viernes, 22 de octubre de 2021

DANIEL PONCE Diez poemas inéditos de Pena capital



Declaración

Midieron mi cabeza y luego la pesaron.
Estaban observándome por una hendija.
Escrutaron mi camisa. 
Pusieron las llaves de mi casa 
en un balde con kerosene.
Me revisaron la boca, el fondo de la lengua.
Ordenaron que orinara sobre papel cazamoscas.
Tuve que beber agua de un cactus
que sabía a naufragio.
Me ordenaron escribir esto,
luego firmarlo.


Pena capital

Nacer, morir, renacer ¿de qué está hecha la vida?
¿De arena, de niebla, de espanto, de piedras?
Los últimos mensajes que recibo son órdenes,
órdenes que nadie puede cumplir
ni siquiera yo que me dediqué al orden
sabiendo que no lleva a ninguna parte.
Los primeros mensajes que recibí fueron de alerta
para que me pusiera en guardia y estornudara
ante el polvo de los libros y el moho de las letras.
¿Con qué está tejida la tela que me separa
de aquel que fui y que, hoy, no reconozco?
Oigo gritos, nadie puede quedarse callado.
Me callo a medias, murmuro.
¿Para qué fue hecho el silencio?
Nacer, morir ¿renacer? ¿para qué?
Oigo gotear la canilla; el silencio
quizás fue hecho para tragar la ausencia.
El tiempo es la sombra de una medalla,
sin embargo, pesa más que piedras en un páramo.
El tiempo es cavar una tumba en la esperanza,
es arena, un mendigo sádico.
¿De qué infamia están hechos estos desperdicios?
Vengo del hielo. Mis ropas son pieles de mastodontes.
Tan antiguo como la pregunta. 
Tan muerto desde el principio.


Cornisa

Cuando mi padre enfermó
era como si hubiese quedado en una cornisa.
Desde el piso, lo veía vacilar, ajustarse al escueto reborde,
oscilar como un pingüino, aletear. 
Ni él ni yo podíamos hacer nada.
Todo quedó supeditado a que se abriera la ventana.
Cada vez que algo oscila delante de mí, una rama,
la hoja que va a desprenderse del árbol,
un cable cortado o una tela al viento,
siento que la perplejidad es la única réplica.


El paraíso de los indiferentes

El paraíso de los indiferentes
está poblado por gente cordial,
atestado de espejos.
Duermen la siesta abrazados
a un ancla oxidada
para experimentar confort
y apego a una causa justa.
La demografía es estable
y si alguien muere
nadie lo toma en cuenta.
Amplios salones color remolacha,
veredas con pozos tapados de esponja,
baños que huelen a excrementos sutiles,
el paraíso de los indiferentes
es un club de filósofos analfabetos.
Nadie es expulsado del paraíso,
nadie intenta parecer bueno.
Todos comen.


Transgresiones

H. posee una estadística de exclamaciones
que obtuvo en un sitio de poetas maduros,
agriados por la edad. Jura conocer Islandia.
Q. es un especialista en haikús aguachentos,
martirizado por un dieta ocultista 
en base a zanahoria rallada y alcaparras.
C., por fin, besó a su primo en la boca:
le había dedicado un tomo de sonetos eróticos.
T. salvó de un incendio una estampa japonesa.
O. y L. vaciaron un cenicero en la tumba de Pizarnik.
Ch., prologuista escurridizo,
viaja de incógnito hacia Cacodelphia.


El ejército enterrado

El general que se precie 
debe enterrar un ejército.
Además, erigir una muralla, 
quemar libros, acorralar poetas.
Un general de generales: yo.
Conduzco espectros.
Soy Quin Shin Huang,
me preceden la pena
y los muertos.


Ruinas móviles

No importa la cantidad de espejos
en los que me buscaste.
Aprendamos a olvidar.
Será más fácil que resucitar.
Las cosas del Universo
cambian de forma.
Mi propia cara 
ha escapado 
con otro.


Nueva Babel

En la última habitación, la más alta, en la cima
se oye el brusco lenguaje que está por venir,
sobre una nube de lenguas cansadas, derrotadas
que tomaron la forma de un gas verde
como el fosgeno que peinaba las trincheras,
y debajo de la habitación nadie entiende nada
por la sofocación, por el desconcierto.
Luego, bajo la estrellas reina la intemperie.
La habitación será desmantelada.
No habrá espacio para que el musgo
haga su labor memoriosa sobre los ladrillos,
ni para retribuir el esfuerzo de los habladores.


