domingo, 16 de noviembre de 2008

La poesía como proyecto de vida: Acerca de Sucesión del Ser de Mario Porro

Por Irina Bogdaschevski

Una partícula no es más que
una región más densa de su campo,
que por otra parte se extiende a
todo el Universo.
Albert Einstein

“La poesía hay que leerla, y releerla varias veces en voz alta
para poder comprender su sentido profundo y exclamar:
¡Ah, esto es lo que el poeta quiso decir!”
Ludwig Wittgenstein


El mundo, que cada década se hace más y más complejo, exige al hombre que se especialice con mayor precisión, eligiendo una determinada, muy específica rama del arte o de la ciencia para poder investigar y quizás encontrar luego, en un ámbito relativamente limitado, nuevas posibilidades, nuevas leyes. En nuestra época hay pocos individuos que por sus intereses podrían compararse con los hombres del Renacimiento, cuyos conocimientos heterogéneos les permitían abarcar con su mente un amplio espectro de disciplinas artísticas y científicas, y que en el pasado no estaban tan alejadas unas de las otras como lo están ahora: la pintura, la escultura, la arquitectura, la ingeniería estaban estrechamente ligadas, lo mismo que las letras, la filosofía, la astronomía y la matemática. Y sin embargo ahora nos acercamos de nuevo, cada vez más, a la idea de que en el universo todo tiene que ver con todo, a pesar de que nuestras capacidades de comprensión y asimilación de conocimientos no nos alcanzan para abarcar lo necesario. Además, no discernimos bien entre lo esencial y lo insignificante para nuestro espíritu y perdemos tiempo, que siempre nos falta, en tonterías y vanidades.
Mario Porro es uno de estos pocos hombres del nuevo Renacimiento cuya sed de saber no le permite nunca descansar, considerarse poseedor de las últimas verdades y cuya amplia visión abarca muchas expresiones del espíritu humano, tanto dentro del ámbito científico, como de las diversas disciplinas artísticas.
Hizo estudios de física bajo la tutela del profesor Dr. Rafael Grinfeld, director del Departamento de Física de la Universidad de la Plata y traductor de Alberto Einstein al castellano; estudió matemática y electrotécnica con el profesor Miguel Simonov; estudió música y varios instrumentos musicales y accedió acompañado por los músicos Francisco Kröpfl y Juan Carlos Paz al ámbito de la música moderna; se interesó seriamente por la pintura y escultura; y su pasión por la literatura, especialmente por la poesía fue signada por grandes poetas, desde Juan Ramón Jiménez hasta Lorca, pasando por Saint John Perse, Tagore, Rilke y la poesía oriental.
Para Mario Porro tanto la Física y las ciencias exactas en general, como todas las Artes, son hijas de la Metafísica. Según Mario el principio de todas las cosas es la palabra porque “... todo existe para el hombre a partir de haber sido nombrado”.
Otra de sus ideas más caras es la presencia eterna del elemento emocional en todas las expresiones tanto artísticas como científicas, lo mismo que en la vida cotidiana del ser humano y hasta de todo ser viviente.
Para Mario Porro la poesía es el proyecto de vida, donde no puede faltar el conocimiento de la música moderna, las nuevas teorías de la aparición de vida en el universo, las nuevas experiencias plásticas, o las deducciones metafísicas de los filósofos contemporáneos. Toda esa suma de conocimientos y, más que nada, su increíble capacidad de razonar, le permiten hacer sus propios hallazgos, pensar sus propias teorías.
En la idea de la palabra él subraya especialmente la exactitud del anuncio, del vocablo que se utiliza, para esperar del lector o del oyente, la comprensión adecuada.
El uso exacto de una expresión exige la máxima responsabilidad del que comprendió ante el anuncio entendido. Después de leer atentamente cualquier poema de Mario, vemos cómo, con máxima economía de medios, se nos introduce en el puro campo metafísico, iluminando de pronto nuestra existencia.
