lunes, 22 de agosto de 2011

Glorias


GLORIAS


¿era rubia la pulpera de Santa Lucía? ¿tenía los ojos celestes?
¿y cantaba como una calandria la pulpera?
¿reflejaban los ojos la gloria del día?
¿era la gloria del día inmensa luz?

son preguntas inútiles para este invierno
no se las puede echar al fuego para que ardan
no sirven para calentarse en el país
no sirven para calentar al país helado de sangre

por una sábana de luz iría la pulpera santa de voz
graciosamente moviendo sus alrededores sus invitaciones
y el olor de sus pechos y la penumbra de sus pechos
hacían bajar el sol sobre la pampa bajaban a la noche como un telón

¿quién no se iba a perder en esa noche? ¿quién no se iba a encontrar allí mesmo pasando
su furia por la suavidad que la pulpera fundó?
horas se podría estar contando esta historia y otras parejamente tristes
sin calentar un solo gramo del país sin calentarle ningún pie

¿acaso no está corriendo la sangre de los 16 fusilados en Trelew?
por las calles de Trelew y demás calles del país ¿no está corriendo esa sangre?
¿hay algún sitio del país donde esa sangre no está corriendo ahora?
¿no están las sábanas pegajosas de sangre amantes?

¿y llena de sangre la pulpera y sus ojos celeste ahogados en sangre?
¿y la calandria hundida en sangre y la gloria del día
con alas empapadas de sangre sin poder volar?
¿no hay sangre en la penumbra de tus pechos amada?

¿y dónde no la hay esa sangre caída de los 16 fusilados en Trelew?
¿y no habría que ir a buscarla?
¿y no se la habría de oír en lo que está diciendo o cantando?
¿no está esa sangre acaso diciendo o cantando?

¿y quién la va a velar? ¿quién hará el duelo de esa sangre?
¿quién le retira amor? ¿quién le da olvido?
¿no está ella como astro brillando amurada a la noche?
¿no suelta acaso resplandores de ejército mudo bajo la noche del país?

con sangre verdaderamente están regando el país ahora
oh amores 16 que todavía volarán aromando
la justicia por fin conseguida el trabajo furioso de la felicidad
oh sangre así caída condúcenos al triunfo

como calandria de sus pechos caía y
como sangre para apagar la muerte y
como sangre para apagar la noche y
como sol como día


Juan Gelman (Buenos Aires, 1930). De “Relaciones”, 1973. En “Obra Poética”, Corregidor, 1984.

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