jueves, 30 de septiembre de 2021

NIEVES VIVIANI La canción del fuego haciéndose en nosotros




La canción del fuego

Tras la llama, la noche,
la noche siempre, hacia adelante siempre, arriba;
arriba el juego indescifrable de las constelaciones,
la ruta de los viajeros del arca,
arriba barcos, faros, ménades, solsticios;
arriba dioses perforando con su aliento el latido de tu pecho,
la crueldad inocente, el silencio puro,
arriba la paz ingrávida y los sortilegios sin misterio,
arriba la perfección aséptica de los arquetipos,
el método pulcro sin esgrima,
arriba la danza del fantasma sin huesos y sin velo,

abajo el tiempo, 
abajo la carne, el barro, el sudor y la fiebre,
abajo las flores, la miel y el dios coleóptero,
abajo los imponderables.
Abajo cuerpos y almas buscándose entre sí,
abajo las muertes (todas), los muertos (todos),
la memoria y las palabras,
abajo el poeta con la boca partida,
abajo miles y miles de Ifigenias con el cuerpo aceitado;
abajo el ojo  tenso, la voz quebrada;
las risas, los pájaros, las ruinas y el espejo.
Abajo la cuerda que salva o mata, según sea el naufragio,
abajo el encuentro y la partida,
abajo los zapatos, el valor, la traición y el algoritmo.
Abajo las velas y el misterio.
Abajo los quebrantahuesos, lo imposible como norma,
el amanecer y las semillas.

Abajo, sobre todo, la canción del fuego haciéndose en nosotros,
y  todas las formas del amor 
porque el amor siempre,
el amor siempre,
el amor siempre.

(Inédito)



Reclamo

No digo que te sobrepongas,
digo que aprendas a vivir con ellos
en tus huesos;
en tu sangre,
en tus sueños,
en el lado oscuro
y en el lado claro de tu alma;
digo que vuelvas
a decir pájaro
recordando
todos los vuelos
que te fueron dados
en sus cantos y versos
destrozados
y digo que asumas
con sereno valor
el tamaño exacto
de la Noche
cuando escuches 
los gritos de los muertos
de esta época
de egoismo y terror
clamando por el cálido abrazo
que les fue negado.


(De Poemas, Ediciones del Clé, Entre Ríos, 2020)





Nieves Viviani (Concordia, Entre Ríos, 1973) / Fotos: jmp, "City Bell, 30 de septiembre"

viernes, 17 de septiembre de 2021

PEDRO DONANGELO El tono impuro de lo que pienso




UNA ADVERTENCIA INNECESARIA EN MI CASO

posible retrato de mí, repantigado en el sofá
esperando que hierva el agua de la pava.
Colores fluorescentes y el blanco de pelos
hasta la punta del rabo casi nunca incólume
sobre el fondo gris algo verde del nuevo tapizado,
pantalones de azul o el azul de los pantalones,
casi imperceptible giro hiperrealista
que incluye a la jirafa de madera, manchas marrones,
bordeadas de amarillo,
entre otros matices
y el tono impuro de lo que pienso.

“No compartir el mate”, dice el espectro
de la muerte número 743.

Se anhela el borboteo de la pava
y el paso de una palabra en este cuerpo,
         tan bien acomodado.



VERSIÓN TOPOGRÁFICA DE LA ORINA DE MI PERRO

ahora, ocioso,
paseo a mi perro
en horas desacostumbradas.
Incómodo, (o algo así, no definido)
por la frecuencia de mis circunstancias
en los ojos de los demás,
bordeamos otra vez el paredón rojo
y me detengo
para crear la versión topográfica
de su orina. Una isla,
un archipiélago donde brama el mar
y azota al acantilado.
La isla se extiende
sobre un país siempre en ciernes.

Más que la lámpara del asceta o una siesta,
necesito un estruendo,
ahora ocioso y repetido
en los ojos de enfrente.



UN PASEO

al fin hiciste lo que pensabas:
correr el clavo para ubicar casi en el mismo sitio
un plato incomparable.
Ese día o el día anterior al que corriste el clavo
viajamos al centro, “pero la recluida, imprevistamente,
apresuró el regreso”
y próximos al Palacio de la Pizza abandonamos tu mirada
en el mendigo que exhibía el pie partido.




Inéditos / 
Pedro Donangelo (Buenos Aires, 1949) / Hacedor del blog El poeta ocasional / Foto: jmp, “Basho” 

viernes, 10 de septiembre de 2021

INÉS ARÁOZ El amor de dos poetas, solos, en el centro del poema




ACHE EFE 

a Hugo Foguet





I
 
 
Es un amor que no puede ser contado.
Es el amado en el centro del poema quizás, y su poder extraño, ni siquiera sol, ni siquiera Ulises.
Extranjero canto, meridiana y noche, distante y claro, convocando.
Y yo nada, mis cabos sueltos, mi fuerte mirada ya sólo en el amado, en él disuelta, yo nada.
No es un amor de pequeñas algarabías. Es una luna en llamas  –y tan sin peso yo en ella– y su cielo un serpentino mar impío que la refleja.
Es un amor que empezó oscuro como un presagio, el pico curvado del cazador en los sueños de los amantes y la voz oracular e íntima de las cosas sin nombre calcinándolos.
 
