jueves, 31 de marzo de 2016

Verónica Viola Fisher, Este es mi idioma


COMO UN GLANDE, CRUDO…

Como un glande, crudo
tu pezón se arrastra
en el nacimiento de mis muslos

tu pezón erguido derrama leche
espesa, pegajosa, salada
como la de un hombre

los labios bien apretados
se niegan a dejar entrar
—no tengo boca más que para herir—
otra lengua.

Este es mi idioma, no puedo
decir otro.


En: “Poesía erótica argentina”, selección y prólogo Daniel Muxica, Manantial, 2002.
Verónica Viola Fisher (Buenos Aires, 8 de abril de 1974).
Foto: Cecil Sarandon (Alemania, 1974). 

miércoles, 30 de marzo de 2016

Olga Orozco, La raza de los otros


DESDOBLAMIENTO EN MÁSCARA DE TODOS

Lejos,
de corazón en corazón,
más allá de la copa de niebla que me aspira desde el fondo del vértigo,
siento el redoble con que me convocan a la tierra de nadie.
(¿Quién se levanta en mí?
¿Quién se alza del sitial de su agonía, de su estera de zarzas, y camina con la memoria de mi pie?)
Dejo mi cuerpo a solas igual que una armadura de intemperie hacia adentro
y depongo mi nombre como un arma que solamente hiere.
(¿Dónde salgo a mi encuentro
con el arrobamiento de la luna contra el cristal de todos los albergues?)
Abro con otras manos la entrada del sendero que no sé adónde da
y avanzo con la noche de los desconocidos.
(¿Dónde llevaba el día mi señal,
pálida en su aislamiento
la huella de una insignia que mi pobre victoria arrebataba al tiempo?)
Miro desde otros ojos esta pared de brumas
en donde cada uno ha marcado con sangre el jeroglífico de su soledad,
y suelta sus amarras y se va en un adiós de velero fantasma hacia el naufragio.
(¿No había en otra parte, lejos, en otro tiempo,
una tierra extranjera,
una raza de todos menos uno, que se llamó la raza de los otros,
un lenguaje de ciegos que ascendía en zumbidos y en burbujas hasta la sorda noche?)
Desde adentro de todos no hay más que una morada bajo un friso de máscaras;
desde adentro de todos hay una sola efigie que fue inscripta en el revés del alma;
desde adentro de todos cada historia sucede en todas partes:
no hay muerte que no mate,
no hay nacimiento ajeno ni amor deshabitado.
(¿No éramos el rehén de una caída,
una lluvia de piedras desprendida del cielo,
un reguero de insectos tratando de cruzar la hoguera del castigo?)
Cualquier hombre es la versión en sombras de un Gran Rey herido en su costado.

Despierto en cada sueño con el sueño con que Alguien sueña al mundo.
Es víspera de Dios.
Está uniendo en nosotros sus pedazos.



En: “Repetición del sueño y otros poemas”, selección y prólogo de María Rosa Lojo, Centro Editor de América Latina, 1988.  
Olga Orozco (Olga Noemí Gugliotta Orozco, Toay, La Pampa, 17 de marzo de 1920 – Buenos Aires, 15 de agosto de 1999). 

martes, 29 de marzo de 2016

Igor Zidić, Si caigo filma


CROACIA ETERNA

De las casas
quemadas
se levanta
la nueva casa
de la Patria

1992


INSTRUCCIÓN A LA CÁMARA
(Lederer, precognición)

Si caigo
filma:
que al mundo
partan
imágenes vivas
de muerte

1991
Gordan Lederer, cámara de la Televisión Croata, muerto mientras filmaba en el frente Kostajnica en agosto de 1995.


DE LOS RESCOLDOS

Guirnalda
de humos
negros
lleva a
Croacia
al cielo

1991


En: “La hora del horror. Poesía de guerra de Croacia 1991-1994. Antología. Ivo Sanador. Ante Stamac”, Oikos Tau, España, 1995. Traducción del croata: Francisco Javier Juez Gálvez en colaboración con Miriana Polic-Bobic e Ivo Klaric.

Igor Zidic (Split, Croacia, 10 de febrero de 1939). Poeta y ensayista.

lunes, 28 de marzo de 2016

John Berger, Nuestros rostros, mi vida, breves como fotos


CUANDO ABRO LA CARTERA…

Cuando abro la cartera
para enseñar el carné
para pagar algo
o para consultar el horario de trenes
te miro.