Emigrado

Vengo del país perdido.
De un país del cual se sale
por un ventanuco. Sin zapatos,
emergí  entre los ligustros
y pasé un invierno viviendo
con gente de plástico.
Olvidé el origen de mis penas
en una alcantarilla.
Vivo en un círculo trazado
por pezuñas. En un cuenco
metido en una bolsa
que está metida en una caja.
Vengo de un país perdido
donde valen las guadañas,
los espantapájaros, los insectos.
No hay modo de regresar.
En los grandes arenales
está escondida la llave.
Queman las plantas de los pies.
Un síntoma, una plegaria, alrededor
de la ingente necesidad de rabiar.


Hablar

Estás tratando conmigo
que estoy muerto.
Como quien se interna
en una montaña sin luz
oyes voces, sospechas
que algo extraño va a ocurrir,
sin embargo, es más frecuente
hablar con muertos
que con vivos.
Los muertos hablan 
hasta el cansancio
y aquello que fue su esplendor
es, ahora, la bruma 
que pone un velo enigmático
sobre sus rostros
tornándolos indistintos
y queda la voz en un susurro
de sílabas separadas
como pronunciadas
por un autómata.
Tratar conmigo, con delicadeza,
es encontrar el porvenir.
Y no podrás saber dónde
se originó mi llamado,
ni cuáles fueron los motivos,
sólo que estas pocas palabras
escapan del estándar,
no esperan respuesta
ni poseen enseñanza alguna.
Con hablar, esto es lo seguro,
será suficiente.



De Pena capital, libro inédito de poemas, 2020 / Selección y foto: jmp
Daniel Ponce (Buenos Aires, 1956)

viernes, 15 de octubre de 2021

SPENCER HOLST Allá arriba, en el cielo



MONA LISA ENCUENTRA A BUDA 


Allá arriba, en el cielo, las cortinas ondularon, las cortinas ondularon, las cortinas ondularon y Mona Lisa entró por un extremo de una pequeña sala en la que colgaban muchas cortinas. 

Allá arriba, en el cielo, las cortinas ondularon, ondularon, ondularon, y el Buda entró en la sala por el otro extremo. 

Se sonrieron.




En El idioma de los gatos (Título original inglés: The language of cats, 1971. Primera edición castellana Ediciones de la Flor, 1972. Segunda edición, 1995. Traducción: Ernesto Schóo) / Fotos: jmp
Spencer Holst (EE.UU, 7 de julio de 1926 – 22 de noviembre de 2001) 

jueves, 7 de octubre de 2021

SONIA SÁNCHEZ Cuando él se vaya




PEQUEÑO POEMA

Mi hombre 
me dice que estoy 
tan llena de dulce 
olor a coño, que puede 
sentir mi olor cuando me acerco. 
Tal vez 
yo 
debería 
embotellarlo 
para 
venderlo 
cuando él 
se vaya. 


En Celebración. Poesía erótica de lengua inglesa, edición bilingüe, antología y traducción de Mauricio Schoijet (Bernasconi, La Pampa, Argentina, 10 de abril de 1932- 5 de junio de 2019), Juan Pablos Editor, México, 1984
Sonia Sánchez (Alabama, EE.UU, 9 de septiembre de 1934) / Foto: jmp

lunes, 4 de octubre de 2021

PABLO QUERALT La paz de los árboles en el aire de la siesta



NATURALEZA CONVENCIONAL

Estoy buscando las palabras para explicarte.
Es cosa de todos los días. No nos damos cuenta.
Por un lado el alma escribe por otro el cuerpo está loco
se golpea sin darse cuenta se arroja a espacios
insondables está azul y otras tardes verdes.
Soy su director de fotografía creando un nuevo planeta.
Para no ver la televisión y reprimir cosas que me hacen
mal ahora que algo ha muerto para que no comience
todo de nuevo una vez más.

Yo salgo. Como un polen disperso
a algo relacionado con mi vida.
Sujeto a un par de alas. En el arrullo.
Los colores me llevan en sí mismos.
El silencio airea la mente sale a caminar
silba su melodía aprende a respirar.
El plano aparente se hace fascinante.
Ese es mi tiempo desnudo.

