jueves, 29 de julio de 2021

TAMARA KAMENSZAIN La boca de la muerte está cerrada

 

  

         La mejilla mientras bailamos juntos

está caliente.

Imposible

no estás no estamos bailo sola

es una música de olvido

traza tus ojos abstractos

como pintora

los pego en la línea de mi hombro

me sigue Picasso por la pista

parejas abrazadas a la luz

tu cara la sombra

engorda de la mía

y armamos un escándalo

que se desencaja

estalla en una voltereta

que es toda oreja

cuando grito háblame

ahora escucho

se cuela una línea de bolero:

“Eternamente”.

En mi cabeza fría

dibujado

te vas con otra.

 

 

*

 

 

         En invierno de nupcias reversibles

bajo el acolchado sin vos no sirvo

la cara tapáme de tu esposa que

salto de cama corro las cortinas

quiere tragarnos la luz en celosía

desabrocharnos quiere

el botón negro penumbra del piyama

cuando hau un lío, sábanas campales

y esa montaña de ropa desvestida

amaneciendo al borde con nosotros.

 

 

*

 

 

         Nombra la enfermedad de los abuelos

que con ella enracimados crecen

en la memoria del adulto enfermo

(enajenado, que en ella decrece

Hacia la vaga infancia de su cuerpo).

Ridículo se empacha de temores

por el seno engomado de la sonda

y en círculo los vomita, vicioso

de cura, adicto de madre, al miedo.

Cosida con los puntos de su trazo

la boca de la muerte está cerrada

mas por el blanco de su herida neutra

en silencio se expide, anestesiada.

 

 

 

 

 

Selección de textos jmp de los libros La casa grande, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1986; Vida de living, Editorial Sudamericana, Buenos Aires,, 1991; Tango Bar, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1998 / Fotos: jmp

Tamara Kamenszain (Buenos Aires, 9 de febrero de 1947 - 28 de julio de 2021)

miércoles, 28 de julio de 2021

FITO PÁEZ Nadie nos prometió un jardín de rosas


 

AL LADO DEL CAMINO

 

Me gusta estar al lado del camino
Fumando el humo mientras todo pasa
Me gusta abrir los ojos y estar vivo
Tener que vérmelas con la resaca
Entonces navegar se hace preciso
En barcos que se estrellen en la nada
Vivir atormentado de sentido
Creo que esta sí es la parte más pesada

 

En tiempos donde nadie escucha a nadie
En tiempos donde todos contra todos
En tiempos egoístas y mezquinos
En tiempos donde siempre estamos solos
Habrá que declararse incompetente
En todas las materias del mercado
Habrá que declararse un inocente
O habrá que ser abyecto y desalmado

 

Yo ya no pertenezco a ningún ismo
Me considero vivo y enterrado
Yo puse las canciones en tu walkman
El tiempo a mí me puso en otro lado
Tendré que hacer lo que es no debido
Tendré que hacer el bien y hacer el daño
No olvides que el perdón es lo divino
Y errar, a veces, suele ser humano

 

No es bueno nunca hacerse de enemigos
Que no estén a la altura del conflicto
Que piensan que hacen una guerra
Y se hacen pis encima como chicos
Que rondan por siniestros ministerios
Haciendo la parodia del artista
Que todo lo que brilla en este mundo
Tan solo les da caspa y les da envidia

 

Yo era un pibe triste y encantado
De Beatles, Caña Legui y maravillas
Los libros, las canciones y los pianos
El cine, las traiciones, los enigmas
Mi padre, la cerveza, las pastillas, los misterios
El whisky malo, los óleos, el amor, los escenarios
El hambre, el frío, el crimen, el dinero y mis diez tías
Me hicieron este hombre enreverado

 

Si alguna vez me cruzas por la calle
Regálame tu beso y no te aflijas
Si ves que estoy pensando en otra cosa
No es nada malo, es que pasó una brisa
La brisa de la muerte enamorada
Que ronda como un ángel asesino
Mas no te asustes, siempre se me pasa
Es solo la intuición de mi destino

 

