jueves, 10 de mayo de 2012

Leandro López – El mendigo tiene la cabeza suspendida en el borde de una plegaria



EL MENDIGO TIENE LA CABEZA…


               El mendigo tiene la cabeza suspendida en el borde de una plegaria, ignorado. Su boca es un parto de caracoles; sus ojos, apenas ceniza. En su respirar –refugio y abismo–, bate sus alas un cuervo. De su pecho –bosque y olvido–, una densa niebla se desprende, asciende, enceguece. Sus movimientos son lentos y poco precisos, tal vez porque sus huesos ya no pueden evocar el ritmo de las brasas en las cortinas harapientas de un cielo mudo.

        Una violencia tácita lo rodea: voces como hienas, gatos que silban esculturas sumergidas, sombras que estiran sus lenguas como una lepra... las vísceras expuestas.

       Cuando el ocaso arroja sus redes y el frío levanta su látigo, el mendigo –hojarasca y ausencia, embriaguez y acantilado, cansancio y herrumbre– se incorpora e inclina a un costado su cabeza, como a un cántaro, hasta vaciarse de sí mismo. Antes de emprender su marcha –huérfano de banderas, desnudo, confusión, eco– escupe al infinito y deja que la saliva, única respuesta, única verdad, moje su rostro.


En revista de poesía (de las cuatro estaciones)
Director: José maría Pallaoro.

Leandro López (La Plata,  1978)

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