jueves, 30 de abril de 2009

Idea Vilariño: El amor y otros poemas


En El espiniyo, n° 4, otoño - invierno de 2006



El amor


Un pájaro me canta
y yo le canto
me gorjea al oído
y le gorjeo
me hiere y yo le sangro
me destroza
lo quiebro
me ayuda
lo levanto
lleno todo de paz
todo de guerra
todo de odio de amor
y desatado
gime su voz y gimo
río y ríe
y me mira y lo miro
me dice y yo le digo
y me ama y lo amo
–no se trata de amor
damos la vida–
y me pide y le pido
y me vence y lo venzo
y me acaba y lo acabo.


Anoche


Anoche entre mis sueños
puñado de cenizas
hice el amor contigo
sereno y exquisito
contigo que hace tanto
hace tanto estás muerto.

(Febrero, 21, 1990)


Con los brazos atados

Con los brazos atados a la espalda
un hombre
un hombre feo y joven
un rostro algo vacío
con los brazos atados a la espalda
lo hundían en el agua de aquel río
–un rato nada más
lo estaban torturando no matándolo–
con los brazos atados a la espalda.
No hablaba y lo pateaban en el vientre
con los brazos atados lo pateaban
le pateaban el vientre los testículos
se arrollaba en el suelo
lo pateaban.
Ahora mismo
hoy
lo están pateando.

(Agosto 13, 1969)


Los adioses


Morirse
no morirse
y estarse triste repartiendo adioses
moviendo
adiós
apenas
el pobre corazón como un pañuelo.

(2001)


Sabés


Sabés
dijiste
nunca
nunca fui tan feliz como esta noche.
Nunca. Y me lo dijiste
en el mismo momento
en que yo decidía no decirte
sabés
seguramente me engaño
pero creo
pero ésta me parece
la noche más hermosa de mi vida.

(La Habana, 1968)


L.V.


Ahí estabas
estás
estarás siempre
mirando qué
inmóvil
distraído.
Siempre.
Mientras yo esté.


Decir no

decir no
atarme al mástil
pero
deseando que el viento lo voltee
que la sirena suba y con los dientes
corte las cuerdas y me arrastre al fondo
diciendo no no no
pero siguiéndola.

-


Y diré que estoy triste
qué otra cosa decir
nada más
que estoy triste.
Estoy triste.
Eso es todo.

(Octubre 20, 1995)


La metáfora


Quemame dije
y ordené quemame
y llevo llevaré
–y es para siempre–
esa marca
tu marca
esa metáfora.

(Madrid, 1989)


El fuego


Sin él
aquí
sin él.
Su fuego susurrando.

(Las Toscas, junio 13, 1987)


Esto


Esto que va que viene
que llevamos que traemos
de un lado a otro
huesitos ganglios médulas
la voz el tacto dulce
el cristalino
el pubis
esto que cada noche
guardamos
frágil cosa
todo esto
qué es esto
sangre
aliento
piel
nada.

(Febrero 2, 2002)

-


Tanto que estuve amando
tanto tiempo
tanto que amé
que tuve
y que ya dejo
porque este mundo mío
ya no es mío
porque ahora abandono
y resigno
y me voy
y doy la espalda.

(Enero 14, 1990)




En: el espiniyo / revista de poesía de las cuatro estaciones año 02 número 04 otoño – invierno 2006___________
La conocimos este verano en su casa de Montevideo aunque desde siempre nos acompaña su poesía. Nos habló con pasión de política, con cierto dejo desesperanzado, y de literatura. Luego supimos que estaba a punto de realizarse una importante operación de la que hoy se está reestableciendo. Es una de las principales voces de su generación y de las que le precedieron, desde el inicial La suplicante (su primer cuaderno poético de 1945) hasta su Poesía Completa (Cal y Canto, 2003). Luis Alberto Spinetta llegó a decir que la poesía de I.V. “...tiene una carga humana tan grande que realmente es monumental.” En página 27 Irina Bogdaschevski comenta Al amor (edición bilingüe castellano-alemán). De este libro fueron extraídos la mayoría de los textos que aquí presentamos.

miércoles, 29 de abril de 2009

La canción y el poema




La canción y el poema
(Letra: Idea Vilariño. Música: Alfredo Zitarrosa).