Me gusta estar al lado del camino
Fumando el humo mientras todo pasa
Me gusta regresarme del olvido
Para acordarme en sueños de mi casa
Del chico que jugaba a la pelota
Del 4-9-5-8-5
Nadie nos prometió un jardín de rosas
Hablamos del peligro de estar vivo

 

No vine a divertir a tu familia
Mientras el mundo se cae a pedazos
Me gusta estar al lado del camino
Me gusta sentirte a mi lado
Me gusta estar al lado del camino
Dormirte cada noche entre mis brazos

 

Al lado del camino
Al lado del camino

 

Al lado del camino
Es más entretenido y más barato

 

Al lado del camino
Al lado del camino

 

 

  

“Al lado del camino” es el tema 2 del disco Abre, editado el 27 de julio de 1999

Rodolfo “Fito” Páez (Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina, 13 de marzo de 1963) / Fotos: jmp






jueves, 22 de julio de 2021

JUAN L. ORTIZ Poema “Gualeguay” en dos versiones


 

GUALEGUAY

 

Érase una hondonada que el tiem­po hiciera rosa,

para aspirar mejor los sentidos del cielo

y que este cielo al fin, tal una mariposa,

diera en la misma flor hojeándose el anhelo.

 

Érase que esta flor de su luz pudoro­sa

ardiera como un alma sobre el oscuro suelo

aunque en llamas de honores fuera ya numerosa

y en la línea del véspero fosforeciese el vuelo.

 

Érase que el espíritu de las quintas un día

rebosase en las copas el encuentro de todo

cuando la noche el suyo puntea de concierto:

 

así haz de ti la futura ar­monía,

de ti, la rosa lisa pero alada de modos,

de ti la diade­mada por el numen del huerto.

 

 

Versión distinta a la publicada en Obra completa /

En revista Crisis, número 39, Buenos Aires, julio de 1976 /

Director asesor: Eduardo Galeano / Director editorial: Vicente Zito Lema

 

 

Versión en Obra completa, 1996

 

GUALEGUAY

 

Érase una hondonada que el tiem­po hiciera rosa

para aspirar mejor los sentidos del cielo

y que este cielo al fin tal una mariposa

diera en la misma flor hojeándose el anhelo.

 

Érase que esta gracia por veces lumino­sa

ardiera como un alma sobre el oscuro suelo

aunque en llamas de honores fuera ya numerosa

y en la línea del véspero fosforeciese el vuelo.

 

Érase que el espíritu de las quintas un día

campanillase en copas el encuentro de todos

bajo parras que filtran estrellas en concierto…

 

Así dirá de ti la futura ar­monía…

de ti, la abierta al sur de los fluviales modos…

de ti en la ronda siempre de los duendes del huerto.

 

 

 

Juan Laurentino Ortiz nació el 11 de junio de 1896 en Puerto Ruiz, cerca de Gualeguay (provincia de Entre Ríos), ciudad donde vivirá hasta 1942 cuando se muda a Paraná. Murió el 2 de septiembre de 1978 / Fotos: jmp

martes, 20 de julio de 2021

PIERRE REVERDY Un muerto en la casa


 

SECRETO

 

La campana vacía

Los pájaros muertos

En la casa donde todo se aduerme

Las nueve

 

La tierra permanece inmóvil

Se diría que alguien suspira

Los árboles tienen el aire de sonreír

El agua tiembla al extremo de cada hoja

Una nube atraviesa la noche

Delante de la puerta un hombre canta

 

                   La ventana se abre sin ruido

 

NOCTURNO

 

         La calle está enteramente negra y la estación no ha dejado huellas. Yo hubiera querido salir, y me retienen la puerta. No obstante, allá arriba alguien vela aunque la lámpara está apagada.

         Mientras que los faroles de gas ya no son más que sombras, los carteles se persiguen a lo largo de las empalizadas. Escucha: no se oye el paso de ningún caballo. Sin embargo, un jinete gigantesco corre sobre una bailarina, y todo se pierde girando detrás de un terreno vago. Sólo la noche conoce el lugar donde ellos se reúnen. Desde el amanecer, revestirán, como siempre, sus colores brillantes. Ahora todo calla. El cielo guiña ojos innumerables y la luna se esconde entre las chimeneas. Los gendarmes mudos, y sin ver nada, mantienen el orden.

