martes, 29 de julio de 2014

José Watanabe, 3 poemas de Cosas del cuerpo


ANIMAL DE INVIERNO

Otra vez es tiempo de ir a la montaña
a buscar una cueva para hibernar.

Voy sin mentirme: la montaña no es madre, sus cuevas
son como huevos vacíos donde recojo mi carne
y olvido.
Nuevamente veré en las faldas del macizo
vetas minerales como nervios petrificados, tal vez
en tiempos remotos fueron recorridos
por escalofríos de criatura viva.
Hoy, después de millones de años, la montaña
está fuera del tiempo, y no sabe
cómo es nuestra vida
ni cómo acaba.

Allí está, hermosa e inocente entre la neblina, y yo entro
en su perfecta indiferencia
y me ovillo entregado a la idea de ser de otra sustancia.

He venido por enésima vez a fingir mi resurrección.
En este mundo pétreo
nadie se alegrará con mi despertar. Estaré yo solo
y me tocaré
y si mi cuerpo sigue siendo la parte blanda de la montaña
sabré
que aún no soy la montaña.



MI CASA

Mi vecino
estira su casa como un tejido que le ajusta.

No debería burlarme,
si yo mismo vivo inmensamente pegado a mi casa, tanto
que a veces las paredes tienen manchas
                de mi sangre o mi grasa.

Sí, mi casa es biológica. En el aire
hay un latido suave, un pulso que con los años se ha concertado
con el mío.

Mi casa es membranosa y viva, pero no es asunto
uterino. Estoy hablando del lugar de mi cuerpo
que he construido, como el pájaro aquel
con baba
y donde espacio y función intercambian
                  carne.

Afuera soy, como todos, del trabajo y la economía, aquí
de mi cuerpo desnudo
y, a veces, de una mujer
que se aviene a ser, como yo, otro órgano dentro de este
pulposo
tercer
piso.



EL OJO

La primera operación de tu insomnio
es un juego de los tiempos: te revisas
y confirmas
que ni tus manos ni tus pies
se han desprendido como colas de lagartija.
Todo tu cuerpo sigue amarrado dentro de tu piel.

La otra operación de tu insomnio
no te es accesible. Es del ojo
interior
que navega dentro de tu carne. Es del ojo
que te recorre
y observa cada uno de tus órganos
y se guarda el secreto.

El ojo ha nacido contigo
para fisgar tu lento desastre, ninguna otra cosa
sabe de ti, ignora si vives en esta ciudad
o en otra, no conoce el papel donde escribes
sobre su perversidad
y tal vez no conoce la perversidad. Él sólo sabe
de tu adentro.


Pronto se acabará esta noche con su estrella compasiva
en la ventana
y tampoco hoy sabrás
si el ojo que viaja por tus confines
es el ojo de Dios que observa maravillado
a cada órgano
haciendo incansablemente y todavía lo suyo
o si es el indiferente pero acucioso ojo de la nada.


En: “Cosas del cuerpo”, Peisa, Perú, 2008.
José Watanabe (Laredo, 17 de marzo de 1945 - Lima, 25 de abril de 2007).
Foto: Paul Vallejos. José Watanabe en su casa de Lima, Perú, 2007. 

domingo, 27 de julio de 2014

Litto Nebbia, yo no escribo esto para discutir


DISTRAÍDOS

En tu cuarto está el aroma de tu amor,
y en las fotos el sonido de tu voz.
La prueba real de que el corazón
no miente, y se pasea alrededor.

Con el verde de las plantas se vistió,
y al llegar la primavera se marchó.
Por otro color que fuera la luz,
un cáliz, aliento celestial.

Cuántas veces distraídos
se nos cruza en el camino
una explicación.
Pero estamos apurados,
simulando la manera de encontrar la paz.

Yo no escribo esto para discutir,
es tan solo una manera de contar.
La prueba real de que el corazón
se inquieta, y habla sin parar.

El secreto que se esconde en la oración.
La nobleza que te da la dignidad.
Son para entregar, para compartir
un cáliz, aliento celestial.

Cuántas veces distraídos
se nos cruza en el camino
una explicación.
Pero estamos apurados,
simulando la manera de encontrar la paz.



Letra y música: Litto Nebbia.
CD "El hombre que amaba a todas las mujeres", 1997.
Litto Nebbia (Rosario, 21 de julio de 1948).

viernes, 25 de julio de 2014

Litto Nebbia, y están esos que todo lo sospechan


OJOS

Hay ojos que se miran, se festejan,
se conmueven sin siquiera
una palabra que decir.

