viernes, 11 de marzo de 2022

GRACIELA CROS Poemas de Regreso a las invernadas



I
El debe y el haber


EL DEBE Y EL HABER 

¿Qué va primero? 
¿La vida o la poesía?

¿Qué atenta contra la poesía?
¿Las distracciones, la pereza?
¿La ausencia de voluntad? 
La falta de confianza, de imaginación,
¿La cobardía? 

¡Hasta cuándo se es poeta!

Si se agota la pila hay recarga.
La poesía vuelve después de un bloqueo. 
Si lo hace 
es 
porque quiere 
o vuelve porque la determinación se esfuerza 
y lo consigue.

¿Ella volvería? 

Ella
quiere volver 
aún cuando no se la venere en un altar
y se la baje a la tierrita de lo cotidiano.

¿Se es menos poeta cuando una se ve como un ser común y corriente?
¿Se es menos poeta cuando se rehúye lo sublime?

¿Se es menos poeta cuando una se inscribe 
en el oficio de trabajar con la materia poética?

Se puede ser una mujer común y corriente 
y trabajar con la materia poética.

¿Se puede definir 
trabajar con la materia poética?

¿Se puede definir 
materia poética?

¿Estoy en lo cierto si digo que hay consenso 
respecto a lo atractivo del poeta personaje? 
¿Y que esto 
no necesariamente 
se traduce en buena poesía?

¿Alguien recuerda que T.S. Eliot trabajaba de gerente de banco?
Te preguntás 
cómo 
T.S. Eliot escribía La tierra baldía 
mientras revisaba las columnas del debe y el haber de un balance.

¿T.S. Eliot salió de sí y se convirtió 
en el Padre de la Poesía Contemporánea?
¿O pudo tener ese gesto romántico 
-tratándose de un clásico justamente- 
por haber estado cada día 
con las columnas del debe y el haber bajo sus ojos?

¿Él tenía sed y la poesía 
era el chorrito de agua que la calmaba?

Está bien apagar la sed de poesía mirando 
las columnas del debe y el haber.

Tener sed de poesía alcanza.

¿Importa más estar en el chorrito de agua poética que en el canon?
¿Importa más usar a la poesía como catarsis 
que dejarse transformar por ella 
y caminar con los ojos cerrados?

¿La buena poesía se deja usar como catarsis?

La buena poesía se deja usar.

La poesía es la que trae algo nuevo 
que estalla 
dentro de tu cabeza y tu corazón 
y ya no sos el mismo. 

¿O es la que repite un runrún conocido 
y por eso no desconcierta ni obliga a pensar 
qué sucede?

Una mañana vi a una mujer de caderas amplias entrando al mar 
con una larga trenza rodando en su espalda desnuda 
y sentí que esa visión 
era
la poesía.

Entonces pensé: 
a la poesía hay que escribirla,
¿o ella se escribe sola?
¿Si la tengo que escribir es un oficio?
¿Y si se escribe sola qué es?

La poesía que se escribe sola no necesita al poeta.
No funciona al revés: 
el poeta siempre necesita a la poesía. 


NO VAS A SACAR MÁS NADA DE AHÍ, ESE POZO ESTÁ SECO

Para esperarte, 
mi amor,
estoy aquí
pintada como una puerta (diría mi madre),
perfumada, encremada, lijada, pulida, 
lustrada, barnizada, esmaltada, bruñida, 
tersa, satinada, esmerilada, 
radiante, chispeante, centelleante, 
resplandeciente, brillante,
diamantina, vivaz, irisada, reluciente, 
acicalada
hasta
el hartazgo, 
estoy aquí 
para ver cómo entrás de la calle 
y vas rápido a ducharte 
y sacarte de encima 
mi amor, 
ese olor que traés,
ese rotundo y claro 
olor.


CITA EN SARMIENTO 

La casa del poeta no es el poeta.
El pueblo del poeta no es el poeta.
Las calles del poeta no son el poeta.
Los versos del poeta no son el poeta.
Y así podría seguir un largo rato más.
Igual, como a toda regla le sucede,
hay excepciones y por eso planeamos 
una cita en Sarmiento.

Felices como niños o perdices o ranas,
allí quisimos ir 
para encontrarnos con el motivo de su poesía, 
que, como ya se ha dicho, no es el poeta, no, no,
queda dicho y aceptado que no lo es.

Sin embargo, caminar por sus calles, observar su paisaje,
ver al ciruelo, al manzano, al damasco,
ver al caballo y la vaca parada en el lomo del pajarito,
ver al álamo Manuel Bandeira, al gallo bataraz y 
la gallina de plumas blancas,
ver a los flamencos en la laguna 
y contemplar los mansos campitos linderos 
con hormigas, ciempiés, bichos bolita y 
en el frío bajo cero aplaudir a los futbolistas nocturnos,
y a toda esa prodigiosa cofradía de la naturaleza 
reunida en Sarmiento por la poesía del poeta, 
hizo que siguiéramos los rituales al pie de la letra
para celebrar en cada esquina, cada chacra o potrero
al antepasado membrillo, a la herencia zapallo 
y a la exigencia mínima conejo.