Hoy que el tiempo ya pasó
hoy que ya pasó la vida
hoy que me río si pienso
hoy que olvidé aquellos días
no se por qué me despierto
algunas noches vacías
oyendo una voz que canta
y que tal vez es la mía...

Quisiera morir...
ahora... de amor.
Para que supieras
como y cuanto te quería
quisiera morir...
ahora... de amor
para que supieras...
Algunas noches de paz
si es que las hay todavía
pasando como sin mí
por esas calles vacías,
entre la sombra acechante
y un triste olor de glicinas
escucho una voz que canta
y que tal vez es la mía...

Quisiera morir...
ahora... de amor.
Para que supieras
como y cuanto te quería
quisiera morir...
ahora... de amor
para que supieras...

martes, 28 de abril de 2009

“Preguntas” y otros poemas de Raúl Gustavo Aguirre




EL CASTIGO


Y vinieron entonces los demonios
y abusaron de mi.
“Vinimos – me dijeron – a quitarte
toda pureza y arrogancia,
a enseñarte a reptar, a implorar, a plañir”.

Yo esperé como pude
que se cansaran y se fueran.

En verdad se llevaron casi todo.
De mi quedó un guiñapo,
un hueco horrible, una mentira,
una dura lección al borde de la tumba.

Pero no consiguieron arrancarme
los ojos donde estás.

La Prensa, 1979



VIVIR



Vivir es asumir
el dolor de vivir.

(Y un día desquitarse
en la playa escondida,
en el mar infinito).

Un solo día, uno.

1980.



NUESTROS POEMAS


Nuestros poemas avanzan con nosotros,
nuestros poemas son urracas a las que extravía la niebla,
a las que confunde el cazador.

Nuestros poemas son rosas de cal viva
arrancadas demasiado pronto por amantes inquietos.

Los aprensivos las dejan estar. Los más resueltos
las arrojan al agua y
las malezas se cierran detrás de nosotros.

Clarín, 1980.



PREGUNTAS


Algunos poetas me hacen llegar
sus libros, sus cartas, sus biografías
y fotografías,
las nóminas de sus distinciones,
las fotocopias de sus declaraciones
y sus poemas inéditos.
Y yo me digo: “qué tengo que ver
con estos poetas productivos,
eficaces y dinámicos,
tan descollantes de personalidad,
tan seguros de sí, tan convencidos
de haber encontrado las palabras
y las claves definitivas?
¿Y qué tengo yo que ver con esos
otros, los nostálgicos, los que se
jactan de sus penas y me endosan sus importantes fracasos?
¿Y qué con esos otros que vociferan sus amores
y se abrazan en público con sus mujeres y sus
hombres, con sus ciudades, sus consignas, sus banderas y sus dioses?
¿Qué tengo yo que ver con esos poetas,
yo que soy tartamudo,
yo que estoy aterrado,
yo que perdí mis señas
y no tengo camino ni memoria
y apenas sobrevivo?

Clarín, 1983.



LA ESTRELLA FUGAZ



Yo cumplo un luminoso y secreto camino,
lejos, en un sistema solar joven y extraño.
Soy puro lis de fuego y después ya no soy
sino una claridad velocísima y tenue
que se confunde con la realidad.

La Gaceta, Tucumán, 1983.




Selección de poemas de “La estrella fugaz” (Libros de Tierra Firme, 1984), antología de textos aparecidos en diarios y revistas desde 1964 hasta 1983. Raúl Gustavo Aguirre nació en Buenos Aires el 2 de enero de 1927, y murió el 18 de enero de 1983. Poeta, escritor, ensayista, traductor, y maestro de poetas.:--
Foto: Aguirre, de Jorge Cappato

viernes, 24 de abril de 2009

“Una radio bajo el agua”, por Horacio Fiebelkorn




Una radio bajo el agua
dice un relato. Una radio
bajo el agua en Old Trafford.
Junto a ella descansan
un pantalón, restos de muñecos,
una bicicleta, una pelota, un cartón
con la foto de cuatro hombres
cruzando una calle.
Uno de ellos va descalzo.


