martes, 15 de febrero de 2022

ALEJANDRO RUBIO Tres poemas de Música mala



LA INFORMACIÓN

Martes cuatro, la ley nueva
todavía se discute, 99 por ciento
de humedad. El depto huele a coliflor,
en cientoveinticuatro planchas la grasa
crepita, las familias se desplazan hacia la mesa
y juegan con el cuchillo, el tenedor, el vaso, la cuchara. 
Estoy liquidado. Mi hijo también, 
por otra parte; pero él
no debe saberlo, debe pensar que aún hay lugar
entre ésos que son, van, vienen,
se mueven, edifican. Para salvarlo
del tedio vecinal yo mismo edifiqué 
un búnker en el living; sentados detrás 
de la metra soviética miramos todo el día
televisión por cable. 
Jueves ocho, la ley no salió, media ciudad
respira aliviada, la otra mitad
se pincha el ojo al tratar de ensartar
otro bocado de carne. Sábado seis
o sábado siete, el nene ya gatea, resistimos
con la última tira de munición; tengo miedo
a que corten la luz, bajen el martillo
y el anuncio llegue en forma de aullido
de lechón desangrado hasta donde estoy
con la mochila a los pies, el bebé a la espalda, 
mordiendo comida fría. 


LA VIDA Y EL CANTO 

Esos, los de antes, decían que, sobre todo
en la autopista y en, de noche, las bocas tapiadas
del subte nuevo, algo parecía
moverse.
Efectivamente se movía.
La capital de Suroccidente es ahora una grande y hermosa
ruina; entre pilares
de monumentos fachosoviéticos se pasean filigranas
humosas, turistas, periodistas, carteristas,
animales de una y tres patas. Los rapsodas ciegos
se recuestan en vergeles virtuales y chuponean cigarrillos
Virtuales, es así, el viento tañe solo entre las hojas.
Está el ritmo, las letras, partes sueltas 
de melodías, arreglos mil, pero ante el público
se les traba la lengua, callan, dicen no saber,
no poder, no querer; se consuelan con eso
de que la Historia, émula del tiempo, testigo
de lo pasado, ejemplo y aviso
de lo presente, advertencia...


CONTINUANDO

A partir de ahí no quiso escuchar más nada:
se guardó, cortó las líneas, se dedicó a regar las plantas
y, en la sombra su cara de entendido, a leer la revista
del cable, aunque por las canillas seguía saliendo
el dolce licor de óxido, y continuaban afuera
con la emisión de noticias y los niños y los púberes
por el jardín y la plaza corrían
con las manitos abiertas, bailaban, cantaban canciones
pornográficas, dejaban hojas de afeitar
en el tobogán, ahora también se llevan
las cadenas de la hamaca, en fin. 




En Música mala, Vox, Bahía Blanca, 1997 / 
Alejandro Rubio (Buenos Aires, 1967) / Selección y fotos: jmp / 

domingo, 13 de febrero de 2022

ALFREDO FRESSIA En la lava endurecida del poema



EPITAFIO 

Aquí yace el despojo de un poeta. 
Nació bajo un eclipse, fue extranjero, 
nada os pidió, labró un Edén de ausencia 
y al fin reunió en la aurora a sus espectros. 


NAÏF 

A Pablo Atchugarry 

El poema vagaba sin poeta, 
por el aire giraba como un trompo 
venido de la infancia y ya sin cuerda, 
sin rigor de la física y sin logos, 

buscaba un alma que lo recogiera 
en el tiempo de los hombres, el siglo 
donde nacer, después de las fronteras, 
mecido por la historia o los molinos 

o la sal, el Sur, el viento, otros versos 
que ondean en el cielo, panaderos 
soplados en la infancia contra el miedo, 

poemas del poema sin palabras, 
los del salto nupcial de los insectos, 
babas del diablo, celo de la nada. 


FALSAS VERDADES 

Soy un poeta con piel de cordero, 
tejo con lana las falsas verdades. 
De mí doy a elegir las variedades 
y cuando miento soy hombre sincero. 

Confío en la trampa, juego al desespero, 
confundo el Paraíso con el Hades 
y hasta un libro escribí con inverdades: 
de un vago Edén fui el cantor más certero. 

Fue larga y honda mi amistad por Eva. 
Puso en mi pecho mustios agapantos 
y dejó en mis sonetos como prueba 

rancio el perfume, mordaces los llantos. 
Y la serpiente que cebo en la cueva 
solaza a cada rima mis quebrantos.


