sábado, 30 de enero de 2016

Juan Carlos Moisés, Una existencia merecida en nosotros


DIBUJOS PARA CLARA

Al amor que nunca sabemos dónde ni cómo,
al amor que no podemos dominar ni liberar.
W. H. Auden, La Ley se parece al Amor

1

De un papel en blanco sobre la mesa
no sólo esperes la necesidad de una
escritura que nos incluya, o que hable
a la vez de nosotros y de los otros,
del envase social que nos contiene.

A veces, unos trazos mudos y rápidos
les ganan de mano a las palabras
sin que pueda hacer algo por evitarlo,
y no porque ya no se me ocurra ninguna
o sea incapaz de volver a escribirlas.
Las dejo de lado por un momento,
por un día, varios, según, y te escribo
con dibujos. Esta vez son tres dibujos
diferentes, que salen del frasco de tinta
china en una secuencia espontánea.

En el primero, en lugar de pies, tenés
ruedi­tas, dos, con las que te deslizás
entre los sauces, desde el puente de
madera hasta el codo ancho del río,
que tiene su doblés, y vuelve como si
se arrepintiera para que te vuelva a ver
en la claridad del agua y del papel donde
mi pulso animado hizo de las suyas.
Un dibujo imperfecto pero con gracia.
En el segundo das brazadas en el agua,
en esa misma agua, donde es honda
la corriente, nadando crol hacia la orilla.
El último dibujo es un cabal­lo de pelo
overo, echado en el pasto con los ojos
cerrados. El caballo soy yo, dormitando,
a la espera de que me despierte tu llegada.


2

Hoy, una vez más, no garrapateo
las palabras desvergonzadas de
viejas cartas o escritos en un papel
ni golpeteo el teclado indiferente
con la prolijidad del oficinista,
sino que te hago llegar un dibujo.
Estamos los dos en esos trazos: una
mujer y un hombre que se miran,
se rozan la nariz, no se dicen nada.
Si fuera necesario, alguno de los dos
hablará primero, pero ¿quién?
Dudo (porque no lo sé) que sea
dentro del dibujo que te envío,
terminado con todos los detalles,
porque me dij­iste que te gustaba
cuando hice los primeros trazos
“reveladores”, que comenzaron
a tener efecto con paráfrasis incluida:
“hay dibujos que valen por mil fotos”.
Y en buena hora lo dicho dicho está.
A no agregar ningún detalle, entonces,
porque fuera de toda especulación verbal
en este papel de tamaño regular
te va a llegar el sile­ncio de esos dos
que siguen mirándose en el dibujo.


3

Lo intento en vano; hoy tampoco
me salen palabras para vos,
sólo dan vueltas inexpresivas
en el vacío de la mente sin tocarse.
Cuando no llegan las palabras,
o cuando las palabras que llegan,
y en la forma que llegan, no son
las esperadas, las opciones se reducen
a cero y lo primero que pienso es
en dibujar para que otros aspectos
de los hechos puedan revelarse.

Y así como lo digo me lo digo:
—Quiero dibujar.
—¿Dibujar qué?
—Si fuera posible dibujar cosas,
personas, animales, bajo el aspecto
que deseen presentarse. Por ahora,
sólo quiero tener ganas de dibujar.
Me estoy proponiendo tener ganas
de dibujar; me hace bien sólo pensarlo.
—¿Pensar qué?
Pensar en tener ganas de dibujar.
Pensarlo, para comenzar a tener ganas.
Hasta que sólo queden las ganas, sin pensarlo,
y tome el lápiz o el plumín y comience
a dibujar para vos, mi Clara, lo dicho:
cosas, personas, animales, que puedan tener
una existencia merecida en nosotros.


En: “El jugador de fútbol”, Ediciones La Carta de Oliver, 2015.
Juan Carlos Moisés (Sarmiento, Chubut, 1954).
Foto: En revista de poesía “El espiniyo”, número 4, otoño – invierno, 2006.

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