EpA!
En una entrevista que hace años le hice a Roberto Juarroz -uno de los poetas argentinos de mayor importancia- recuerdo que le pregunté “por qué escribía”. Su respuesta fue rápida y precisa: ”Escribo porque amo la vida”. Luego aclaró que no lo hacía para ganar prestigio, figurar como muchos en revistas, obtener premios, etc.
Estas palabras tienen hoy un alcance mayor que esas referencias y dejan abierto un mundo de ideas y reflexiones sobre otras actividades de nuestra cultura.
Si se ama la vida, y esto hace posible escribir, también puede decirse que la vida misma es un arte, pues en ella se dan las condiciones o elementos para toda actividad humana. Vivir, pues, nos da un poderoso impulso para asegurar la obra personal y una firme orientación dentro de la cultura.
Si se escribe “porque se ama la vida”, como decía Juarroz, hacerlo es negar también todo lo que es falso, lo que desvía la conducta y, en consecuencia, aquello que desvirtúa la naturaleza del arte.
Juarroz no dejaba dudas sobre lo que más quería decir: no escribir versos para recibir aplausos, honores, recompensas o títulos como los que se reparten en los medios de propaganda, llámense revistas, grupos editoriales, etc.
Hay un arte supremo en el mismo hecho de pensar, en cualquier trabajo elegido, un poema, una pintura, una composición musical ¿Y qué sería de ese trabajo fuera de la rectitud o dignidad, sin aspiraciones honestas, opuestas a intereses comerciales o mezquinas especulaciones?.
Si pensamos en el panorama actual de la cultura, parecería que únicamente existe lo que se vende mejor, lo que asegura una rápida y fácil difusión en los kioscos, librerías y salones de arte. ¿Está aquí el “amor a la vida”, y se ha logrado en esa forma que la vida nos haga mejores seres humanos?
Se trata de no ver la realidad “bajo espejismos tentadores y frases que acarician nuestra vanidad para adormecernos; de tener pensamientos sólidos y esperanzas capaces de resistir a las más enervantes tentaciones”, según recordadas palabras de Scalabrini Ortiz. (1)
El arte supremo de la vida… ¿Qué duda cabe de lo que más se necesita cuando actuamos en la sociedad, o en el instante de hacer una obra sin otras “tentaciones” que el misterio de su realización y la experiencia de verla concluida?
Nos dan ejemplo de esta profunda finalidad, las grandes obras de todos los tiempos, trascendiendo momentos históricos y circunstancias socio-culturales adversas. Quedan por haber tomado aliento de la vida, no por recibir alguna resonancia fuera de la creación misma.
Roberto Juarroz nos hablaba de “escritores y poetas fatalmente periféricos, que no acaban de entrar en la dimensión trascendente y única que importa, donde es mucho lo que hay que abandonar para poder entrar allí”.
Olvidémonos, pues, de tantos famosos “periféricos” de la vida cultural argentina, y vayamos en busca de los que aman la vida y han abandonado la vanidad en busca del germen que los identifica, sin deformación alguna.
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(1) R, Scalabrini Ortiz en: “Elogio del pensamiento plebeyo”, de Jorge Torres Roggero. Córdoba, 2002
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Alberto Luis Ponzo. Buenos Aires, 1916. Poeta y editor. Noticias y poemas de Alberto Luis Ponzo acá.
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Un poema de Roberto Juarroz
Hago un pozo
para buscar una palabra enterrada.
Si la encuentro,
la palabra cerrará el pozo.
Si no la encuentro,
el pozo quedará abierto para siempre en mi voz.
La búsqueda de lo enterrado
supone adoptar los vacíos que fracasan.
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Estas palabras tienen hoy un alcance mayor que esas referencias y dejan abierto un mundo de ideas y reflexiones sobre otras actividades de nuestra cultura.
Si se ama la vida, y esto hace posible escribir, también puede decirse que la vida misma es un arte, pues en ella se dan las condiciones o elementos para toda actividad humana. Vivir, pues, nos da un poderoso impulso para asegurar la obra personal y una firme orientación dentro de la cultura.
Si se escribe “porque se ama la vida”, como decía Juarroz, hacerlo es negar también todo lo que es falso, lo que desvía la conducta y, en consecuencia, aquello que desvirtúa la naturaleza del arte.
Juarroz no dejaba dudas sobre lo que más quería decir: no escribir versos para recibir aplausos, honores, recompensas o títulos como los que se reparten en los medios de propaganda, llámense revistas, grupos editoriales, etc.
Hay un arte supremo en el mismo hecho de pensar, en cualquier trabajo elegido, un poema, una pintura, una composición musical ¿Y qué sería de ese trabajo fuera de la rectitud o dignidad, sin aspiraciones honestas, opuestas a intereses comerciales o mezquinas especulaciones?.
Si pensamos en el panorama actual de la cultura, parecería que únicamente existe lo que se vende mejor, lo que asegura una rápida y fácil difusión en los kioscos, librerías y salones de arte. ¿Está aquí el “amor a la vida”, y se ha logrado en esa forma que la vida nos haga mejores seres humanos?