Escribir con precisión, pronunciar con exactitud su idea, su sentimiento, - eso es hablar con el lector como con su igual, su cómplice, que no trata de autoafirmarse a costa del autor -. El poeta busca siempre a los lectores que poseen el gusto preparado, educado por las múltiples y atentas lecturas de poesía. El buen gusto presupone la capacidad de elevarse sobre la rutina sin la ayuda del poeta, mientras se busca en el poeta al interlocutor de confianza, al guía en cuyo brazo uno puede apoyarse. La poesía de Mario es seria y reservada; el componente más valioso de todo arte -la emoción- Mario no la oculta, la revela en su poesía. La pareja reinante -el sonido y la idea- se presenta en su obra como la unidad orgánica equilibrada, porque su separación representaría el fin del misterio poético. La idea y el sonido sólo estando juntos gozan de una verdadera libertad porque ambos poseen sus límites naturales. El sonido en la poesía de Mario Porro es sobrio, la idea es siempre original, casi insólita, pero parca: surge la dulce, sugestiva apariencia habitual, en la cual el cielo se alcanza por medio de las señales terrenales.
Mario Porro se dirige hacia sus iguales, pero esto no es el elitismo inherente a la ciencia, sino la nobleza inherente a todo arte. El meristema de la cultura, su delantera en el arte y en la ciencia se ocultan de diferentes maneras ante los no iniciados. La experiencia espiritual, emocional se acumula en cada uno de nosotros espontáneamente durante toda la vida. Esa experiencia no siempre nos permite comprender la mecánica cuántica, pero a los que conocían solamente la música ligera, los puede llevar a comprender a Johann Sebastián Bach. En su nivel exterior el arte está abierto a todas las sensibilidades, pero sus niveles más profundos incitan al hombre a superarse, a crecer. Sin embargo, muy pocos creadores llegan a rebasar con su arte los límites que han sido aceptados por las generaciones de artistas de épocas anteriores. La prosodia lo mismo que un organismo nuevo, no puede ser inventada; es una condición dada, descubierta por un talentoso artista que no es ningún instrumento de la cultura, sino su creador, su artífice.
Mario Porro amplió muchísimo nuestros horizontes, nuestras posibilidades de la captación de la poesía. Sin buscar las rupturas drásticas irracionales, pero sin temer tampoco de introducirnos en el difícil, pero noble mundo de la metafísica poética. Y éste es su mayor mérito.
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Irina Bogdaschevski, hija y nieta de rusos, nació en Belgrado, Yugoslavia, en 1927. Es lingüista, especialista en idiomas eslavos, traductora, escritora, poeta. Ella y su familia en 1944 fueron llevados por los nazis a trabajar a Austria, haciéndolos pasar antes por el campo de concentración de Matthausen, donde murió su madre por falta de atención médica. Después de la guerra comenzó sus estudios universitarios, se casó con Igor y en 1949 con su esposo y su pequeño hijo viajaron a Argentina. En nuestro país trabajó para el diario La Opinión, para el Centro Editor de América Latina y luego para otras editoriales. Escribió estudios preliminares y realizó traducciones de muchos escritores y poetas rusos de todos los tiempos: Pushkin, Turgueniev, Goncharov, Tolstoi, Dostoievski, Chejov, Ajmátova, Blok, Maiacovski, Tzvetáieva, Mandelstam, Pasternak, Tarkovski, Bródski, Ajmadúlina. En sus traducciones Irina siempre intenta preservar la rítmica armonía y el estilo de la prosa y de los poemas originales. Publicó en 1991 un libro de cuentos cortos, “Imágenes al negativo”, y en 2001 la plaqueta “Impreso por ardor”. Desde 1966 vive en Villa Elisa, partido de La Plata. FOTO: Irina en la redacción de El espiniyo, City Bell, 2006. Poemas de IB en POESÍA LA PLATA.
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