen cambios para mejorarlo, al dibujo, claro está, nunca al poema.


Otra observación que hacer, la costumbre se ha extendido como una marea, sino como un tsunami, y hay publicaciones que impiadosamente transforman todo lo que tocan en verso centralizado, y el pobre y esforzado poeta, que quién sabe cuantas disquisiciones debió atravesar para que su poema sea digno de un sonido, de pronto, encuentra su trabajo convertido en un nido de loros.

Con respecto al corte de verso, y a todo el verso libre en general, hay un trabajo muy completo realizado por la poeta y catedrática norteamericana Denise Levertov, existe una traducción al castellano del mismo hecha por Patricia Gola,(1), entre los ejemplos, obviamente los poemas están en Inglés, se encuentran estos versos de su compatriota William Carlos Williams:

“They taste good to her.
They taste good
to her. They taste
good to her.

Nos dice Levertov: “Primero se construye la afirmación; luego la palabra good es (sin el énfasis torpe y exagerado que daría un cambio de tipografía) trasladada, por un instante, al centro de nuestra (y su) atención; luego se le da a la palabra taste una prominencia momentánea similar, con good sonando en una nueva nota, reafirmada –de modo tal que tenemos primero el reconocimiento general de la satisfacción, luego la intensificación de esa sensación, más tarde su voluptuosa localización en el sentido del gusto. Y todo esto es presentado por medio de los tonos indicados, es decir, por la melodía y no sólo por el ritmo.” Está claro que todas estas consideraciones no son tenidas en cuenta ante la “técnica” del centralizado, y aún considerando que los versos aquí expuestos son de longitud pareja, el intento de centralizado ya produciría cierta pérdida del efecto buscado.

En cuanto a la longitud de los versos, ni hablar, he observado que los mejores dibujitos se fabrican intercalando versos largos y cortos, peligrosa forma de escribir si es que vamos a leerlos en voz alta (a esta altura uno supone que esta operación nunca se presume) ya que su lectura produce un efecto artificial, sino, como decíamos, la lectura falsifica la posición que realmente tienen los versos en la página y se aproxima más a la forma en que deberían haberse escrito. Nos dice también Levertov “La ruptura del verso es una forma de puntuación que forma parte de la lógica de los pensamientos”.
Claro está que el verso centralizado sólo busca la lógica de dar prolijidad y está más acorde con la gráfica que con la respiración. También debería decirse que en muchísimos casos puede ocultar un poema deficiente y/o aún no terminado bajo esta supuesta “prolijidad”, pero el engaño no resiste una buena lectura.

También habría que agregar que la lectura del verso que nace del margen izquierdo y se corta en el derecho exige un movimiento en la lectura el cual precisamente origina esa puntuación de la que hablaba Levertov al tener que volver la vista sobre el margen izquierdo al terminar cada verso. Se ha utilizado mucho los espacios, sangrías y demás para indicar silencios, esto se puede admirar en la última poesía de Juan L. Ortiz, en aquellos poemas que parecían deshacerse en signos de pregunta, dando una sensación de fragilidad e imposibilidad del lenguaje para abarcar el significado final, esto no tiene mucho que ver con esa tiranía del “word” que se adueña de los espacios y ritmos y por lo tanto de los significados.

Y ya que dijimos, ritmo, insistimos con el tema, la lectura mental y lo que pareciese ser una nueva operación, la lectura sobre la pantalla de la computadora, esta hace que la mente opere como un espejo y lo que se lee ya no pertenezca al sonido sino a ese espacio virtual que quién sabe qué es y significa, pero la poesía es ante todo eso: sonido, más allá de las discusiones que se puedan generar entre los cultores del verso medido y verso libre, un Withman o un Manuel J Castilla (entre los nuestros, que dominó ambas técnicas) sólo se puede disfrutar si se los “oye”, esas extensísimas enumeraciones de Withman que pueden aburrir si uno no representa su voz, la torrencialidad de los “cantos del gozante” del poeta salteño exigen ser leídos en voz alta.

Para terminar, otra vez Denise Levertov desde el mismo trabajo mencionado “El exceso de subjetividad en la elaboración de las decisiones estructurales en las formas abiertas es un problema solo cuando el escritor tiene un inadecuado sentido de la forma” demás esta decir que, subjetividad, elaboración, decisiones estructurales, todo parece haberse dejado, en el caso del verso centralizado, en manos de ese producto, el word, que todo nos resuelve y transforma lo profundo en divertido.

Roberto Daniel Malatesta,
Santa Fe, 1961. Poeta.

(1)   Dos ensayos sobre el verso libre,
Denise Levertov, traducción de Patricia Gola.
Diario de Poesía Nº 25. 

Foto: Jmp, 33 papelitos y una mora occidental, 
publicado en suplemento Letras 
del Diario Diagonales, La Plata, 2011.

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