El polen de la flor
es más viejo que las montañas
Aravis es joven
para ser una montaña.

Los óvulos de la flor
seguirán desgranándose
cuando Aravis, ya vieja,
no sea más que una colina.

La flor en el corazón
de la cartera, la fuerza
de lo que vive en nosotros
y sobrevive a la montaña.

Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos.



En: “Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos”, Hermann Blume, primera edición española 1986 (primera ed. inglesa 1984). Traducción: Pilar Vásquez Álvarez.
John Berger (Londres, 1926).

martes, 22 de marzo de 2016

Jorge Ariel Madrazo, Algunos poemas recibidos


VISITA

A Edgar Bayley, Francisco Madariaga, Antonio Aliberti, Gianni Siccardi,
Joaquín Giannuzzi, Enrique Puccia, Enrique Molina,
Alberto Vanasco y Celia Gourinski.

Anoche visité amigos muertos.
Descansan, quién diría, todo su
no-tiempo en
jardines cuyos ramos cobijan
poemas y
citrus de ignota acidez

Los descubrí trajeados y alegres, tanto
que me hallé confesando: -No
hubiera jamás creído
Edgar, Francisco, Antonio,
jamás pensé
Gianni, Joaquín, Enrique,

Alberto,

Celia,

hallarlos tan contentos como si
fuese un suspirito vuestro transcurrir.

Conversamos sobre bares y dragones
y amores frutecidos
en sórdidos hoteles y en parques con dedos
de niebla

Mateando, sonreídos
me despidieron
con un fulgor que no olvidaré

Se escondía en sus miradas el color
                                      de una verdad.
Y había en sus labios
una revelación.


ELLA, LA QUE MURIÓ

Ella   la que murió,
quiso brindarme hoy el blanco té del
atardecer

Llegó con sonrisa y la usual falda azul
Abriole padre la puerta    el distante saludo
ellos los remotos ocupan el brocal    el
no aire    allí donde pesan sus cuerpos
faltantes

Ella   la no viviente
sonríe vivísima y feliz
las manos únense al libar el azúcar
sin carnadura   la blusa infla el ala
los soleados senos    un rayo

solar en el
ventanal

Volaba el alborear de la memoria
el verano      su amor oloroso
el sin tiempo meciendo su barca

Ella        la que no está
aquí estuvo y está
en el trasmundo donde sonrío
y bebo el blanco té

Padre háblale   (el triste)
yo los miro y sonrío

Yo             

el para siempre ausente
en esta escena


EL MORIR SIEMPRE OCÚRRELE A LOS  OTROS

Cuerpos, rostros, voces
a los otros córtanles el hilo
el póstumo suero solitario

El universo     la iletrada magia esférica
baila con el otro     atroz saltimbanqui
El otro es invitado a tu tertulia
son los otros los que ofician el amor

los otros en el sexo de tu hembra

los otros en tu sábana mismísima


PREGÚNTENLE AL VIENTO

El 23 de julio de 2009, Bob Dylan fue demorado e interrogado largamente por la policía cuando caminaba por una ciudad de Nueva Jersey, tras la denuncia de un vecino según la cual “un anciano de aspecto excéntrico” merodeaba observando las casas Los agentes admitieron no conocer al músico ni su obra

Bob vagabundeaba amatista esa tarde, el saxofon
de la Vejez le cacheteaba nubesfrutos atados a su
cinto desde el cual la agua con trasatlánticos de
ilusión, la
agua que sorbía su insaciada sed y sin
embargo aquel ordenado Caballero de las Letras y
las Artes, aquel Premio Príncipe
de Asturias, y Pulitzer y por si
no bastara candidato al Nobel,
anciano excéntrico con gorro quechua y errático
mirar, fue toscamente demorado por dos rubios
policemen
de veinticuatro rubios años, y Bob no
encendió su cetro de guardián
del dios del fuego. No
lo encendió, aquella tarde,
en la lluvia.
Apenas si dijo “soy Dylan, Bob,
y si ustedes no
lo creen
pregúntenle al viento”.

