1 AQUÍ
AQUÍ ESTAMOS
Hay
distintas formas
de
que la poesía se quede entre nosotros.
A
veces basta con insistir.
Otras
veces necesitamos
que
la palabra nos siga, nos alcance, nos hable
de
aquello que debíamos volver a escuchar.
Pero
cada camino es individual
y
en algún momento lo supimos.
¿Por
qué entonces la escritura
sigue
siendo esa botella al mar que a veces vuelve
en
otras manos?
Una
pregunta apenas.
O
una respuesta que no encontramos nunca.
Escribir
no es más fácil que callar.
Pero
no sólo el silencio sabe compartirse.
Y
aquí estamos.
UNA PALAB RA
Desnuda.
Una
palabra como un cuerpo de mujer
que
espera la caricia.
Una
palabra
que
ignora hacia dónde la llevará el sonido
que
la envuelve
que
la contiene
que
la habita.
Uno
está tan lleno de palabras así
en
búsqueda imposible
que
no sabe exigirse,
pena
por sus historias que no puede contar
acecha
y
al fin no tiene más alternativa
que
callar.
RECUERDO DEL
COLEGIO
Era
el pistoletazo cruel de Larra.
O
los murmullos del doliente Silva
en
esa noche aciaga del recuerdo.
O
la silla desierta de Carriego.
O
Baldomero y su ciudad despierta.
O
la sombra terrible de Facundo.
La Negra balanceándose
tan muda
mientras
su perra mira inútilmente.
Y
el agrio Capitán que se enamora
o
el Quijote con Sancho cabalgando.
Tanta
imaginación para un muchacho
que
se bebió de golpe el horizonte
para
llegar despacio a su escritura.
Tanto
banco paciente en el colegio
con
profesor y amigos
volviendo
por las calles del recuerdo.
Los
años ciertamente me protegen,
saben
venir del aula sin quejumbre.
Ya
todo es fiel y amable en la distancia:
la
adolescencia fue. También la vida.
Referencias: 1) suicidio de Mariano
José de Larra; 2) José Asunción Silva y su poema “Nocturno”; 3) Evaristo
Carriego y su poema “La silla que ahora nadie ocupa”; 4) Baldomero Fernández
Moreno, poemas a la ciudad; 5) Facundo Quiroga asesinado en Barranca Yaco; 6)
Suicidio de La Negra
en el final de “El inglés de los güesos” de Benito Lynch; 7) personaje de “El
Capitán Veneno” de Pedro Antonio de Alarcón; 8) obviamente “Don´Quijote” de
Cervantes. Todo, autores y obras vistos y leídas en los cursos de castellano y
literatura en el Colegio Nacional de Buenos Aires, donde estudié entre 1944 y
1949.
EL BASTÓN DEL
TALA
Le
gustaba caminar a mi padre.
Cuando
las vacaciones abrían la mañana
entre
las sierras bajas
recuerdo
todavía su intención inicial cada verano.
Ir
por sendas que olían a yuyo y a solazo
para
encontrar un tala.
El tala –me
decía- es de madera fuerte.
Y
la rama elegida
sabía
desbastarla simplemente a cuchillo.
No
lo vi usar bastón en las ciudades
pero
en las sierras siempre.
Para
apartar la rama traicionera
o
afirmarse al andar.
No
recuerdo qué hacía al terminarse
la
estación del estío
al
volver a otros aires.
Tal
vez lo regalaba.
Y el verano
siguiente
recomenzaba
el ciclo de su búsqueda.
No
siempre iba conmigo.
MADRID, PLAZA DE
ESPAÑA
Con
el sol a mi espalda
para
que otros ojos se llenaran de luz.
La Plaza de España
desdibuja,
duda
su geometría
mientras
Quijote y Sancho saben desentenderse
de
los improvisados jinetes
que
disputan un sitio en sus cabalgaduras
entre
fotos y risas.
No
es posible apartarse de la gente
que
cruza la mañana como cruza la plaza.
Tampoco
sé meterme en la lectura
del
libro fiel que llevo
porque
la espera manda y la paciencia
pierde
apenas un tiempo desvalido.
Ignoro
desde dónde
sabrá
llegar, nunca a tiempo, a mi encuentro.
Mientras
tanto,
aquel
sol de Madrid persiste y dura
lo
que dura el recuerdo.
EL MOVIMIENTO
El
movimiento.
Más
que el retrato vivo,
la
apostura si cabe,
la
mirada y la voz: el movimiento.
Allí
es donde se nota la vejez.
Aun
no nos tiembla el paso
pero
es lento,
como
una duda enfrente
de
un cruce de caminos.
Los
escalones pesan, precavidos,
y
el pasamanos nunca se desecha.
El
movimiento
no
se atreve a soltarnos,
nos
ubica en el tiempo de la vida,
finalmente
nos deja.
MEDIA VIDA
para Alberto Szpunberg
Media
vida
puede
estar sin querer dentro de un verso.
O
la frase que sabe
cómo
ganar la noche sin reparos.
Hablar
con un amigo
es
también aprender de la nostalgia
cuando
el futuro achica sus confines
pero
nos muestra vivos.
Y
la mesa del bar donde la calle
ya
se deja tocar de tan mansita
que
nos cabe en los ojos
es
otro aprendizaje
de
la ciudad que siempre nos pareció más nuestra.
Como
la voz de un tango.
Vengo
tras de tu libro,
suma
de tanta vida hecha palabra
que
todo me parece como la juventud ausente.
Visión
que compartimos por caminos muy otros
siempre
tan diferentes que sin embargo había
después
de tantos años una ruta certera:
con
los ojos más viejos caer en el abrazo.