Son ojos que reflejan la tristeza,
la alegría y todo eso
que no se puede mirar.

Hay ojos que te hacen suspirar,
y otros que no te quieren mirar.

Además, está el brillo de los tuyos
que con mi melancolía
tiene mucho para dar.

También hay ojos claros presumidos,
negros llenos de misterio
y otros que piden amor.

Y están esos que todo lo sospechan,
que tanto desconfían
y no pueden soñar.

Correr, tratando de alcanzar
la mirada ideal
que te pueda contener.

Es que es un lío
porque son tantos los ojos
que vos bajás la mirada
por temor a fracasar.

Quién sabe
detrás de esos ojos
qué habrá
y qué piensan los otros
cuando te ven.


Litto Nebbia (Rosario, 21 de julio de 1948).
CD "El hombre que amaba a todas las mujeres", editado en 1997.
Litto Nebbia (guitarra española y piano) junto a César Franov, 
Norberto Minichilo, Roberto "Fats" Fernandez, Bernardo Baraj y Las Pacheco.

martes, 22 de julio de 2014

José Watanabe, 4 poemas de Cosas del cuerpo


EL MAESTRO DE KUNG FU

Un cuerpo viejo pero trabajado para la pelea
madruga y danza
frente a los arenales de Barranco

Se mueve como dibujando
una rúbrica antigua, con esa gracia, y
sin embargo, está hiriendo, buscando el punto
de muerte
de su enemigo, el aire no, un invisible
de mil años.

Su enemigo ataca con movimientos de animales
agresivos
y el maestro los replica
en su carne: tigre, águila o serpiente van sucediéndose
en la infinita coreografía
de evitamientos y desplantes.

Ninguno vence nunca, ni él ni él,
y mañana volverán a enfrentarse.
–Usted ha supuesto que yo creo a mi adversario
cuando danzo –me dice el maestro–.
Y niega, muy chino, y sólo dice: él me hace danzar a mí.



LA RANITA

Duermes, mi complacida. Y veo
con qué perfección, equidistancia y malicia
se disponen en tu cuerpo tendido
tus yemas de gusto
                    concupiscente.

Ahora tus yemas están dormidas,
pero cuando estén despiertas provocan muchas ocurrencias.
La que más provoca es tu ranita lúbrica
                    llamada clítoris.

(Entre las hojas de los trópicos
he visto ranitas coloradas, miniaturas
de carne húmeda
que se contraen o se adelgazan
                   y nadie las comprende
porque son temperamentales
                   como las muchachitas humanas)
Tu ranita no late contigo, tiene vida propia
pero no puede deleitarse sola.
La desmesura de su deseo
haría estallar su minúsculo cuerpo. Necesita
extender su gozo
en un cuerpo grande como el tuyo,
                   y así sobrevive,
                                convidándote placer.

Antes de tu sueño
viene siempre un ángel plumado y casto
que peina tu piel y censura
a nuestra ranita.
                  Es que nadie la comprende.

                  Sólo yo.



REGRESANDO AL PERÚ EN BARCO

                     Supremas
inmensidades del mar y del cielo, mírenme,
yo soy el que va a su patria,
el que lame la sal que se cristaliza
en las barandas del barco, el que
apoya su peso
en una pierna y otra
para compensar el bamboleo de la nave y así mantener
la línea del horizonte y la línea del corazón.

Hace días que estoy hipnótico en el centro
del Atlántico. La única referencia
para saber que avanzo
es mi propio pasado: está ahora delante
como un tigre que me dio una tregua.

He dejado atrás varios días eternos
y una cáscara de naranja
flotando
en el Mediterráneo. La cáscara parece
gracia o ingenio
de la poesía, y en verdad es
algo aterrador cuando cae sobre esos mis días
y las aguas:
es un documento humano, lo mismo
que mi brazo o mi zapato.

Y otra vez voceo:
yo soy el que voy, y salto
para que las inmensidades
me vean. Mírenme
trayendo en mis brazos mi propio cuerpo
para entregarlo a sus dueñas, mi madre
y mi esposa
                  que me esperan
sabiendo
que nada puede cambiar: ir y volver, un giro
dentro de la misma fuente de salmuera.

                  Allá en las costas amarillas
de mi país
coma mi carne cualquiera de ellas.



PAISAJE MÓVIL

                    Más trashumantes que los hombres
o mas desalojados
son los infinitos desiertos de mi país.
Todavía no encuentran un sitio
para establecerse, y continuamente viajan
así:
se elevan a 10 centímetros del suelo
y avanzan flotando
como una suave marea
de arena.
Hacia las cuatro de la tarde, con el viento,
cruzan las carreteras, y los viajeros
escuchamos
sus susurros:
tal vez no haya ningún lugar en la tierra
donde acomodar los trastos
y los huesos.
De noche se recogen en dunas, como en pascana,
y bajo la luna de los desposeídos
parecen gigantes de gran lomo

que meditan una patria mientras defecan.