___


Bajo el agua un espejo
devuelve todo el sueño.
La radio suspende el relato,
una voz llama a refugiarse.
Van saliendo burbujas
de una estufa a kerosene, exhala
un olor a eucaliptus.
Pero ¿no es una tarde de verano
y un auto atraviesa un temporal
en el sur de alguna parte? El padre
maneja y escucha la pelea
de Acavallo contra un japonés.
La madre mira fijo la ruta,
el hijo más grande se sueña
despierto en historietas,
el más chico duerme.


___


Ahora alguien huye
en la bicicleta, pedalea
contra el viento hacia el río.
Aquel cartón se parte en cuatro pedazos.
A uno lo acribillan, a otro lo apuñalan,
un tercero se mete en un cine,
sólo el cuarto dice
lo que fue y lo que queda
junto a los árboles del fondo.


___


El agua se oscurece con la figura
blanca del pelo negro que clava
un cabezazo al fondo de la red.
Todo se revuelve. Cruce de cartas.
Alguien dice: “El año que viene, por ahí”.
Le contestan. “Mamá está cada vez más loca”.
Otro mira y no dice nada, porque nunca
nada, pero recuerda que una vez
mandó una carta a un prestigioso matutino.


___


Escuchen cómo habla esa radio muerta.
Hace bailar al cadáver del muñeco,
hace picar la pelota sobre las hormigas.
Habla porque está muerta,
por eso lo que dice
raspa y mueve.


___


Tan animal como el caballo del lechero.
O el que estaba detrás del alambrado,
con los tranvías que callaban, y todavía
no había monoblocks. La bestia
mascaba pasto frente a un chico
detrás del alambre. O tal vez
como el caballo del cuadro
de la casa parroquial. Ese que iba
sobre el mar y se lanzaba
sobre una mano gigante que interrumpía
la tormenta. O el que estaba echado
en un cuarto secreto entrando por detrás
de la catedral. Pero eso no podrá saberse,
no hay testigos,
ya se fueron y cerraron todo con llave.


___


Llegaron por la ventana esa noche,
era verano y no podías dormir.
Te sacaron del cuarto para llevarte
de paseo en su máquina voladora.
Desde allí miraste la ciudad, sus luces,
con el rumor de voces de otra parte.
Luego del paseo te devolvieron a la cama.
Cuando se fueron, tus ojos seguían abiertos.
Después te rendiste, con la sospecha
de que algo hubo, algo como un soplo,
casi como nada. No fue posible
olvidar ese vuelo nocturno
sobre la ciudad dormida.


___


Un pájaro pega en el palo.
En las avenidas, bajo los árboles,
en los caminos de cintura,
quieren saber qué pasa con el cruce
de un pájaro y un palo,
qué fue del pájaro después del palo,
qué quedó del vuelo, dónde
cayó lo que volaba, qué marca en el palo
dejó aquello que venía y sacudió el aire,
quién puso ahí ese palo, cómo fue,
de dónde vino lo que se estrelló.
Nadie vio nada, nunca se sabe
qué música suena
en el cuerpo de un pájaro
que pega en el palo.


___


En el camino a la ciudad
no hay más que murmullos
tallados desde aquella vez que fueron
rugido y gritería, victoria,
tráfico atascado bajo las arboledas.
En el agua se apaga el relato,
encanece la voz,
los muñecos se mueren
una piedra abre el charco en miles de círculos.
En menos de un minuto se evapora
y un zapato aparece en medio del barro.
Pero otra vez el cielo echa sombra.
Otra vez comienza a llover
sobre el estadio vacío.


___


La cabellera verde toca el agua,
sus puntas mojadas son tenaces ante el viento
que peina y despeina.
El agitarse del pelo, el cuello frágil que detiene
toda mirada, todo movimiento
en la siesta.
La espera es una cabellera verde
que toca el agua. El viento sigue
y la vigilia es la única que canta
lo que silba el deseo.


:___

Horacio Fiebelkorn
nació en La Plata el 5 de diciembre de 1958. Publicó: Caballo en la catedral, 1999, Zona muerta, 2004. “Una radio bajo el agua” conforma la quinta sección de Elegías, su tercer libro de poemas, editado en 2008.

