miércoles, 27 de abril de 2022

MANUEL DEL CABRAL Yo no sé escribir poesías



ZAMARA

     Estaba junto al río y nadie lo sabía; sólo yo la vi meter sus pies pequeños en el agua y destrozar el paisaje que trémulo flotaba. Luego me dijo que le dolía el día, que para su herida la noche era su venda. 
     Por un momento pensé que el río era el llanto prolongado de su manera de vivir.
     Pero ha pasado algo sorprendente, ella masticó una hoja extraña, una hoja que al ser masticada convirtió a Zamara en el agua del río.
     Yo no sé escribir poesías, yo no sé escribir cuentos, pero hay un muchacho que todos los días penetra en el bosque con una armónica, y cuando la toca, el río se detiene, y todos los pájaros del bosque se juntan y se llevan volando al muchacho hasta un lugar altísimo de la montaña, allá donde nace el río.
     Este muchacho quería mucho a Zamara.
     Yo no sé escribir poesías. Yo no sé escribir cuentos, pero el bosque era otra cosa cuando tocaba su armónica este muchacho analfabeto como las estrellas… 




En Los relámpagos lentos, Editorial Sudamericana, 1966 / 
Manuel Antonio del Cabral Tavárez (Santiago de los Caballeros, República Dominicana, 7 de marzo de 1907 – Santo Domingo, 14 de mayo de 1999) / Foto: jmp /

viernes, 22 de abril de 2022

IRENE GRUSS Yo estuve lavando ropa




MIENTRAS TANTO

Yo estuve lavando ropa
mientras mucha gente
desapareció
no porque sí
se escondió
sufrió
hubo golpes
y
ahora no están
no porque sí
y mientras pasaban
sirenas y disparos, ruido seco
yo estuve lavando ropa,
acunando,
cantaba,
y la persiana a oscuras.


VENTANA

La ventana está sucia.
Gotas secas no dejan ver, se pegotean,
el polvo se instala y
cuesta decidir cuál es
la última lluvia o
el último sol.


ERA

Yo era la que dormía
y despertaba
con un hombre no a mi lado
sino en mi cabeza.
Ellos levantaban la persiana y me
hacían renegar por los rayos
del sol, cuando era de día, o
por lo tarde de la hora,
cuando las hojas del tilo rechinan
y agrietan entonces el aire.
Yo me dormía pensando en
la cara y el gesto
del próximo hombre, y éste
no llegaba nunca ni se atrevía
a golpearme la puerta.
La mañana era siempre igual:
desinfectaba los delirios nocturnos
suavemente, y amontonaba
ecos, almohadones desamparados.


*

V

Algo, madre
no me da
respiro


VI

Puedo morir por la boca
o por la herida.
La boca es un gorgoriteo,
escupo aire.
El alma es avara, da
el aire en estertores, menuda y brusca
respiración, liviano sería
si yo lo diera
(pero morir sin alma) largamente.

No es sangre
sino alma que sale por la herida que
escupe,
despide. Puedo morir
de cosas así. Mejor
no entrego el alma


VII

El aire, la respiración.
Bueno sería
entregar el alma
como quien da
lo poco que tiene uno,
lo poco que uno tiene guardado
para dar,
el aire, el asma
(de quien)


VIII

El aire,
ahoga, madre
no da respiro
no deja al alma
respirar. No abras la puerta,
las ventanas. Es el aire que
no sale, el asma


*

EL TÉ

Está sentada frente a mí
y hace ruidos con la taza, la golpea sin querer.
Está loca pero la que desea
matarla soy yo.
Si le comento cualquier asunto, ella pregunta
con tono de loca más que dubitativa: ¿ah, sí?
Ahora está
diciéndome que hay vidrios rotos
en su barriga, la cortan, duele.
Miro la taza que golpeaba, intacta,
y el té que viene hacia mí, de a poco,
rogando algo que no entiendo. El líquido
toma una forma que me asusta, y al mismo tiempo
sé que lo que pide
es piedad, ayuda; es té tibio
sobre la mesa y
es mi hermana.


SIN FE

Esta es una confesión muy personal:
He perdido casi absolutamente
la curiosidad por el mundo.
Si no escribo la primera frase, la segunda
se pudre por exceso
de efecto.
Sé cómo el mundo se va moviendo,
los brazos de las personas
al costado del cuerpo, impotentes, impacientes,
desesperados, laxos, levantados, sabios,
ignorantes como yo.
Según se hagan las cosas, se sabe
más o menos
cómo quedará terminado;
o no: la incertidumbre
es natural, cosa sabida.
Los chicos sorprenden;
conmueve, pero
es terrible: no es ninguna novedad
en este mundo.
Las cosas, los hechos
son –qué importa que ese árbol sea un gomero o
una encina–, y aun así casi todo remite
a la memoria personal: si es un gomero,
recuerdo el jardín; si una encina,
aquella canción; si un árbol desconocido,
hoy inauguro la memoria, el mito, o
lo descarto.
Algo aparentemente curioso: un corrector de estilo
afirma que la palabra implementar no existe.
Significa instrumentar, poner en práctica,
pero en sí esa palabra no existe.
¿Elegí quedarme con el nombre
y no con la cosa?
Quién, por miserable cultura e historia,
estará pensando que en este momento
la ropa revolotea desde ayer
en la terraza, enredada
sobre sí misma, debería sacarla... Terrible,
salvar la ropa del viento
que bate en la terraza, aquí mismo, la borrasca
en el nombre, la rosa (si digo la ropa
es fácil, un recurso que podría
seducir y no me conmueve
en absoluto).
He perdido la curiosidad:
ha nacido un hijo deseado
(tiene nombre antes de nacer)
por obra de amor: conozco
la alegría, conozco la ansiedad
satisfecha,
escribo que el mundo
es incompleto, que no basta,
aunque aquí
esté todo lo que hay,
el contraste en la luz,
lo concreto, lo relativo y lo absurdo,
lo nuevo, lo acabado,
y lo cubierto,
la curiosidad.
Algo debió pasarme
para que la haya perdido de esta forma.
No es suficiente una enumeración sostenida.
Crear no basta
–qué importa si se trata de un gomero
o de una araucaria, ropa en el viento, presiones
o alivios del cuerpo–. La Historia,
la intimidad, la implementación...
Es demasiado.


FRIDA KAHLO

Pintó el autorretrato, la risa
pérfida, incólume.
Un pasamanos le atraviesa el cuerpo,
parece más cruel que una cruz;
en el pubis hay
un cartel, casi
ilegible, "la vida es hermosa".




Selección de poemas JMP de los libros: El mundo incompleto, Libros de Tierra Firme, 1987; Sobre el asma, Edición de Autor, 1995; Solo de contralto, Galerna, 1997, Colección La Rosa de Cobre dirigida por Abelardo Castillo /
Irene Gruss (Buenos Aires, 31 de agosto de 1950 - 25 de diciembre de 2018) / Fotos: JMP