EL AMOR
Solitario
a quien palpo,
dios de mi soledad,
ven a tientas,
no hay nadie en la tierra,
nadie más,
y no tengo nombre.
Vengo de lo absoluto de tus fábulas,
cuido tu azar y tu silencio,
he visto en tu espalda
el rostro que buscas cruzando visiones,
y he contado tus cabellos.
Con todo el amor y la vida
yo te conozco,
solitario, muchedumbre,
y te pregunto
quién eres.
Hombre mío sin bordes,
ven entero,
ven hasta la muerte
y no más, no hasta la tristeza,
ven a tientas,
y desde adentro fórmame
guitarra sin fin,
y lo que arranques,
mi hondo sonido de la especie,
arrójalo con júbilo
a la sombra constante,
amor mío, elemento,
a la tiniebla original arrójame,
así, contigo.
dios de mi soledad,
ven a tientas,
no hay nadie en la tierra,
nadie más,
y no tengo nombre.
Vengo de lo absoluto de tus fábulas,
cuido tu azar y tu silencio,
he visto en tu espalda
el rostro que buscas cruzando visiones,
y he contado tus cabellos.
Con todo el amor y la vida
yo te conozco,
solitario, muchedumbre,
y te pregunto
quién eres.
Hombre mío sin bordes,
ven entero,
ven hasta la muerte
y no más, no hasta la tristeza,
ven a tientas,
y desde adentro fórmame
guitarra sin fin,
y lo que arranques,
mi hondo sonido de la especie,
arrójalo con júbilo
a la sombra constante,
amor mío, elemento,
a la tiniebla original arrójame,
así, contigo.
Amelia
Biagioni (Gálvez, Santa Fe, 1916 – Buenos Aires, 2000).
En:
“Cazador en trance y otros poemas”, CEAL, 1988. Ilustración: Carlos Nine (Haedo,
21 de febrero de 1944 – Olivos, 16 de julio de 2016).
No hay comentarios:
Publicar un comentario