jueves, 16 de julio de 2009

Jorge Ariel Madrazo: El sol no sabe de moral y otros poemas inéditos



«LA LECCIÓN DE ANATOMÍA», DE REMBRANDT


“Es notable que algunos discípulos
observan la lámina de anatomía y no
el cuerpo yacente”
- W.G. Sebald

Graves cirujanos en torno al criminal
que ayer conoció la horca
en Leiden,
urbe presuntuosa.
Vean lo que Rembrandt eternizó:
El profesor Tulp es, en la tela, un
arúspice del destino, cruel
destino que reserva
a todos un mismo frío mármol.
El doctor Tulp procederá
con su escalpelo, sobre ese cuerpo –o quizás
¿por qué no? sobre el tuyo, o el mío–, a
escandir un antebrazo en circense
ostentación: espectáculo
de alta sociedad
que ejerce su status aún en la muerte.
Varios de aquellos
togados discípulos eluden,
sin embargo, mirar
el cadáver mancillado: en
un rápido cambio de escena
ellos vigilan,
sobre las láminas del libro allí abierto,
el itinerario del descuartizamiento.

(sólo así descifrarán,
piensan estos rígidos
adeptos de Descartes,
los ocultos fervores
de nuestra futura
inevitable
descomposición).


EL SOL NO SABE DE MORAL


El Sol
no sabe de moral:
en larvadas
tardes
centellea

déjase
penetrar
por el pico de
pelícano
del mar

Cuando lo desea
el Sol
enracima

uvas de
la
Vida

O las calcina con
un relincho un incendio
un desangre un
galopar

El Sol no sabe de
lenguas
nadie
le reveló:
“usted se llama
Sol”

El Sol no
habla
del Sol
sale o entra
y no lo
piensa

rayo más
rayo
menos
el Sol se parece
dulce señora
a usted

usted que
calla el propio cielo
desola el corazón
no piensa en
el varón

nacido de
su luz.


CÁLCULO


Y Ella me dijo, esquivando mi mirada, con pupilas
bajas me dijo “el amor,
lo he comprobado, sólo es perfecto si acata
postulados matemáticos de roja seducción”
Es verdad: las isobaras que
en sus curvas
nos congregan
la altitud de las mareas y aquella
puestita de sol
Tan admirables son como el torrente
de tus flujos hormonales
o el aroma de tu cuello que
deletreo

a trescientos kilómetros exactos
con delectación

Los estados de tu alma
multiplicados
por el vértice lunar
te acurrucan junto a mí para escuchar
a Thelonius Monk

Y qué decir de las grandes culpas del abandono
Y del miedo que tiende sus alas de estopa
Y del deseo con sus arterias de ají

Por favor, cuando desees calcular
dos más dos
ven a


Hagamos el amor


MIS AMIGAS


Juran los malpensados
que ellas flamean
alas y no brazos:
nada ortodoxas
alas
es verdad
pero de tal
levísima sustancia que
al correr a estrechar
con dulzura a mi amiga y
rogarle: “Ven,
fiel mensajera
de la delicadeza”,
tintineó ella sus manitas
-¿sus alas, acaso?- y
se elevó
para disolverse más luego en
la lluvia

Jamás diré cuánto la extraño.
Desorientado
en la alta noche
ya no sé
qué es peor:
si oir que no me ama
o saber que ahora
pertenece al aire.


EL ESPÍA


Aquella lumbre por lienzos opacada
de un evanescente resplandor rubí
-por favor, compréndanlo, les hablo
no de alegre ventana sino de otra
enfrentada a mi espionaje vergonzante,
donde acaso ya mismo algún enfermo
sin un átomo de fuerzas, ejecute
la agonía que ni alcanzó a ensayar-,
en esa roja luminaria o dormitorio
tan irreal como el apenumbrado
declinar de alguna turbia frente

¿no seré yo acaso el desolado huésped
que allí muere y la agüita se escapa de sus
ojos en tanto aquí, no lejos, con lógico estupor
desde mi barandal yo lo espío y me espío
y me aferro a mi silla con pálidos nudillos
y me siento tan sano en esta blanca noche?


ELLA TODA EN VERDE


Ella ilumina semillas
febriles misivas
Sobrevuela Ella un cercado de heliconias
Su vestido enrolla en muslos de polen y agapanto
Que me aprisionan cada noche manando
clorofila
Golpes de sexo y fucsia rompiente cascada
Ella anhela compartir su alma su
lecho de luciérnagas
Inventariadas por mí, hasta el alba
con obsesivo método
Me escribe Ella con abejas
Canta Ella cocotales del agua
Vive Ella toda en verde Un gnomo es
Ella de los bosques
Ella me escribe versos clorofílicos jamás
Sufrí tal deseo vegetal
Ella me escribe y sus senos frutecen
Ella me escribe con vértigo infinito
Es un picaflor jamás detiene sus alas su
ilusión, Ella escribe muy lejos de mí
Ella me escribe, me inventa, me redime
Igual que el picaflor redime el aire.



Jorge Ariel Madrazo nació en Buenos Aires en 1931. Poeta, narrador y periodista. Exiliado entre 1976 y 1983 en Caracas, Venezuela. Su último libro publicado es “De vos”, Ediciones El Mono Armado, 2008.

Foto: La Otra revista de poesía.

Ilustración: Rembrandt van Rijn: “La lección de anatomía del doctor Nicolaes Tulp”, 1632.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Como siempre, Jorge Ariel, dándonos una clase magistral de la más excelsa poesía!!!!.
Mi abrazo para vos y mi recuerdo.

Piero De Vicari

Fernando M. Raluy dijo...

Es sencillamente genial. Gracias por postearlo, lo disfruté mucho.

laobsesiondelasemana.blogspot.com

Anónimo dijo...

Jorge
A pesar de saber de tu poesía una y mil veces, descubrirte en este sitio tan respetuosamente trabajado por José María Pallaoro, me llenó de reencuentro, de acercamiento en medio de este quehacer que nos une a todos en un repetido y amoroso abrazo.
Susana Giraudo