viernes, 13 de abril de 2018

Héctor Miguel Ángeli, De un poeta solo sabemos que muere si no arde





UNA MARIPOSA EN LA LÁMPARA

¿Quién es un poeta?
¿El que reparte el fuego,
el domador,
el niño de la calle?
Miremos la luz:
agitada por la mariposa
más visible nos parece.
Su congestión vivimos.

De un poeta solo sabemos
que muere si no arde.


LA CACERIA 

Pero el ciervo alzó la cabeza
mientras caía el bosque en la bala.
Y más aún alzada,
la cabeza asumió el equilibrio.
Extraña duración en la que
todos
quisieron retornar al frenesí


PUEBLO

Todo lo inventa,
sobre el agua del horizonte,
un crepúsculo sostenido
por cuatro cables.


EL ARROYO

Déjame por la mañana,
entre los ríos del sauce
                                  y tu silencio.
Déjame donde una pequeña orilla
de alegría
recuerde tu instante,
entre las barcas del cielo
                                   y tu silencio.

Déjame donde termino de llamarte.


LA SEÑORA ALICIA QUE ARREGLA ZAPATOS

La señora Alicia que arregla zapatos
recibe caminos de todos los días.
La señora Alicia se llena de polvo.

¡Cuánta compañía! ¡Cuánta compañía!
La señora Alicia parece feliz.
Cada taco roto le presta barrancas.
Cada tachuelita le recuerda un trébol.

La señora Alicia parece feliz.
Desde su pupitre sonríe a las muecas
que en el suelo ensayan los mimos del pie.

Como no hay ventanas, muchas veces canta.
El betún y el cuero le sirven de coro.
Vuela la canción, mientras abajo, cerca,
la señora Alicia se llena de polvo.


MI MADRE ADVIERTE LA GIBA DE PLATA

Madre, te has quedado sola...
y sé que te comprendo,
pues en estos días
ya alcancé tu edad.
No puedo decirte qué me pasa.
¿Viste? Se nos muere todo.
Los astros se apagan en la noche
y la mañana pesa siempre más.
Si cierro la puerta de mi cuarto
no te aíslo, al contrario...
en estos días, como un gran recuerdo,
te quiero abrazar.
Ayer, por ejemplo, y era ya muy tarde,
mientras escribía,
retóricamente te pregunté al fin:
¿qué auxilio hay para los tristes?
Y apenas murmuraste:
papá no volverá....


AL PEZ DE UNA PECERA

Por la irisada cuenca de tu vidrio
giras y giras la obsesión ceñida
del artificio glauco a que te obligan.

Un gajo de satén en tu ropaje.
Y el agua breve, la hierba desteñida
y unas piedras que siempre reconocen
el muelle de la casa y la memoria

de ultramarina bóveda incesante.
Te permiten así pez de pecera
y aún si juegas mal, no te despliegan.

Y sin embargo, mientras todo duerme
y unas pocas algas trae la luna
y mueven blandos buques las cortinas,
el mar que no posees te sustenta.


CON LOS PIES NOS VAMOS

No quiero que me levanten los pies para morirme.
Que me alcen las manos, eso sí,
hasta la desembocadura de los astros.
Pero no quiero que me levanten los pies para morirme.
Con las manos hacemos la ternura y la nostalgia,
Con los pies nos vamos.
Y cuando me vaya,
quiero ser toda mi despedida.

Porque estoy traspasado de materia,
de materia inflamable y aleatoria
que no me deja en paz, que me persigue
y que no quiero olvidar cuando me vaya.

Las cosas están altas y en la altura se arrastran.
Todas las cosas son, se me parecen:
el sueño intestinal del ave,
la orquídea en el vientre de los muertos.
Debo irme con ellas,
transportadas por esta permanencia.
Tan grande es el dolor de nuestra marcha,
tan grande y tan amigo,
que no quiero que me levanten los pies para morirme.
Quiero ser todo el que fui cuando me vaya.


De las antologías de poesía argentina: Antología de la Poesía Argentina (Ediciones Librerías Fausto, Tomo II, 1919-1930, 1979); Generación Poética del 50 (Ediciones Culturales Argentinas, Ministerio de Cultura y Educación, 1974); Los Nuevos (CEAL, 1968) y La Poesía del cincuenta (CEAL, 1981).
Héctor Miguel Ángeli (Buenos Aires, 1930 - 12 de abril de 2018). Foto: Jmp

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