sábado, 12 de octubre de 2019

ANTONIO REQUENI La mentira de mis versos




PALABRAS CRUZADAS

Dos palabras se encuentran y se cruzan
pero, es irremediable, cada una
sólo dice lo suyo. Sin embargo,
hay una letra en que las dos coinciden;
una letra las une para siempre
en esa eternidad cuadriculada
de noches y de días.
¿La cantidad de sílabas? –No importa.
¿Horizontal o vertical? –Tampoco.
Quiero sólo una letra
que me ayude a encontrarte, a vibrar juntos.
Se lo pido a mi Dios: el Diccionario.


GERIÁTRICO

Todo está en orden:
las paredes asépticas,
el puntual almanaque,
los exactos latidos del reloj.
Una mujer de blanco les sonríe
mientras ellos deambulan
entre escarchadas toses y jadeos
o miran desfilar mundos extraños
en la pantalla del televisor.
Uno hace un solitario con los naipes.
Otro, con un pañuelo, frota el vidrio
de sus anteojos, lento, ensimismado.
Alguno se dirige
hacia la habitación en donde, a oscuras,
da de comer a sus recuerdos.
Toman el té a las cuatro.
La cena a las siete.
A las ocho se acuestan.
Ella siempre está allí, los acompaña.
A veces les da un beso,
una caricia helada, maternal,
y ellos se quedan quietos,
dormidos como niños.


OSCURO FUEGO

¿Quién necesita que yo escriba?
Sin embargo es hermoso
vivir por la belleza, aproximarse
al fuego oscuro en el que arde
la fiesta y el misterio de la vida.
Aunque a nadie le importe.
Brilla en la noche el verso,
bello y desamparado
como un cuerpo desnudo.


ENCONTRADO EN EL BOLSILLO DEL POETA SUICIDA

Estoy a punto de morir y digo:
nada me importa abandonarlo todo.
He vivido. He soñado. De algún modo
sembré mi grano y esparcí mi trigo.

De otras muertes más nobles fui testigo
sin que el mundo rotase de otro modo;
seres que amaron y lo dieron todo,
mas lo que fueron se murió consigo.

Lo que yo soy, mi verdadera y honda
razón de enmudecer gira en la ronda
sombría y vana de los universos.

Me voy con mi verdad, cifra que nunca
conoceréis. Mi última voz se trunca.
Os dejo la mentira de mis versos.


ROBERTO SANTORO, POETA

La luz, medrosa, se repliega
y las lágrimas ruedan por los pómulos
de la impotencia y la respiración.
Sólo eres un nombre en una lista.
Pero yo creo en la venganza del poema.

No haya paz en la tumba del verdugo.


POESÍA-FICCIÓN

Los poetas trabajan en su laboratorio.
Encerrados en cápsulas asépticas
piensan el mundo, se concentran, dictan
a un grabador palabras en cadena
que generan minúsculos escándalos.
Por túneles de vidrio se encaminan
luego al salón de datos donde cambian
cómplices guiños, formas sutiles,
sonrisas llenas de sabiduría.

Afuera están los miembros de la tribu.
Una manada de rinocerontes.

Dedicatoria de Requeni a Poemas italianos y reseña mecanografiada
de Horacio Preler para revista El espiniyo
  
ROMA – AMOR

Yo palpé tu misterio aquella tarde
de Roma, junto a mármoles vetustos
y abiertos como labios de una fuente.
Tu palabra fue allí esa nota líquida
que alzábase y caía, resbalando
entre murmullos y salpicaduras.
Lo recuerdo: la luz se desnudaba
detrás de las columnas, lentamente.
Sonreía, sutil, la Primavera
y era en la cruz el Cristo igual a una
pálida mariposa con las alas pinchadas.
Entonces, en el cuenco de mis manos,
retuve unos instantes el prodigio.
Y vi en su fondo un titilar de estrellas.
Bebí, gozoso, su secreta música.

