sábado, 4 de abril de 2009

“La estrella roja” y otros poemas de Roberto Malatesta



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MI AMIGO VIVE CERCA DEL ARROYO


Mi amigo vive cerca del arroyo.
Desde su casa puedes escuchar
la cadencia del agua.
Yo mismo me detuve ensimismado
a oír, sentado en su sillón naranja.
Ciertamente mi amigo es muy afortunado,
camina a orillas del arroyo
hasta llegar al parque
y las sierras le abrazan
el horizonte.
Yo podría envidiarlo
pero no lo hago.
Si no fuese mi amigo
otra cosa sería.
Al serlo un poco soy
yo el que vive
tan cerca de un arroyo.
Su rumor se percibe a través del poema.

Para Pablo Anadón

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UN SIMPLE ESPECTÁCULO


Mi hija y yo observamos como entrenan perros.
No es por interés en el asunto,
es cierto que nos gustan mucho los animales,
pero hoy estamos aquí sin más cuestiones.
Apacible espectáculo:
hombres y bestias,
viento y un cielo gris,
luz a lo lejos, en los bordes,
donde quiebran las nubes.
Estamos bien aquí,
la tarde nos parece inmejorable,
echados en el pasto sin nada hacer,
nada podría resultar mejor, tanto que
yo no sé que es esto, cómo denominarlo,
si felicidad, busco el cómo y el porqué
sin nombre alguno todo me desborda,
sin nombre alguno, no está mal, mejor así.
Todo es inmensidad:
el pasto, el viento, la luz.
Todo importa, empero, nada es importante:
sólo grande y sin peso.
Estamos bien aquí.


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MI HIJO Y EL PERRO VIEJO


Mi hijo identifica al perro viejo como suyo,
dice que el nuevo es mío y a mí me da tristeza.
Pudo haber elegido al joven pero escogió al viejo
que pronto va a morir, y si la muerte es triste
la inocencia de mi hijo le añade un tristísimo elemento.
Se sabe que la muerte cría a su alrededor
colonias de animales melancólicos
y en cada rincón reproduce un símil de sí misma,
falsas muertes que cumplen la misión de ofuscarnos.
Yo quisiera evitarle un pesar a mi hijo,
mas no consigo sino entristecerme.
Hoy jugamos a la pelota y yo perdía siempre
mirando a los rincones, desatento,
él se rió mucho, se ríe y piensa en su perro.
El puede lo que yo no puedo, el cree solo en la vida.


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ÁRBOLES


Algunos árboles que ya no tengo
me regresan en sueños:
el sauce llorón de mi infancia,
la línea oscura de ligustros,
las casuarinas y su aullido,
un limonero escala al techo,
una higuera que vio a mi madre crecer
y al sol de la siesta me oyó
conversar con mi abuela,
pesadas hojas que oigo caer desde el gomero.
Son tan nítidos
como si los tocase tras andar un atajo
que avergonzara al tiempo.
A veces creo que de ellos algo
creció en mí,
que soy la suma de mis árboles.


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LA ESTRELLA ROJA


Vimos a Marte,
los dedos de mis hijos señalaron
hacia la estrella roja.
Nunca, en años, se había aproximado
tanto a nuestra tierra.
Lucía realmente muy bella
en el cielo final
que tocaban los dedos de mis hijos.
Mi casa también era bella
con Marte adornándole el cielo
y mis hijos felices
con aquella visita.
Aquella noche nada se interpuso
entre ellos, nuestra casa y las estrellas.


--
EL MOTOCICLISTA


Junto al camino se detiene,
me pregunta si voy hasta el cruce, él me lleva
agradezco su gesto pero digo que no.
El cruce es donde se bifurca
el camino que sigo,
un brazo va hacia Cosquín
el otro, más breve, a Cabana,
allí es donde yo voy
de visita a la casa de mi amiga
la Tere Andruetto.
No tengo apuros,
prefiero llegar caminando.
Así es como se llega a su poesía,
así es como ambos la entendemos.


--:
Roberto Daniel Malatesta
nació en la ciudad de Santa Fe en 1961. Publicó, entre otros, los libros de poemas: “Del cuidado de la altura del níspero”, 1992; “Las vacas y otros poemas”, 1994; “Flores bajo la lluvia”, 1998; “No importa el frío”, 2004; “Por encima de los techos”, 2004. En prensa: "Cuaderno del no hacer nada", Ed. Sigamos enamoradas, de Cecilia Romana y Marina Serrano.
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Esta selección de poemas iba a integrar la edición impresa de El espiniyo, número 7. Es parte, ahora, de Aromito.

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Foto de cabecera: Roberto Malatesta, por Roberto Aguirre Molina.
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7 comentarios:

Carlos Aprea dijo...

Hermosos poemas, plácidos, profundos, con ellos yo también recorrí los bellos arboles de tu casa y sentí que no hay envidia sino alegría por que estén allí. Gracias JM.

Jorge Isaías dijo...

Qué tal José María!!!
Un abrazo
Jorge

Unknown dijo...

Como siempre, leer a Malatesta es no sólo una cuestión a acceso al placer estético, sino una aventura por las zonas más sensibles del ser humano. Bellos poemas, bella persona. Puede, como pocos establecer un contacto profundo con el mundo natural, àrboles, animales y los elementos. Pura poesía. Gracias Roberto!.
Graciela Zanini

Mónica Angelino dijo...

Una lectura absolutamente conmovedora que me volvió a mi propia infancia.
Magníficos poemas.

Saludos

maja5240 dijo...

Que bello es tener raíces, pero
más bello aún es sentirse orgulloso
de ellas.
Maja

Anónimo dijo...

Poemas que llegan al corazón sin perder altura estetica.
No los conocia
susana

Gustavo dijo...

Muy bueno el poema de los arboles. Me hace acordar a un jazmin que tenia. El cual llegando la primavera se vestia de flores blancas que perfumaban todo el patio. Pero como sucede con todas las cosas se fue muriendo con el tiempo. Un abrazo y dale para adelante con los poemas. Chau