lunes, 8 de abril de 2019

LEONOR GARCÍA HERNANDO Es la grieta de una pared la que miro hace días




1
LA ENAGUA CUELGA DE UN CLAVO EN LA PARED

Nadie quiere a nadie. Sólo sombras líquidas se mueven en el aire sucio.
La pasión es la altura y la enfermedad.
El cómico ha dejado su copa en la baranda peligrosa. La noche es arqueada como un pétalo sobre las ventanas iluminadas.
La noche es de estrellas carnívoras.
Qué amor nos tocará la frente ácida? Las paredes son desdichadas y con musgo en el hotel donde persisto      la fiebre es alta como una adolescente con las ropas azules y mojadas.
Con un alfiler podría atrapar esa mariposa; se desliza en la luz del foco que cae como una lágrima entre la pestaña de los cables.
Con un alfiler insistiría en su corazón.


   He tenido el terror de los bichos humildes en la tormenta. Me mortificó la duda. Me mortificaron los grandes helechos ponzoñosos, los ojos de las modistas, las palabras habladas en la boca de mi madre.
   La duda comió de mi corazón como un chino inclinado sobre su arroz cocido.
   El deseo vino con un peso de barco que divide las aguas y termina siendo sólo veneno     blanco      cae en gotas de un raro espesor.
   La boca agrandada por el deseo como por trazos de carmín y los ojos agrandados por la lectura.
Eso es todo.


Es la grieta de una pared la que miro hace días. Lentos insectos blancos duermen en un ángulo más oscuro y más húmedo. La pared parece hecha para que apoye en ella mi frente y duerma (paño frío de cal sobre los labios)
       "pobres mujercitas, pobres chicas abandonadas"
es el único viento que silba en nuestros corazones
silba entre las persianas flojas de nuestras cabecitas desatinadas
       -una mano venía por el aire para golpear mí oído
silencio   desprende veneno una cápsula rota
       el pequeño strass que adornaba mi oreja estalló
       polen que brilla en las maderas del suelo
      ahora la visión de unas manos con uñas cuadradas nos da taquicardia
mujercitas       siempre tensas continuando la línea de unos tacos negros
siempre perfumadas de aburrimiento y pasión
de nucas desnudas
de nucas embalsamadas por el aire que devuelven las enaguas
mujercitas del sur       con una mirada que insiste hacia las estrellas frías
de dedos mojados en ungüentos       en fósforo
mujercitas        perdidas en su musitar palabras improbables
pesadilla/perfume
      y después la cámara
      sigue la caída de un pétalo desde los balcones de
      piedra.
      ¡qué tonto es todo lo que hicimos!
      ¡qué fastidioso el espiar de nuestras madres sobre nuestro corazón!       así miran las modistas la casa incendiada, la casa muerta de ceniza incrustada en el pasaje estrecho de una
ciudad moribunda.
      qué mal hicimos todo   la torpeza de nuestros dedos en el cuaderno enfermo, en la batista de cursis bordados ¿qué falta no absorbieron nuestras manos decaídas y pálidas? abrimos la llave del gas, los frascos, las puertas de las terrazas y desalentadas vamos a ducharnos sin honor   ¿cuándo seremos heroicas cuándo ahorcarnos en un cable cuándo provocaremos un temblor?
mujercitas             mujercitas
ni putitas ni niñas ni madonas
el humo arrancado a las agujas de pino, ése el calor de nuestras miradas sobre los lentos objetos, las piernas de los hombres y los animales mutilados. El hambre de bondad nos hace estremecer en lo oscuro; el hambre de palabras plácidas palabras calmantes cómo una capucha para nuestras nucas volcadas como flores, que ya no pueden sostenerse en un jarro.



2
LA MUERTE ARGENTINA

Como si morir a balazos
fuera el mejor juego bajo el sol.
W. B. Yeats

                                      el mal, como un ala de murciélago, vino a rozar nuestras rodillas. Estábamos en el balcón; en la noche mirábamos la oscuridad, el grisado verde de un álamo contra la tormenta.
      La Fiesta hace años terminó.
Con la respiración detenida, en las tinieblas miramos el árbol
el mal nos corrigió las rodillas
hizo de nosotros esa historia.


Años

He perdido. Hemos perdido y llorado al fondo de los gallineros.
      No hay más consuelo que estas plumas, estas aves de corral mirándonos compasivas.


La muerte argentina

                           eran épocas de símbolos, de tatuajes. Ya derrotado, ya muerto; su cabeza es cortada, hincada en una pica y exhibida en plaza pública en una ciudad casi asiática.
El paludismo hace crecer flores malsanas.
En los patios los adolescentes se estiran en los mosaicos y buscan con ojos relucientes la humedad
      para oprobio de la familia
tres gallinas con las patas atadas mueven sus convulsivas alas, sin sonido agonizan entre plumas sangrantes
      para escarmiento de ese pueblo retobado
la cabeza de un hombre enterrada en un clavo, alzada en una caña que la noche hace de bronce, en una plaza mezquina, de rotos arbustos de tristísimas palmeras.



En La enagua cuelga de un clavo en la pared, Ediciones Último Reino, Buenos Aires, 1993.
Leonor García Hernando (San Miguel de Tucumán, 1955 - Buenos Aires, 30 de marzo del 2001). Foto: Jmp

1 comentario:

Emi Cruz Luna dijo...

gracias José María!