jueves, 20 de noviembre de 2014

Alfredo Veiravé, dos poemas de Radar en la tormenta


REPORTAJES SOBRE LA REALIDAD

   Al ver caer las flores rosadas del lapacho sobre las imágenes
de este árbol que anuncia en sus cielos la actividad de la
mirada sentimental, el elogio simple de un espectáculo que
no es sintáctico, cualquier novelista diría que ellas (las flores)
son personajes delicados, seres emergentes de voces que descubren
la realidad de los objetos, en este caso hermosos para la escritura
de las estaciones del año, el recuerdo guardado en el pecho de sus criaturas
inventadas. El poeta que transgrede los géneros literarios
cerraría los ojos y en sus frases respondería con otros resultados
a la ansiedad de sus lecturas compartidas en un reportaje
circular: ¿qué es lo que veo, qué es lo que quiero ver, qué es lo que
no puedo ver de estas flores del lapacho sobre
la alfombra rosada de la vereda, que aquí se ha formado hoy como
una metáfora de la vida o de la muerte?

   La idea simple de una alfombra tejida de rosadas flores volátiles
es una antinomia de la realidad, una respuesta posible al cuestionario,
una metáfora de la imaginación o de la inteligencia, quizás,
simplemente, un homenaje al amor distante de quien las mira:
— El significado de un poema sólo puede ser otro poema, pero ¿cómo diferencia usted a la poesía de estas flores del lapacho?
— Es muy simple, porque el poema tiene el aspecto geométrico de la poesía.
— ¿Y cómo la reconoce?
— A primera vista, por el sonido mental de ese momento, y además
porque la poesía nos enriquece la realidad, como el lapacho.



YA NO HAY LUGAR PARA LA FRIVOLIDAD

   Todos poseen un límite; las lecturas en el jardín
absorben el deseo de las plantas húmedas y el mundo visionario
habla allí únicamente con algunos seres animados de ojos abiertos y profundos.
(Entre los helechos y los tiernos animales inocentes el espacio pasa
como un equilibrista que abre su sombrilla para no caer en el vacío.) Hay
diferentes formas de fracaso cuando el trapecista joven sufre el miedo
en las cárceles de la pesadilla,
aunque en el fondo sabe que los victimarios y los torturadores
se juntan en el infierno de la historia, y que las hojas caen sobre ellos
para convertirlos en tierra deleznable. Por eso canta ahora y mira
solamente hacia delante / no dará explicaciones de la vida: el cuerpo sabe
esquivar los dardos venenosos del rencor, quizás, una forma cerrada del amor
que no fue correspondido. A veces los límites se abren y comienza el vuelo;
entonces, ya no hay espacio para las frivolidades como saben
los que vuelven de la guerra, o del errático exilio (del poema).



En: “Radar en la tormenta”, Sudamericana, 1985.
Alfredo Veiravé (Gualeguay, Entre Ríos, 1928 – Resistencia, Chaco, 1991).
Imagen de portada: detalle de tapa.

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