Mis pasos sin horario se pierden en el envés
de mi vida meditar es caminar no soy de donde estoy
sino hacia donde voy. Por qué desperdiciar
un lenguaje en ese deambular entre yo y yo
nos adentramos en esa corta distancia vivo un día más
en ese interior y el dolor migra y pone su música

acomoda la cintura y cuando dice no hables tanto solo
tomo un poco de agua Levité del pico
bien helada entrecerrando los ojos en ese germen
del cuerpo que agradece y que el otro detesta.

Para salir solo tuve que escurrir el pensamiento
y fluir en mí fuera de esa casa agrandada
con esos cuartos donde ni siquiera estaría

alejarme de esa fuente de poder hacerme mierda
que reconozco hay en mí
vivir con otras cosas con lo mío saber
que es lo mío —aquí una fuerte dosis de confianza
es lo que necesito una manzanilla bien caliente—
canturrear omitir todo lo que puse en mi esa carga
hiperhidrolipídica

salir de esa infancia que nunca termina y distinguir
imaginación y aquí ahora de lo que no me deja escapar
más allá de todas las cosas que pude saber.
Supe las cosas que eran necesarias para vivir.

Y abolí todo menos el amor (la medicación necesaria).
Quedé de piedra. No podía creer lo que veía.
Porque allí en ese campo nacía un mundo,
algo que dejaba de ser más de lo mismo.
Sentía que me reencontraba con algo…

Un largo sendero con humo entre sombras de azul.
Así lo que seguíamos para llegar
al fin de la confusión. Eso que el director no pudo
reconstruir y soñábamos en una playa de barquitos
frente al mar que ni siquiera teníamos derecho
a soñar. Como un tiempo perdido no recordado
al despertar. Era invierno era otoño era el verano,
sí esos días eran. Se podía caminar por ellos
y aún las cosas permanecían.
En la luz del día que nos cubría y descubría.

Pero más allá descendemos por esa escalera
que Dante nos enseñó y allí gente que sonreía
y nos estaba llevando a casa, cuál casa?
La de siempre la única morada muy profunda
dentro nuestro en una faz más avanzada que Dios hizo
para nosotros
esa gran construcción una ciudad
que nunca te deja, sí esa, esa es.
Los feos impulsos desaparecen. Crecemos.

No somos ninguno de este mundo solo paseamos
por él y tal vez alguna vez encontremos algo
con lo que hemos soñado alguna vez o tal vez
todo el tiempo solo si…

Hoy me siento a contar cuantas condecoraciones
me dieron en el año es lo que mi Ego me pide
pero pronto me salgo a lo que el Tao me lleva
para repetir el más fuerte es el primero en perdonar
el primero en olvidar el más feliz
y eso es todo lo que busco en este día soleado
ser en el patio interior de este plano
en que yo me hago cargo de mi pérdida de algo
que está en todo y tal vez solo en mi cabeza
que se ordena sola en el movimiento
es que algo que viaja desde los pulmones a la cava
trae ese azul de cielo respiratorio
el agua necesaria
ese intercambio del crecimiento ordenado
pensado camino de luz
en su naturaleza convencional.

Voy de mi locura a mis asuntos ya sé la contraseña
para no perderme hablo con mí mismo
es la consabida historia de no sentirme querido
esos son mis miedos y mis deseos los reconozco
en esa casa entraba por una puerta y salía por otra
entre nubes y lloviznas todo ese verano de recién
adolescente o de niño grande me doy cuenta
que estoy muerto cuando no siento
hasta dónde han girado mis ojos cuando ya no veo
ni mis dedos.

Tengo unas ganas tan intensas de vivir
que no me detengo más a ver las partes
o cómo llegan las cosas a nosotros construyo
esta relación belleza fealdad
no deseo repetir el pasado con claridad cierro
el cuaderno no escribo más de esto
si pudiera explicarme quién soy qué me pasa
qué mantra debo repetir qué camino a mí
que me dijeron que todo estaba dentro mío.

