miércoles, 10 de septiembre de 2014

Joaquín Giannuzzi, todos los que lo amaban estaban allí



FRANZ KAFKA EN EL SANATORIO

El mundo parecía en orden fuera de su cabeza,
el cuarto del sanatorio, la vana imprecación
de las pócimas, el vaso con flores desoladas.
El médico, de pronto, se volvió absurdo
al insistir mecánicamente hacia su pecho
buscando un latido perdido, un lenguaje en la oscuridad.
Entonces lo apartó con una cólera triste,
la sombría fatiga que siempre había ordenado
ademanes tan delicados para amparar su destierro.
Todos los que lo amaban estaban allí
moviéndose detrás de la puerta
o precipitándose en oleadas hacia el remoto rostro
parloteando preguntas sin salida,
en el mejor estilo judío.
Pero allí se limitaba el mundo
a encarnar los intensos silogismos de sus textos
y al mismo tiempo confirmaba su poesía
en un código monótono y fragmentario de marionetas.
Toda esa agitación ¿quién la necesitaba
sino la voracidad de vivir al precio de cualquier vergüenza?
Un moribundo muy especial, hermoso como un condenado,
quizás con abundantes pruebas acerca de lo secreto,
desapareciendo, contra toda lógica, en un cuerpo pequeño.



MI HIJA SE VISTE Y SALE

El perfume nocturno instala su cuerpo
en una segunda perfección de lo natural.
Por la gracia de su vida
la noche comienza y el cuarto iluminado
es una palpitación de joven felino.
Ahora se pone el vestido
con una fe que no puedo imaginar
y un susurro de seda la recorre hasta los pies.
Entonces gira
sobre el eje del espejo, sometida
a la contemplación de un presente absoluto.
Un dulce desorden se inmoviliza en torno
hasta que un chasquido de pulseras al cerrarse
anuncia que todas mis opciones están resueltas.
Ella sale del cuarto, ingresa
a una víspera de música incesante
y todo lo que yo no soy la acompaña.



EPIGRAMA

La mosca se ha posado en el borde del plato
para lavarse las manos a orillas de mi sopa dorada.
En circunstancias como estas
lo mejor es disponer de una conciencia neutra.
Después se frota las manos con íntima complacencia
y tras una desaparición instantánea
abandona un puntito oscuro en la loza blanca.
El mundo está en orden en las inmediaciones.
Cada cosa persiste en su convicción. De modo
que la mosca no ha sido enjuiciada. Y en mi asco
cabe todo su posible paraíso.



En: “Obra poética”, Emecé, 2000.

Joaquín Giannuzzi (Buenos Aires, 1924 – Salta, 2004).

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