EL POETA 

En tierra árida 
habrá un tronco enterrado. 
Será el poeta. 

Poeta en ruta. 
¿Quién persigue y qué huye? 
Verso horizonte. 

Brotes hinchados. 
El poeta no crece 
en tierra fértil. 


FRACASO 

Llegó tarde el poema, la piedra 
lanzada al azar del tablero, y pujaba al nacer 
en la violencia de un volcán, el del basalto 
en bruto, hecho oscuro adoquín, 
era rosado el de granito, adoquines de mi infancia 
que no evocan nada 
y el poema emanaba sin respuestas, cubría 
el adoquinado, entre el futuro 
y la calle Marsella, rocío 
en las mañanas sobre la piedra que giraba 
entre el blanco y el negro, sibila 
de mi barrio, piedra rota que ya no lee nada 
en la lava endurecida del poema.


QUIROMANCIA 

Esta es la línea de tu vida, 
estírala, no es dura, 
recuerda la travesía, recorriste 
la cuerda floja y tú decías 
soy un funámbulo y lo repetías 
con aire profesional 
pero era un verso, un mantra 
para no caer, no resbalar 
del poema al vacío 
de tu mano.


HORIZONTE 

Más allá de los pinos está el Uruguay. 
¿Y después? 
Después vienen mis muertos.



Me acabo de enterar. Falleció Alfredo. Sabía de su enfermedad pero no esperaba este desenlace. No lo conocí personalmente, sí nos escribimos. Fue de los primeros en leer el original de mi libro El flautista de City Bell. Me hizo una hermosa devolución que luego con su permiso incorporé en el libro (un fragmento): “Un libro precioso, variado, que yo llevaría conmigo, liviano a veces, sordo y profundo otras (como temas musicales). Una joyita (de género indefinido, o no reductible a un género, hay relatos cortos, casi aforismos y poemas en prosa, memorias autobiográficas o no, o falsas, o de verdad literaria).” Gracias Alfredo, poeta. Siempre vas a estar en mí. / 
En La mar en medio, Civiles Iletrados Editores, Colección Ojo de Rueda, Montevideo, 2017 / Prefacio de Horacio Cavallo y Posfacio de Álvaro Ojeda / Selección de poemas y fotos de jmp / 
Alfredo Fressia (Montevideo, Uruguay, 2 de agosto de 1948 - São Paulo, Brasil, 7 de febrero de 2022) / Poeta, maestro / 

miércoles, 9 de febrero de 2022

PAOLA BOCCALARI cuaderno SPERONI de poesía y otras artes número 08 invierno de 2020



ANCESTROS
(tiempo de pandemia: retornos)


...has inaugurado mi nombre,/ hondo,
lejos, / en un paisaje de huesos y planetas.
Marosa di Giorgio


l

desempolvo recuerdos
objetos en desuso
olor a tiempo
a vida

a mi lado, un sonido tic tac
ritmo cardiaco sin avances 
vulgaridades de acción
corrompe cuerpos
y acciona tiempos

trasvasa mi ser
lo golpea, lo achichara, lo arruga
lo engorda
lo decae

y sigo desempolvando inutilidades
que no verán el sol
¿serán promesa para un futuro?


ll

cuando las arañas
enrollan tiempos
y la luna
arremolina tus días
cuando se entretejen 
avestruces, zorros y perdices
y danzan niños sin piel
ellas, 
goteadas
contienen cuerpos 
sin sol


lll

la casona, hoy despintada
pincela historias
guarda marcas
polvo que se respira
huellas 
que cada mañana
acarician restos de buena madera

y yo aquí, en nueva plata
donde no hay noche,
donde relampaguea mi instante, 
donde mis manos contornean aves y atrapan lunas


IV

me volví luna
y el cielo recortado por el jazmín
se volvió inmenso 
plateado 
único
mío




En Una ventana abierta, cuaderno SPERONI de poesía y otras artes, año 01, número 08, invierno de 2020 / Participaron (en cuarentena) de este número, además de PB: Verónica Rodríguez, Erica Aisa, Agustina Samoilenco, José María Pallaoro, Camila Ragazzini, Alejandra Taylor, Azucena Salpeter, Alberto Pipino, Olga Edith Romero y Julián Axat / Edita: La talita dorada, City Bell, partido de La Plata, provincia de Buenos Aires, Argentina  / 
Paola Boccalari es Licenciada en Psicología y poeta / Nació el 5 de diciembre de 1975 en Pehuajó, provincia de Buenos Aires / Integrante del grupo LA TALITA DORADA / Fotos: PB / Archivo de La talita dorada

sábado, 5 de febrero de 2022

ALEJANDRO SCHMIDT La vida milagrosa



EL PREDESTINADO 

Con los dedos en punta 
me tocó la poesía 
me sacudió con repugnancia 
y algo de curiosidad. 