Dice el Buda purezas e impurezas
son de uno mismo si hago el mal me acerco
y si no lo hago me alejo
como las palabras los deseos
las marcas que puedo ver en las antiguas fotos
que pude soportar en mi corazón cierran el karma
lo que mi escritura no registró esa laguna
es la intensidad del dolor
hubo que darles vida a ciertas cosas
como no olvidar los nombres del amor
empezar a luchar por el grado de aceptación
instantes que borrarían el clavo el agujero
esa es la resistencia sin nombre sin forma
sin palabras en cada espacio ciego hay un vacío
para mí para ser llenado.

El presente nunca desaparece
subo al colectivo saco uno de diez
me espera alguien en el centro no sé si iremos
al cine o al teatro pero cuando estemos comiendo algo
y dejemos las pistas falsas le diré si quiere seguir
conectado, y dejaremos el mundo entretenido
que cabe en la superficie en ese punto de inflexión
viaje en un hilo
que es el techo de nuestro cordón de vida,
su texto de agua, su sombra arrojada.

Qué lindo partir más allá de la noche donde
quedaron los zapatos y los trajes gastados donde nunca
fui cierto ese es el pulgar para arriba
el trofeo mi taller de papel la casa que nadie
construye que da cuerda al alfabeto y me mantiene
despierto
acepté mi ciclo mi adicción a que todos seamos uno
a esa licuefacción donde el ser fuga
que solo el corazón ve.

Solo si dejo de ser eso que estoy pensando.
Volver a estudiar, siempre algo que me interese
aprender, esa es mi alquimia, la máquina
ocupar un vacío, para olvidar que el temor
es restricción y recordar que cada momento
tiene su pensamiento.

O cada pensamiento tiene su momento.
O que el amor es expansión.

Estoy esperando a alguien que viaja hacia mí.
Siempre está sucediendo esto. Se dice en voz baja,
este es mi límite de mundo. El aire que empuja
mi inmovilidad. Espero.
En esta pincelada comienza la realidad.

Cuando la luz dio en la pared.
Quedé en medio de la bruma, inventé un punto
luminoso. Un blanco aliento que pasa directo
al alma. Una vez recuperado, supe que la muerte
es la última mentira de la mente.

Te puedo explicar pero mejor no, que nadie puede
hacerme infeliz. El asunto es darle aire al exceso
de pensamientos leer si llueve y contemplar
al mundo con compasión como Siddharta.
Hilar cinco o seis haikus cada mañana
para ordenar la pituitaria reina de la visión
del mundo esa es la oportunidad de ser libre.

Me mirabas, parecías decirme a mí me hacés esto,
a mí que te guardé el secreto. Me deslizaba
en tu luz desgastada y de pronto un hueco abrió un
cielo más grande, era todo de aire, translúcido,
el sol brillaba más.
La luz requiere cierta práctica.
El secreto es no prohibir la enfermedad
como cuando vas al lago a pescar y ves los reflejos
del sol sino hacerla más suave
eso es meditar dejar que la mente vea ahí
su inmovilidad,
eso es entrenar el músculo el alma va sola, solita
y uno está allí y está todo allí, permaneces
como arrancar la obsidiana del gatillo
que nos envía en yo soy un cuerpo
o yo tengo un cuerpo.

Desaparece el poeta, desaparece la escritura
y queda solo esto que ves, la realidad verdadera,
las estrellas entrando en el cielo,
ves y yo en las cosas o las cosas en mí,
en un lenguaje inventado desde ahora
vas a verme vagabundear, es el eje del sol,
allí estamos.

La paz de los árboles en el aire de la siesta
profundo calor que el suave viento peina
en su color diáfano púrpura y ambarino, pensamos
con culpa en lo que hubiésemos amado hacer.
Borraría ese puntito que como un susurro
incomprensible se repite.
Las vocecitas se terminan.
Quién habrá puesto esta escena en mi vida?

Hoy voy a ver al Dalai Lama en bicicleta por el río
la esencia es la misma
todos los seres son amor,
mensajeros del Dios que es unidad y me repito

que lo que la mayoría está vibrando no sea esto
que pasa en las calles de hoy de cualquier ciudad
del planeta nadie dice cuando siento que soy nada soy
todo quien puede herir a un ego
que ya está vacío, no tibetanito.