En: “Cosas del cuerpo”, Peisa, Perú, 2008.
José Watanabe (Laredo, 17 de marzo de 1945 - Lima, 25 de abril de 2007).
Foto: Paul Vallejos. José Watanabe en su casa de Lima, Perú, 2007. 

viernes, 18 de julio de 2014

José Watanabe, 3 poemas


EL GUARDIÁN DEL HIELO

Y coincidimos en el terral
el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos del fuego
de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.

Oh cuidar lo fugaz bajo el sol...

El hielo empezó a derretirse
bajo mi sombra, tan desesperada
como inútil.
                            Diluyéndose
dibujaba seres esbeltos y primordiales
que sólo un instante tenían firmeza
de cristal de cuarzo
y enseguida eran formas puras
como de montaña o planeta
que se devasta.

No se puede amar lo que tan rápido fuga.
Ama rápido, me dijo el sol.
Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,
a cumplir con la vida:
yo soy el guardián del hielo.



EL DEVOTO

En este profundo depósito
de catedral, hieráticos
como una triste cuadrilla de obreros de yeso
los santos esperan al restaurador.
En un altar y otro
fueron deteriorándose, atacados por las moscas,
las polillas y los abusos
de la fe.
Aqui ya no son San Francisco, San Valentín, San Judas,
cualquiera es cualquiera, bultos
humanos, desfigurados y sin nombre, esperando
al viejo restaurador
                     que murió hace tiempo.
Estos anónimos
que fueron rezados, celebrados, contemplados
con infinita devoción
son ahora mis santos. Aquí soy el único fiel y el prelado.
Ante ellos me arrodillo
y rezo con mas solidaridad que fe.



LOS POETAS

Abelardo me ha hecho un honor,
me ha pedido que presente su libro. Ay amigo,
exímeme de larga opinión. Bien sabes
que cuando un poeta honrado lee a otro honrado
sólo le busca una palabra, una sola, la que hace sonar
a las otras.
«Rosebud», dijo Kane. Una palabra así,
como caída de un cielo. ¿Cómo hallarla entre las astucias
de la poesía y del mucho ingenio
que banaliza los poemas?
Yo la estoy buscando sin prisa, entre todos
los honrados, y con un resabio de sangre en la boca
como si estuviera masticando
mi propia lengua.


En: “Cosas del cuerpo”, Peisa, Perú, 2008.
José Watanabe (Laredo, 17 de marzo de 1945 - Lima, 25 de abril de 2007).

Foto: Paul Vallejos. José Watanabe en su casa de Lima, Perú, 2007. 

jueves, 17 de julio de 2014

José Antonio Cedrón, 2 poemas de Actas


TODO ESTABA TAN LEJOS…

Todo estaba tan lejos.
Pero los tiempos cambian
la experiencia de ignorar,
el no entender aquello
que atrapa y que conmueve.
Podría darte un abrazo, grande
como la Gran Manzana
antes de partir
entrar con luz nocturna a la memoria
que corrige los sueños obstinados
la admiración ingenua
para que no nos ciegue el despertar
y el horizonte siga donde está.
Pero como de eso ya no quedará nada
sorbamos el café, miremos a la playa, todo es cierto
de tu mano en mi mano y de la mía en la tuya,
caminemos
aún no estamos solos
y juntemos los labios,
formas de despedirnos al exilio más largo
con las manos tan frías
donde no espera nadie.



UTOPÍA MENOR

El silencio en sus voces dicta cartas que nadie
escribirá/ mientras se besan ellos/ se murmuran
se enjugan se acarician
el mundo espera afuera –en otro mundo–
como niños que miran su aspiración
los amantes no saben su tamaño/
sólo se homenajean engrandecen celebran
cruzan ríos colinas se dan tregua se beben
se deshacen de cuerpos que tuvieron pasado
entre sus cuerpos
izan sus manos nuevas liberan territorio
centímetro a centímetro
pero nunca se expropian ni se toman rehenes
ni conspiran ni endeudan
y con líneas ya libres de fronteras
se dibujan, dibujan y dibujan
y se iluminan tanto
que hasta se transparentan
como una hoja mirada por el sol.



José Antonio Cedrón (Buenos Aires, 3 de octubre de 1946). Poeta.
Foto: José Antonio Cedrón en FB.