Así fue: Bob Dylan se ciñó a mirarlos con
infinita sabiduría húmeda y
preguntó:
“¿Cuántos mares tiene que surcar
la paloma blanca
antes de poder descansar en la arena?
Si no lo saben, pregúntenle al viento
La respuesta, tontos, dijo,
está soplando en el viento.”

Sólo eso, les juro, ocurrió aquella tarde.
Pero alcanzó a alterar el ciclo de los astros
Y un pez azul saltó sobre la luna
cuando Bob Dylan con llameantes
pupilas disparó:
“¿Cuántos caminos tiene que caminar un
hombre
antes de que le llaméis hombre?”
Y enseguida cantó, alzándose en un ala:
“Si tienen dudas, pregúntenle al Viento.
“La respuesta”, les dijo, y
sonrió,
“está soplando
desde siempre
en el Viento”.


GUERREROS DE LA NADA

No los veíamos, a esos perros gemidores
Del inframundo, esos xolotlzcuintles cuyas heridas
Sanaban con sólo humedecerlas

No los veíamos mas allí estaban, dentro
De nosotros, caminando con nuestros pasos,
Sangrando nuestra sangre con aroma de inciensos

¿nos guiaban acaso al infierno, a un cielo del revés,
A nuestros huesos descarnados, a nuestra desmemoria?
Eran calientes, su cuero sin pelos nos encendía el corazón

Ahora, aquí abajo velan nuestras armas, quieren despertarnos
Para acudir donde Xólotl, el guardián de esta rara comarca
Pero sólo deseamos descansar, hemos sufrido demasiado

No nos platiquen ya de mujeres de muslos de lino
No nos recuerden el Sol cuyo carro rueda en la alta esfera
Nadie de aquí nos moverá. A nosotros, los guerreros de la nada.


Es mucho (aunque no suficiente) el material recibido a lo largo de todos estos últimos años del querido poeta que hace unas horas nos dejó físicamente. Gracias, Jariel, por todo lo bueno, gracias.
Jorge Ariel Madrazo (Buenos Aires, 26 de agosto de 1931 – 21 de marzo de 2016). Foto: en City Bell, circa 2009, de izquierda a derecha: Néstor Mux, Andrea Ocampo, Sebastián Riestra, Jorge Ariel Madrazo, José María Pallaoro y Bigote Acosta.

lunes, 21 de marzo de 2016

Ofelia Funes, Una larga calle que olía a mar y a pescado fresco


HOMENAJE A EDGAR BAYLEY

I

Alguien golpea a la puerta a cualquier hora
pasea debajo de tu ventana
se asoma de pronto a la cocina
cruza la vereda y te mira.

Pone entre tus dedos
el alba y el ocaso
la brújula
los puertos
los caminos.


II

Acudí
sólo vi una calle
una larga calle que olía a mar y a pescado fresco
a redes húmedas y a piel curtida.
En el umbral descansaba una rosa
aún tenía la noche entre sus pétalos.

En la soledad del cuarto
alguien hablaba el mismo idioma
corría por los techos
cruzaba la calle y me miraba

llevaba entre sus dedos
los puertos y el deseo
el alba y los caminos
el viento y la marea.

Alguien golpea a la puerta
a cualquier hora

Inspirado en el poema de Edgar Bayley, “Alguien tiene un amigo en su sombrero”.

UN HOMBRE SUELTO

alguien tiene un amigo en su sombrero
alguien puede hablar con libertad de su relente
alguien descuida su reloj se descomide
alguien saluda como un soplo al largo espejo
alguien espera carta y no le escriben
alguien habla y lo entienden de corrido
alguien entiende y habla muy bajito
alguien obtiene amor donde lo pide
alguien es por fin un hombre suelto
que mataron ayer por un descuido

(Edgar Bayley)

En: “El cuarto de atrás”, Botella al Mar, 2009.
Ofelia Funes (Buenos Aires, 26 de julio de 1940).

viernes, 18 de marzo de 2016

Marcelo Cutró, El silencio cubre las texturas de la infancia


SANTA ISABEL
(Fragmento)

Llueve. Llueve sobre el fondo blanco de unas calles de tierra.
Cañas. Al sur de la provincia de Santa Fe hay un pueblo que cabe en una caja con fotos. Llueve sobre Santa Isabel. Llueve y las cañas se quedan solas. Viento sin fondo.