 

 

NÓMADE

 

         La puerta no se abre

La mano que pasa

                   A lo lejos un vaso que se quiebra

         La lámpara humea

Las chispas que se encienden

                   El cielo es más seguro

                            Sobre los techos

 

Algunos animales

sin su sombra

 

                                      Una mirada

                            Una mancha sombría

 

La casa en la cual no se entra.

 

 

LA LLAVE DE VIDRIO

 

         Huecos del muro, huecos de la chimenea y de mi pipa. En el rincón dos bastones en X se baten. ¿Quién los tomará? No hay nadie a la mesa, nadie sobre el lecho y los sillones están vacíos. Alguien quiere salir. Pero no soy yo quien ha soplado la lámpara y no es mi paso el que desciende la escalera. ¡Hay también, puede ser, un muerto en la casa!

 

 

MECANICA VERBAL Y DON DE SÍ

 

         Ninguna palabra, sin duda, hubiera podido expresar mejor su alegría. Él la dijo, y todos los que esperaban contra el muro, temblaron. Había en el centro una gran nube -una enorme cabeza- y los otros observaban fijamente los menores pasos marcados sobre el camino. No había nada, sin embargo, y en el silencio las actitudes se volvían más difíciles. Un tren pasó detrás de la barrera y envolvió en su niebla las líneas que sostenían el paisaje de pie. Y todo desapareció entonces, mezclándose con el ruido interrumpido de la lluvia, de la sangre perdida, del trueno de las palabras maquinales del más importante de todos esos personajes.

 

 

TODAVÍA ANDAR

 

         ¿Si se levanta cuando yo pase cerca de él, si llora cuando llegue la noche, si no grita? Habré creído verle y todo estará terminado.

         Muchas horas de camino en el sendero donde la hierba ya no vive. He caminado largo tiempo y me he perdido. No osaba volver sobre mis pasos ni llamar. Y sentía detrás de mí sus ojos que me buscaban.

         Una pequeña luz se ha encendido a lo lejos ente los árboles. Una ventana donde no podré llamar. El fuego donde se me rehúsa dejarme calentar. Y no tengo ni siquiera el derecho de detenerme. Un muro enfrente de mí se ha puesto a retroceder.

         Las campanas suenan en el campanario de una aldea lejana y yo no sé qué hacer de mis manos. Avanzar, a pesar del viento y la noche que sube lentamente. No tengo abrigo. En la sombra oigo el paso de los caballos.

         ¿Dónde vas a conducirme? El albergue está muy lejos para ir allá. Las gentes se van no sé adónde, y yo me pongo a seguirlas. De pronto una mano de niño me ha hecho señal de quedarme. Sólo yo estoy perdido aquí ante nosotros, ante vosotros todos, y ya no puede irme jamás.

 

 

CADA UNO SU PARTE

 

         Ha cazado a la luna y ha dejado la noche. Una a una, las estrellas han caído en un hilillo de agua viva.

         Detrás de los álamos blancos, un extraño pescador espía impacientemente con un solo ojo abierto, oculto bajo su ancho sombrero, y la línea de cordel se estremece. Nada pesca, pero va llenando su bolsa de cuero con piezas de oro cuyo destello se apaga en el cesto cerrado.

         Otro hombre espera a mayor distancia de la orilla. Más modesto, pesca en el charco de lodo que ha dejado la lluvia. Esta agua, venida del cielo, estaba llena de estrellas.

 

 

ESPÍRITU PESADO

 

         Está extendido y duerme. Es un cuerpo muerto. Un último rayo alumbra su rostro sereno en el que brillan dientes sin resplandor. Las horas suenan suavemente en torno de su cabeza, y él no las escucha. De tiempo en tiempo, un sueño pasa como una nube en que se mezclan los grabados del fondo.

         A la derecha danzan algunas llamas que no suben muy alto, y si los brazos se levantaran tocarían el techo.

         Hombres sin existencia real suspiran en los rincones, y todos los libros entreabiertos han caído, uno a uno, sobre la alfombra desteñida. El silencio. La calma. El sueño que desciende tan dulcemente como la noche.