Se trata de no ver la realidad “bajo espejismos tentadores y frases que acarician nuestra vanidad para adormecernos; de tener pensamientos sólidos y esperanzas capaces de resistir a las más enervantes tentaciones”, según recordadas palabras de Scalabrini Ortiz. (1)
El arte supremo de la vida… ¿Qué duda cabe de lo que más se necesita cuando actuamos en la sociedad, o en el instante de hacer una obra sin otras “tentaciones” que el misterio de su realización y la experiencia de verla concluida?
Nos dan ejemplo de esta profunda finalidad, las grandes obras de todos los tiempos, trascendiendo momentos históricos y circunstancias socio-culturales adversas. Quedan por haber tomado aliento de la vida, no por recibir alguna resonancia fuera de la creación misma.
Roberto Juarroz nos hablaba de “escritores y poetas fatalmente periféricos, que no acaban de entrar en la dimensión trascendente y única que importa, donde es mucho lo que hay que abandonar para poder entrar allí”.
Olvidémonos, pues, de tantos famosos “periféricos” de la vida cultural argentina, y vayamos en busca de los que aman la vida y han abandonado la vanidad en busca del germen que los identifica, sin deformación alguna.
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(1) R, Scalabrini Ortiz en: “Elogio del pensamiento plebeyo”, de Jorge Torres Roggero. Córdoba, 2002
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Alberto Luis Ponzo. Buenos Aires, 1916. Poeta y editor. Noticias y poemas de Alberto Luis Ponzo acá.
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Un poema de Roberto Juarroz
Hago un pozo
para buscar una palabra enterrada.
Si la encuentro,
la palabra cerrará el pozo.
Si no la encuentro,
el pozo quedará abierto para siempre en mi voz.
La búsqueda de lo enterrado
supone adoptar los vacíos que fracasan.
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6 comentarios:
Desde AROMITO hacemos este pequeño homenaje a Alberto Luis Ponzo. Los poetas también son la poesía.
EXTRAORDINARIO EL TEXTO CITADO DEL GRAN POETA JUARROZ. Te confieso. Me parece Argentina mi tierra Venezuela. Y que lo sepan todos. Si algún día me permiten tener la nacionalidad argentina la voy a tener. Huele a cultura. Huele a poesía. Huele a la natural estima y valoración del hombre, que otros por carecer le llaman arrogancia, o prepotencia, o presunción. Insisto que es la natural estima del hombre, y que otros no la tienen, o teniéndola no la ejercen. Mi corazón palpita con Venezuela, Argentina, y aún España. No hay menosprecio para ninguna tierra, ningún país. Solo ocurre, que se tienen la naconalidad del ius solis (venezolano), pero luego te enamoras de otros lugares, porque no se quiere solo donde se nace sino donde quieres estar y amar, y sin complejos, se ama. Aquí, en los paises nombrados, hago con respeto mis ejercicios del asombro, de lo bello y de lo feo, pero lo hago de los rincones del corazón. GRACIAS JOSE MARIA PALLAORO. Por brindarme este espacio para reflexionar. Ya mañana, como seres del mundo, estaremos buscando ser uruguayos o chilenos, son cosas que pasan. SALUDOS.
Gregorio Riveros. Pampanito. Edo. Trujillo. Venezuela
TE INVITO A VISITAR MIS PAGINAS:http://pampanito.nireblog.com
http://lapoesiavenezolana.nireblog
Excelente comentario de Alberto Luis Pozo, a quien no conozco aún, pero ahora conoceré gracias a vos. Y de Juarroz ¿ qué se puede decir? sino a leerlo y a releerlo siempre!. Gracias J.M.!
gregorio yo tengo la nacionalidad venezolana que me dio tu bendito país en tiempos en que ser argentina era poco más (no poco menos) que ser un leproso del mundo. Me detuvieron en maiquetía no podía entrar pero como los venezolanos son tan buena gente de verdad pude llamar por te. y luego muchos trámites y pude vivir en ese maravilloso país donde amé lloré reí trabajé bailé fui tan feliz que a veces aún añoro! te cambio , si querés ningún problema se permuta nacionalidad del país de la poesía, la literatura la tragedia y /o el tango por nacionalidad país de Cumaná cumanacoa, sensualidad, danza, lunas llenas y ron...cero problema de horarios..no hay. Un abrazo, mercedes
La nacionalidad por aquello de quere ser. Estar. También sentir. Pero terminamos siendo del mundo. De Venezuela, Argentina, España, Chile, Uruguay. No es cambiar. Es sentir el terruño. Ese terruño llamado mundo. SALUDOS.
GREGORIO RIVEROS.
Pampanito (Venezuela)
NACIONALIDADES. Nadie más que yo aspiro a las nacionalidades del universo. El universo como patria. Se entiende como El Estado distinto a La Nación. Esta última es cultura, tradición, lenguaje, identidades, y otros muy propio de lo humano. Podemos repetir que " Siempre hay mil soles en el reverso de las nubes". Proverbio indú
poeta GREGORIO RIVEROS
Pampanito, Estado Trujillo (VENEZUELA).
http://pampanito.nireblog.com
http://lapoesiavenezolana.nireblog.com
Teléfono: 0416-4765404
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