jueves, 3 de diciembre de 2009

Glauce Baldovin (1928-1995) – La herramienta y otros poemas


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EL FUEGO

I

Soy la Señora del fuego. Regreso de los infiernos donde fui a
apagar la sed que el agua no apagara.
Señora de todos los ardimientos, las fogatas, los incendios
aquí estoy, abrasada mi piel y mi carne: sólo huesos.
Ya que clavada como pira entre las llamas ellas creyeron
devastarme
más sólo transformaron en cenizas mis ramas, mi tronco, y sus
capas protectoras. Hasta mis raíces. Hasta mi albur.
Pero les arranqué el secreto y conservo intacta mi cofia, la protejo
en mis puños para que conserve el calor hasta encontrar tierra
propicia y enterrarla otra vez. Como fue al principio
Prometeo, prendido a mi esternón, así me lo exige. Y yo soy su
sacerdotisa.


El secreto del fuego es el secreto de la humanidad, el de la tierra,
las aguas, los astros.
Es mi secreto. Y he de llevarlo conmigo como bruja que sola fuera
aprendiendo hechizo tras hechizo.
La maga, la yatiri.
Y tendré que cuidarme de las conjuras de aquellos que creen en la
pureza y tienen enmohecido el cerebro y el corazón.
Ya que soy la más pura entre todos los seres pues Él ardió mi
cuerpo pero también ardió mis pecados y mis inhibiciones.

De: “Poemas”

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LA VIDA

No es una espiral. Es un círculo.
Cerrado y perfecto.
Fundamentales problemas matemáticos
podrían resolverse con su diámetro
sus coronas
sus trapecios.
Llegaría a saberse si realmente existe vida en
Júpiter
se curaría el cáncer
se daría al zodíaco un lugar prominente.


Pero este es mi círculo.
Cerrado y sin perspectivas.
Lo cuelgo en una cadena alrededor del cuello
y me golpea acompasadamente el corazón.

De: “Poemas crueles”

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LA HERRAMIENTA

Esta hoja de lirio como un bisturí por la escarcha
esta tijera cuyos ojos miran un tiempo sin espacio
-donde todo es fin todo comienzo-
esta laminilla de bronce labrada en arabescos. Afilada. Afilada.
O esta cuchillita de cabo tachonado por un solo clavo
me caben en la mano
y pueden, con dulzura, atravesarme la garganta.

De: “El rostro en la mano”

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SATANÁS

Quién dijo Demonio que sólo hay siete infiernos?
Son setenta y nueve y después la nada. El silencio donde te meces paciente como un suave gato suave
como las cenizas como la garúa
y sueñas con ser ángel de alas celestes.
Oh, tus locos desvaríos, Diablo! Conminado a vivir en el fuego, a ser la primera imagen del terror y el miedo.
Nadie sabe tu amor por las verbenas los trenes los barcos los corderos
y un alfeñique rosa para tenerlo en la boca mientras sueñas con la lluvia.
Amador de las aguas: tempestades, ríos, rocío. Océanos que por siempre te serán negados
arroyos que la lluvia forma contra las aceras. Tú, que quisieras jugar con naos de papel de seda; mandar con ellas enigmáticos secretos.


Oh, Diablo, oh, Demonio, oh, Satanás!
Qué remanso habrá en mi sangre para que puedas apacentar dulces hierbas, para que goces el ocio y la creación devenga.
-Tanto es tu trabajo con la horquilla siempre a cuestas!-
Ven a jugar conmigo esos juegos tuyos increíblemente absurdos.
Genio de lo diferente, último romántico, transgredamos juntos esta sociedad hipócrita de indiferentes, criminales, tecnócratas.

De: “La promesa”

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IX

Ordeno los libros me detengo en cada uno lo apretujo
Homero Teócrito San Juan Manrique
Whitman Brecht Rilke Perse
El Popol Vuh Galeano Carpentier
Rulfo Poe Hesse Borges Vallejo.
Que por ósmosis me vayan penetrando.

La Soledad acaricia un sobre saca el papel.
Mientras lee solloza hunde la cabeza en las manos.
Me asomo por sobre su hombro:
es una carta de nuestro hijo secuestrado
fecha abril del setenticinco en las Cataratas
donde me dice
“aquí todo es luz verdor quisiera ser una pantera alada”.

La Magia revuelve hurga en los cajones.
Artera imperativa
pone en mis manos el documento de la Teología de la Liberación
que tanto nos lacera.
Tanta luz dice la Soledad encendiera en estas horas aciagas.

Con su dedo verde nervado la Magia señala un párrafo.
¡Oh pérfida maldita bruja amada!
Comprendo su mensaje.
Llevarlo a la poesía hacerlo de todos salvarnos.
Solidariamente salvarnos.

De: “Nuestra casa en el tercer mundo”

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Selección de textos: Concepción Bertone.
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

QUE BUENO LO TUYO, JOSÈ. TE ABRAZO CON INMENSA GRATITUD.
roberto glorioso

Jorge Isaías dijo...

La conocí a Glauce, en los años 70, en Córdoba.
Un ser excepcional.
Pagó el tributo de ser grande y vivir en provincias.
Hay que difundirla.
Un abrazo para vos José María y buen año 2010.,
Isaías