Más Fiebelkorn en: POESÍA LA PLATA.
:____
Foto: Archivo de la talita dorada.
:___

martes, 21 de abril de 2009

“Buenos momentos en el sanatorio”, poema de Jorge Aulicino



_:

Buenos momentos en el sanatorio



Se distrae en el sanatorio mirando
reproducciones de Claude Monet.
Se detiene frente a la de Port d`Argenteuil
que está frente a la cocina.
No le interesa ya el “efecto Monet” que venía siguiendo
sino la copa de esos árboles al otro lado del río.
“Este es un cuadro naturalista”, se dice,
“puesto que Monet atrapó la felicidad de esos árboles.
¿O la felicidad de esos árboles sólo la vemos Monet y yo?
Pero sin duda es la misma felicidad que yo veo en los árboles reales”.

De pronto se abre a su espalda una puerta
y el pasillo es invadido por la fragancia del café.
Como si abriera una grieta en su pensamiento
otro éxtasis.


De: Hombres en un restaurante, 1994.

___:
Jorge Aulicino
nació en Buenos Aires en 1949. Poeta y periodista.

:___
Ilustración: Claude Monet, Port d`Argenteuil.
:__

miércoles, 15 de abril de 2009

D. H. Lawrence. Tres poemas.


-

Traducción y nota: Carmen Vasco



EL DESEO HA MUERTO


El deseo puede haber muerto
pero un hombre sigue siendo
el lugar de encuentro del sol y de la lluvia,
siempre la maravilla embosca al dolor
como en un árbol de invierno.

DESIRE IS DEAD
Desire may be dead / And still a man can be / A meeting place for sun and rain, / Wonder outwaiting pain / As in a wintry tree.


A LA SALIDA DE LA ÓPERA


Por las escaleras de piedra
muchachas de grandes ojos colmados de tragedia
alzan hacia mí sus miradas de grave desconsuelo.
Y yo sonrío.

Damas
con pies lustrosos y puntiagudos
dando pasitos como pájaros
buscan con ansia algo como un bote que las salve
del naufragio,
Y yo, en la averiada multitud,
estoy de pie y sonrío.

Toman la tragedia tan naturalmente.
Eso me complace.

Pero al ver los ojos cansados
dolientes enrojecidos
del camarero de brazos flacos
me alegra volver al lugar de donde vine.


AFTER THE OPERA
Down the stone stairs / girls with their large eyes wide with tragedy / lift looks of shocked and momentous emotions up at me. / And I smile. // Ladies / stepping like birds with bright and pointed feet / peer anxiously forth, as if for a boat to carry them out of the wreckage, / and among the wreck of the theatre crowd / I stand and smile. // They take tragedy so becomingly. / Which pleases me. // But when I meet the weary eyes / the reddened aching eyes of the bar-man with thin arms, / I am glad to go back to the place where I came from.


GLORIA


La gloria es también del sol, del sol de los soles,
y por los rayos de sus espléndidas alas
fluyen diminutos ríos de paz.

Casi todo su tiempo, el tigre da pasos sinuosos y afelpados
en una paz ardiente.
Y el pequeño halcón, en las alturas, gira sobre la lenta
espiga de la paz
La paz nace detrás del sol, con el halcón peregrino
y con el búho.
Sin embargo todos ellos beben sangre.

GLORY
Glory is of the sun, too, and of the sun of suns, / and down the shafts of his splendid pinions / run tiny rivers of peace. // Most of his time, the tiger pads and slouches in a burning / peace. / And the small hawk high up turns round on the slow pivot of / peace. / Peace comes from behind the sun, with the peregrine falcon, / and the owl. / Yet all of them drink blood.


CANCIÓN DE UN HOMBRE QUE ES AMADO


Entre sus pechos está mi hogar, entre sus pechos.
Por tres lados me hostigan el miedo y el espacio, pero el cuarto respira
tibio en la fortaleza de sus pechos

Todo el día estoy alegre y atareado en mi trabajo.
No hace falta cuidar mis espaldas del terror que
acecha detrás.
Estoy fortalecido, soy feliz en mi trabajo.

No hace falta velar por mi alma, engañar el miedo con plegarias;
vuelvo a casa cada noche,
veo la querida
puerta con cerrojo, y allí me encierro, libre de miedo.

