ESQUINITA PORTEÑA
Despreciado hasta
por las liendres, mi homeless danza
en la esquina
cada vez que el
semáforo se lo permite. Se dedica sonrisas
secretísimas.
Después, sin convicción, tiende la mano enguantada
hacia los vidrios
de los automóviles.
A lo largo del día
hay varios momentos de cansancio, sin duda. Pero
puesto que sigue
despertando podemos inferir que sale airoso de
casi todos los
combates.
¿Bailará esta tarde
cuando yo pase?
SALVO EN LO QUE RESPECTA AL ALCOHOL
Descanso sobre,
dentro, en una reposera amarilla mientras las retamas odorantes se ventilan sin
preocupación. Mi madre teje, mi abuela hace la quinta, mi padre lee "Los
Principios" en la galería. El hombrón cruza las piernas. Pegado al pie que
pisa en mosaico firme se echa mi primer perro. Paro no ser menos activo o
emprendedor que el resto de la familia, él fuma en pipa y nadie lo reprende. Es
que vivimos en una atmósfera permisiva salvo en lo que respecta al alcohol.
LA ENEMIGA DE LA FAMILIA
Yo era propensa,
dictaminó mi parentela no
deseada, a: la
gula, la vagancia, la lascivia,
el sueño, el
dibujo, la música, las palabras
escritas.
Era, por lo tanto,
la enemiga de la
familia.
DUERME DE SENTADA
Duerme de sentada
como cualquier
viejita
de campo.
Le duele el campo
que le
arrancaron y
después no.
Barbechos,
rastrojos
¿qué palabras son
éstas?
Si existen están
fuera de
contexto.
Convicciones
agrietadas
sobre bandejas de
Navidad.
Como cualquier
viejita de campo,
duerme sentada.
De las manos se
ocupan los
mirlos.
BORGES A LA ENÉSIMA
Notable. Me tientan
las mismas cosas que a él:
el amarillo, los
espejos, los felinos mayores…
Desconocí su obra
durante añares. Leída en mi
estación de
jovencita sabihonda, era todo vejez y
entrevero.
Ahora me siento tan
outlet como él y cualquier texto
surgido de sus
manos o dictado por su voz me maravilla
y me sume.
Intento volar a su
lado, en la eternidad de las palabras.
Por favor, no
interponga reproches. Hago lo que puedo,
don.
CARTAS DE AMOR EN LA MANO
Made in Brazil reza el cuaderno y habrá que creerle, qué
otra cosa. Revisé
anoche los cajones de mi escritorio en
busca de una
factura. No la encontré pero sí había cartas
de amor que aunque
dirigidas a mí parecían para otra
persona.
No sé por qué pero
recordé a Emily Dickinson, a Sylvia Plath
Y también pensé en
mí misma. Me vi en esos meses durante los
que el amor era el
invasor y una carta un objeto vibrátil e
infinito que
siempre ganaba la carrera a los ojos.
¡Caramba! ¡Quedarme
dormida con cartas de amor en la mano!
PRECIOS
Le costó tan barato
que cuando
respira
hondo se le parte en dos
(el
vestido).
Le costó tan caro
que cuando
respira
hondo no se le parte en dos
(el
corazón).
Ninguno de los dos
le sirve, qué va.
En:
“Una hormiga / Un halcón”, Ediciones Último Reino, 2004.
Kato Molinari (Alta
Gracia, Córdoba).
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