miércoles, 12 de noviembre de 2014

Leonard Cohen, no sabía lo cansado que podía estar uno


DURANTE EL DÍA

Me siento aquí
junto a la ventana
esperando que pases
haciendo jogging
con tu uniforme tu crucifijo
me recuerdas a mí mismo
quizá (pienso de pronto)
pudiera consolarte
me gustan las arrugas entre tus ojos
y los estragos de la ansiedad
en tu apretada expresión
tienes el nuevo rostro
el rostro futuro
el rostro de la experiencia sin propósito
y has elegido el camino de los músculos
hacia tu dolor
qué íntima eres
en las mentes de todos
te saludo
valiente espíritu
que ha tragado tanto
y saboreado tan poco.


DESÉAME SUERTE

Una telaraña hecha
ondeando
como una vela
en la ventana abierta
y he aquí
a la pequeña maestra
deslizándose
por un hilo lechoso
deséame suerte
almirante
hace mucho tiempo
que no consigo acabar nada.


MI MADRE DORMIDA

Recordando a mi madre
en un teatro de Atenas
hace treinta y cinco años
una obra de Theodorakis
aquellas maravillosas canciones
se quedó dormida
en su silla junto a la mía
en el teatro al aire libre
había llegado aquel mismo día
de Montreal
y la obra empezaba
casi a medianoche
se perdió
las mandolinas
las armonías ascendentes
y las maravillosas canciones
yo era joven
aún no había tenido a mis hijos
no sabía lo lejos
que podía estar el amor
no sabía
lo cansado que podía estar uno.



Gracias, Jonio González.
En: “Libro del anhelo”, Lumen, Barcelona, 2006. Traducción: Alberto Manzano.
Leonard Norman Cohen (Montreal, Canadá, 21 de septiembre de 1934).
Foto de portada: © Catalina Boccardo.