miércoles, 10 de noviembre de 2010
Daniel Chirom – Edgar Bayley y la existencia del hombre
LA CLARIDAD
En Común (1949) es el primer libro de Bayley y el que refleja de forma ortodoxa el movimiento invencioncita. Los poemas poseen un lenguaje inventivo pero atado por una estricta vigilancia intelectual que, en algunos casos, les impide alcanzar vuelo lírico.
En 1961, bajo el título La vigilia y el viaje, edita su hasta entonces obra poética completa: En Común, La vigilia y el viaje y Ni razón ni palabra.
Este volumen, que es el fruto de 16 años de trabajo, muestra acabadamente su evolución poética. Los poemas, sin perder la vigilancia que supone el "estado de alerta", ganan en fluidez e inventiva y acceden a la plena existencia. Hay aquí textos memorables como "Es infinita esta riqueza abandonada", obra que se convertirá en una suerte de bandera para toda una generación. En "El poeta político", Bayley propone: “... es necesario intercambiar a la intemperie nuestras señales de reconocimiento con las cosas y con nuestros hermanos". César Fernández Moreno apunta que los poemas "presentan a primera vista el aspecto coherente y trabado del discurso lógico, para revelar de pronto que sus conjunciones, proposiciones y demás soportes gramaticales son algo así como una parodia en alto estilo del arte tradicional, bajo cuyo disfraz late una realidad sólo emocionalmente aceptable".
Entre 1963 y 1964 se publica la revista Zona de la Poesía Americana. Allí se nuclear poetas que siguen por la senda trazada por Bayley. Entre ellos podemos citar a Alberto Vanasco, Francisco Urondo, César Fernández Moreno, Miguel Brascó, Noé Jitrik y Ramiro de Casasbellas. De alguna manera, esta publicación es el fruto de la larga experiencia del autor de En Común ya que podemos hallar elementos del surrealismo, del invencionismo y del neoromanticismo, dando lugar a una poesía a la que se clasificó de "existencial".
En El Día (1969), según Daniel Freidemberg, Bayley realiza "la ruptura sintáctica de algunos textos" y pone en juego "la surreal jocosidad de ciertos poemas en prosa". Luego vendrá Celebraciones, que son poemas escritos entre 1968 y 1976 y que son incorporados a su Obra poética. La poesía de Bayley ha ganado un nuevo espacio, producto de la fusión de sus anteriores experiencias. Cada palabra es una obra poética y al encadenarse con las demás del poema, brindan un conjunto que sorprende no sólo en el nivel del sentido, sino también en el del fónico, aspecto al cual el poeta siempre le ha prestado especial atención. Si según Platón "descubrir es recordar", Bayley despliega ante el lector el mundo en su maravilla que, por obra de la gracia que vive en el poeta, vuelve a cobrar sentido o, si se lo prefiere, toma uno nuevo (hay que tener en consideración que en latín "descubrir" e "inventar" son sinónimos).
En Nuevos poemas (1981) el poeta nos sorprende con la enumeración de elementos de la vida cotidiana a los que otorga una nueva dimensión. Ejemplo admirable de ello es "La Sartén", un poema donde el lector descubrirá el asombro en aquello que realiza diariamente en forma mecánica, lo verá por primera vez como si nunca lo hubiese visto. Bayley propone "una mirada inocente" mediante la exposición casi "fotográfica" de los hechos y de los objetos.
Pero esta poesía está lejos del sencillismo. Su "frescura" proviene de un trabajo consciente con los elementos visuales, fónicos y con el poder revelador de la palabra. Estos elementos se profundizarán en Alguien llama (1983) donde, según Freidemberg, "sin hacer surrealismo, queda creado un espacio 'surreal', por ejemplo, cuando en "Un hombre trepa por las paredes y sube el cielo", lo absurdo -más exactamente lo desatinado- se hace natural por la presentación 'fotográfica' y sin énfasis de los hechos, un poco al estilo del mejor cine mudo. Otro poema ejemplificador de la altura alcanzada por el bardo es "La Claridad", donde logra conmover con su sencillez. Y es necesario volver a remarcar que aquí no hay que confundir esta palabra con simpleza. El vate, dueño de su lenguaje, logra trasmitir con "claridad" aquello que quiere decir. Esto sólo es posible cuando vida y obra se confunden en un mismo haz ("Claridad he querido para recorrer tantos sueños/ y glorias y poderes y dispersas situaciones y gentes y para estar en el aire sin ausentarme del fuego").
Párrafo aparte merece el personaje del Doctor Pi. Aquí Bayley despliega poesía y humor en historias que son protagonizadas por un personaje cuyo linaje entronca con el doctor Faustroll de Alfred Jarry y Pluma de Henri Michaux. Con su levitón, su sombrero de copa y su bastón, el doctor Pi transita por extrañas aventuras que no tienen principio o fin. Luego de leer cada historia, el lector se preguntará si el absurdo existía antes o después de la aparición de Pi. En el prólogo del libro, Enrique Molina afirma del doctor Pi que "sus motivaciones escapan a la miseria de lo inmediato, proceden tal vez de situaciones remotas, del ruido que hace una naranja al caer en la tierra, de cierta grieta que se alarga en un muro en el instante de derrumbarse. Su incoherencia pone en juicio nuestra lógica, hace sospechar una lógica más honda que se nos escapa ... ".
La poesía de Bayley afirma la existencia del hombre. Lejos de los gestos ampulosos, el suyo es un camino que se fue construyendo consciente de la responsabilidad que pesa sobre el poeta en nuestros días. Su voz es única y necesaria y abrió un camino, como el de su admirado Oliverio Girondo, por el cual aún transita la poesía argentina.
Daniel Chirom (1955-2008)
En Revista Ilustrada de Poesía El Jabalí Nº 19 – 2009. Año XIV.
Foto: Jmp, detalle tapa revista El Jabalí 19
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