2 CUANDO PASÓ
EL AMOR
PEQUEÑAS MUERTES,
PROVISORIOS OLVIDOS
No
quiero verte los ojos del dolor,
los
ojos de la despedida
que
parecen vestirse con un llanto invisible,
con
la neblina de la pena,
con
el reproche de la soledad.
No
quiero presentir
relámpagos
de olvido
confundiéndonos
el silencioso idioma de la pasión,
desatando
el abrazo,
persiguiendo
la mano que te busca
fuera
de todo raciocinio
para
herirla de muerte.
Reconozco
mi error, mis egoísmos,
mi
pretensión absurda
de
llegar a quedarme sin tu sombra.
El
tiempo y la distancia –pequeñas muertes,
provisorios
olvidos- tampoco valen
para
diluir tu imagen.
Porque
el recuerdo,
como
una quemadura de placer y de daño
viene
a morir conmigo cada día
sin
adiós.
LO QUE PUDO
PERDERSE
Después
de
las exigencias de la pasión,
cuando
el desorden de las sábanas
invade
las grietas de la soledad
nace
el diálogo -y a veces la tristeza-
mientras
las palabras parecen nublarse con el humo
de
un cigarrillo
cuando
despiertan a la realidad.
Después
el
amor queda como la resaca
traída
a la playa de un naufragio
o
es la borra en el pocillo de café
donde
adivinaciones y conjuros
podrán
leer el porvenir.
Renuncio
a esa lectura,
como
a toda seguridad
y
a las trampas del tiempo y del recuerdo.
Lo
que pudo perderse fue vivido.
3 LAS VOCES QUE
SE FUERON
HAY UNA MÚSICA
a Roberto Díaz
¿Cuál
era la mano que dejó de escribir:
la
izquierda o la derecha?
¿Cuándo
empezaste a despedirte sin decirlo?
La
mitad de tus amigos no lo supo.
La
respiración de la poesía no entiende de ausencias
pero
la muerte te traicionó.
Como
en una novela policial:
vos
conocías esas trampas.
Coincidencias
venidas desde la juventud,
debe
ser duro irse antes de hora.
Yo
diría
que
es duro quedarme sin tu abrazo.
Hay
una música (inútil consuelo)
que
sabe venir con tus poemas
desde
el libro que se arrebuja en nuestras manos.
Hay
otra música (también inútil ahora)
que
nos pintó con tu palabra en la canción
tu
viejo patio de otro tiempo.
Pero
ese valsesito se nos quebró.
MUERTE DE UN POETA
a Juan Gelman
A
veces
cuando
se muere un poeta
hay
que quedarse callado.
No
por los recuerdos comunes
de
lo vivido
(que
no siempre existen)
sino
porque los ecos de su voz ausente nos enmudecen solos.
Esos
poemas que saben persistir
con
su rastro asombrado de quedarse en uno.
Vienen
también las fotos. Y los ojos.
Como
un antiguo archivo dado vuelta
caen
mezcla
de edades y miradas
de
tristeza y fatiga
de
premios y de duelo.
La
avidez de la nota
o
la penumbra de la fantasía.
Hay
momentos que bajan escapados del sueño.
Son
testigos que el aire disimula
y
las manos se quedan con la nada del alma.
La
mano de escribir
no
sabe aproximarse a lo que tanto tuvo
y
ahora le falta.
Su
poesía
permanece
en los libros.
Forma
de no morir.
UNA SEPARACIÓN
a Horacio Preler
¿Qué
nos demanda una separación?
Digo
no
esos alejamientos del amor
sino
aquéllos
más
simples de vivir en ciudades distintas,
en
distintos momentos cuando el día
nos
baja hacia la calle;
en
diferentes horas de lectura y poesía.
Cuando
falta el abrazo, el apretón de manos
el
silencio que abarca
toda
la soledad no compartida.
¿Por
qué no nos encuentra
esa
vieja amistad que nos debíamos?
Y
de repente la noticia: otra voz que se fue.
Que
es imposible
cuidar
tan
egoístas, tan avaros de oírla, tan distantes
en
el momento cruel sin despedidas.
No
me resigno.
Que
me lo digan tarde, que me avisen después.
Pobre
desnuda voz sin la poesía.
TELÓN
Será
para cerrar estos poemas.
Libro
de despedida sin adioses.
Libro
de la sorpresa y de la duda.
Trascurrida
la infancia
nunca
supe llorar.
No
hay lágrimas entonces
para
hacer este cómputo de ausencias
mezclada
la amistad con la poesía.
La
vida que viví fue suficiente.
Lo
que siga escribiendo
puede
quedar inédito. No soy indispensable.
Tengo
que ir al final
para
cerrar la puerta silenciosa
según
la vieja broma mil veces repetida:
ser
el último
para
apagar la luz.
Diome Mux el 6 de agosto de 2018 en
Taller La Plata, recibido de Cantoni, recibido de Rafael (Querido José María: Me
alegro que te haya llegado -tan demorado, porque nunca encontraba
corresponsales amigos- mi libro. Efectivamente, cuando César Cantoni vino a
leer al café Montserrat, mi reducto bimensual de amigos y poesía, cambiamos
nuestros libros y le pedí si podía llevarles un ejemplar para Mux y para vos.
Me alegro y te envidio afectuosamente por tu viaje a España... Un fuerte
abrazo. Rafael.)
En
Pequeñas muertes, provisorios olvidos,
Ediciones El Mono Armado, 2016.
Rafael
Vásquez (Buenos Aires, 11 de octubre de 1930). Foto: Jmp