 

 

MÁS TARDE

 

         El tiempo pasado en una habitación donde todo es negro volverá más tarde. Entonces yo traeré una pequeña lámpara y os alumbraré. Se precisarán los gestos confusos. Y podré dar a las palabras un sentido que no tenían antes y contemplar un niño que duerme sonriendo.

         ¿Es posible que sigamos siendo nosotros mismos al envejecer? Hay algunos fragmentos de ruinas que caen. No se levantarán ya nunca más. Hay también algunas ventanas que se iluminan. Y ante la puerta un hombre sólido y dulce que conoce su fuerza y espera: él mismo no reconocería su propio rostro.

 

 

SALA DE ESPERA

 

         Un beso de tus labios muertos y la partida de este albergue donde he pasado completamente solo toda mi vida. Nada de patio: enseguida la ruta y las viejas diligencias persistiendo entre el polvo tranquilo y más fuerte que las espesas humaredas.

         El viaje, las partidas y la calma. Se llegará y se volverá a partir eternamente sobre las rutas, siempre las mismas a pesar de su número.

         Y los árboles, los postes telegráficos, las casas, tomarán la forma de nuestra edad.

 

 

AIRE

 

Olvido

         puerta cerrada

Sobre la tierra inclinada

Un árbol tiembla

                  Y solo

                   un pájaro canta

 

         Sobre el techo

         No hay más luz

                   que el sol

 

Y los signos que hacen tus dedos.

 

 

 

 

En Antología poética de Pierre Reverdy, Ediciones “Asia América”, Tokio, 1940 / Versión libre, selección y notas de Jorge Carrera Andrade (Ecuador, 1903 – 1978)

Pierre Reverdy (Narbona, Francia, 13 de septiembre de 1889 – Solesmes, 17 de junio de 1960) / Selección y fotos: jmp

sábado, 17 de julio de 2021

FERNANDO PESSOA Al final de este día



21

         Al final de este día queda lo que quedó de ayer y quedará de mañana: al ansia insaciable e innúmera de ser siempre el mismo y otro.

 

 

26

         Dar a cada emoción una personalidad, a cada estado de alma un alma.

 

 

50

         Hablar es tener demasiadas consideraciones con los demás. Por la boca mueren el pez y Oscar Wilde.

 

 

81

         ¡Cuánto tiempo hace que no escribo! He pasado, en unos días, varios siglos de renuncia insegura. Me he estancado, como un lago desierto, entre paisajes que no existen.

         Mientras tanto, me corría bien la monotonía variada de los días, la sucesión nunca igual de las horas iguales, la vida. Corría bien. Si durmiese, no me correría de otro modo. Me he estancado, como un lago que no existe, entre paisajes desiertos.

         Es frecuente el desconocerme —lo que sucede con frecuencia a los que se conocen… Me hago compañía en los varios disfraces con que estoy vivo. Poseo, de cuanto muda, lo que siempre es lo mismo; de cuanto se hace, lo que no es nada.

         Recuerdo, lejano en mí, como si viajara para dentro, la monotonía, todavía diferente, de aquella casa provinciana... Allí pasé la infancia pero no sabría decir, si quisiese hacerlo, si con más o menos felicidad que paso la vida de hoy. Era otro el quien soy que vivía allí: son vidas diferentes, distintas, incomparables. Las mismas monotonías, que las aproximan por fuera, eran sin duda diferentes por dentro. No eran dos monotonías, sino dos vidas.

         ¿Con qué propósito me acuerdo?

         El cansancio. Recordar es un descanso, porque no es hacer. Qué de veces, para que el descanso sea mayor, recuerdo lo que no fui, y no hay nitidez ni añoranza en mis memorias de las provincias en que estuve como los que moran, tabla a tabla del entarimado, oscilo el oscilo de otras, en la vastas salas donde nunca viví.

         De tal modo me he convertido en la ficción de mí mismo que cualquier sentimiento natural que tengo, desde luego, desde que nace, se me transforma en un sentimiento de la imaginación: la memoria en sueños, el sueño en olvidarme de él, el conocerme en no pensar en mí.

