lunes, 29 de octubre de 2018

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN Vino un soldado muerto a decirme




RETORNO DEL HÉROE

Vino un soldado muerto a decirme. -¿Qué has hecho?
Un agujero oscuro tenía en medio del pecho.

El agujero oscuro me miró oscuramente,
también la destrucción cayendo de su frente.

Sus rodillas desnudas me miraron desnudas
y sus espaldas, muertas, bajo las alas mudas.

-¿Qué has hecho tú? –Yo he muerto contigo cada día.
-No basta. –No. Yo muero contigo todavía.

No hay mitos ya, es el hombre, solamente, me dijo.
El hijo, hijo del Padre, y el Padre, hijo del Hijo.

Esta es la tierra vasta con su muerte y su vida.
Clima y zona de paz aún desconocida.

Turno de transformar para que yo no muera
sino de muerte mía, final y verdadera.

¿Quién eres? ¿Pescador, labrador, jornalero?
Dijo su voz sin voz: -¿Qué has hecho, compañero?

Me mostró lo que fue su adolescencia viva.
Un cielo en que brillaba la luna persuasiva.

Me mostró los baldíos de la tarde poblados
de vírgenes latones y de ángeles ahorcados.

Me mostró el almanaque, el cuaderno, la rosa,
el polvo de oro en donde nace la mariposa.

Me mostró la plazuela vacía del feriante
y el hoyo en donde estuvo la granada fragante.

Iban por los caminos madres solas, llagadas,
ya vacías, sin niños, sin pechos, sin mirada.

Le ví alzando en la mano la tibia calavera
del hogar destruido por la metralla artera.

Me mostró su fusil y un clavel en el caño.
Los carros de las quintas con el vino del año.

Me mostró los raídos trajes de sus hermanos
y el pozo en que caía la lluvia de los pianos.

Me mostró la robusta sementera perdida
y el cuello del rehén como una flor transida.

Iban por los caminos delgados pies sangrantes
de niños que llamaban a las madres distantes.

Le vi de pie marchando detrás de la bandera
y luego solo, muerto, tendido en la pradera.

A su lado entre pálidas mareas ondulantes
y estatuas de doradas cabelleras flotantes

crecía un aire celeste, ligeramente herido
de jóvenes caballos y muchachas que han sido.

En vano el corazón busqué dentro de su pecho.
El agujero muerto me preguntó: -¿Qué has hecho?

Me acerqué a la ventana con mi mano en su mano
de hueso frío, lento, silencioso, lejano.

Y el héroe señalando con su índice incierto
más allá de las bardas donde el viejo sol brilla,

desde la alta ventana, viajera como un puerto,
mostró su corazón convertido en semilla.



Raúl González Tuñón (Buenos Aires, 29 de marzo de 1905 – 14 de agosto de 1974). 
Poema no incluido en Poesía reunida (2011). De Himno de pólvora (1943). En Horacio Armani. Antología esencial de poesía argentina (1900 – 1980), Aguilar, Buenos Aires, 1981. Foto: Jmp

RESEÑA REVISTA IBEROAMERICANA (fragmento)
RAUL GONZALEZ TUÑON, Himno de pólvora.-Santiago de Chile, Editorial Nueva América, 1943. 240 pp.
He aquí un magnífico libro de anchurosa y viril poesía. "Tiempo del héroe", "Poesía de guerra", los subtítulos, definen su carácter. El intenso poeta argentino y universal que es Raúl González Tuñón da aquí una nueva muestra de su espíritu alerta, de su honda sensibilidad, de su expresión novísima. Luchador antinazi, la poesía es para él un arma más, la más certera. Por eso, puede decir con toda verdad: "a nosotros la Poesía." Poesía que a veces se expresa en prosa, para decir su mensaje con mayor amplitud y libertad. Poesía humanísima, que en su pórtico de guerra lleva el epígrafe de Stalin: "El hombre es el capital más precioso.”
Poesía sinfónica, desbrozada de ornamentos superfluos, poesía nerviosa, generosa, caudalosa, ardorosa. (…)
La edición de este libro es sobria y luce en su portada una expresiva ilustración.

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