El amor de dos poetas, solos, en el centro del poema.


II
 
Por sobre todo estabas vivo cuando morías y yo te amaba.
Amé tu pecho seco y la avidez de tu boca y de tus palmas.
Recordé el coraje del volatinero al tensar la cuerda.
¿Qué es la muerte del amado?
Es el árbol
la ceniza
el gesto tierno
         de lo cotidiano.
El capullo de la rosa china entre las aspas de un molino.
Radiación traviesa del poema en la piedra azul que lo refleja.
Alternancia de la luz y de las nubes.
Es aquello
que no debe ser nombrado.
La voz
            sin pronunciarse.
                                            El tajo
            en el corazón.
                                      El mío.

Soy yo la muerte del amado.




En Los intersticiales, El Imaginero, Buenos Aires, 1986 / 
Inés Aráoz (San Miguel de Tucumán, Argentina, 9 de enero de 1945) / Foto: jmp

jueves, 9 de septiembre de 2021

FABIÁN CASAS Le escribo para decirle que he vuelto, esta mañana, a leer sus versos




Pogo

SEÑOR, LE ESCRIBO PARA DECIRLE

Señor,
le escribo para decirle
que he vuelto, esta mañana,
a leer sus versos.
Mi sed está saciada
y me siento iluminado.
No sé cómo pude
negarlo tres veces,
practicar la escritura automática
y unirme a la crueldad
de la multitud.
La esgrima tonta de los días
se había apoderado de mí.
Perdóneme, recíbame.


TODOS LOS POETAS SON MORTALES

Como un homenaje a la tautología,
Wilcock muere de un infarto
mientras lee un libro sobre el corazón,
Montale se queda dormido y Eliot,
muy débil, se colorea la cara
y negocia con Dios.
Pero, ¿cómo?
¿El viejo Wally escribía poesía?


ESPERANDO QUE LA ASPIRINA

Esperando que la aspirina empiece a trabajar,
que acomode los cuartos, que revuelva el café
y que traiga a mi madre, fresca,
a esta tarde de agosto,
hojeo revistas estúpidas, escucho discos viejos
me pregunto en qué momento
los dinosaurios sintieron
que algo andaba mal.



En Horla City y otros. Toda la poesía 1990-2010, Emecé, cruz del sur, Buenos Aires, 2010 /
Fabián Casas (Barrio de Boedo, Buenos Aires, 7 de abril de 1965) / Foto: jmp

domingo, 5 de septiembre de 2021

JOSÉ SARAMAGO El arco iris vuelve todas las noches


29

 

         Se levantó entonces un gran viento que barrió de punta a punta entre el mar y la frontera la tierra de los hombres

 

         Durante tres días sopló constante arrastrando las nubes de los incendios y el olor de la carne muerta de los invasores

 

         Durante tres días los árboles fueron sacudidos pero ninguno arrancado porque este viento era como una mano tan sólo firme

 

         Los armazones de los animales mecánicos rodaban por la llanura como arbustos desenraizados y todo era arrastrado hacia lo lejos hacia las tierras donde nacen las pesadillas y el terror

 

         Después llovió y la tierra se quedó de pronto verde con un enorme arco iris que no se desvaneció ni cuando el sol se puso

 

         Esa primera noche nadie durmió y toda la gente salió de las ciudades para ver mejor los siete colores contra el fondo negrísimo del cielo

 

         Y hubo quien lloró de rodillas sobre la tierra blanda sobre las hierbas que exhalaban el vertiginoso olor del humus

 

         Y hubo quien ininterrumpidamente cantó una extática melodía no oída hasta entonces que era el largo suspiro sollozo de la vida que naciendo se sofoca plena en la garganta

 

         Y por los campos ardieron hogueras altas que hicieron de la tierra vista desde el espacio otro cielo estrellado

 

         Y un hombre y una mujer caminaron entre la noche y las hierbas naturales y fueron a tumbarse en el hermoso lugar donde nacía el arco iris

 

         Allí se desvistieron y desnudos bajo los siete colores fueron toda la noche un ovillo de vida susurrante sobre la hierba pisada y olorosa de las savias derramadas

 

         Mientras lejos en el mar el otro extremo del arco iris se sumergía hasta el fondo de las aguas y los peces deslumbrados giraban alrededor de la luminosa columna

 

         El día amaneció en una tierra libre por donde corrían sueltos y claros los ríos y donde las montañas azules apenas reposaban sobre la llanura