Nuestra cita en Sarmiento nunca llegó a concretarse
(los modos arbitrarios de los días sumaron dificultades 
insalvables, como dicen los diarios),
pero la poesía de ese viaje estaba 
en los versos del poeta que fuimos a buscar
y en los que escribimos para llevar y compartir,
y en los que leímos y releímos, de modo que, 
querido Juan, aquí te escribo para decirte gracias 
por haber sido el anfitrión perfecto de nuestra cita en Sarmiento. 


BIOGRAFÍA NO AUTORIZADA

Nunca permitiré que hablen
del amor
que sentía,
tan sólo el que lo vive
puede saber
de qué se trata

y tampoco.


II
Regreso a las invernadas

REGRESO A LAS INVERNADAS

“Al final parece
que no hay final perfecto.
De hecho, hay infinitos finales.
O tal vez, una vez que se empieza,
solamente hay finales”.
Louise Glück. / Versión de Ezequiel Zaidenwerg.


Adiós poesía, 
días dorados, adiós, adiós.
Es hora de partir.

¡Vamos, agiten los pañuelos!
Ya bajan la escalera para abordar el barco

Muchas cosas salieron bien, brillaron, abrigaron, 
dieron sosiego, entusiasmo, cordura.

Otras salieron mal, no hubo modo de arreglarlas.
Dolieron, arrasaron, no quedó mucho en pie.

Y aquí estamos, a punto de embarcar.
Está por comenzar el nuevo viaje.

Adiós lechugas de la huerta, 
la verde y la morada, la lisa y la crespa, 
adiós esbeltas rúculas, altivas y sencillas, 
las vi crecer con emoción y sus sabores frescos y salvajes 
alegraron mi boca, 
adiós, adiós, 
toca partir.

Adiós fogoso amado, fuiste hermoso conmigo,
tus abrazos y besos,
el calor de tu cuerpo contra el mío,
la sangre alborotándose al cruzarnos, 
¿no volveré a sentirte dentro mío?
Debo partir, me dicen.

Ya ha sido suficiente.
¿Esto era todo?

¡Cuántos finales esparcimos a lo largo y ancho de una vida! 
¡Cuántos nuevos comienzos!
¿Sin la pasión que nos ataba, amado mío,
hubiéramos cumplido tantos años?
En la locura de ese hilo invisible estaba 
la vida entera. 
¡y no alcanzábamos a verlo!
Éramos torpes, necios, egoístas. 
No sé si el torbellino aquél nos tragó y deshizo
o si tenía que llegar este punto final, 
esta clausura.

Adiós bandurrias del jardín, amables y elegantes,
amistosos zorzales, adiós mis flores de amancay, 
abiertas ya en todo su esplendor, presentes 
y radiantes, acaso ¿para despedirme?

Adiós mi primorosa casa de tejuela, 
mi catedral de árbol con sus bordes rojos,
adiós querida, mi refugio, mi cielo protector.*

Adiós, adiós, toca partir.
Toca dejar este poema último 
sin pensar demasiado en lo que busca. 

¿Y qué fue de las abstracciones? 
¿Están haciendo falta en lo que escribo?
Nunca las quise cerca de mis versos,
tal vez sea momento de revisar mi decisión.
No sé, no sé.
¿Menos anécdotas y más consistencia? 
¿Quién lo dicta? ¿El canon? 
¿Más locura y encriptados signos 
a los que hay que escalar como a una montaña?
¿Llegaste arriba alguna vez?
¿Hiciste cumbre? 

Me gustan los poemas que hablan de teros 
o fugaces visiones de lagartijas en las piedras,
de papas o abejas como dice Anne Sexton en su carta a Sylvia, 
y también los que hablan de personas, si nombran a Sharon Olds,
César Vallejo o Thénon me siento en paz, 
sin temor ni penuria.

Toca dejar de escribir, quizás. 
No sé ¿cómo respondo a esto
si estoy escribiendo?

Toca detenerse y ver qué hay. 
Así lo siento.
Soltar lo que tan fuerte apretabas en tu mano.
Parar, parar, parar de hacer.
Ser 
sin 
hacer.

Toca partir de ese lugar, adiós.

Les dejo un nuevo adiós, los quise mucho
y a veces me hicieron doler, sin proponérselo 
o sí, eso no importa,
si fui causante de lo mismo en ustedes, perdón,
no fue consciente, no quise herir sabiendo que lo hacía.
Disfruté con ustedes este tránsito, no lo desaprovechen.
 
Ahora toca partir 
y sin reclamos 

Salgo de viaje, adiós, adiós, 
me voy de los lugares conocidos,
regreso a las invernadas,
toca partir, toca partir,
¿sabían?

*El cielo protector, Paul Bowles



En Regreso a las invernadas, FER (Fondo Editorial Rionegrino), 2022 / Selección de textos y fotos: jmp / 
Graciela Cros (Buenos Aires, 5 de julio de 1945) / Vive en San Carlos de Bariloche / 

No hay comentarios: