LAS
CICATRICES
No
hay cicatriz, por brutal que parezca,
que no encierre belleza.
Una historia puntual se cuenta en ella,
algún dolor. Pero también su fin.
Las cicatrices, pues, son las costuras
de la memoria,
un remate imperfecto que nos sana
dañándonos. La forma
que el tiempo encuentra
de que nunca olvidemos las heridas.
que no encierre belleza.
Una historia puntual se cuenta en ella,
algún dolor. Pero también su fin.
Las cicatrices, pues, son las costuras
de la memoria,
un remate imperfecto que nos sana
dañándonos. La forma
que el tiempo encuentra
de que nunca olvidemos las heridas.
PERLAS
Como
el molusco
los poetas tenemos una belleza extraña,
que atrae y que repugna.
Nos gusta el fondo amargo de las aguas,
y en las profundidades vivimos, respiramos,
escondidos debajo de las conchas calcáreas
y a menudo aferrados a las piedras.
Cada tanto,
un elemento extraño nos invade,
se enquista en nuestra entraña
y comienza a crecer.
Una hermosa señal de que no estamos solos,
de que somos del mundo, para el mundo.
Amamos esa masa que crece en nuestros vientres,
que se hace dura y bella a expensas de lo blando.
La cerrazón asfixia, sin embargo.
Por eso nos abrimos y expulsamos
esas íntimas lágrimas,
casi siempre imperfectas.
Lo oscuro pare luz, y eso consuela.
los poetas tenemos una belleza extraña,
que atrae y que repugna.
Nos gusta el fondo amargo de las aguas,
y en las profundidades vivimos, respiramos,
escondidos debajo de las conchas calcáreas
y a menudo aferrados a las piedras.
Cada tanto,
un elemento extraño nos invade,
se enquista en nuestra entraña
y comienza a crecer.
Una hermosa señal de que no estamos solos,
de que somos del mundo, para el mundo.
Amamos esa masa que crece en nuestros vientres,
que se hace dura y bella a expensas de lo blando.
La cerrazón asfixia, sin embargo.
Por eso nos abrimos y expulsamos
esas íntimas lágrimas,
casi siempre imperfectas.
Lo oscuro pare luz, y eso consuela.
LECCIÓN DE
SUPERVIVENCIA
Nada
hay de bello en el pepino o carajo de mar.
Es, en verdad, un animal sin gracia,
como su nombre.
En el fondo de los grandes océanos,
inmóvil, blando, amorfo,
permanece,
condenado a la arena,
y ajeno a la belleza que encima de su cuerpo
despliega el mar.
Es, en verdad, un animal sin gracia,
como su nombre.
En el fondo de los grandes océanos,
inmóvil, blando, amorfo,
permanece,
condenado a la arena,
y ajeno a la belleza que encima de su cuerpo
despliega el mar.
Se
sabe que
cuando el pepino de mar huele la muerte
en el depredador que lo amenaza,
expele
cuando el pepino de mar huele la muerte
en el depredador que lo amenaza,
expele
no
solo su intestino
sino el racimo entero de sus vísceras,
que sirven de alimento a su enemigo.
sino el racimo entero de sus vísceras,
que sirven de alimento a su enemigo.
Con
un limpio ritual
huye el pepino de aquello que amenaza con dañarlo.
Para sobrevivir queda vacío.
huye el pepino de aquello que amenaza con dañarlo.
Para sobrevivir queda vacío.
Liviano
ya de sí y libre de otros
muda de ser.
Y poco a poco,
sus entrañas
se recomponen.
Y vuelve a ser, en letargo de sal,
una entidad en paz que vive a su manera.
muda de ser.
Y poco a poco,
sus entrañas
se recomponen.
Y vuelve a ser, en letargo de sal,
una entidad en paz que vive a su manera.
FOTOS
Al
otro lado del teléfono
mi
hermana habla de fiordos, de glaciares,
de
rías, de bahías,
de
“sastrugis”
(que
son dunas de nieve).
No puedes –dice- ni imaginar los matices del blanco,
su belleza.