El silencio cubre las texturas de la infancia: ranas de oro bajo agua verde, una silla, luces viejas, un caballo recién soñado, las paredes de una iglesia. El llanto grabado en las medallas.


Sentada entre los gallos toca tres relámpagos y vuelve a santiguarse. La curandera ha visto dos cabezas moviéndose atrás de la higuera. La desesperación dejó colores en ruinas, lluvia abandonada en el patio.


¿Dónde están los antepasados? ¿Aquellos carboneros, todas las parteras? La curandera los llama para que sus oficios vuelvan.


Llegan a caballo, en tren. Llegan de todos lados, buscando la casa movediza, la de luz más pobre.


La voz de la curandera se suspende. Sombra atravesando los alambrados. El horizonte es una cinta de colores falsos, una lujosa espera.


Cura con cañas, cubierta de rumores, parpadeando.
La distancia que la separa del doliente es igual a la extensión de las cañas colocadas junto a sus caderas.
Se mueven, se frotan, se retuercen, hasta encontrar alivio o adormecimiento.


Los perros miran el fuego, los huesos de los pinos.
Música antigua.
Todo el pueblo perdido ante aquel resplandor sonoro.



En: “Rumania. Santa Isabel”, Ediciones en Danza, 2012.
Marcelo Cutró (Santa Isabel, Provincia de Santa Fe, 1967). Foto: “Mi pueblo natal, al sur de la Pcia de Santa Fe. La estación de Ferrocarril de mi pueblo” (MC).

jueves, 17 de marzo de 2016

Kato Molinari, La enemiga de la familia


ESQUINITA PORTEÑA

Despreciado hasta por las liendres, mi homeless danza en la esquina
cada vez que el semáforo se lo permite. Se dedica sonrisas
secretísimas. Después, sin convicción, tiende la mano enguantada
hacia los vidrios de los automóviles.

A lo largo del día hay varios momentos de cansancio, sin duda. Pero
puesto que sigue despertando podemos inferir que sale airoso de
casi todos los combates.

¿Bailará esta tarde cuando yo pase?



SALVO EN LO QUE RESPECTA AL ALCOHOL

Descanso sobre, dentro, en una reposera amarilla mientras las retamas odorantes se ventilan sin preocupación. Mi madre teje, mi abuela hace la quinta, mi padre lee "Los Principios" en la galería. El hombrón cruza las piernas. Pegado al pie que pisa en mosaico firme se echa mi primer perro. Paro no ser menos activo o emprendedor que el resto de la familia, él fuma en pipa y nadie lo reprende. Es que vivimos en una atmósfera permisiva salvo en lo que respecta al alcohol.


LA ENEMIGA DE LA FAMILIA

Yo era propensa, dictaminó mi parentela no
deseada, a: la gula, la vagancia, la lascivia,
el sueño, el dibujo, la música, las palabras
escritas.
Era, por lo tanto, la enemiga de la
familia.


DUERME DE SENTADA

Duerme de sentada
como cualquier viejita
de campo.

Le duele el campo que le
arrancaron y después no.

Barbechos, rastrojos
¿qué palabras son éstas?

Si existen están fuera de
contexto.
Convicciones agrietadas
sobre bandejas de Navidad.

Como cualquier viejita de campo,
duerme sentada.
De las manos se ocupan los
mirlos.


BORGES A LA ENÉSIMA

Notable. Me tientan las mismas cosas que a él:
el amarillo, los espejos, los felinos mayores…
Desconocí su obra durante añares. Leída en mi
estación de jovencita sabihonda, era todo vejez y
entrevero.

Ahora me siento tan outlet como él y cualquier texto
surgido de sus manos o dictado por su voz me maravilla
y me sume.

Intento volar a su lado, en la eternidad de las palabras.
Por favor, no interponga reproches. Hago lo que puedo,
don.


CARTAS DE AMOR EN LA MANO

Made in Brazil reza el cuaderno y habrá que creerle, qué
otra cosa. Revisé anoche los cajones de mi escritorio en
busca de una factura. No la encontré pero sí había cartas
de amor que aunque dirigidas a mí parecían para otra
persona.

No sé por qué pero recordé a Emily Dickinson, a Sylvia Plath
Y también pensé en mí misma. Me vi en esos meses durante los
que el amor era el invasor y una carta un objeto vibrátil e
infinito que siempre ganaba la carrera a los ojos.

