martes, 20 de enero de 2015

Valeria Pariso, Mi vecina toma sol desnuda


III

No sé en qué idioma me hablan.
Qué significa: si te parece paso.
Qué quiere decir: hay un café muy cerca.
En casos así,
tengo la pereza de un hipopótamo,
no me interesa averiguar y
entro en el silencio
como en un vestido.

Mi obsesión son las cosas por su nombre. 


IV

Mi vecina toma sol desnuda
como si estuviese en Saint Tropez.
A las dos de la tarde,
pone la toalla sobre el césped,
se lleva un Martini con hielo,
se quita la bombacha,
el corpiño,
y se unta en aceite para bebés.

Mientras se broncea,
controla que los dos albañiles
que trabajan en su casa
dejen lisa la medianera.


V

Igual que la semilla
llevada por el viento
siento que me tiraron
en la ciudad en que vivo.

Tengo la completa sensación
de estar en el lugar errado.

Soy el desvío.


VII

Los padres de Elise Cowen
quemaron sus poemas. Sólo se salvaron
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que guardó un amigo.

Yo no soy beat, mi amor,
pero quién está a salvo.

Hay que guardar un poema
empapado de lluvia,
por si la locura,
por si los padres,
por si el mundo,
nos queman, mi amor


XXVIII

En el galpón que está enfrente de su casa
hay un depósito de papas.
Los hombres cargan sobre sus espaldas
bolsas de arpillera de cuarenta kilos.
En las siestas de calor,
salen a la vereda, se quitan las remeras,
y se tiran agua fresca con una manguera azul.

De noviembre a marzo,
a esa hora,
Paula levanta la persiana.


XXXIII

La niña triste revuelve
los vestidos que tiene en el placard.
Aunque espere,
siempre encontrará lo mismo.
De mujer, tanta ropa no será
más que un pretexto,
una prueba de lo que le falta.


XXXV

Las mujeres de mi familia son macizas.

Ellas
lograron refinanciar las hipotecas,
pelearon contra el cáncer,
se pusieron a sus hijos en los hombros
y salieron sin agua
a sembrar el desierto
de las separaciones y viudeces.

Yo tiemblo. Todo el tiempo.


XXXVIII

En la esquina de Conesa y las vías
vivía un loco,
a mí se me había puesto que era Fijman,
entonces,
una mañana le dije: Maestro,
soy Valeria, me gusta la poesía,
y él sonrió
cerrando los labios
como una sábana que se retira para lavar.

Nos hicimos amigos, lo visitaba los jueves,
nos quedábamos sentados debajo de unos eucaliptus
tomando fresco, a veces le leía a Bretón,
a veces mirábamos cómo las moscas afilaban sus alas,
a veces me mostraba dibujos que hacía en una libreta,
decía: tengo pilchas que pinchan,
mi dedo es un cornalito, y se reía,
repetía siempre eso y tenía
tres perros que le lamían los pies.

Después, los vecinos le hicieron una denuncia,
dijeron que era peligroso, que le tenían miedo,
vino una ambulancia, un patrullero y se lo llevaron XXXIX
delante de todo el barrio que se juntó para ver
qué hace el Estado en casos como éste.

Se llamaba Juan.




Gracias, Valeria por tu libro!
En: “Paula levanta la persiana”, Ediciones AqL, 2013.
Valeria Pariso (Buenos Aires,1970).

Foto: VP en FB. 

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