Vuelvo a casa cada noche
Y tiendo mi cara entre sus pechos;
y de lo bueno que haya dado al día,
mi paz da fe.

Y aquello en que fallé, donde me equivoqué
surge callado de su cuerpo y sin falta
silencioso me avergüenzo.

Y espero pasar la eternidad
con mi cara hundida entre sus pechos
Y mi corazón tranquilo lleno de seguridad
Y mis manos quietas llenas de sus pechos.

SONG OF A MAN WHO IS LOVED
Between her breasts is my home, between her breasts. / Three sides set on me space and fear, but the fourth side rests, / Warm in a city of strength, between her breasts. // All day long, I am busy and happy at my work / I need not glance over my shoulder in fear of the terrors that lurk / Behind. I am fortified, I am glad at my work. // I need not look after my soul; beguile my fear / With prayer, I need only come home each night to find the dear / Door on the latch, and shut myself in, shut out of fear. //
I need only come home each night and lay / My face between her breasts; / And what of good I have given the day, my peace attests. // And what I have failed in, what I have wronged / Comes up unnamed from her body and surely / Silent tongued I am ashamed. // And I hope to spend eternity /
With my face down-buried between her breasts / And my still heart full of security / And my still hands full of her breasts.


-:

D. H. Lawrence: “Lo honorable es pelear hasta que la lucha esté terminada”


por Carmen Vasco


David Herbert Lawrence nace en 1885 en Inglaterra, hijo de un minero y una maestra. Esta combinación deja sus huellas, además de su propia extraordinaria percepción, que le brinda una mirada del mundo verdaderamente profunda y original.

Gracias a una beca, estudia literatura en la universidad. Hasta entonces, había trabajado como maestro en su pueblo minero, declarándose en contra de que los niños no tuvieran afecto y respeto en el sistema escolar. Publica su primera novela en 1911. Luego se le diagnostica tuberculosis.
Poco después, se va de Inglaterra con Frieda Weekley, se casan en 1914, y siguen juntos hasta la muerte de Lawrence en 1930. Pasan gran parte de su vida fuera de Inglaterra.

Lawrence escribió novelas, cuentos, traducciones y poesía. Incursionó en la pintura, y en estas distintas formas de expresión, algunas de sus obras fueron censuradas, como la famosa novela “El Amante de Lady Chatterley”, que concluye antes de morir. La censura en su época se debió a la tierna y profunda forma en que se expresaba respecto del erotismo y el amor, que sentía inseparables. Uno de los poemas de esta selección no se incluyó en el libro al que correspondía; el editor no lo permitió.

Su vasta obra poética refleja su sentir sobre el mundo-cosmos, la deshumanización del hombre por la era industrial, el inicio de la destrucción del planeta, su pasión por la naturaleza, su buceo en la naturaleza humana. Cito lo que le escribe a un amigo, literato y editor, sobre su lazo con Frieda: “Frieda y yo hemos terminado, al fin, la larga lucha, y estamos unidos. Es una lucha que uno tiene que emprender. El viejo Adán debe ser matado en mí y la vieja Eva en ella, y ser luego un nuevo Adán y una nueva Eva. Lo honorable es pelear hasta que la lucha esté terminada. Pero, Dios mío, es horrible y angustioso”.

Lawrence mira las plantas y los animales con los ingenuos ojos del niño que descubre colores y formas, y con los maduros ojos del hombre que ve que la bondad y la crueldad están en todos los seres. Desde ambas miradas, se hermana con la naturaleza, tal vez más que con sus congéneres.

Parecería que los temas por los que sobrevuelo no cobran la importancia necesaria para que Lawrence llegue, ante algunos ojos, a ser considerado un poeta mayor.
Sin embargo, tuvo la admiración y amistad de Aldous Huxley; en él abrevó Dylan Thomas; nuestro Francisco Madariaga lo ha honrado en su poesía, y así muchos otros que no se aferran a los candeleros de corrientes intelectuales o poéticas.

Lawrence nos dice: “Todo lo que ha enseñado la ciencia sobre el fuego, no cambia para nada al fuego. Los procesos de la combustión no son el fuego, son formas de pensamiento. H2O no es agua, es una forma de pensamiento, no constituye nuestra vida. Nuestra vida está aún constituida por el fuego y el agua, la tierra y el aire elementales, en ellos nos movemos, vivimos y existimos.”