 

         La mujer y el hombre volvieron a la ciudad dejando por el suelo un rastro de siete colores lentamente diluidos hasta fundirse con el verde absoluto de los prados

 

         Aquí los animales verdaderos pastaban alzando sus hocicos húmedos de rocío y los árboles se cargaban de frutos pesados y ácidos mientras en su interior se preparaban las dulces combinaciones químicas del otoño

 

         Entretanto el arco iris vuelve todas las noches y eso es una buena señal

 

 

 

En Poesía, Alfaguara, Madrid, 2003 / Versión de Ángel Campos Pámpano / De El año de 1993, 1987

José de Sousa Saramago (Azinhaga, Portugal, 12 de noviembre de 1922 – Tías, España, 18 de junio de 2010) / Foto: jmp

 

sábado, 4 de septiembre de 2021

HORACIO ZABALJÁUREGUI Tres poemas


NUNCA VOLVERÉ A ENAMORARME ASÍ


Nunca volveré a enamorarme así, dice
como en una canción
en la luna del espejo, dice,
como un caracol en el filo de la navaja,
nunca volveré,
al páramo del mundo, al ritual,
al lugar común, a invocar
al encantamiento, a la divina ceguera
dice, choose me,
nunca volveré
al uroboro cazabobos sin fin
a la pura pasión
a ser el vértice, el vórtice, dice,
en la luna del espejo
en la imagen muda, otra
nunca descuartizado y disperso
cuando me miras, dice,
tu mirada perdida en la copa del paraíso
a donde van las miradas perdidas
a la copa del árbol que se enciende
dice en negrita
de lo que están hechos los sueños
y polvo será
la memoria, el sueño de otro
instantes que hacen foto allí
en el sentido viciado
en el desierto tentacular
en cinta sin fin, dice,
al cabo, lo que no dejan vivir
ramalazos que no cesan, dice,
la voz de lo que no fue una foto
dice, choose me,
nunca para siempre
cazabobos sin fin, el destino

 

 

 

DONDE SOPLA LA SED


Donde sopla la sed
enciende y apaga
la víscera cordial
la bóveda de la noche
el desierto del corazón
enciende y apaga
el faro del mundo
el ídolo de los náufragos
enciende y apaga
escande como las sirenas
la memoria del desastre
donde sopla la sed

 

 

 

LA CAMPANA, EL PÁJARO QUE ABRE LAS ALAS

 

La campana, el pájaro que abre las alas

lo que llena el ojo y encandila

la estampida de la lluvia

el resplandor de la voz

la pasión

el molde del alma

que encadena a las entrañas

la exhalación, el claro

el bosque alta marea

todo eso

como si fuera el horla en tu respiración

en el temporal de los jadeos

el recomenzar de la lluvia

como se amartilla el deseo

así vuelve a llenar

lo que impostado se vacía

                                    y ahueca el ala.

 

 

 

 

 

En revista de poesía Último Reino, número doble 24/25, Buenos Aires, 1998 / Director: Víctor Redondo /

Horacio Zabaljáuregui (América, provincia de Buenos Aires, 11 de mayo de 1955) / Selección y fotos: jmp

miércoles, 1 de septiembre de 2021

GUSTAVO BORGA Me levanté y comencé a escribir



         Caí

de rodillas

el día

que el sol

me atravesó

 

me levanté

 

y comencé

a escribir

 

 

 

         con una mano

escribe

con la otra

asfixia

 

a un niño.

 

 

 

         en una habitación oscura

fue asesinado un hombre

que huele a mierda

 

siete niños

lo miran en silencio

 

en sus manos rojas

pedazos rojos de vidrios.

 

 

 

         el caballo que viste
fugazmente
desde la ventana
del colectivo

(el animal estaba solo
parado en cuatro patas
en medio del campo)

era yo

yo me llamo Gustavo
Gustavo Borga me llamo

Soy tu espejo.

 

 

*

 

         antes de morir

mi padre

me regaló
su reloj

yo lo vendí

compré libros.

 

 

 

         mi madre
no me bañaba nunca
sin embargo
yo tenía los ojos limpitos

 

acostado en el suelo
miraba ángeles en el cielo.

 

 

 

         ¿Solo yo vi

la mariposa azul

que entró al velorio?

 

No

Vos también la viste

 

No lo digas nunca

 

La mariposa azul

Se posó en los labios

De la niña muerta

 

Yo tampoco

Lo diré nunca.

 

Se fue

La mariposa azul

 

Nadie la vio.

 

 

 

En revista de poesía La Guacha, número 27, julio de 2007, Buenos Aires, Argentina. Editores: Claudio Lo Menzo y Javier magistris / Selección y fotos: jmp /

Gustavo Borga (Villa Nueva, provincia de Córdoba, 7 de diciembre de 1960) /