lunes, 22 de agosto de 2022

ALINE PETTERSSON La terquedad de las moscas



LAS MOSCAS Y LA LECHE 

     Probablemente se deba a que los domingos requieren de una explicación metafísica. El tiempo ese día cambia su paso, se vuelve horizontal, densamente horizontal. 

     Estaba yo en ese larguísimo periodo en que la espera a que la leche hierva se convierte en la imagen de una eternidad aterradora. En mi estado de spleen vi revolotear a dos moscas dentro de la no tan higiénica cocina. Eran la intensa contraparte a la inmovilidad del tiempo de la leche, de mi propio tiempo. Buscaban con esos finísimos sentidos suyos. Después de todo, son seres universales, y de la misma manera se arrojan sobre la divina miel cantada por los griegos, como cae sobre lo más sucio que se admite haber llevado dentro. 

      Hay algo en la terquedad de las moscas que les procura una agresión más allá del zumbido o del casi feérico toque de sus alas. Son insoportables. Insoportables, y si entretanto la leche no hierve, porque su tiempo, mi tiempo y el tiempo de las moscas no puede sincronizarse, el spleen se transforma en infinita melancolía. 

      Las moscas caminaban sobre un mueble cerca de mi vista inmóvil, mi cuerpo inmóvil. Después de muchos encuentros desafortunados, lograron juntarse y elevarse unidas dejando el tiempo horizontal como una gota de leche cuajada en una mesa, sin fuerza para escurrirse hasta el suelo. 

     Las moscas volaron juntas y yo les tuve envidia. 


FATALIDAD 

A José Antonio Alcaraz 

     No había luna, sólo el brillo punzante de las estrellas. De vez en cuando se escuchaba la voz ronca de algún búho y el suave susurrar de las hojas de los árboles. El cansancio los habia vencido. La respiración del anciano era pesada, regular como el romperse de las olas, cuya constancia hacía las veces de un espejo negro, profundamente negro. Ovillada, la joven también dormía. El trayecto fue largo, y la luz blanquísima del sol, que el hombre no podía ver, su caminar entre las breñas, apoyó en el brazo de la muchacha, el peso del tiempo, lo extenuaron. 

     Acaso un ruido más estridente de las aves nocturnas, acaso el estrellarse de una ola de mayor tamaño, acaso un rumor del alma hicieron perder al hombre el compás tranquilo de su aliento. El calor de la noche, la humedad de la brisa aposentada en su piel, el perfume intenso de la flora... o acaso sólo porque así tenía que suceder, los pensamientos del hombre se desbocaron, henchidos como las telas de una vela nave . 

     Ahí tan cerca yacía la joven ajena al mundo, presa de la fatiga. En uno de los movimientos del sueño, su cuerpo se aproximó al otro hasta tocarlo. El anciano, perdido en los pliegues de la noche, sentí la tibieza joven, aspiró su aroma. 

     La mano se posó con suavidad en los cabellos extendidos. Percibió su tersura, para después dejarse caer sobre los párpados cerrados, sobre la línea recta de la nariz, sobre la humedad carnosa de los labios. Y luego, inevitable, su recorrido por el cuello, por la redondez de paloma de los hombros, por la dureza virgen de los pechos. Condenada a seguir la marcha, descendió hasta las columnas cálidas del pórtico. 

     Ahí se detuvo, y un movimiento de horror sacudió la carne enjuta de Edipo mientras en el oleaje del sueño volvió a alejarse Antígona, su hija.






En Aline Pettersson, Material de Lectura, Serie el Cuento Contemporáneo, número 100, de la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), 2011 / Cuidado de la edición: Sonia Herrera y Claudia Pacheco / Selección y fotos: jmp / Gracias Nieves Viviani / 
Aline Pettersson (Ciudad de México, 11 de mayo de 1938) / Narradora y poeta / 
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.- 

sábado, 20 de agosto de 2022

JOSÉ LARRALDE En vos encontré la calma




MI VIEJO MATE GALLETA 

Mi viejo mate galleta
que pena me dio perderte, 
que mano tronchó tu suerte, 
tal vez la mano del tiempo. 
Si hasta creí que eras eterno, 
nunca imaginé tu muerte. 
En tu pancita verdosa
cuántos paisajes miré, 
cuántos versos hilvané, 
mientras gozaba tu amargo. 
Cuántas veces te hice largo
y vos sabías por qué. 
Cuando la yerba escasiaba
por falta de patacones, 
nunca pediste razones, 
pero me diste consejos: 
chupá, pero hacete viejo
sin llegar a los talones. 
Y en esos negros inviernos
cuando la escarcha blanquiaba, 
tu cuerpito calentaba
mis manos con su calor, 
pa' que el amigo cantor
se prendiera a la guitarra. 
Y ai´nomás se hizo la farra, 
vos y yo en un mano a mano, 
mate y guitarra en el claro, 
mate y guitarra en la sombra, 
en leguas a la redonda 
no hubo jagüel orejano. 
¡Ah! Compañero y hermano, 
qué destino más sotreta, 
nunca le di a la limeta, 
en vos encontré la calma, 
en este adiós pongo el alma, 
mi viejo mate galleta. 