Descubro a Lawrence poeta en el año 2002. Lo que he leído de él iluminó, sustentó y confirmó mi propio sentir. El no resistiría - o mejor dicho, haría la mayor resistencia - a este tiempo que vivimos, aislados en ciudades voraces y violentas, aislados ante nuestras computadoras, de la comunicación real entre las personas, de nuestras raíces en la madre naturaleza.


__:
Carmen Vasco
nació en Buenos Aires en 1965, en una familia de poetas. Es traductora de poesía de autores ingleses y norteamericanos.
:__

jueves, 9 de abril de 2009

Guillermo Pilía: Algunos poemas de “Segunda memoria”.



_______:

Ojalá el tiempo tan sólo
fuera lo que se ama. Se odia
y es tiempo también. Y es canto.

Claudio Rodríguez


El viaje sentimental


En reunión de familia, el niño escucha hablar de Europa.
Han vuelto de un largo viaje unos parientes lejanos,
se pasan fotos, se despliegan periódicos.
Madrid tintinea en su oído como moneda
en la taza de un ciego, como organillo de Galdós.
Sopla viento en el Sena, en Nôtre Dame
no está Esmeralda. Tras los palacios italianos,
hay un cielo como un paño de bandera
—celeste y tenso— que lo llena de melancolía.
En la reunión se come, se bebe, se ríe. El niño sueña
con ese mundo que aprendió a amar en los libros.
Mañana crecerá, y el recuerdo de ese instante
irá con él por siempre: oscuro como el agua veneciana
o luminoso como la arena de Las Ventas. Nadie
sabrá nunca que esa noche casual
alimentará por años sus fantasías; que su imaginación
repondrá lo que entonces no se dijo;
que en los viajes del cuerpo —que tendrá
ocasión de hacer— buscará, sin conseguirlo,
el mismo cielo, la misma brisa, la misma luz;
que tratará en vano de revivir —en los viajes del alma—
esa soleada tristeza: la del niño que apuntaba a escritor.


Invocación a Coatlicue


Insurgentes, Tacuba, el Zócalo, los libros
de Donceles, la Avenida Reforma,
los murales de Rivera, la sífilis
del marqués de Tierra Firme, los cielos
entoldados de lluvia, los ídolos de piedra...
Bienvenidos a Teotihuacán
—nos decían al pie de las pirámides—
donde los hombres nos volvemos dioses
después de la muerte
... Un día en los bosques
y en el castillo de Chapultepec,
mañanas de Coyoacán, mañanas
en el Templo Mayor, en las iglesias
de Cholula y de Puebla, bajo humeantes volcanes;
Taxco, sus platerías, Santa Prisca,
guitarrón en la noche de Plaza Garibaldi,
Silverio o Armillita junto al mar de Acapulco...
¿Qué es el hombre, qué son los dioses, qué es el tiempo?
Lo que deseé por años, dentro de mí ha corrido
como el agua vertiginosa del Mezcala.
Sólo tú permaneces, Señora de la Falda
de Serpientes, a la que de niño temía a la distancia.
Señora Coatlicue, ruega hoy tú por nosotros.


Documento de identidad


No sé en qué trámite u oficina, junto a qué teléfono
público, se me ha perdido el documento
de identidad. Para tales casos la ciudad prescribe
lo que se debe hacer, apenas una tarde de colas
y de dedos entintados, y ya se tiene uno nuevo.
Nadie percibe que con esa pérdida tan ínfima
se fueron años enteros de mi vida: mi foto
de adolescente sin barba, cuando el mundo me abría
sonriente sus rutas; mi firma que hasta entonces
sólo había rubricado versos, inocencias; el registro
de mi año de soldado; y las constancias
de muchas votaciones: someras esperanzas
de algo mejor, en general defraudadas. Este flamante
documento que ahora llevo, con mi imagen
avejentada, no conoce —como el otro—
las lluvias de Córdoba, los latidos de mi pecho
cuando pasaba el escuadrón militar, la cercanía
de otros cuerpos de mujer: no conoce
el miedo antiguo ni el tempestuoso amor,
es apenas un carnet que identifica
a un hombre que ha nacido viejo, al que amputaron
—aunque sea en efigie— la mitad de su vida.