¡Caramba! ¡Quedarme dormida con cartas de amor en la mano!


PRECIOS

Le costó tan barato que cuando
respira hondo se le parte en dos
(el vestido).

Le costó tan caro que cuando
respira hondo no se le parte en dos
(el corazón).

Ninguno de los dos le sirve, qué va.


En: “Una hormiga / Un halcón”, Ediciones Último Reino, 2004.
Kato Molinari (Alta Gracia, Córdoba).

lunes, 14 de marzo de 2016

Rafael Pérez Estrada, La sombra es mía


SOMBRAS

      Cuenta Plinio el Viejo de un país poblado por sombras sin hombres.

***

     En el gran Concilio de Alejandría, los Padres de la Iglesia discutieron vehementes la cuestión de si al morir el cuerpo también muere la sombra.

***

     La sombra más libre es la del pájaro, que no llega a tocar el cuerpo del que es sombra.

***

     Los amantes exactos tienen una sola sombra.

***

     La sombra de la palabra es el eco.

***

     Cuenta Tácito haber visto un perro huyendo de su sombra que le ladraba furiosamente.

***

     El hombre puro no tiene sombra.

***

     Y esgrimiendo el arma me dijo: ¡La sombra o la vida! Mas yo, que generalmente presto poca atención a los protocolos y a los usos antiguos, me oí responderle: La sombra es mía, llévese la vida. Y desde entonces ando pegado a las paredes.


En: “El ladrón de atardeceres”, Plaza & Janés, 1998.
Rafael Pérez Estrada (Málaga, España, 16 de febrero de 1934 – 21 de mayo de 2000). Foto: RPE y perico.

sábado, 12 de marzo de 2016

Juan Rulfo, Entonces oyó el llanto



     Entonces oyó el llanto. Eso lo despertó: un llanto suave, delgado, que quizá por delgado pudo traspasar la maraña del sueño, llegando hasta el lugar donde anidan los sobresaltos.
     Se levantó despacio y vio la cara de una mujer recostada contra el marco de la puerta, oscurecida todavía por la noche, sollozando.
     —¿Por qué lloras, mamá? —preguntó, pues en cuanto puso los pies en el suelo reconoció el rostro de su madre.
     —Tu padre ha muerto —le dijo.
     Y luego, como si se le hubieran soltado los resortes de su pena, se dio vuelta sobre sí misma una y otra vez, una y otra vez, hasta que unas manos llegaron hasta sus hombros y lograron detener el rebullir de su cuerpo.
     Por la puerta se veía el amanecer en el cielo. No había estrellas. Sólo un cielo plomizo, gris aún no aclarado por la luminosidad del sol. Una luz parda, no como si fuera a comenzar el día, sino como si apenas estuviera llegando el principio de la noche.
     Afuera, en el patio, los pasos, como de gente que ronda. Ruidos callados. Y aquí, aquella mujer, de pie en el umbral; su cuerpo impidiendo la llegada del día; dejando asomar, a través de sus brazos, retazos de cielo, y debajo de sus pies regueros de luz; una luz asperjada como si el suelo debajo de ella estuviera anegando en lágrimas. Y después el sollozo. Otra vez el llanto suave pero agudo, y la pena haciendo retorcer su cuerpo.
     —Han matado a tu padre.
     —¿Y a ti quién te mató, madre?



En: “Pedro Páramo”, Fondo de Cultura Económica, México, 1975. (Primera edición, 1955).
Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno (Juan Rulfo, México, 16 de mayo de 1917 - 7 de enero de 1986). Foto: tapa de Pedro Páramo.

viernes, 11 de marzo de 2016

Leopoldo Marechal, Del niño, del poeta y del perro



DEL ÁRBOL

Hay en la casa un Árbol
que no plantó la madre ni riegan los abuelos:
sólo es visible al niño, al poeta y al perro.

Su primavera no es la que fundan las rosas:
no es la vaca encendida ni el huevo de paloma.
Su otoño no es el tiempo que trae desde el mar
caballos irascibles, por tierras de azafrán.
Al Árbol suben otras primaveras e inviernos:
el enigma es del niño, del poeta y del perro.

