viernes, 5 de diciembre de 2014

Rubén Reches, La vida te da una de sus últimas patadas


GERIÁTRICO


A Jorge Aulicino

Y la muerte hará ¡gulp!

La vida te da una de sus últimas patadas y… ¡ya estás en el geriátrico!


*_*


Antes a vos la muerte no te iba a llevar así nomás.

En cada etapa de tu existencia planeaste enfrentarla según un autor diferente:
Primero, imbuido de Sartre, proyectabas recibirla amenazándola con el puño en alto;
después, ibas a tener preparado, para espetárselo, un verso de Mallarmé;
y, hasta poco antes de llegar aquí, todavía andabas buscando una frase similar a la célebre ¡Veo luz negra!”
para murmurarla hasta que asomara… ¡el otro cabo de la piola!

¡No no! ¡Antes a vos la muerte no te iba a llevar así nomás!

Y siempre que la nombrabas, te indignaba que los otros humanos se cruzaran los dedos o pidieran cambiar de tema.

¡Le volvían la cara, siendo que ella era el harapo universal!

En tus soliloquios los llamabas “autómatas”.

¡Y flor de susto que se pegaban los autómatas cuando elegías a uno y, mirándolo fijo, pronunciabas: “Quien va a pulsar el arpa de tus huesos ya se quitó los guantes”!

¡Ah!  Si alguno te hubiera pedido un consejo, ¡con qué gusto le hubieras dicho: “Cada mortal debe morir de su propia  muerte”!

Y en las tertulias acechabas las pausas en que, para recordarles su condición de humo,
pudieras exclamar: “¡Humo, polvo, sombra, nada!”.

Había que hacerlo. No quedaba alternativa.


*_*


Pero la vida te dio una de sus últimas patadas y…. ¡ya estás en el geriátrico!

¡Ahora te las ves vos con la lisa sustancia!

Ahora te arrastrás por salas donde yacen viejos despatarrados
y en ellas no hay día que no se te pierda algún remedio
ni que algún enfermero no te rete a los gritos hasta hacerte temblar.

El mismo impulso que antes te investía atalaya
ahora se endereza a que consigas que te cambien más veces de pañal,
a que seas más diestro que nadie en esconder comida bajo la sábana,
a que te apropies antes que los otros viejos de las revistas del corazón,
a que roces  durante más segundos las piernas de la médica.

¡Y a que siempre se vea el canal que elegís vos!

(Un monje microscópico
que se extravió en tu sangre
y que hace sus asanas
en un glóbulo rojo
te pide que prediques:
“ahora y aquí
no se recomienda
estar en el aquí y el ahora”).    

Los lentos pensionistas
quieren saber por qué ya no clamás que los humanos son fantasmas,
ni los comparás ya con rosas, -¡antes lo hacías aunque se tratara sólo de varones!-
ni les sugerís ya epitafios,
ni susurrás más al oído del agonizante:  “¡Es sólo una zambullida!”.

Se amontonan a tu alrededor y sacuden la cabeza y enderezan las orejas como perros. ¡Decíles algo!

¡Vamos! ¡Pensá que estos viejos son la primera fila de la gran batalla!
Son, de todas las ristras de humanos que se formaron y deshicieron durante tu vida,
aquella a la que le tocará atisbar el color desconocido de tu muerte.
¡Son los que apagarán la televisión! ¡Los que soltarán las revistas!


*_*


¡Despertá…! Si no a vos la muerte te va a llevar así nomás…


En: “Poesía reunida”, Ruinas Circulates, 2012.
Rubén Reches (Buenos Aires, 5 de diciembre de 1949).

Foto: RR x Lidia Rocha, en FB.

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