En la emoción de Roma, de unas calles
vencidas de memorias y hermosura,
ante el cristal de eternidad del agua,
yo rescaté la gracia de sentirme
enamorado del amor, el huésped
de unos viejos espacios donde flota
ese ciego perfume que es el tiempo,
la inmortal juventud de la poesía.


ESE HOMBRE QUE ESCRIBE

¿Escribir o vivir? Acaso viva
mucho más ese hombre que ahora escribe
solo en el cuarto, con furor, insomne,
unos cuantos renglones azarosos.

La hoja en blanco lo invita a la aventura,
le hacen señas de fuego las palabras
que ordena y copia, corrigiendo un bosque,
tachando una ciudad, adjetivando
con un nuevo fulgor lo que antes era
torpe y vulgar, oscuro, indiferente.

Del otro lado, por la vida –dicen-
transcurre el tiempo, el ruido, la rutina.
Allí, entre las paredes de su cuarto;
allí, entre las paredes de su cuerpo,
él elige escribir, asume el riesgo
de perecer o descubrir la cifra
de su destino oculto en las palabras.
Porque sólo por ellas ese hombre
que escribe está viviendo y tal vez viva
más allá de su muerte.


LAS PALABRAS

Nunca sabré decirte que te quiero;
un amor sin palabras es el mío.
González Carbalho

La música no miente.
Los árboles no mienten.
Los ojos tristes del animal no mienten.
Únicamente mienten las palabras.
¿Cómo decirte la verdad con ellas?
Quisiera hablarte con los ojos del perro,
dar frutos como el árbol,
llegar a ti con la delicia
y la escondida lágrima de Mozart.
El esplendor de la verdad: belleza
a la que mis palabras, torpemente,
procuran acercarse.
Es imposible.
Nunca sabré decirte que te quiero


MILAN KUNDERA

Milan Kundera dice que la poesía ha muerto.
Debe tener razón porque ya nadie
(salvo algunos poetas)
acostumbra a temblar con las palabras
en un libro de versos.

Si me lo hubieran avisado
-aunque yo soy su deudo más humilde-
habría concurrido a las exequias
y dejado una flor en su tumba.

Ahora estoy triste, pienso en cuántas veces
ella me hizo feliz, y ya no está.

¿Pero qué hacer si las palabras vienen
por el aire o se trepan a mis piernas?
¿Si las palabras vuelven, temblorosas,
bellas, sensuales, perentorias, mágicas,
y me reclaman una forma antigua
o un resplandor herido de futuro?

Tendré que consultarlo con los pájaros.


EL VASO DE AGUA

Cuando me acuesto, desde que era niño,
pongo a mi lado un vaso de agua.
Al apagar la luz, si lo contemplo
brillar en la penumbra, me imagino
que el agua es otro nombre de mi madre
y estoy seguro de que, ya dormido,
alumbrará el acuario de mis sueños.
Sombra, misterio, música nocturna
que bebo a lentos sorbos o me bebe.
¿Eres tú quien me sueña en ese extraño
país donde algún día nos veremos?
¿Dormir es un ensayo de la muerte?
Por las mañanas, cuando me recuerdo,
muchas veces el vaso está vacío.
Y vuelvo, desganado, a la rutina
de calles y de rostros, mientras llega
la oscuridad, el rito silencioso
de llenar nuevamente el vaso de agua
para ponerlo al lado de mis sueños
y saber que allí estás, que me proteges,
que hay algo puro en medio de la noche.


EVA CRUZA LA CALLE

Eva cruza la calle; en sus modernas
ropas lleva, bordada, una serpiente,
mientras, ansioso, Adán mira sus piernas
de actriz o secretaria de gerente.


Selección de textos: JMP. En El vaso de agua (Roberto J. Plaza Editor, segunda edición 2005; primera, 1997), Poemas, 1951-1991 (Editorial Fraterna, 1992), Poemas italianos (Editorial Vinciguerra, 2003) e Inventario (PEN Club Internacional, Centro Argentino, 1974). Fotos: JMP
Antonio Requeni (Buenos Aires, 8 de septiembre de 1930)

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