Cuando la primavera sube al Árbol-sin-nombre,
vestidos de cordura florecen los varones;
y Amor, en pie de guerra, se desliza
de pronto a la sabrosa soledad de las hijas.
Entonces el sabor de algún cielo perdido
desciende con el llanto de los recién nacidos.
Pero cuando el invierno lo desnuda y oprime,
sobre los techos llueven sus hojas invisibles,
y, horizontal, cruza las altas puertas
alguien que por el cielo desaprendió la tierra.

Hay en la casa un Árbol que los grandes no vieron:
el enigma es del niño, del poeta y del perro.



En: “Obra poética”, Leviatán, 2014. De: “Odas para el hombre y la mujer”, 1929.
Leopoldo Marechal (Buenos Aires, 11 de junio de 1900 – 26 de junio de 1970).
Foto: Leopoldo Marechal.

jueves, 10 de marzo de 2016

Ana María Shua, Me trajeron aquí para robarme mi casa


ABUELA NO NOS CREE

     —¿Por qué me sacaron de mi casa? —pregunta mi abuela, los ojos extraviados.
     —Esta es tu casa, ¿ves? El empapelado con flores de lis, ¿ves? La colcha con la quemadura de cigarrillo, ¿ves? La cocina verde, con la puerta de la alacena rota, ¿ves?
     La abuela no ve y llora con desconsuelo.
     —Me trajeron aquí para robarme mi casa.
     Pero no fuimos nosotros, quisiera decirle. El tiempo ladrón te trajo aquí, y se quedó con todo.


ACTUAR LA MUERTE

     Un hombre se tiró por el balcón delante de un grupo de amigos. Uno de ellos alcanzó a sujetarlo de una mano. Haciendo un esfuerzo descomunal, el suicida se izó lo suficiente como para morder la mano que lo sostenía y deslizarse definitivamente hacia el vacío. Esto no es un cuento. Este hombre, que era actor, tuvo el valor de luchar por su propia muerte, pero no el de matarse sin espectadores.


MALOS CONSEJOS

     Por consejo del hechicero, talló una figura de madera con la forma exacta de su enemigo. La quemó en el campo, de noche, bajo la luna. Atraído por el resplandor de la hoguera, su enemigo lo descubrió y lo mató de un lanzazo.



MIRANDO ENFERMEDADES

     En el Diccionario de Agronomía y Veterinaria había ilus­traciones y muchas fotos. Una extraña tumoración nudosa defor­maba la articulación de una rama.
     —¿Esto qué es? ―preguntaba yo, la niña.
     ―Es una enfermedad de los árboles ―me decía papá.
     ―¿Esto qué es? ―preguntaba yo, señalando, en la foto, el sexo de un toro.
     ―Es una enfermedad de las vacas ―me decía papá.
     Era lindo mirar enfermedades con mi papá. Como sabía que me estaba mintiendo, observaba con asombro y regocijo los desmesurados genitales que crecían deformes en los árbo­les machos.


ATONTADA POR EL DOLOR

     En la copa de un árbol, una mujer sostiene abiertos los pantalones de su difunto marido. El cura le ha dicho que su hombre está en el cielo y ella espera que caiga en cualquier momento. Pobre tonta, como si no lo conociera. Su marido cae del cielo una vez por día, pero nunca en el mismo árbol. Otras también lo esperan.




En: “Botánica del Caos”, Página 12, 2004.
Ana María Shua (Buenos Aires, 1951). Foto: Ana María Schoua. 

miércoles, 9 de marzo de 2016

Ana María Shua, La vida no es una carrera


ÚLTIMA VOLUNTAD

     Antes de morir exige que su cuerpo sea ungido con mirra y con incienso, que sea cremado, que sus cenizas se recojan en una urna de alabastro, que sus deudos las esparzan desde un helicóptero sobre toda la ciudad con la máxima ecuanimidad posible: que ningún barrio reciba más que otro.
     Después de muerto sus deudos descubren que el incienso no sirve para ungir y lo entierran en la Chacarita.


EL PADRE Y EL HIJO

     Tuvo un hijo que creció hasta ser como él cuando tenía su edad. A pesar de sus esfuerzos por dejarse alcanzar, el padre había seguido adelante sin poder evitarlo. Sin embargo, a partir de cierto número de años, la ventaja que le llevaba a su hijo comenzó a convertirse en retraso.
     —No te preocupes, papá, —decía el hijo para consolarlo—, la vida no es una carrera.
     No cuesta nada hablar así cuando se va ganando.


