miércoles, 20 de agosto de 2008

"Poética y testimonio" por Julián Axat

EpA!

A propósito de "Canciones de Militante" de Enrique Ferrari y de "Ese sitio sin paz de la memoria" de Rafael Vásquez.


No son el poema y el canto los que pueden intervenir para salvar el imposible testimonio; es, al contrario, el testimonio lo que puede, si acaso, fundar la posibilidad del poema.[1] El testimonio poético de los que quedaron para hablar por aquellos que aún siguen desparecidos. La necesidad de urdir un testimonio para evitar (suplir) el abismo o vacío del siniestro intestimoniable de quien ya no está (ni muerto-ni vivo). El horror (dolor) de una laguna que se lo traga todo y sigue perdiéndose como desmemoria u olvido.

Canciones de Militante de Enrique Ferrari (Ediciones Al Margen) y de Ese sitio sin paz de la memoria de Rafael Vásquez (Ediciones Libros de Tierra Firme) son dos poemarios que, cada uno a su manera, brinda testimonio de ese pasado surcado por el Terrorismo de Estado. Y para hacerlo encuentran en la palabra poética el modo más íntimo de rendir cuentas con ellos mismos, con los que se fueron, con los que quedaron, con los cómplices y con los que hoy continúan el asesinato.

Dice Vásquez:

La tortura:
"Nunca me lo contaron.
Hubo amigos que no volvieron más.
Pero no me crucé nunca con alguno
que me dijeran cómo fue.
Como pudo sufrirla.
Hubo jueces
después
que lo entendieron…”

Desaparecido:
“Ellos la suprimieron del idioma de todos.
Es decir, lo intentaron.
Alguna la borraron de su propio discurso
porque el perdón no cabe, ni siquiera la duda.
Otras palabras fueron desviadas de sentido...
… Fue desaparecido la palabra maldita
la que ellos inventaron, la que nació sin eco…”


Kosovo:
“Lejos, la muerte.
Siempre lejos...”


Vásquez se encuentra aferrado a una poética (y a la estética) cercana al reclamo de los organismos de DDHH (Las Madres, ex detenidos); ello se deja traslucir en los dibujos intercalados a los textos del conocido artista plástico Carlos Terribli, los rostros sombríos, cargados de dolor, de quienes aún esperan respuestas.

A diferencia de Vásquez, el libro de Enrique Ferrari, va más atrás, prefiriendo retomar la voz poética de la militancia revolucionaria silenciada, desaparecida, esa palabra que era un canto (epopeya) de los compañeros y ahora no existe.

Dice Ferrari:
"Nos dieron las armas
y nos fuimos al fuego,
a dar la vida por la Patria.
Nos dijeron antes y luego.

Labramos consignas
poniendo el alma.
Y el cuerpo se nos perdió
desaparecido, como estaba.

Se cuenta la historia.
Se inventa la historia.
Se miente la historia.
Y de quién fue
la falta de memoria.

… Otro Sol nacerá mañana,
cuando los dioses sean terrenales,
y no haya miedo en la palabra.
Entonces, y sólo entonces,
el camino lo haremos desde abajo
todos juntos por igual.

… Me abrazo enamorado a tu memoria
y te recorro con mis sueños libertarios.
Soy un río que avanza lentamente
con un himno de brazos solidarios."

Canciones de Militante es una invitación funciona como una mesa de disección en la que un cuerpo individual (Enrique) se expone cantado, con el dolor necesario para no quedarse en la herida; porque sus vísceras están hechas de memorias en verso, por efecto mismo del despliegue de esos versos que logran conectarse con un cuerpo mayor, colectivo, cruzado de otras vísceras, las de todos: con sus heridas, abismos, restos, alegrías, miserias, pasiones, nostalgias, derrotas, triunfos.

Debe reconocerse que los textos carecen una apuesta formal, es decir, no desafían el silencio (dejado) o el propio lenguaje (derrotado) a partir de una construcción poética singular (como resistencia), tensada al extremo de un desgarro (como la poética de Paul Celan) o como voz superadora (un nuevo lenguaje); en tanto son reproductoras de ciertas posturas, decires, términos, etc. (y con esto me refiero a cierto lugar común de la memoria militante: hoy corrección político-poética de la memoria setentista).

Más allá de estos aspectos, los libros de Vásquez y Ferrari, forman parte de urgencia de decir (testimoniar), de la necesidad de salir a enseñar (especialmente a las nuevas generaciones), de la vinculación (poético-política) de pasado y presente (el Terrorismo de Estado del hoy como continuación del ayer). Seguir denunciando y exigiendo también algo de justicia poética (¿como fin de impunidad poética?).

Vásquez y Ferrari seguramente no se conocen, pero aún en sus diferencias y en sus lugares comunes, el testimonio funda la posibilidad del poema.

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Rafel Vásquez: Nació en Buenos Aires en 1930. Integró el grupo Barrilete. Entre otros, publicó los libros de poemas Apuesta diaria, La piel y la alegría, Hay sol en Buenos Aires y Cercos de la memoria. En prosa editó en el año 2003 Informe sobre Santoro.
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Enrique Ferrari: Nació en Teniente Origone, un pueblo del sur de la provincia de Buenos Aires. Con Canciones de Militante intenta rendir homenaje desde el recuerdo y el compromiso a los hechos y compañeros que forjaron su poesía.
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Julián Axat: Nació en La Plata en 1976. Publicó en poesía: Los Albañiles, Peso Formidable, Servarios y Médium (Poética belli). Vive en City Bell.
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[1] Giorgio Agambén, Lo que queda de Auschwitz, El archivo y el testigo. Homo Sacer III, Edit. Pre-Textos, Valencia, 2002, Pág.36.

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