Que no me pase lo que al niño que al subir
al manzano sepa bajar que sepa elegir mi grano feliz.
Esa mi alegría mi diccionario de bolsillo lo ínfimo.
Ahí colgué los cuadros más míos.

Pero la lancha pasó rápido haciendo del río
un picadero y nos perdimos en esas preguntas
y vagas respuestas que nos llevaban a nuestra
propia intimidad.

En nuestras partes sin resolver
en su largo horizonte hay distintas versiones
todo desaparece en sus pendientes
y lo que digo es lo que hago?
entramos en la espesura de un terreno con espacios
muertos nadie te muestra esos huecos
solo la punta del pincel que te dice
si lo ves así es así,
esa es la esencia de tu inocencia el bit del ya.





En Partes de la escena, Editorial detodoslosmares, Capilla del Monte, provincia de Córdoba, Argentina, septiembre de 2020
Pablo Queralt (Buenos Aires, 2 de junio de 1955) / Selección y fotos: jmp, “City Bell, 4 de octubre de 2021”

viernes, 1 de octubre de 2021

CLAUDIO SIMIZ Cuando la primavera sea de todos




MARINAS

I

El que no ha remontado los mares de la infancia/ y recorre pedestre y solitario/ las costas entrevistas en los años de bruma/ y bebe su alcohol en puertos macilentos/ donde un día creyó que ella estaría esperándolo/ no recuperará jamás su corazón/

Acaso intuirá/ sí/ que la sirena no era un sueño/ ni un señuelo/ no/ era el amor/ la voz del verdadero amor/ la sinuosa pasión de lo profundo.


II

No es oro, no 
aunque la luz lo enciende.
Es un puñado de arena 
que se va deslizando de tu mano
y se vuelve otra vez
arena indiferente.
No es lluvia, no, 
es arena regresando a la arena
antes de la próxima ola,
    pero de pronto
puede ser tu corazón,
la simiente desvelada
de lo que no ha sido,
el peso de una lágrima
a merced del viento.


III

Bebamos, 
la playa ha desplegado su sinuoso mantel.
El mar celebra sus olorosos partos,
crepita el cielo desbandado de pájaros.
Brindemos, 
por las islas ignotas,
abrumadas de distancia,
y el vino que seremos
en los labios del tiempo.
Ante el gris desatado 
que de inmenso parece una calle desierta
levanto mi copa de sal;
a través de todas estas millas de lágrimas
ya no sé si te espero
o te recuerdo.


HAIKUS

Buscó la noche 
entre las luciérnagas.
Amaneció.


Cede la bruma.
Todo es antiguo y nuevo 
en la mañana.


El alba tarda.
El silbo del zorzal 
le abre camino.


Clama la noche.
Se desliza la luz por 
tu silencio.


La hojita ocre 
no volverá a la rama.
Libre agoniza.


EL PIBE DE LA BOLSITA

Nunca tendrá mañana la embriagada 
luna que aspira entre sus manos frías. 
Sus noches, una tumba, y sus días 
un cilicio de piel deshabitada. 

No cabe el mundo en la desorbitada 
pupila, que ya muestra las estrías 
de una historia contada por sangrías 
y una cuna cautiva y enzarpada. 

El pibe en su bolsita infla un sueño 
tal vez allí, de algo sea dueño 
y la brutalidad no dicte las leyes. 

Y mientras él su sombra va esquivando, 
los poderosos siguen azuzando 
sus hoscos, foscos, sordos, torvos bueyes.


LA PRIMAVERA NO ES

La madrugada en que comenzaba la primavera, Sergio, un niño que vendía flores en una ruta con su madre y hermana, murió atropellado por un auto.

La primavera no es de la florida 
reina que arroja besos a la gente,
ni del alcalde, ni del Presidente
que corta cintas con su mano henchida.

La primavera no es del homicida 
que desflora la vida impunemente,
ni del rico, que empuja al indigente
a convertir sus hijos en herida.

Ante tu cuerpo en lirios deshojado 
la primavera huyó de lado a lado
escondida en disfraces y en apodos.

Un día volverá tu canto tierno 
a desterrar los ramos del invierno 
cuando la primavera sea de todos.






En Poesía reunida (1980 – 2017), libro digital, 2021 / De Café con lluvia, 2017 
Claudio Simiz (Buenos Aires, 1 de junio de 1960) / Selección y fotos: jmp