EXCESOS DE PASIÓN

     Nos amamos frenéticamente fundiendo nuestros cuerpos en uno. Sólo nuestros documentos de identidad prueban ahora que alguna vez fuimos dos y aún así enfrentamos dificultades: la planilla de impuestos, los parientes, la incómoda circunstancia de que nuestros gustos no coinciden tanto como creíamos.


EL PREMIO

     Todo tiene remedio, menos la muerte, aseguró el buen hombre durante toda su vida. Y tan bueno fue, que los Jueces decidieron no otorgarle la reencarnación para no decepcionarlo o desmentirlo.


POR FALTA DE PRUEBAS

     Saltos enormes, de veinte o treinta metros de largo, en los que me elevo por encima de las copas de los árboles y sin embargo son sólo eso, saltos: la prueba cruel de que no levanto vuelo.



En: “Botánica del caos”, Página 12, 2004.
Ana María Shua (Buenos Aires, 1951). Foto: Ana María Schoua.

martes, 8 de marzo de 2016

Ana María Shua, Un hombre toma un avión que va de Buenos Aires a Jujuy


LAS RECETAS DE APOLLINAIRE

     En su libro El poeta asesinado, Apollinaire propone a sus lectores una receta de vinagre para encontrar monedas de cinco francos y un polvo antihigiénico para tener muchos niños. El lector, seducido por los guiños a su inteligencia, por el respeto a su sentido del humor, sintiendo que forma parte de una elite de seres levemente irónicos y superiores, el avisado lector sonríe y pasa por esta vida sin hacer el menor intento por ensayar ninguna de esas recetas, sin pensar que, como en tantas cosas, ésta era su única, su última oportunidad.


UN PAISAJE FAMILIAR

     Un hombre toma un avión que va de Buenos Aires a Jujuy. Un problema técnico obliga a un aterrizaje forzoso. Lastimado pero entero, el hombre reconoce un paisaje familiar que extrañaba sin saberlo. En lugar de haber llegado a Jujuy, el hombre se encuentra, al bajar del avión, en la mitad de su propia infancia. Ahora tendrá que esperar treinta y cinco años para volver a tomar el mismo vuelo y está listo para disfrutarlos.


SI VIAJAR EN EL TIEMPO FUERA POSIBLE

     Viajar en el tiempo no sólo es posible sino también obligatorio y constante. Desde que nací no hago otra cosa que navegar hacia un mal destino. Lo que quisiera es poder detenerme, quedarme aquí mismo, que no se está mal: echar el ancla.


EL INSUPERABLE ARTE DE WANG FO

     Wang Fo fue un legendario pintor chino cuya imitación del mundo era tan perfecta que podía transformarse en realidad con la pincelada final. Un emperador le exigió que pintara el océano y en él se ahogó con toda su corte.
     Para superar el arte de Wang Fo, Occidente inventó la fotografía y después el cine, donde sobreviven los muertos repitiendo una y otra vez los mismos actos, como en cualquier otro infierno.


NO HAY EXCUSA

     No hay torrente que se deslice bajo su arco, no hay lecho de guijarros, no hay orillas que sirvan de excusa a las patas abiertas, altas y crueles del puente para suicidas.



En: “Botánica del caos”, Página 12, 2004.
Ana María Shua (Buenos Aires, 1951). Foto: Ana María Schoua.

