LA TORTUGA
SAGRADA
Chuang-tze paseaba por las orillas del río
Pu. El rey de Chou envió a dos altos funcionarios con la misión de proponerle
el cargo de Primer Ministro. La caña entre las manos y los ojos fijos en el
sedal, Chuang-tze respondió: “Me han dicho que en Chou veneran una tortuga
sagrada, que murió hace tres mil años. Los reyes conservan sus restos en el
altar familiar, en una caja cubierta con un paño. Si el día que pescaron a la
tortuga le hubiesen dado la posibilidad de elegir entre morir y ver sus huesos
adorados por siglos o seguir viviendo con la cola enterrada en el lodo, ¿qué
habría escogido?”. Los funcionarios repusieron: “Vivir con la cola en el lodo”.
“Pues ésa es mi respuesta: prefiero que me dejen aquí, con la cola en el lodo,
pero vivo.”
EN SU LECHO DE
MUERTE
Chuang-tze agonizaba. Sus discípulos le
dijeron que deseaban honrarlo con un funeral decoroso. Él repuso: “El cielo y
la tierra por féretro y tumba; el sol, la luna y las estrellas por ofrendas
funerarias; y la creación entera acompañándome al sepulcro. No necesito más”.
Los discípulos insistieron: “Tememos que los buitres devoren tu cadáver”».
Chuang-tze respondió: “Sobre la tierra me comerán los buitres; bajo ella, los
gusanos y las hormigas. ¿Quieres despojar a los primeros sólo para alimentar a
los últimos?”.
SUEÑO Y
REALIDAD
Soñé que era una mariposa. Volaba en el
jardín de rama en rama. Sólo tenía conciencia de mi existencia de mariposa y no
la tenía de mi personalidad de hombre. Desperté. Y ahora no sé si soñaba que
era una mariposa o si soy una mariposa que sueña que es Chuang-tze.
Octavio Paz: “En 1957 hice algunas
traducciones de breves textos de clásicos chinos. El formidable obstáculo de la
lengua no me detuvo y, sin respeto por la filología, traduje del inglés y del
francés. Me pareció que esos textos debían traducirse al español no sólo por su
belleza -construcciones a un tiempo geométricas y aéreas, fantasías templadas
siempre por una sonrisa irónica- sino también porque cada uno de ellos destila,
por decirlo así, sabiduría. Me movió un impulso muy natural aunque, en México,
mal pagado: compartir el placer que había experimentado al leerlos. Los
publiqué, ese mismo año, en México en la
cultura, el suplemento literario de Novedades que dirigía Fernando Benítez.
Más tarde reuní esos apólogos y cortos ensayos -algunos muy cerca de lo que
llamamos “poema en prosa”- en Versiones y
diversiones (1974), bajo un título adrede ambiguo: “Trazos”. Excluí
únicamente los fragmentos de Chuang-tze. Ahora los recojo. Creo que Chuang-tze
no sólo es un filósofo notable sino un gran poeta. Es el maestro de la paradoja
y del humor, puentes colgantes entre el concepto y la iluminación sin palabras.
(México, abril de 1996)
De
Trazos. Chuang-tze y otros. En
Octavio Paz, Versiones y diversiones
(Edición revisada y aumentada), Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2000. Imagen:
Chuang-tze, Wikipedia.
Chuang-tze (China, 369-286 a.C.).
Octavio
Paz (México, 21 de marzo de 1914 – 19 de abril de 1998).
1 comentario:
UN AUTOR PELIGROSÍSIMO
“(…) Chuang Tzu ha sido muy diversamente juzgado. Martin Buber (Reden und Gleichnisse des Tschuang-Tse, 1910) lo considera un místico; el sinólogo Marcel Granet (La pensée chinoise, 1934) el más original de los escritores de su país; Xul Solar, un literato que exploró las posibilidades líricas y polémicas del taoísmo. Nadie ha negado su vigor y su variedad. Uno de sus sueños es proverbial en la literatura china, cuyos sueños son admirables. Chuang Tzu -hará unos veinticuatro siglos- soñó que era una mariposa y no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre.
Copio una de sus parábolas: “La más hermosa mujer del mundo, Hsi Shih, frunció una vez el entrecejo. Una aldeana feísima la vio y se quedó maravillada. Anheló imitarla: asiduamente se puso de mal humor y frunció el entrecejo. Luego pisó la calle. Los ricos se encerraron bajo llave y rehusaron salir; los pobres cargaron con sus hijos y sus mujeres y emigraron a otros países”.
La primera versión inglesa de Chuang Tzu apareció en 1889. Oscar Wilde la criticó en el Speaker. Alabó su mística y su nihilismo y dijo estas palabras: “Chuang Tzu, cuyo nombre debe cuidadosamente pronunciarse como no se escribe, es un autor peligrosísimo. La traducción inglesa de su libro, dos mil años después de su muerte, es notoriamente prematura”." (JLB, 1940)
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