jueves, 26 de diciembre de 2019

JUANA BIGNOZZI Los poetas al morir si no se defienden quedan en las manos que siempre despreciaron





siempre añoramos o inventamos la vuelta al hogar
porque siempre veíamos que el lugar de la vida inquieta
platonov platonov qué mal me hiciste
hace muchos años que estoy enfermo
y es por el libro que tú escribiste
usted no tuvo que volver a la ciudad amada
y encontrar otra
donde nadie buscaba aquella inquietud
y el hogar no era como el suyo y el mío
el lugar de combate de los que llegamos tarde
al palacio al acorazado o a la plaza
usted me sostiene pero yo he vuelto a la realidad pavorosa
la que dice
los poetas en los años finales deben sonreír ante las insolencias
los poetas al morir si no se defienden
quedan en las manos que siempre despreciaron


cuando las plantas se secan en las casas
no vale la pena comprar cactus
espinas sobre las espinas
ni cambiar de música
los sonidos que las secan
son los que elegimos para estar juntos


esa funesta jactancia
de que la insistencia es la medida del logro
cuando solo es la medida de la grisura


dónde quedé yo
dónde quedó mi presencia
aquella de las reuniones del 58
y los años que siguieron
como en un cortejo de noches librerías
comité de barrio cine Lorraine
calle Corrientes para siempre mía
glorias de Europa
dónde quedé yo


he visto siempre la belleza derrotada
no quiero ni puedo creer en la belleza perfecta



cuando yo esté muerta un libro va a llevar mi nombre
se llamará obra completa porque nunca más
podré agregar una línea
y ahí estará mi muy primera juventud
las etapas intermedias
poemas sueltos de un momento de ilusión
la última pasión antes de volver a la verdadera
se darán cuenta de que este monumento
estuvo hecho de grietas
que no se vieron
y de cariños que nunca olvidó
crearán un personaje de papel
después de todo
tal vez fui sólo eso
una mujer que sólo tomó en serio su compromiso con unas ideas
un hombre
y las palabras


de joven escribí
sueño con un jardín
el jardín
se ha convertido en floreros con nardos
perros inmensos que no conocía y
me acompañan
puertos y trenes a los que llego tarde
la juventud fue verdad
la vejez representación
aeropuertos y andenes escenarios de mi historia
negada rescatada leída de nuevo a través de mis jóvenes amigos
sueño con amigos
hartos algunos de los ideólogos con los que me crie
ideologías que aún permiten la ira
preguntándome
y ya no puedo contestar
un día también se irán los perros del sueño
y yo quedaré con ellos en una ciudad que no reconocerían
y que me esfuerzo por sentir mía
eternamente sentada
en una lectura de poemas en 1963


pienso todo el día en un albacea
me entusiasmo
con maravillosos chicos renegados de clase alta
que conocen el poder
deberán enfrentarse con secretarios de cultura
con chicas aún libres
¿impedirían que me publicaran en una hoja parroquial?
o terminará enamorada de un pulcro burócrata con aires de cultura
olvidará los vinos y las noches y sólo me queda un hijo del poder
por ahora no traiciona los modales
nunca deja de buscarme un taxi
y se baja para despedirme
me da el brazo si es necesario
un albacea
y para el final puedo elegir no a los lúcidos que me alaban
supuetos populares
no a abogados distinguidos
sino a alguien que haciéndose el distraído
tiene el runrún de un poder
necesito un albacea
queridos amigos me han acorralado
para elegir
a quien maneja la distancia
y cierta indiferencia
no hay que darle la palabra
al tonto sensible
rescatará lo peor
nuestro momento miserable
nuestro momento de duda
hay que darle la palabra
a los que nunca complacen
y a veces ni acompañan
pero nunca traicionan


como toda persona que habla mucho
tengo secretos insondables abismales
míos sobre todo y algunos de otros
nadie puede no tener miserias después de más
de setenta años de vida y más de cuarenta de matrimonio
los míos están sellados a cal y canto y los pocos de los otros están
sellados por mi sentido incorruptible de la amistad
hablo siempre todo el tiempo cuento anécdotas
aun de mi matrimonio que hacen ilusionar a algunas
con que estoy contando la parte íntima la trastienda
cuento anécdotas prestigiosas parecen muy íntimas
pero no se olviden hablo siempre hablo con vino sin vino
respondo a expectativas transgresoras
el aborto la lucha por casarnos
si hubo amantes si hay restos un poco escabrosos de décadas
no se olviden
hablo pero lo mío y lo de los otros que han confiado en mí
está en silencio
no me iré a la tumba con secretos
me iré a la tumba
con mi dignidad la de mis amigos y la mía
no hicieron mal en confiar en mí
no hice mal en confiar en mí misma
palabra y silencio
mucho silencio
estamos a salvo