CUANDO ME MUERA

El día en que yo me muera
que nadie llore por mí,
el llanto es agua salada
y la sal no echa raíz.
El llanto es agua salada
y la sal no echa raíz.
Tírenme de lomo al campo
y los ojos ábranme,
que quiero seguir mirando
el cielo que no alcance.
Que quiero seguir mirando
el cielo que no alcancé.
Que nadie rece por mi alma
y que nadie ruegue a dios,
ya no me quedan ni gracias
pa´pagar ese favor.
Ya no me quedan ni gracias
pa´pagar ese favor.
Voy caminando despacio,
total, igual via llegar.
La vida no tiene apuro,
la muerte sabe esperar.
La vida no tiene apuro,
la muerte sabe esperar.
Un día pensando en algo
quise soñar, ¿y pa´qué?
Me sobraba pensamiento
pero al sueño no lo hallé.
Tírenme de lomo al campo
y los ojos ábranme,
que quiero seguir mirando
el cielo que no alcancé.




En elepé Canta José Larralde, RCA Camben, 1967 / Letra y música: José Larralde / 
José Teodoro Larralde Saad (Huanguelén, partido de Coronel Suárez, provincia de Buenos Aires, 22 de octubre de 1937) / Fotos: jmp / 
Los autores y textos seleccionados por el coordinador forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.-







martes, 16 de agosto de 2022

VLADIMÍR HOLAN En poesía no pasa otra cosa




CAMBIOS

Nuestra esperanza reside en esto: estamos casi casi
más allá del límite de la última realidad.
Pero junto a la conciencia que se desvanece,
se encuentra precisamente la conciencia
cuyos cambios continuos permanecen…


MERECEN BESOS

Primero solo, segundo sin los otros,
tercero como guarda del faro…
¿Por qué pensar aún en las mujeres: esas puertas
cerradas de golpe o abiertas de par en par?
Hay libros que merecen besos…


ENTRADAS GRATUITAS

Vivimos en el mundo sin amor tal vez sólo porque
tememos la crueldad del amor…
No nos confesamos nuestra esperanza,
ni siquiera aquella sin la cual vivimos…
La impaciencia de nuestra desesperación reclama
ya sólo la autodestrucción o el milagro.
Y queremos un milagro
sólo para tentar a los santos…


LECTURA

Aquí dentro la noche y la lámpara
y los muslos del libro descaradamente abiertos
a la virilidad de tres palmos de Gilgamesh,
mientras que afuera el árbol de otoño
va resistiendo a todas las objeciones
de la hoja que se marchita,
y cuando la hoja cae lo ha conseguido ya…


CUANDO LLOVÍA

Ayer, cuando llovía y estaba contigo, aún una adolescente,
bajo el plátano, que arrojaba sobre nosotros
el examen escrito de las sombras y el examen oral del viento,
no quise, al besarte,
pasar inmediatamente del destino al oráculo,
y no quise preguntar cómo se dice:
te quiero, cuando eso se ha dicho ya…
Y tú tampoco necesitaste cambiar de nombre,
porque después
se produjo en tu regazo un eclipse…


PARA SÍ MISMO

¡Tantas manzanas y ningún manzano! Pero
ahora ya no hay aquí ni manzanas.
¡Tanta pasión y ningún amor! Pero
ahora ni siquiera hay aquí no bautizados.
Cada cual para sí,
y tenemos tiempo sólo para momentos.
No hay permanencia…


MAL

¡Que estamos mal, que no amamos,
oh amor y nada, oh ser por necesidad,
vosotros, enemigos de la vida!
En poesía no pasa otra cosa
aunque hay quien no sabe leer…


DE VERDAD ES ASÍ

No es que oscureciera, puesto que
la tiniebla es perpetua.
Y como no sabe lo que va a suceder
es también inactiva.
Y ésta es nuestra existencia: ciegos,
a tientas entre muros videntes,
ya que incluso lo que está en nosotros
nos escapa…



En La gruta de las palabras / Ediciones Galaxia Gutenberg, España, 2011 / Traducción: Clara Janés /
Los primeros cinco poemas pertenecen al libro En el último trance (1961 – 1965), 1967; los tres últimos a Un gallo para Esculapio (1966 – 1967), 1970 / Selección y fotos: jmp / Gracias Nieves Viviani / 
Vladimír Holan (Praga, 16 de septiembre de 1905 - 31 de marzo de 1980) /
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller, y su destino es solo para este objetivo.- 

sábado, 6 de agosto de 2022

RICARDO RUIZ Poemas de Husos del no



III

Nada es ya estable, sino alguna canción
repetida bajo todas las banderas.
Eugenio Montale

mousiké

a la sombra 
del silencio
en su noche
asoma
si pudiera ver
esa lengua 
que lame
la espalda 
temblando
antes de su escucha

una mirada 
oblicua
agua
de lo común
el pulso  
del recuerdo 
futuro
un aire 
que murmura 
en los cuerpos

el envés del aura

gotas
danzando
en lo que 
decimos
tiempo
las manos
que lo vibran
nota a nota
en sus huellas
o ruinas

no calla 

en los huesos
azar su voz
quiebra
y canta



trencadís

de su amor
el subrayado
de un libro
y un cuchillo
inicia
el rito
del olvido

bebe el agua
de su espejismo

solo queda
nada
la sombra
del dolor
lame
los dulces labios
de su herida
lo que no quiso 
saber
lo que no supo
la palabra 
desdicha

belleza
de lo roto 
y lo reunido

perdido
y encontrado
otra vez
canta
lo que resta del no

.

otra letra
en el mar
que nace
en su nombre
abre
del paraíso 
sus ramas
lo que no espera
harto 
de beber
sed infinita
en su boca
encuentra
de agua 
raíz
del cielo 
una orilla
donde perdido
hallarse
en vos
decirse 
en su amor 
saber 
lo que no 
conoce

solo 
escucha 
sus manos
hilo de luna 
en el hueco 
de la noche

de volar
en su cuerpo
anida

.

no
es un sueño

abre
sendas
en el monte
en sus ramas
entrelazadas
las manos
buscan
entre
infinitas
ciudades
sus pasajes

el río
que escuche
lo que un sueño
quiere decir 
y no dice 

en la bruma
del cielo
su propia luz 

apenas
el aire
que lo dibuja
escribe
el sonido
del alba

no es un sueño



En Husos del no, Ediciones Barnacle, junio de 2022 / Selección y fotos: jmp /
Ricardo Ruiz (Buenos Aires, 16 de noviembre de 1953) /

lunes, 1 de agosto de 2022

SUSANA CABUCHI Siempre estaba el verano





Detrás de las cortinas, 
la luna. 
Silban 
dos pájaros nocturnos 
y el silencio. 
Han llamado a la puerta. 

Dijeron: 
tiene los ojos tristes, 
se nota 
que no ha comido 
en días, 
su ropa está manchada. 

Trae el olor del jume, 
dice la madre, 
el olor de mi pueblo 
cuando soplaban los vientos del sur. 
Puede quedarse.



Sobre la cama de los padres 
siempre estaba el verano. 
En los días de frío, 
cuando los vidrios se empañaban, 
el cubrecama 
nos ofrecía 
ramos de siemprevivas, 
cuatro fruteras llenas de sabores 
y un niño desnudo 
con racimos de uvas 
en las manos. 
Solíamos recostarnos 
y repasar con los dedos sus bordados: 
suaves colinas de hilo 
nos guiaban 
hacia un tiempo más cálido 
de atardeceres en la huerta. 
El viajero 
desde el umbral 
nos miraba 
recordando 
               tal vez 
                        otros viajes, 
algún querido 
lejano cubrecama.


10 

El viajero 
dice 
que un gran artista 
pintó una silla de paja 
igual 
a la que usa mi padre 
cuando mira la noche. 
Una simple 
                  –repite– 
útil, inolvidable silla. 
Y cada vez que la ve 
levanta el arco de las cejas 
y sonríe una sonrisa 
que no entendemos. 
Que no entenderíamos nunca.


13 

Hace frío. 
Un triángulo de luz blanca 
de luna 
se acomoda sobre el piso de la galería. 
En la cocina 
el viajero prepara 
comida de un lejano país 
nos enseña palabras en otro idioma 
y nos habla de música. 
Agustina sube a un banco de pino 
y muy suavemente 
le saca de la cabeza 
una mariposa 
pequeña, 
                casi dorada.


17 

Al ingresar a una sala 
que no usamos, 
el viajero descubrió 
el viejo piano. 
Apenas rozó algunas teclas 
y salió 
apresuradamente de la casa. 
Se dirigió 
hacia las colinas 
como si tuviera que hacer 
algo muy importante 
pero creemos 
que se alejaba 
para que no lo viéramos llorar.


25 

El viajero 
se ha ido. 
Sabíamos que se iría, 
hasta esperábamos que lo hiciera 
porque para nosotros 
más que un hombre 
era un viaje. 
Ha dejado flores 
sobre la mesa de todos 
y la cadena 
con su amuleto de madera oscura, 
colgada 
en el respaldo de mi cama. 



En El viajero, Ediciones Viento de Fondo, Córdoba, Argentina, primavera de 2018 / Selección de textos, fotos (láminas de Vincent Van Gogh) y video: jmp / 
Susana Cabuchi (Jesús María, Córdoba, 1948 – 26 de julio de 2022) /
Los autores y textos forman parte de estudio en ejercicios de taller.-

José María Pallaoro lee a Susana Cabuchi /