lunes, 7 de marzo de 2016

Enrique Symns, Una jeringa de miedo que anestesia las venas del mundo


SOY UN VIRUS

Conozco el dolor desde niño,
cuando bajaba corriendo afiebrado
hacia la costa de la aventura
y siempre quedaba atrapado en las insensatas rutinas
en que consiste la vida
el dolor de dormirme embrujado por el amor
y despertarme encerrado
en el guión de esa grata pesadilla que es el hogar.
El dolor de estar aquí
donde todo te resulta gratis
porque el sol se incendia todos los días
como un bonzo que se suicida por tristeza
aquí donde todas las sonrisas terminan siempre en puñaladas
y en donde el primer pez, en cuanto tuvo hambre,
se convirtió en asesino,
aquí donde los pájaros aprenden a leer y a escribir
las leyes que prohíben volar.
Esos viejos flacos y orgullosos en los supermercados
arrastrando un carrito vacío
con los ojos bajos y en silencio
porque ellos creen que el silencio es de bravos
esos viejos muertos de hambre
que trabajaron toda una vida
y no se roban una uva.
Esos viejos que se cruzan con un muchacho rubio de pelo largo
que ni los ve porque va pensando en el futuro
porque es un mundo de jóvenes que no recuerdan el origen 
y de viejos que se olvidan del destino
pero si las moscas usaran corbata
si las balas cantaran blues
si el cielo sacudiera su viejo culo azul
y las ventanas catódicas de los edificios explotaran
igual, igual habría un viejo babeando deseos
sobre las piernas de una muchacha
y habrían todos esos tipos con caras de clavo
sonriendo por las calles del mundo.
En una tribu de monos
en una fiesta de esclavos
en una calle de zombis
yo no soy un hombre
yo soy un virus
un virus en tu mente.
Un hombre solo en un cuarto
regando una planta y sufriendo
porque nadie lo toca ni nadie le habla
y sólo puede recordar.
O las camareras de los bares nocturnos
de polleras cortas
naufragando entre las brumas del deseo
o la voz hundida de mis amigos
que antes soñaban ser héroes
y hoy cobran un sueldo.
Se percibe en todas partes,
en cada charla
están inyectando una jeringa de miedo
que anestesia las venas del mundo.
Yo no siento ni pienso
yo no amo ni odio
yo no vivo ni muero
tú no puedes conmigo
soy un virus
un virus en tu mente.
Yo tenía 20 años
y siempre estaba borracho
en una pieza mugrienta
viendo mi rostro soñador
reflejado en las frías paredes del mundo
ahora tengo casi 60 y nunca lo vi
nunca vi a un hombre encendido y llameante
un hombre que al levantar la mano
para encender un cigarrillo
yo viera en sus ojos
los ojos de un tigre
acechando en el viento
el paso del tiempo para matarlo.
Siempre vi los ojos del miedo
siempre vi los ojos tristes de la nostalgia.
En una tribu de monos
yo no siento ni pienso
en una fiesta de esclavos
yo no amo ni odio
en una calle de zombis
yo no vivo ni muero
yo soy un virus
tú no puedes conmigo
soy un virus de tu mente.



Transcripción del monólogo realizado por Enrique Symns, el 6 de marzo de 2004 en el Teatro Ateneo de Buenos Aires, en el recital de la banda de rock uruguaya La Tabaré (Rivercock Banda).
En: revista Oliverio, número 5, mayo-junio de 2004.
Enrique Symns (Lanús, 22 de diciembre de 1946).
Foto: Enrique Symns.

viernes, 4 de marzo de 2016

Yadi María Henao, Con absoluta eficacia


NOTICIA

A María Mercedes Carranza

Alzó su capa y montó en su escoba.
Océanos y continentes
vieron a la bruja loca
volar, ebria de amor.
Nada se supo de ella,
hasta que una colisión
contra la luna
fue anunciada en el
New York Times.



TRAVESÍA

Desde todos mis huesos, viajo.
Todavía no llego.

La duda tampoco fue camino.
La melancolía cruza el paralelo del otoño,
el atroz meridiano de la peste.

El sueño de los dioses,
el insomnio del Sahara.

Las plagas del enigma,
la cabeza de la esfinge.

La flecha clavada en el ojo del deseo,
las cerraduras en muros desolados.

El dragón que se apaga
hundido en el mar Rojo.

Las cartas que escribí
en el hotel del infierno.


ACERTIJO

En mi condición de mujer
tres oficios me fueron legados:

Prostituta

Cantante

y Monja

De los tres ejercí dos
con absoluta eficacia.


FUNERALES DE MARÍA

Los periódicos anuncian mi sepelio.

En Posadas de la Atlántida,
Platón lamenta su ideal de sombras.

Me declaro legalmente impedida.

La luz envejece en el recuerdo;
también mi nombre.

La caverna soy yo.


En: “El otoño escribe mi nombre”, Ediciones Extranjera a la intemperie, 2005.
Yadi María Henao (Manizales, Colombia, 1975). Vive en Argentina.
Foto: Yadi María Henao.