viernes, 30 de marzo de 2018

Piedad Bonnett, Como el molusco los poetas tenemos una belleza extraña, que atrae y que repugna



LAS CICATRICES 

No hay cicatriz, por brutal que parezca,
que no encierre belleza.
Una historia puntual se cuenta en ella,
algún dolor. Pero también su fin.
Las cicatrices, pues, son  las costuras
de la memoria,
un remate imperfecto que nos sana
dañándonos. La forma
que el tiempo encuentra
de que nunca olvidemos las heridas. 


PERLAS

Como el molusco
los poetas tenemos una belleza extraña,
que atrae y que repugna.
Nos gusta el fondo amargo de las aguas,
y en las profundidades vivimos, respiramos,
escondidos debajo de las conchas calcáreas
y a menudo aferrados a las piedras.
Cada tanto,
un elemento extraño nos invade,
se enquista en nuestra entraña
y comienza a crecer.
Una hermosa señal de que no estamos solos,
de que somos del mundo, para el mundo.
Amamos esa masa que crece en nuestros vientres,
que se hace dura y bella a expensas de lo blando.
La cerrazón asfixia, sin embargo.
Por eso nos abrimos y expulsamos
esas íntimas lágrimas,
casi siempre imperfectas.
Lo oscuro pare luz, y eso consuela.


LECCIÓN DE SUPERVIVENCIA

Nada hay de bello en el pepino o carajo de mar.
Es, en verdad, un animal sin gracia,
como su nombre.
En el fondo de los grandes océanos,
inmóvil, blando, amorfo,
permanece,
condenado a la arena,
y ajeno a la belleza que encima de su cuerpo
despliega el mar.

Se sabe que
cuando el  pepino de mar huele la muerte
en el depredador que lo amenaza,
expele
no solo su intestino
sino el racimo entero de sus vísceras,
que sirven de alimento a su enemigo.

Con un limpio ritual
huye el pepino de aquello que amenaza con dañarlo.
 
Para sobrevivir queda vacío.

Liviano ya de sí y libre de otros
muda de ser.
Y poco a poco,
sus entrañas
                  se recomponen.
Y vuelve a ser, en letargo de sal,
una entidad en paz que vive a su manera.


FOTOS

Al otro lado del teléfono
mi hermana habla de fiordos, de glaciares,
de rías, de bahías,
de “sastrugis”
(que son dunas de nieve).
No puedes –dice- ni imaginar los matices del blanco,
su belleza.
Y anuncia fotos, muchas fotos.
Yo no la decepciono:
también me agito, muestro mi deseo
de ver a su regreso
lo que no alcanzan a decir sus palabras.

No le digo a mi hermana lo que en su fondo sabe:
que lo que quiere atar allá se queda;
que en su maleta
ya se comienza a derretir la nieve;
que no hay segundos tiempos,
que escribimos historias
con flores disecadas y mariposas muertas
que asfixian con su polen nuestros días.

Le digo en cambio
que aquí estoy, esperando su promesa.


EL QUEHACER DEL TRABAJO SUCIO, III

Siete estómagos tiene el poema.
Por cada uno de ellos pasa el bolo
del amargo alimento.
Lo rumian, lo maceran,
lo disuelven.
Finalmente, lo excretan.
A veces –quien creyera-
su materia ilumina.


DESGARRADURA

Otra vez sales de mí, pequeño, mi sufriente.
Otra vez miras todo con mirada reciente,
y llenas tus pulmones con el aire gozoso.
Ya no lloras.
El mundo, de momento, no te duele.
Todo es tibio esta vez, caricia pura,
como una prolongada primavera.
Ignoras
mi útero vacío, mi sangrado.
Desconoces
que el grito de dolor de parturienta
va hacia adentro y se asfixia, sofocado,
para que no trastorne
el silencio que ronda por la casa
como una mosca azul resplandeciente.
Mis manos ya no pueden cobijarte.
Sólo decirte adiós como los días
en que al girar, ansioso, tu cabeza,
mi sonrisa se abría detrás de la ventana
para encender la tuya. Cuando todo
era sencillo transcurrir, no herida,
ni extraña expuesta, ni desgarradura.


EN CASO DE EMERGENCIA

Al vuelo cero cero setenta y ocho
ha entrado una monja que se persigna apenas se sienta,
una muchacha de una belleza dolorosa,
un hombre de negocios en cuyos zapatos relucientes
podríamos mirarnos mientras nos cepillamos los dientes,
un niño con un letrero colgado al cuello,
una vieja celebridad de la tele.
Ni aún así, en caso de emergencia,
podríamos salvarnos.


VOLVER

Abro la puerta de mi casa, enciendo las luces,
saco de mi maleta la ropa sucia, el cepillo de dientes,
los libros recién comprados,
apilo los periódicos de los últimos días, las cuentas,
abro una ventana para ventilar un poco,
y en el reflejo miro, de reojo,
a la recién llegada
que así
sin más ni más
se deshabita.


En Explicaciones no pedidas, Premio de poesía José Lezama Lima, Casa de las Américas, Cuba, 2014.
Piedad Bonnett (Amalfi, Antioquía, Colombia, 1951). Foto: Jmp

1 comentario:

Raúl dijo...

No conocía a Piedad Bonnet. Me alegro del azaroso acierto.