sábado, 19 de septiembre de 2009

Rafael Felipe Oteriño – Flaubert y Melville


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FLAUBERT EN CROISSET

De 14,00 a 20,00, de 22,00 a 2,00, todos los días,
tronara o lloviera sobre el barranco.
Los domingos: probar en voz alta
lo escrito. Tropos, omisiones,
esperas.

Conozco tu prisión, conozco uno a uno los barrotes
que la circundan. Los he recorrido de noche,
bajo la luz cambiante. Un día son pesados,
de oscura materia; otro día giran livianos
como agujas de reloj.

A espaldas de huéspedes y forasteros; bajo la luz
de un farol, arropado en el frío,
también este viejo guardián
pudo vivir
detrás del cristal de su ventana,
y aún más: ser feliz.

Rojo intenso, escarpado azul, lento y contagioso gris,
en los bordes y en el centro.
Asonancias, consonancias, cacofonías;
tachaduras, interlineados,
enmiendas.

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DICE AHAB

Con puntas de diamante dibujé el ojo de la ballena,
con aceite hirviendo regué, hasta anegarla,
la cubierta del Pequod,
con punzón y llama profundicé los daños.
Paño y brea, sudor y tabaco
fueron necesarios
para alimentar las fauces de este cielo.

Navegué círculos, cambié de rumbo varias veces,
abordé témpanos y montañas,
hasta que el frío de la noche fue mi bálsamo.
En su almohada de cristales azules
hallé la estrella
que me condujo de nuevo a casa.

Fría, el ala del pájaro extraviado;
tibio, el horizonte que se retira;
lejana, la sombra de los padres
–tan callada–,
se elevaron del mar para decirlo:

“¡Vuela arpón, consuélanos volando!”.

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En: “Ágora”, Ediciones del Copista, 2005.
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Rafael Felipe Oteriño nació en La Plata en 1945. Vive en Mar del Plata.
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Foto: Le pavillon de Croisset.
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