estoy sentada en mi casa
o caminando a una lectura de poemas
mientras pasa ante mis ojos la historia y me dice
ya no tengo lugar para vos
sólo te queda hablar de mí


no hay dudas de que he pasado cincuenta años
escribiendo una carta
yo creé ese destinatario ante el que
respondo cada día
y su sombra me ha permitido estar siempre acompañada
y a veces hasta agobiada por la gente


pero los derrotados vuelven como dice la leyenda de los guillotinados
pero vuelven para ser derrotados o guillotinados
y mantener viva la vergüenza de los otros
y mantener vivo el recuerdo que los hace bochornosos


el poeta que

a veces tiende silencio sobre verdades inútiles
toda palabra es el eco de cosas dichas hace años
que sólo el poeta escucha
si quiere pedir cuentas
se las pide a él mismo
y bajo otros cielos cierra los ojos para sobrevivir


creo que me quedan fuegos de aquel destino


brindo por vos Juanita Bignozzi
capaz de animar una mesa
de contar historias intelectuales históricas y algún chisme del ambiente
pedir comida preguntar si la ensalada está bien
preguntar vivís lejos a qué hora se tienen que levantar
de escuchar con respeto y generosidad a los jóvenes
y no momificarte cuando te dicen
es Juana Bignozzi
por tu capacidad de gustar y amar las vidrieras las chafalonías los collares
y la noche
la noche que ya sólo ella mantiene todos tienen sueño
un joven me elogió como nunca
no a ella no le diría que hiciera el esfuerzo de venir
pero a juanita si ella sale
Juana Bignozzi
nunca mató a Juanita Bignozzi


no tiemblen cuando escuchen lo que vos a decir
la poesía es la palabra de la muerte
no la niega no le da sonido
habla con ella
los muertos siempre hablan con los vivos
piensen en sus padres los hijos
en sus maridos las viudas
esa palabra eterna atraviesa las bóvedas rencores
paraninfos mortuorios
rehace los recuerdos
la poesía hace eterno lo que no está lo que fue
créanme hace eterna la muerte


siempre moriremos lejos
de una persona de una ciudad
los regresos son ilusiones que engañan

siempre moriremos lejos


me miro en estos muñecos
que son espejos
no puedo besarlos
no puedo besarme a mí misma


necesito un albacea
la lucidez nos ha llevado a no tener hijos
la lucidez de mis padres me llevó
a no tener hermanos
o sea a no tener sobrinos
la ideología de mi marido lo llevó
a no tener familia
y ahora todos los cuadros los objets d’art
los maravillosos libros de nuestros viajes a las mejores
exposiciones de Europa
mi Capodimonte comprado en 1975 al pie del Vesubio 
no sé si queda alguno en Buenos Aires
deben tener un destino
¿la lucidez es el desamparo?
¿la lucidez termina en un testamento para extraños?
pienso todo el día en mi albacea


ahora que soy vieja
y vos un señor mayor
quisiera que sólo recordaras
las fotos de los viajes
aquellos livianos vestidos de flores
que usaba entre los jardines lujosos
y entre las ruinas
ahora que antes de dormirme
sin que lo notes te toco para saber si aún respirás


A ALGUNOS NO HAY QUE CONOCERLOS PARA ODIARLOS

nuestros almuerzos de juventud
han terminado
es escribir las necrológicas unas de otras


he llegado a la edad
en que lloramos al hablar de nuestra juventud
como se llora una ausencia
no con dolor o con tristeza
mucho menos con nostalgia
sino como a lo que nunca se irá


después de décadas quiero morirme
para acompañarte por última vez


cae la tarde sobre tu tumba
cae la tarde sobre esta tumba que fue nuestra casa




 
De los regalos que recibí en nochebuena, por un 2020 mucho mejor
En Novísimos. Poemas inéditos, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2019
Juana Bignozzi (Buenos Aires, 21 de septiembre de 1937 – 5 de agosto de 2015)

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