         De tal modo me he desnudado de mi propio ser que existir es vestirme. Sólo disfrazado es cuando soy yo. Y, en torno a mí, todos los ocasos incógnitos doran, al morir, los paisajes que nunca veré.

 

31-3-1934

 

 

96

         Vivir es ser otro. Ni sentir es posible si hoy se siente como ayer se sintió: sentir hoy lo mismo que ayer no es sentir: es recordar hoy lo que se sintió ayer, ser hoy el cadáver vivo de lo que ayer fue la vida perdida.

         Apagarlo todo en el cuadro de un día para otro, ser nuevo con cada nueva madrugada, en una revirginidad perpetua de la emoción: esto, y sólo esto, vale la pena ser o tener, para ser o tener lo que imperfectamente somos.

         Esta madrugada es la primera del mundo. Nunca este color rosa amarilleciendo para blanco caliente se ha posado así en la faz con que el caserío del oeste encara lleno de ojos vidriados el silencio que viene en la luz creciente. Nunca hubo esta hora, ni esta luz, ni este ser mío. Mañana, lo que sea será otra cosa, y lo que yo vea será visto por unos ojos recompuestos, llenos de una nueva visión.

         ¡Altos montes de la ciudad! Grandes arquitecturas que las cuestas escarpadas sostienen y engrandecen, resbalamientos de edificios diferentemente amontonados, que la luz teje de sombras y quemazones, sois hoy, sois yo, porque os veo sois lo que [...] y os amo desde la amurada como un navío que pasa junto a otro navío y tiene añoranzas desconocidas en el paisaje.

 

18-5-1930

 

 

190

         El mismo escribir ha perdido la dulzura para mí. Se ha trivializado tanto, no sólo el acto de dar expresión a emociones cuanto el de perfeccionar frases, que escribo como quien come o bebe, con más o menos atención, pero medio enajenado y desinteresado, medio atento y sin entusiasmo ni fulgor.

 

 

 

En Libro del desasosiego de Bernardo Soares, Seix Barral, Barcelona, España, 1986 / Traducción del portugués, organización, introducción y notas de Ángel Crespo (España, 1926 – 1995)

Fernando Pessoa (Lisboa, Portugal, 13 de junio de 1888 – 30 de noviembre de 1935) / Selección de textos y fotos: jmp

miércoles, 14 de julio de 2021

RAQUEL JADUSZLIWER Imaginar la ausencia


IMAGINAR LA AUSENCIA

 

Así como al vampiro no le es dado reflejarse en los espejos

tampoco nos está permitido imaginar la ausencia

esto se debe a que no le ha sido concedida el acceso a la mirada

ni el don de los sonidos

ni una tonalidad propia, aunque más no sea para virar

hacia lo transparente

 

para poder imaginar la ausencia

pienso en el río inmóvil

pienso en lo que se oculta bajo la superficie

pregunto ¿dónde estará guardado lo que no se da a ver?

 

pero esa no es la ausencia

tan sólo son preguntas

fugan hacia delante

porque quién de nosotros querría en verdad saber

qué es lo que pertenece a los fondos del agua

 

para poder imaginar la ausencia

pienso en largos caminos

en distancia

 

pero esa no es la ausencia

es tan sólo tristeza

memoria

camposanto

 

para poder imaginar la ausencia

pienso en mi madre que contaba con cuarenta y dos años el día en que murió

ya no se corresponde con nada para ver o tocar entonces

¿cómo poder imaginar la ausencia de un

desvanecimiento?

 

para poder imaginar la ausencia

me quiebro estas muñecas, esta frente

caigo sobre las piedras

 

y todos los razonamientos se estrellan como insectos

contra un vidrio impasible atravesado por la noche.

 

 

 

ME IRÉ CON LAS VISIONES debajo de los párpados

las llevaré conmigo para que dibujen en mi oscuridad

 

y qué importa ya si coincide la cosa con su sombra

el pensar con su espejo

 

que se acople mejor la nube con su sueño

blanda como una madre antigua en una cuna de aire

 

adiós la realidad, ese peso, ese ancla

aquí quedará apenas un hueco con mi forma

un vacío simplísimo en un campo de agua pesada.