Y
anuncia fotos, muchas fotos.
Yo
no la decepciono:
también
me agito, muestro mi deseo
de
ver a su regreso
lo
que no alcanzan a decir sus palabras.
No
le digo a mi hermana lo que en su fondo sabe:
que
lo que quiere atar allá se queda;
que
en su maleta
ya
se comienza a derretir la nieve;
que
no hay segundos tiempos,
que
escribimos historias
con
flores disecadas y mariposas muertas
que
asfixian con su polen nuestros días.
Le
digo en cambio
que
aquí estoy, esperando su promesa.
EL QUEHACER
DEL TRABAJO SUCIO, III
Siete
estómagos tiene el poema.
Por
cada uno de ellos pasa el bolo
del
amargo alimento.
Lo
rumian, lo maceran,
lo
disuelven.
Finalmente,
lo excretan.
A
veces –quien creyera-
su
materia ilumina.
DESGARRADURA
Otra
vez sales de mí, pequeño, mi sufriente.
Otra vez miras todo con mirada reciente,
y llenas tus pulmones con el aire gozoso.
Ya no lloras.
El mundo, de momento, no te duele.
Todo es tibio esta vez, caricia pura,
como una prolongada primavera.
Ignoras
mi útero vacío, mi sangrado.
Desconoces
que el grito de dolor de parturienta
va hacia adentro y se asfixia, sofocado,
para que no trastorne
el silencio que ronda por la casa
como una mosca azul resplandeciente.
Mis manos ya no pueden cobijarte.
Sólo decirte adiós como los días
en que al girar, ansioso, tu cabeza,
mi sonrisa se abría detrás de la ventana
para encender la tuya. Cuando todo
era sencillo transcurrir, no herida,
ni extraña expuesta, ni desgarradura.
Otra vez miras todo con mirada reciente,
y llenas tus pulmones con el aire gozoso.
Ya no lloras.
El mundo, de momento, no te duele.
Todo es tibio esta vez, caricia pura,
como una prolongada primavera.
Ignoras
mi útero vacío, mi sangrado.
Desconoces
que el grito de dolor de parturienta
va hacia adentro y se asfixia, sofocado,
para que no trastorne
el silencio que ronda por la casa
como una mosca azul resplandeciente.
Mis manos ya no pueden cobijarte.
Sólo decirte adiós como los días
en que al girar, ansioso, tu cabeza,
mi sonrisa se abría detrás de la ventana
para encender la tuya. Cuando todo
era sencillo transcurrir, no herida,
ni extraña expuesta, ni desgarradura.
EN CASO DE
EMERGENCIA
Al
vuelo cero cero setenta y ocho
ha entrado una monja que se persigna apenas se sienta,
una muchacha de una belleza dolorosa,
un hombre de negocios en cuyos zapatos relucientes
podríamos mirarnos mientras nos cepillamos los dientes,
un niño con un letrero colgado al cuello,
una vieja celebridad de la tele.
Ni aún así, en caso de emergencia,
podríamos salvarnos.
ha entrado una monja que se persigna apenas se sienta,
una muchacha de una belleza dolorosa,
un hombre de negocios en cuyos zapatos relucientes
podríamos mirarnos mientras nos cepillamos los dientes,
un niño con un letrero colgado al cuello,
una vieja celebridad de la tele.
Ni aún así, en caso de emergencia,
podríamos salvarnos.
VOLVER
Abro
la puerta de mi casa, enciendo las luces,
saco
de mi maleta la ropa sucia, el cepillo de dientes,
los
libros recién comprados,
apilo
los periódicos de los últimos días, las cuentas,
abro
una ventana para ventilar un poco,
y
en el reflejo miro, de reojo,
a
la recién llegada
que
así
sin
más ni más
se
deshabita.
En
Explicaciones no pedidas, Premio de poesía José Lezama Lima, Casa de las
Américas, Cuba, 2014.
Piedad
Bonnett (Amalfi, Antioquía, Colombia, 1951). Foto: Jmp