jueves, 31 de enero de 2013

Ignacio Uranga, ahora, a dieciséis años de no escupir al caminar



EL SUEÑO DE LAURA

Ahora, a dieciséis años de no escupir al caminar
a dieciséis de no mear en los potreros, ahora que
el Lito espera un hijo, que Haroldo va por el
segundo; ahora que el Preso se mudó y no lo
veo; ahora, que caigo en la cuenta de que al Rodi
hace diez años lo mataron dos veces: la primera
por error, la otra jugando; ahora, que no puedo, que
no puedo: al barrio no vuelvo por miedo a mí
mismo, porque ahora el chico es un ilustrado que
asiste a la academia y evita ensuciarse los zapatos; ahora
que la licenciada en ciencias psicológicas Erzetic Paula
diagnosticó neurosis, y el psiquiatra no se pone de acuerdo
con la enfermedad y la droga para la cura; ahora, que es
un intelectual convertido, un converso pibe del barrio Colón
que antes escupía y meaba el portón de cualquier vecino, ahora
que sufre porque de las palabras no se vuelve: el siete de octubre
Laura soñó le decía: no quiero más esto, Laura, no quiero más esto


ASMA

Intentando saltar el alambre en 1988, la línea divisoria
empezaba a recorrer el camino hacia la cicatriz, la
marca para siempre, con todo lo que para siem-pre
implica: suturada una vez la herida, se pretendió que dos
partes desiguales fueran convocadas en una integridad
armónica: la conciencia debida que una línea divisoria
merece no fue considerada: una simple cicatriz pero
detrás se oculta y se muestra a la vez una causa, el sistema
de condicionamientos que contextualmente operaron para
que ahí las cosas no quedaran iguales: un componente más
en el proceso de gestación de la identidad: una huella que
no es más que otro lenguaje: porque nadie es hasta que abre
la boca o la letra, y cae en el abismo, la abertura por la distancia
el no puente, y siente al caos en carne viva, tras el esfuerzo y el
dolor, el esfuerzo y el dolor de intentar decir y caer y caer y venir
a darse cuenta de que el grito sería más: entonces el lenguaje se
vuelve cicatriz, lugar que siempre será un límite, a la vez que
marca que quema, individual, intransferible, entre la imagen
objetiva y subjetiva del mundo, un camino imposible, un
surco que marca un no camino, una construcción equivocada
insuficiente: una auto-herida que el hombre se ha hecho


IDENTIDAD O DEL MUNDO COMO VOLUNTAD Y REPRESENTACIÓN

El limonero de
Avellaneda 540
ha perdido
la libertad de ser
un árbol
cualquiera


En: “El ella real”, Hemisferio Derecho Ediciones, 2009.
Ignacio Uranga, Bahía Blanca, 1982.
Foto: FB.

No hay comentarios: