ÚLTIMA VOLUNTAD
Antes de morir exige que su cuerpo
sea ungido con mirra y con incienso, que sea cremado, que sus cenizas se
recojan en una urna de alabastro, que sus deudos las esparzan desde un
helicóptero sobre toda la ciudad con la máxima ecuanimidad posible: que ningún
barrio reciba más que otro.
Después de muerto sus deudos descubren que el incienso no sirve para ungir y lo entierran en la Chacarita.
Después de muerto sus deudos descubren que el incienso no sirve para ungir y lo entierran en la Chacarita.
EL PADRE Y EL HIJO
Tuvo un hijo que creció hasta ser como él cuando tenía su edad. A pesar de sus esfuerzos por dejarse alcanzar, el padre había seguido adelante sin poder evitarlo. Sin embargo, a partir de cierto número de años, la ventaja que le llevaba a su hijo comenzó a convertirse en retraso.
—No te preocupes, papá, —decía el hijo para consolarlo—, la vida no es una carrera.
No cuesta nada hablar así cuando se va ganando.
Tuvo un hijo que creció hasta ser como él cuando tenía su edad. A pesar de sus esfuerzos por dejarse alcanzar, el padre había seguido adelante sin poder evitarlo. Sin embargo, a partir de cierto número de años, la ventaja que le llevaba a su hijo comenzó a convertirse en retraso.
—No te preocupes, papá, —decía el hijo para consolarlo—, la vida no es una carrera.
No cuesta nada hablar así cuando se va ganando.
EXCESOS DE PASIÓN
Nos amamos frenéticamente fundiendo
nuestros cuerpos en uno. Sólo nuestros documentos de identidad prueban ahora
que alguna vez fuimos dos y aún así enfrentamos dificultades: la planilla de impuestos,
los parientes, la incómoda circunstancia de que nuestros gustos no coinciden
tanto como creíamos.
EL PREMIO
Todo tiene remedio, menos la muerte,
aseguró el buen hombre durante toda su vida. Y tan bueno fue, que los Jueces
decidieron no otorgarle la reencarnación para no decepcionarlo o desmentirlo.
POR FALTA DE PRUEBAS
Saltos enormes, de veinte o treinta metros
de largo, en los que me elevo por encima de las copas de los árboles y sin
embargo son sólo eso, saltos: la prueba cruel de que no levanto vuelo.
En:
“Botánica del caos”, Página 12, 2004.
Ana
María Shua (Buenos Aires, 1951). Foto: Ana María Schoua.
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