sábado, 17 de septiembre de 2016

Salvatore Quasimodo, Leo dulces versos de un antiguo poeta


MILÁN, AGOSTO DE 1943

Pobre mano, en vano buscas
entre el polvo, la ciudad está muerta.
Está muerta: sobre el corazón del canal
se ha oído el último disparo. Y el ruiseñor
cayó de la elevada antena del convento
donde cantaba antes del anochecer.
No cavéis pozos en los patios:
los vivos ya no tienen sed.
No toquéis a los muertos tan rojos, tan hinchados:
dejadlos en la tierra de sus casas:
la ciudad está muerta, está muerta.


19 DE ENERO DE 1944

Te leo dulces versos de un antiguo poeta,
y las palabras nacidas en las viñas,
las tiendas, al borde de los ríos
de las tierras del este, caen ahora
sombrías y desoladas
en esta noche profundísima
de guerra en que nadie atraviesa
el cielo de los ángeles de la muerte,
y el viento resuena como el estruendo de un derrumbe
cuando sacude las chapas que separan
aquí arriba los pórticos, y la melancolía
crece con los perros que aúllan en los huertos
a cada descarga de las rondas
por las calles desiertas. Alguien vive.
Tal vez alguien vive. Pero nosotros,
aquí, recluidos, escuchando esa antigua
voz, buscamos un signo que supere
la vida, donde aún entre las ruinas
de las tumbas, la mala hierba alza su flor.


De: “Día tras día”, 1947. En: “Carta a mi madre y otros poemas”, CEAL, 1988. Traducción: Eugenio y Gianni Siccardi.
Salvatore Quasimodo (Módica, Italia, 20 de agosto de 1961 – Nápoles, 14 de junio de 1968). Imagen: Milán, luego de los bombardeos, agosto de 1943.