lunes, 16 de abril de 2018

Alberto Pipino, Vacuos reclaman por una poesía a secas




UNA ESPERANZA CUADRADA EN LA ORILLA

I

de los dedos de esa mujer que tañe su vientre vacío
nació un pañuelo blanco para enjugar la soledad
baldosa de hilo por donde se desequilibra el poder
y la esperanza transita su grito que rompe el marco

en ese pañuelo blanco cabe todo el país desaparecido
trapito al sol con la ternura desplegada
género humano que golpea al viento en tanta búsqueda
y todas las puertas continúan en silencio

la campana incendia sin pausa el corazón blanquísimo
puebla de llamaradas la cuna vacía del pueblo
hueco por donde hila el dolor su himno
y la rabia habita cada despliegue del pañal


V

los pañuelos ya no sirven para enjugar las lágrimas de mis país
desde hace una historia son una bandera blanquísima pero no de paces
estandarte de guerras contra el olvido en cada barricada de la memoria
iza tembloroso de bronca el paisaje de la ausencia impuesta por las bestias

por más colores y diseños que adornen ahora a los pañuelos en las ondas del disimulo
aunque los importen de parís o de Londres o de nueva york y sean pura seda para negar
por el cuadradito de la luz entra el pueblo en busca de sí sin cesar
y salen nombres y rostros y fechas de nubes palomas jazmines y piedras

de estas nubes cuadradas que pueblan mi cielo bajará la lluvia
de estas palomas cuadradas que vuelan en mi país se mueve la libertad
de estos jazmines cuadrados que florecen en nuestro camino
de estas piedras cuadradas que arrojan las madres es el futuro que aparecerá


AGUJERO I

Pasamos entre los dedos
entre los pelos, silbando
hacia el sumidero
en su busca.

Un soto, un imaginario
cuerpo debajo del ángulo
cada vez peor. Un hedor.
Y aunque otro icono no haya
en la fluidez
del derecho al revés
la muerte talla su ídolo.

Pasamos entre los pedos
entre los miedos, hacia el bebedero
en su mueca brilla una meca.
La mandíbula, arco superciliar
una muesca
muela cariada
deja en el aire esa expresión inequívoca
cierto desencajamiento de los huesos de la cara
del que busca un sesgo rápido, circulando.

Vacuos reclaman por una poesía a secas
huyen de la humedad del verso
dejan sus residuos, laboriosamente.

Estoy aquí deshojando un alcaucil
mientras un vaso estalla
en una de mis cavidades
sin horizonte, la marea avanza.
Aún no llegamos. Mansa
abre su agujero menor.


AGUJERO XI

La sombra de un perro
tapa el amanecer
la oscuridad quema mis naves
la leche rebasa los agujeros amados.
En los trasfondos, la verdad es liviana
xenofobia de hondas raíces.
Acabo. Temo que la realidad
se convierta sólo en ideas
pocas sensaciones mecánicas.
Detrás del ladrido de un perro
se destapa el nacimiento del amo
que canta por su cuenta.
Los agujeros desarmados
disputan el hueso
con el dogma.
Su gemido se ahoga en la tibieza.
El mío desahoga en una sed
que se aleja por los pasadizos.


Los poemas I y II forman parte del libro Nada por el estilo, Libros de Tierra Firme, 1985. Agujero I y XI, de Agujero, Ediciones de la Aguja, 1993. Selección: Jmp
Alberto Pipino (Buenos Aires, 1942). Foto: Jmp

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