No digo que llegó a pesarme, medirme 
a contarme los ojos 
tampoco me abandonó en la calle 
con un lápiz rojo y un baúl 

¿qué se creerá? 
tanta soberbia, todo el día de aquí para allá 
con la boca tapada 
si después de todo 
no la invita nadie 
ni llega a ningún lado 

me alzó sobre el pozo del mundo 
esa señora 
y me soltó. 


POETA A LOS 15 

Lejos brilla la sombra de los días mortales 
atrás, el cielo 
en círculos de música 

antes que la poesía 
llega el poeta 
a su sola niñez 
ya desprendida 

¿para quién una verdad 
fue lastimada reina? 

Provincia, casa, el viento 
estatuas parecían 
del silencio

el chico estaba ahí 
como la rosa y la paloma 
esperando. 


CADA POEMA 

Cada poema como una casita 
empujada por el alba 
y la lluvia 

cada poema como un hombrecito 
que sale de su casa 
al día inmerecido 

cada poema como un cielo 
dando piedra a los labios 

cada palabra 
al fin 

cada deseo.


PARA QUIÉN 

Una de las chicas que atiende el bar 
le dijo a su compañera 

se extraña el agua caliente 
es como la luz 
cuando no está 

y todavía hay gente 
estudiando 
preocupada 
qué escribir 
y cómo 

y para quién.


POSTERIDAD

Una grabación con el silencio de diez poetas 
en cada pista 
escuchar 
como crece 
lo que de veras fue 

razón y sufrimiento. 


AL CORAZÓN 

El único lugar al que se llega 
a golpes 
es el corazón 

para romperlo 

para saber qué hay. 



En La vida milagrosa, Ediciones Recovecos, Córdoba, agosto de 2005 / 
Alejandro Schmidt (Villa María, provincia de Córdoba, Argentina, 3 de mayo de 1955 – 3 de febrero de 2021) /  Poeta, escritor, editor, amigo, maestro / Selección de textos y fotos: jmp

jueves, 3 de febrero de 2022

SILVIA EUGENIA CASTILLERO El incalculable lapso de mi cuerpo al tuyo




LOS SAPOS 

     Antes estelas verdeando sobre agua, cada uno a su turno salía boquiabierto para luego internarse en lo profundo. Ahora sacan la cabeza, no vuelven a hundir sus alargados cuerpos. Del espesor del río ninguno zigzaguea para vencer corrientes ya cálidas o heladas. Se abandonan al movimiento quebradizo que los orilla como piedras reblandecidas. Corroídos sus miembros al contacto del sol, la lluvia los arrastra. Las charcas quedan habitadas por estos injuriosos que enturbian las aguas, estos mezquinos sacos de avaro. 


CARACOL 

     De fiebre sobre los pechos, el deseo escurre; rumor de espuma en los poros, la piel se vuelve bramar marino de caracol. Espera la tarde, las calles se alejan en la luz. Sitiados por una eternidad de arena en la escalera, nuestros cuerpos comienzan a curvarse al borde del abrazo. Somos sombras sin color, contorsión perdida en el océano: un remolino obstinado en girar sin fin. En la ciudad que rueda sus aspas de molusco, contrastan como imposibles anémonas amantes, el resplandor de piernas y brazos. 

     Porque partimos al acabar el sueño, el caracol desaparece. 


