miércoles, 12 de julio de 2023

MILAN KUNDERA La vida está en otra parte





     Cuando la madre del poeta se preguntaba en qué lugar había sido concebido el poeta, sólo cabían tres posibilidades: un banco de un parque nocturno, una tarde en casa de un amigo del padre del poeta, o una mañana en un romántico paraje junto a Praga. 

     Cuando se formulaba la misma pregunta, el padre del poeta llegaba a la conclusión de que el poeta había sido concebido en casa de su amigo, porque aquel día había tenido muy mala suerte. La madre del poeta no quería ir a casa de su amigo, se enfadaron dos veces, se reconciliaron dos veces. Cuando estaban haciendo el amor alguien abrió la puerta en la casa de al lado, la madre se asustó, dejaron de hacer el amor y terminaron de hacerlo más tarde con un nerviosismo compartido al que el padre achacaba la culpa de la concepción del poeta. 

     Pero la madre del poeta no admitía en absoluto la posibilidad de que el poeta hubiera sido concebido en una casa ajena (estaba desordenada, con el desorden típico de los solterones, y a la madre le daba vergüenza aquella cama a medio hacer, sobre cuya sábana yacía un pijama ajeno arrugado) y rechazaba también la posibilidad de que hubiese sido concebido en el banco del parque, donde había aceptado hacer el amor de mala gana y a disgusto, porque le asqueaba que precisamente en esos bancos hicieran el amor en el parque las putas. Por eso sabía perfectamente que el poeta sólo podía haber sido concebido aquella soleada mañana de verano tras la gran roca que, al lado de otras, sobresale patéticamente en el valle al que suelen ir a pasear el domingo los praguenses. 

     Este escenario es el adecuado para la concepción del poeta por muchas razones: bañado por el sol del mediodía es escenario de luz, no de sombras; de día y no de noche; es un sitio en medio de un ambiente natural abierto, sitio por tanto de vuelo y alas; además, aunque está un tanto cerca de los últimos edificios de la ciudad, es un paisaje romántico, lleno de pedruscos que emergen de un terreno salvajemente modelado. Todo esto le parecía una imagen elocuente de sus anteriores vivencias. ¿No había sido su gran amor por el padre del poeta una rebelión romántica contra el carácter prosaico y conservador de sus propios padres? El valor con que ella, hija de un rico comerciante, había elegido precisamente a un pobre ingeniero que acababa de terminar su carrera, ¿no tenía un íntimo parecido con aquel paisaje indómito? 

     La madre del poeta había vivido entonces un gran amor, y nada puede cambiar el desengaño que llegó sólo dos semanas después de aquella hermosa mañana tras la roca. En efecto: cuando alegremente emocionada anunció a su amante que hacía ya varios días que no llegaba la indisposición íntima que todos los meses le amargaba la vida, el ingeniero, con una indiferencia hiriente (aunque a nuestro juicio fingida e insegura) afirmó que se trataría seguramente de un insignificante fallo del ciclo vital que, con seguridad, no tardaría en volver a su benéfico ritmo. La mamá intuyó que su amante no quería participar en sus esperanzas y alegrías, se ofendió y no volvió a dirigirle la palabra hasta que el médico le comunicó que estaba embarazada. El padre del poeta dijo que tenía un amigo ginecólogo que la libraría con discreción de sus preocupaciones y la madre se echó a llorar.  ¡Conmovedor final de sus rebeliones! Primero se había rebelado contra sus padres en nombre del joven ingeniero y luego huyó en busca de sus padres, en demanda de ayuda contra él. Y los padres no la decepcionaron; se reunieron con él y le hablaron con sinceridad y el ingeniero, comprendiendo quizá que no tenía escapatoria, no puso reparos a celebrar una boda por todo lo alto y aceptó sin protestar una buena dote que le permitió montar su propia empresa constructora; sus pertenencias, que cabían en dos maletas, las trasladó a la casa en la que su joven esposa vivía con su familia desde que nació. 

     Pero la rápida rendición del ingeniero no pudo ocultar a la madre del poeta que la aventura a la que se había lanzado con una inconsciencia que le había parecido maravillosa, no era el gran amor compartido al que ella, en su opinión, tenía derecho. El padre poseía dos prósperas droguerías en Praga y la hija era partidaria de las cuentas claras; si ella lo había puesto todo en su empresa amorosa (¡estuvo incluso dispuesta a traicionar a sus propios padres y a aquella tranquila casa!) quería que la otra parte ingresara en la caja común igual cantidad de sentimientos. En su pretensión de rectificar ahora la injusticia, quería sacar de la caja de los sentimientos lo que había puesto en ella y le ofrecía al marido, después de la boda, un rostro altivo y severo. 




En La vida está en otra parte, Libros Tauro (Título original: Zivot je jinde, primera edición 1972). /  Traducido del checo por Fernando de Valenzuela. / 
Milan Kundera (Brno, ex Czechoslovakia, 1 de abril de 1929 - París, 11 de julio de 2023) / Foto: jmp / 

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