 

 

 

AQUÍ PONDRÍA LA MESA

la ventana

tras el muro la puerta

y otra puerta

y en el fondo la cama

y así angostada la habitación al fondo

de pie

como si me velara

 

y unas flores de piedra con su tallo de agua

su perpetua caída

la tarde tan severa

los días de aquí en más

 

pero adelante, enfrente

por adelante enfrente pondría un horizonte

por la línea extendida iría la caravana

 

la veo así, perdiéndose

con ese andar callado

tan habitual entre los peregrinos.

 

 

 

En Las razones del tiempo, Editorial Lisboa, Buenos Aires, Argentina, 2018

Raquel Jaduszliwer (San Fernando, provincia de Buenos Aires, Argentina, 19 de mayo de 1946), reside en la Ciudad de Buenos Aires / Selección de textos y fotos: jmp

miércoles, 7 de julio de 2021

PABLO CHACÓN Un pájaro muerto sobre la mesa familiar



PARA EMPEZAR

 

Caigo como un pájaro muerto

sobre la mesa familiar.

 

 

EN LA PAZ

 

Un hotel de paredes ruinosas y baños destartalados.
Cinco o seis tipos en una habitación,
intentan hablar y no pueden:
se ríen.
El más joven se levanta,
dibuja con el dedo ojeras en su cara.
Hay un cuchillo sobre la cómoda
y bolsas de dormir abiertas.
Hace frío.
Parados, como los autómatas,
algunos hacen señas a los autos.
En la habitación, una gota de sangre
se destaca en el papel secante.

 

 

LA QUIETUD DEL DESASTRE

 

Un tren se detiene en el andén vacío

(la cámara queda fija en la cara del pasajero contra el vidrio)

y funde a negro.

Es un momento nomás:

esa cara es tu cara

antes de prender la luz.

 

 

LA CAUSA PERDIDA

 

A ras de tierra,
un brillo en el cielo.
         Avanza la tarde. Unos patos se disparan,
el matorral está en calma.
El auto junto al árbol,
vacío.
         Cuando me estiro veo todo lo que tengo.

 

 

EL GRANO DEL INVIERNO

 

En la rama más alta se encorva un pájaro negro.
Por la mañana está ahí,
y el frío del final del día parece volverlo más negro.
La casa está vacía. Se amontonan las cajas en uno de los cuartos.
Por las ventanas clausuradas entra la luz del invierno.
El pájaro está quieto.
Yo me voy,
y espero poder olvidarlo.

 

 

*

 

 

Pesa, mojado, cuarenta kilos: el pelo al rape.
         Tirita, como un sonajero.
         Escucha, sentado, de frente
a una persiana caída
las voces de la calle y las latas saltar a piedrazos.
Se mira las uñas, el diente podrido en el espejo.

 

 

Vamos uno al lado del otro,

en fila, apretados, apurados,

pidiendo aire: en malón.

A los saltos por escaleras mecánicas.

En todas las esquinas.

 

 

Tuvo dos, tres amantes,
y supo decir: “como dos, tres Vietnam”:
después se amancebó.
¿Fue presa de la teoría del foco o del reformismo?
         Sus chicas lo vieron digno,
sin ceder a las enseñanzas de Don Juan.

 

 

VARIACIONES SOBRE UN POEMA DE LI PO

 

Mi tierra natal
es helada,
el aire es diáfano en invierno
y brumoso
a orillas del mar:
rasante el viento del verano.
De la primavera quedó una expectativa
y poco más,
tanto hace que me fui.

 

 

Estábamos los de siempre aquella noche.
Entre los pinos altos del fondo se movían las sombras.
Se encendió una vela,
         apagamos las luces, se hizo silencio
         y nos tomamos las manos.

 

Durante el relumbrón, sin abrir los ojos
reconocí la voz
y no dije nada.
Todavía habla -pensé- en esa lengua extraña.

 

 

Y alrededor del ataúd

unos cuantos parientes y los amigos

y un nene que canta “sos el último”,

“sos el último”, “sos el último”.

 

 

*

 

I

 

Aplastó con el dedo la palabra misterio:

se hizo la luz,

saltaron los tapones, los arcanos,

y la piedra que guardó el centésimo nombre del Eterno

selló unos días sin sombra

bajo el círculo concéntrico del halcón.