LA HIEDRA CUBRE EL RECINTO…

     La hiedra cubre el recinto, entreví tu locura en los claros. Ahí demoré toda una tarde, buscaba compañía, alguien como yo varado en el tiempo, con la impronta que el mundo nos impuso. Y hablarte de mi desmoronamiento. En la casa que habitaste la escalera platica de tus cantos, todavía escucho resonar en el agua tu risa. Agua estancada con reflejos de tu boca. Agua tibia. Vine a hacer figuras de barro mientras llegas, las dejo entre baldosas desprendidas. Son pedestales. Sabrás que estuve contándote mi historia. No puedo salir: la ciudad enfureció. Más allá de la muralla en forma de corazón no hay ciudad para mí, ni vías para el tiempo. En esta mansión los ecos y estucos son símbolos tuyos, los dejaste para cuando reclamara tu presencia. Voy recorriéndolos uno a uno, son casi mapas de tu ansiedad. Cuando te sacaron cerraste y nadie ha vuelto.


TIRAR UNA, DOS LÍNEAS…

     Tirar una, dos líneas, palpar los contornos de la ciudad desconocida. Tiendes tus dedos hacia el poniente como un litoral, sedimentos y muros son mi paisaje. Allí me deslizo, caigo, conozco piedra por piedra en las líneas de tu mano. París rasguña mi pecho, anchos los bulevares aparecen en grafito, generosos abren sus esquinas, al centro el movimiento se descubre, latente sobre tu espalda. Parecía esconderse la agitación al interior de los trazos grises, un entrecortado latir, ciego en su ritmo. Era largo el recorrido hacia la ciudad desde el incalculable lapso de mi cuerpo al tuyo. 


ALLÍ ARDEN 

     Túnicas negras. Mantos rojos encendidos. Faldas, sandalias. Telas. Allí arden. En su espalda. Es la hija de Sión, intrépida. Fugitiva del amor y su abandono. Vino a arder en esta lumbre de culpa. Viene de regreso del muelle. Fue columna y fue cetro. Fue un campo de gacelas. Torres púrpura. Cintas escarlata. Centinela. Vino a arder. Cúmulo de voces la atraviesan. Pero calla. Sólo retazos de rumores atildan —requiebran. La dama cae entre montones de tela. ¿Una cortesana? Llena la boca de tierra.


EL ALTO CEDRO 

     El alto cedro se desprende en ramas heridas, ramas desvaneciendo entre savia, ramas ardientes, madera astillada y hueca, vacía su médula por el fuego. Incisivo. El alto cedro posee entre sus ramas un águila, o tal vez un nido de águila; el recuerdo del águila y su nido, el vuelo más alto del águila. No el águila. Posee en la claridad de su brillo, de su incendio —en su propio corazón que arde en cientos de lascas— los rayos del sol, el resplandor del sol, las tribulaciones del recuerdo. El águila madura —en vuelo— alegre en su disolución. Entre el querer y el deseo arde ella, arde en el alto cedro, arde embelesada. En el alto cedro, en el abismo —entre recuerdos— como vuelo de águila. Como en un nido. Arde.




En Luz irregular, Universidad Nacional Autónoma de México Coordinación de difusión cultural dirección de literatura, México, 2016 / 
Silvia Eugenia Castillero (Ciudad de México, 13 de noviembre de 1963) / Poeta y ensayista / Licenciada en Letras, Universidad de Guadalajara, con un doctorado en Letras Hispanoamericanas en la Universidad Sorbonne Nouvelle de París / Directora de la revista literaria Luvina, Universidad de Guadalajara / Foto: jmp

miércoles, 2 de febrero de 2022

GRISELDA GARCÍA Mucho es el daño que la belleza provoca




TORSO DESNUDO DE UN MUCHACHO AL SOL

El cuerpo se tensa
en cien fibras enloquecidas.
En el abdomen plano
dos líneas se pierden
en la espesura del pubis.
Esas líneas bastarían
para adorarlo meses.

Al final del día
buscarle las axilas, olerlo
buscarlo entre las piernas
y encontrarlo duro
pesado de semen joven.

Es verano.
La tortura de no tenerlo es dulce.


DESCRIPCIÓN DE UN ESTADO FÍSICO

Por la lengua, dientes, paladar
transita el sonido.
En la garganta, tráquea, glotis
mora la angustia.

El suceso imprime su huella.
Luego asfixia y mutismo.
Al final, quizás
la palabra.
En el medio
horas o años
de silencio.

La mente es un manojo
de espejos rotos
sin ninguna luz cerca.


ÁLBUM FAMILIAR

Cuando en mitad de la noche
presentimos y tocamos
y tocando descubrimos
agua, a veces crema, sangre
por un segundo dudamos
entre limpiarnos
o seguir durmiendo.

Ahora lo sabemos:
buscábamos algo
que ya nos encontró.