Marsella, 9 de mayo de 1891


Aquella —mi pierna derecha— cuántas
ciudades recorrió, cuántos países...
Juntos cruzamos los Vosgos a pie;
fuimos tras un circo ambulante desde Hamburgo
hasta Suecia; más tarde a las canteras
de Chipre y a los puertos del Mar Rojo.
Y nunca pensé en ella hasta esa noche
en que el tumor me dijo que no iba a seguirme
ya más, en que entendí que se me haría
desde entonces cada vez más extraña,
del tiempo del ajenjo y de las letras.
Como un paraguas que por torpeza se olvida
al terminar la lluvia, así la veo
ahora solitaria en esa mesa
del quirófano de la Concepción,
envuelta en unos trapos manchados de sangre,
pálida en la borrachera del éter
y empolvada de sol. Quizá una hermana
de hábito blanco más tarde vendrá
para llevarla al crematorio. Poco vale
aquí la pierna cancerosa de un francés
que vivía del comercio en el África.


Los secretos


Detrás de la ventana existe un árbol
al que el otoño lentamente transforma.
Desde su cama lo mira una enferma incurable
y piensa en futuras estaciones, en tardes
de convalecencia, en promesas de salud. Ella ignora
que ya no arribarán tales días, que a su lado
todos fingen porvenires rumbosos, que esas hojas
que caen son la única certeza. Yo la veo
mirar hacia el árbol que el otoño
y la tarde transforman, y no es tristeza
por su destino lo que siento: es más bien
piedad por el niño que yo fui, alimentado
con las mentiras de los moribundos,
con frases a media voz, con miradas
secretas, suspicaces; con palabras ambiguas
que siempre escondían algo sucio o terrible.
La enferma que sospecha de las risas forzadas
y la amabilidad de los médicos, es hoy el niño
que ayer yo fui: temeroso de aquello
que el mundo entonces me ocultaba; temeroso
de la muerte y de Dios, y también de la vida.


Lo que se queda aquí


Es el día de dejar la antigua casa: los muebles
ya han sido retirados, las ventanas
están ya sin cortinas; y los cables de la luz
cuelgan del techo con tristeza de desastre.
Nada importante va a ser olvidado. Pero acaso,
ocultos en un rincón, seguramente queden
fragmentos de uñas, de cabellos, un botón
de una vieja camisa, la hilacha de un vestido,
una moneda de diez centavos que una mañana
saltó de mi bolsillo —poca cosa
como para extrañar su ausencia—, alguna mota
de polvo de un viaje lejano. El resto está ahora
en el camión de mudanza. Menos el tiempo
que imperceptiblemente nos fue apartando de las fotos
que llevaremos a la última casa, las uñas del dolor,
los cabellos de la ternura, los botones
de los días de fiesta. Eso se queda aquí:
las hilachas de las conversaciones, las monedas
perdidas del amor, el polvo que trajimos de otros sitios
en los que rozamos la felicidad. Cáscaras de nuestras vidas
que ignorarán los que vengan, bagatelas sin precio
que a nadie más enseñarán a vivir.


--:
Guillermo Pilía
nació en La Plata en 1958. Estos poemas forman parte de “Segunda memoria”, libro aún en preparación.
Más poemas de GP en POESÍA LA PLATA.
--:--
Foto: Guillermo Pilía en City Bell, archivo de la talita dorada.
:--

Si estás teniendo inconvenientes en dejar tu “comentario”, envíalo como correo-e a:
jmpallaoro@gmail.com

sábado, 4 de abril de 2009

“La estrella roja” y otros poemas de Roberto Malatesta



:

MI AMIGO VIVE CERCA DEL ARROYO


Mi amigo vive cerca del arroyo.
Desde su casa puedes escuchar
la cadencia del agua.
Yo mismo me detuve ensimismado
a oír, sentado en su sillón naranja.
Ciertamente mi amigo es muy afortunado,
camina a orillas del arroyo
hasta llegar al parque
y las sierras le abrazan
el horizonte.
Yo podría envidiarlo
pero no lo hago.
Si no fuese mi amigo
otra cosa sería.
Al serlo un poco soy
yo el que vive
tan cerca de un arroyo.
Su rumor se percibe a través del poema.

