viernes, 24 de abril de 2009

“Una radio bajo el agua”, por Horacio Fiebelkorn




Una radio bajo el agua
dice un relato. Una radio
bajo el agua en Old Trafford.
Junto a ella descansan
un pantalón, restos de muñecos,
una bicicleta, una pelota, un cartón
con la foto de cuatro hombres
cruzando una calle.
Uno de ellos va descalzo.


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Bajo el agua un espejo
devuelve todo el sueño.
La radio suspende el relato,
una voz llama a refugiarse.
Van saliendo burbujas
de una estufa a kerosene, exhala
un olor a eucaliptus.
Pero ¿no es una tarde de verano
y un auto atraviesa un temporal
en el sur de alguna parte? El padre
maneja y escucha la pelea
de Acavallo contra un japonés.
La madre mira fijo la ruta,
el hijo más grande se sueña
despierto en historietas,
el más chico duerme.


___


Ahora alguien huye
en la bicicleta, pedalea
contra el viento hacia el río.
Aquel cartón se parte en cuatro pedazos.
A uno lo acribillan, a otro lo apuñalan,
un tercero se mete en un cine,
sólo el cuarto dice
lo que fue y lo que queda
junto a los árboles del fondo.


___


El agua se oscurece con la figura
blanca del pelo negro que clava
un cabezazo al fondo de la red.
Todo se revuelve. Cruce de cartas.
Alguien dice: “El año que viene, por ahí”.
Le contestan. “Mamá está cada vez más loca”.
Otro mira y no dice nada, porque nunca
nada, pero recuerda que una vez
mandó una carta a un prestigioso matutino.


___


Escuchen cómo habla esa radio muerta.
Hace bailar al cadáver del muñeco,
hace picar la pelota sobre las hormigas.
Habla porque está muerta,
por eso lo que dice
raspa y mueve.


___


Tan animal como el caballo del lechero.
O el que estaba detrás del alambrado,
con los tranvías que callaban, y todavía
no había monoblocks. La bestia
mascaba pasto frente a un chico
detrás del alambre. O tal vez
como el caballo del cuadro
de la casa parroquial. Ese que iba
sobre el mar y se lanzaba
sobre una mano gigante que interrumpía
la tormenta. O el que estaba echado
en un cuarto secreto entrando por detrás
de la catedral. Pero eso no podrá saberse,
no hay testigos,
ya se fueron y cerraron todo con llave.


___


Llegaron por la ventana esa noche,
era verano y no podías dormir.
Te sacaron del cuarto para llevarte
de paseo en su máquina voladora.
Desde allí miraste la ciudad, sus luces,
con el rumor de voces de otra parte.
Luego del paseo te devolvieron a la cama.
Cuando se fueron, tus ojos seguían abiertos.
Después te rendiste, con la sospecha
de que algo hubo, algo como un soplo,
casi como nada. No fue posible
olvidar ese vuelo nocturno
sobre la ciudad dormida.


___


Un pájaro pega en el palo.
En las avenidas, bajo los árboles,
en los caminos de cintura,
quieren saber qué pasa con el cruce
de un pájaro y un palo,
qué fue del pájaro después del palo,
qué quedó del vuelo, dónde
cayó lo que volaba, qué marca en el palo
dejó aquello que venía y sacudió el aire,
quién puso ahí ese palo, cómo fue,
de dónde vino lo que se estrelló.
Nadie vio nada, nunca se sabe
qué música suena
en el cuerpo de un pájaro
que pega en el palo.


___


En el camino a la ciudad
no hay más que murmullos
tallados desde aquella vez que fueron
rugido y gritería, victoria,
tráfico atascado bajo las arboledas.
En el agua se apaga el relato,
encanece la voz,
los muñecos se mueren
una piedra abre el charco en miles de círculos.
En menos de un minuto se evapora
y un zapato aparece en medio del barro.
Pero otra vez el cielo echa sombra.
Otra vez comienza a llover
sobre el estadio vacío.


___


La cabellera verde toca el agua,
sus puntas mojadas son tenaces ante el viento
que peina y despeina.
El agitarse del pelo, el cuello frágil que detiene
toda mirada, todo movimiento
en la siesta.
La espera es una cabellera verde
que toca el agua. El viento sigue
y la vigilia es la única que canta
lo que silba el deseo.


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Horacio Fiebelkorn
nació en La Plata el 5 de diciembre de 1958. Publicó: Caballo en la catedral, 1999, Zona muerta, 2004. “Una radio bajo el agua” conforma la quinta sección de Elegías, su tercer libro de poemas, editado en 2008.

Más Fiebelkorn en: POESÍA LA PLATA.
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Foto: Archivo de la talita dorada.
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2 comentarios:

Norma Segades dijo...

Muy buena selección, José María, muy buena. Van mis felicitaciones, Norma

José María Pallaoro dijo...

Gracias, Norma. Y también te felicito por el trabajo que estás haciendo con la Gaceta Literaria,

un beso enorme, y lo mejor para vos,
jm