jueves, 10 de marzo de 2016

Ana María Shua, Me trajeron aquí para robarme mi casa


ABUELA NO NOS CREE

     —¿Por qué me sacaron de mi casa? —pregunta mi abuela, los ojos extraviados.
     —Esta es tu casa, ¿ves? El empapelado con flores de lis, ¿ves? La colcha con la quemadura de cigarrillo, ¿ves? La cocina verde, con la puerta de la alacena rota, ¿ves?
     La abuela no ve y llora con desconsuelo.
     —Me trajeron aquí para robarme mi casa.
     Pero no fuimos nosotros, quisiera decirle. El tiempo ladrón te trajo aquí, y se quedó con todo.


ACTUAR LA MUERTE

     Un hombre se tiró por el balcón delante de un grupo de amigos. Uno de ellos alcanzó a sujetarlo de una mano. Haciendo un esfuerzo descomunal, el suicida se izó lo suficiente como para morder la mano que lo sostenía y deslizarse definitivamente hacia el vacío. Esto no es un cuento. Este hombre, que era actor, tuvo el valor de luchar por su propia muerte, pero no el de matarse sin espectadores.


MALOS CONSEJOS

     Por consejo del hechicero, talló una figura de madera con la forma exacta de su enemigo. La quemó en el campo, de noche, bajo la luna. Atraído por el resplandor de la hoguera, su enemigo lo descubrió y lo mató de un lanzazo.



MIRANDO ENFERMEDADES

     En el Diccionario de Agronomía y Veterinaria había ilus­traciones y muchas fotos. Una extraña tumoración nudosa defor­maba la articulación de una rama.
     —¿Esto qué es? ―preguntaba yo, la niña.
     ―Es una enfermedad de los árboles ―me decía papá.
     ―¿Esto qué es? ―preguntaba yo, señalando, en la foto, el sexo de un toro.
     ―Es una enfermedad de las vacas ―me decía papá.
     Era lindo mirar enfermedades con mi papá. Como sabía que me estaba mintiendo, observaba con asombro y regocijo los desmesurados genitales que crecían deformes en los árbo­les machos.


ATONTADA POR EL DOLOR

     En la copa de un árbol, una mujer sostiene abiertos los pantalones de su difunto marido. El cura le ha dicho que su hombre está en el cielo y ella espera que caiga en cualquier momento. Pobre tonta, como si no lo conociera. Su marido cae del cielo una vez por día, pero nunca en el mismo árbol. Otras también lo esperan.




En: “Botánica del Caos”, Página 12, 2004.
Ana María Shua (Buenos Aires, 1951). Foto: Ana María Schoua. 

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