Ciegos como topos
nunca supimos hacia dónde.
No por eso dejamos de cavar.


DIJO LA LOBA
 
Vos, lobito mío,
sos una de las crías
que no alcancé a devorar. 
¿Me sacaste el hambre
o llegaste cuando estaba saciada?
 
Ya sabés erizar el pelaje
más tarde te enseñaré
a orientarte en el bosque
a esperar el momento
de distracción de la presa.
 
Vos, lobito mío, 
disfrutá las caricias
aprendé a ignorar las uñas.
 
Ahora te nutro
tu avidez rodea el pezón cargado
te hartás de leche dulce.
Muerta también seré tu alimento.
 
Seremos, en el final
carne vuelta a la carne.


EL OJO DEL QUE MIRA

Es ciego el anciano del laúd.
Gira en blanco 
su ojo velado 
cuando toca. 
Herido de luz 
de una luz infinita 
en el gesto se ve 
que es pájaro. 

Una explosión 
de pimpollos en las venas 
pétalos que el sueño del mal 
ha vuelto negros. 
¿Es posible atisbar 
por el blanco del ojo 
y que lo visto 
no deje huella? 

Si no se ha buscado 
resguardo a tiempo 
un batir de alas 
ensordece. 
Mucho es el daño 
que la belleza provoca.



En El ojo del que mira, Ediciones La Carta De Oliver, Buenos Aires, 2009 /
Griselda García (Buenos Aires, 4 de mayo de 1979) / Selección y fotos: jmp

martes, 1 de febrero de 2022

EDUARDO ROMANO Por la mano que hundo y arranca el poema



DESTINO DE POETA

El poeta niño no quiso vivir por un rato, 
sino volver cuando todo hubiese pasado. 
El poeta adolescente escribió sobre la pared 
que no lo dejaran tan solo 
a esas horas. 
El poeta joven no tuvo ninguna razón entre manos, 
ni mujer favorable, ni sueño despierto. 
El poeta maduro fue condenado al silencio 
por despertar al prójimo en la justicia. 
El anciano poeta que se ahogó en el arroyo 
era un borracho analfabeto y cubierto de muecas. 



BRINDIS

Por la mano que hundo y arranca el poema
por el verbo que comunica como una llave
por el hijo pródigo que vendió su corazón al contado
por la joven madre que no abortó de perezosa
por los que de tanto en tanto se dicen algo al espejo
por los que sólo recuerdan a garrotazos
por la ventana cerrada de los muertos
y por el que desde mucho antes fue cadáver.

Por el ojo sin importancia de la risa
por los que hoy aquí y mañana no se sabe
por la noticia falseada en treinta idiomas
por el que pide permiso en todas partes
por el que usa apenas mujeres usadas
por el que brilla una noche y catequiza
por el silbido que se perdió en la boca
y por la triste escalera que solamente baja.

Por una blusa roja hasta la sangre
por la firme respuesta del seno adolescente
por la manzana madre de este mundo
por el que tira sus besos al retrete
por el que perdió la cabeza en el griterío
y por el hueso auténtico el hueso duro de roer.

Por el hueco de los que ya se resignaron
por la fiel amistad de las enfermedades incurables
por la que todavía aguarda hecho preguntas
por la felicidad del hombre amaestrado
por la palabra que nos dará el olvido
por un cielo de puentes y llegadas
y por una verdad a cada rato.

Por el marinero que no aprendió a desembarcar
por el clavo caliente de estar vivo
por la alegría exacta de los tristes
por el vino de rostros que nadie puede arrebatarnos
y por la desesperación del vaso en la garganta.
Por los que mercan cada día tu trabajo
por los que “sí, cómo no, de cualquier modo”
por los principios con que algunos terminan sus crímenes
por todas las maneras de andar al descubierto
por los que memorizan cada día de sus años
y por ti, pero más por mí, pormigo mismo,
junto a esos zapatos caminando sin dueño a medianoche
brindo, tal vez de manera vulgar,
levanto mi copa enardecida
por los que ya nombré y por los que no me acuerdo,
dejo paga mi última sonrisa,
toco fondo.



En Mishiadura, Ediciones Colihue – Librería Hachette, Buenos Aires, 1978 / El primer poema es de Entrada prohibida, 1963; el segundo de 18 poemas, 1961 / 
Eduardo Romano (Avellaneda, 8 de junio de 1938) / Fotos: jmp