Para Pablo Anadón

--
UN SIMPLE ESPECTÁCULO


Mi hija y yo observamos como entrenan perros.
No es por interés en el asunto,
es cierto que nos gustan mucho los animales,
pero hoy estamos aquí sin más cuestiones.
Apacible espectáculo:
hombres y bestias,
viento y un cielo gris,
luz a lo lejos, en los bordes,
donde quiebran las nubes.
Estamos bien aquí,
la tarde nos parece inmejorable,
echados en el pasto sin nada hacer,
nada podría resultar mejor, tanto que
yo no sé que es esto, cómo denominarlo,
si felicidad, busco el cómo y el porqué
sin nombre alguno todo me desborda,
sin nombre alguno, no está mal, mejor así.
Todo es inmensidad:
el pasto, el viento, la luz.
Todo importa, empero, nada es importante:
sólo grande y sin peso.
Estamos bien aquí.


--
MI HIJO Y EL PERRO VIEJO


Mi hijo identifica al perro viejo como suyo,
dice que el nuevo es mío y a mí me da tristeza.
Pudo haber elegido al joven pero escogió al viejo
que pronto va a morir, y si la muerte es triste
la inocencia de mi hijo le añade un tristísimo elemento.
Se sabe que la muerte cría a su alrededor
colonias de animales melancólicos
y en cada rincón reproduce un símil de sí misma,
falsas muertes que cumplen la misión de ofuscarnos.
Yo quisiera evitarle un pesar a mi hijo,
mas no consigo sino entristecerme.
Hoy jugamos a la pelota y yo perdía siempre
mirando a los rincones, desatento,
él se rió mucho, se ríe y piensa en su perro.
El puede lo que yo no puedo, el cree solo en la vida.


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ÁRBOLES


Algunos árboles que ya no tengo
me regresan en sueños:
el sauce llorón de mi infancia,
la línea oscura de ligustros,
las casuarinas y su aullido,
un limonero escala al techo,
una higuera que vio a mi madre crecer
y al sol de la siesta me oyó
conversar con mi abuela,
pesadas hojas que oigo caer desde el gomero.
Son tan nítidos
como si los tocase tras andar un atajo
que avergonzara al tiempo.
A veces creo que de ellos algo
creció en mí,
que soy la suma de mis árboles.


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LA ESTRELLA ROJA


Vimos a Marte,
los dedos de mis hijos señalaron
hacia la estrella roja.
Nunca, en años, se había aproximado
tanto a nuestra tierra.
Lucía realmente muy bella
en el cielo final
que tocaban los dedos de mis hijos.
Mi casa también era bella
con Marte adornándole el cielo
y mis hijos felices
con aquella visita.
Aquella noche nada se interpuso
entre ellos, nuestra casa y las estrellas.


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EL MOTOCICLISTA


Junto al camino se detiene,
me pregunta si voy hasta el cruce, él me lleva
agradezco su gesto pero digo que no.
El cruce es donde se bifurca
el camino que sigo,
un brazo va hacia Cosquín
el otro, más breve, a Cabana,
allí es donde yo voy
de visita a la casa de mi amiga
la Tere Andruetto.
No tengo apuros,
prefiero llegar caminando.
Así es como se llega a su poesía,
así es como ambos la entendemos.


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Roberto Daniel Malatesta
nació en la ciudad de Santa Fe en 1961. Publicó, entre otros, los libros de poemas: “Del cuidado de la altura del níspero”, 1992; “Las vacas y otros poemas”, 1994; “Flores bajo la lluvia”, 1998; “No importa el frío”, 2004; “Por encima de los techos”, 2004. En prensa: "Cuaderno del no hacer nada", Ed. Sigamos enamoradas, de Cecilia Romana y Marina Serrano.
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Esta selección de poemas iba a integrar la edición impresa de El espiniyo, número 7. Es parte, ahora, de Aromito.

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Foto de cabecera: Roberto Malatesta, por Roberto Aguirre Molina.
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