 

 

El sonido es como un alegre mutis por el foro
que hicieran mil mujeres.
La ruta se extiende recta entre cadenas de montañas;
más lejos está el olvido, el simulacro del olvido…
¿Quién puede olvidar?
Los muertos pesan: son piedras que aplastan a los vivos
y retornan, sin horario, muertos están,
dejados a un lado, se levantan como la piel quemada
y caminan por una ruta entre cadenas de montañas.
El frío neutro se los lleva de la escena,
quebradizos juncos de luz.

 

 

En su desesperación, la mente no juega a la realidad.

 

         Ahora, después de la cornisa,

rompemos el silencio.

 

         Se escuchan los tambores de la resurrección, Isolda,

pero no hay dudas: no Hay aviones en el cielo.

 

         Tristán es el muerto.

 

 

II

 

MAR DEL PLATA

 

En la avenida Luro, al final, hay un muelle de madera

         y cemento.
Era el muelle favorito de Repetto y de Bronzini,

         socialistas ilustrados en el Jockey Club,

         rosa de los vientos que un día amaneció muerta,
piedra sobre piedra,
         bajo un paño gris ceniza,
todo humo y escarnio.
         Esa noche sonó la sirena y otra, mucho después,
alerta al golpe que partió la proa de un barco perdido

         y sin rastros de tripulación.

 

Esperamos en la colina. Esperamos mudos.
El muelle de madera y cemento es un dibujo iluminado,

         y la playa plana a los costados,
un espacio vacío, visitado por resplandores lunáticos.
         Ni una sombra, nada, relámpagos,
arriba
         y a la distancia, un silencio enorme como el miedo.
El resto es desprecio.
         El desprecio se cultiva.
         El desprecio es la única planta que se traga al miedo.
Pero consideremos, por respeto, al humor del comensal:

         las escaras del muelle, chatas,
infladas de parásitos, de lombrices, de larvas encerradas

         que apolillan la materia y los bajíos,

         los revoques de urgencia,
la prosperidad de temporada,
y los caprichos de la gravedad: marea alta y bandazos,

         oleadas y bandazos
que el comensal apunta, y suma a los escapes de un gas

         que pica en los ojos, la nariz,
arruina el aliento…
         ¿es un pozo, un osario?

 

Al fondo del muelle,
entre los cascotes derrumbados y las gaviotas muertas,

         a unos doscientos metros de la costa,
crece un tumor.
         Es la carta robada.
Los pescadores todavía silban una martingala afantasmada,

compuesta
         para intimidar suicidas.

 

El cartel de neón chisporrotea GAN A, CIA,
o GANCIA eventualmente:
         sobre la trayectoria estacional de la arena
se acumulan intensidades y un falso punto de vista.
         El mar es mi casa, los muertos no están muertos.
Los años pasaron desde entonces.
         La ciudad está ahí.
Los restoranes cierran a las ocho. El casino no cierra.
         Hay negocios vacíos y otros clausurados.
Hay autos abandonados y calles vacías.
         Hay vías de tren abandonadas,
solares quemados por el frío, y al sur, entre el puerto y el faro,

         bajando desde Alem, una ruta brumosa se estira,
camino al chaparral que algunos, exagerando,
llaman infierno.
Es necesario acelerar, ajustar las luces altas,
         cambiar de ángulo y foco.
En el infierno flamea la bandera roja.
         Pero como el marinero polaco,
yo no quiero ahogarme, sino nadar hasta hundirme.
Sobrevivir a nuestras catástrofes es una prueba de canalla.

 

         ¿Quién lo duda?
¿Los viejos?
         Para un viejo nada es contemporáneo.
         Y acá, en el balneario, no hay más que viejos

convertidos
         a la utopía de un verano eterno.

 

 

 

 

Selección de textos y fotos jmp (de los libros El grano del invierno, 1994; El espía, 1997; Calor quieto, 2000. Todos editados por Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, Argentina)

Pablo Chacón (Mar del Plata, 27 de diciembre de 1960 - 1 de enero de 2018)