jueves, 5 de febrero de 2015

Jacobo Fijman, Silencios verdes de los bosques rojos


ALDEA

Mi blanca soledad-
aldea abandonada.

Revuelo de perezas
sobre la torre de un anhelo
que tañe sus horizontes.

Pintadas negras de la desolación.
Yunques abandonados y puentes solariegos.

Se ha sentado el dolor como un cacique
en el banquillo de mi corazón.

Las lluvias estancadas de mis sueños
se han cubierto de musgo.

En el horno apagado del silencio
mis frutos maduraron
estérilmente.

Perdí mi itinerario en el desierto.

¡Hospedería triste de mi vida
en donde sólo se aposentó el azar!

En una pradería de cansancios
balan estrellas mis ovejas grises.

Lugarón sin destino;
las calles andariegas
beatas de mi ser
son manos
contemplativas
que van perdiendo soles...



MAÑANA DE SOL

Tañía el sol sus llamas
en los cántaros húmedos del viento
de rocío y paisaje
que alargaba el elástico sendero.

Desentumecimientos.
Carnes del trigo;
espigas de mis manos.
Jadean los aromas;
temblequean cual besos los caminos.

Silencios verdes de los bosques rojos
apretados de gozo y alegría.

¡Enloquece en mis ojos la mañana!



De: “Molino rojo”, 1926. En: “Obra poética 1”, Leviatán, 1998.
Jacobo Fijman (Rusia –hoy Rumania-, 1898 – Buenos Aires, 1970).

Imagen: José Planas Casas, grabado interior primera edición de Molino rojo.

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